
Stompin' at the savoy, Pink Panter, Samba de uma nota só, All's well in wellington, Satin doll, Strike up the band, The chicken, Donut king fueron llenando de música el pequeño recinto, la boîte como decíamos antaño. Xaime me ayuda y me dice con precisión todos los instrumentos que había: batería, chelo, guitarra, piano, congas (en un par de piezas), 4 trompetas, 3 trombones, 5 saxos y en Stompin' at savoy, un clarinete y una tuba. Me gusta ese estruendo de ciertos momentos combinado con la suave melancolía de las melodías. Me dejo envolver en su calidez. Un público familiar y amistoso, entregado, incondicional cerró la actuación con sus aplausos.
Disfruté igualmente esa noche con las tres chicas del grupo clase de francés, Aldara, Julia y Uxía. Para Aldara fue un descubrimiento y mostró un gran interés, me hizo muchas preguntas tanto sobre la música como sobre la sala, creo que vislumbró un mundo que se le abría...Le hablé sobre Woody Allen, entre susurros, sin tiempo para más, sin tiempo para contarle el origen de esta música que es la de fondo de muchisímas películas, de New York, y también de muchos libros. Una conversación pendiente para nuestra próxima comida. Gracias, queridos alumnos por vuestra simpatía. Gracias por el concierto, por esa lluvia de afecto que sentí.
Cuando salí, ya sola, en el camino hasta el parking, la calle vacía, el mundo exterior seguía. En el breve trayecto hasta casa recupere la música con Mar Egeo uno de los discos del proyecto Refugio del sonido que acaba de editar El País: Mar Adriático, Mar Egeo, Mar de Libia y Mar Jónico son un homenaje a los niños, mujeres y hombres que han dejado todo, huyendo del miedo, del terror. Una colección inédita de cuatro libros-disco en la que los alumnos de Berklee Mediterranean Institut inter-pretan temas compuestos y dirigidos por Javier Limón. El beneficio se destinará a financiar los proyectos de atención a los refugiados gestionados por Médicos Sin Fronteras. Las piezas son interpretadas por estudiantes de 20 nacionalidades de la citada escuela americana. Cada canción lleva el nombre de un pueblo de una frontera del sur de Europa.
Me quedé unos minutos en la puerta de casa. El olor del jardín, que, esa noche, era de verano, arrastrando aún los acordes del piano, acentuaba el encanto. Dentro, el debate electoral sonaba ronco, hueco, plano....
Carmen Glez Teixeira
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