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Maurizio Cattelan. (Centre Pompidou-Metz) |
Como experto navegador en las procelosas aguasa del arte contemporáneo, Maurizio Cattelan se sorprende de las polémicas que suscita su obra pues no se considera un provocador. Creó la icónica escultura del Papa Juan Pablo II caído sobre una alfombra roja después de haber sufrido el impacto de un meteorito sobre su cuerpo; la pequeña ardilla disecada que alude a un suicidio sobre una mesa de escuela o la terrorífica instalación de tres niños ahorcados que se presentó con gran escándolo en la fugaz Bienal de Sevilla. (...)
La exposición del Centro Pompidou-Metz lleva por título Domingo sin fin y ha sido comisariada por Chiara Parisi y Maurizio Cattelan. De su colaboración continuada y de sus prolíficos diálogos surgieron dos ideas fundamentales para dar cuerpo a la muestra. La primera fue pensar en el domingo como día de descanso después de la creación divina o del trabajo humano; como tiempo extraño en que se paran las actividades cotidianas y se organizan rituales religiosos, celebraciones familiares, encuentros en la naturaleza, y como un tiempo en el que se siente más que nunca la melancolía del silencio de las tardes vacías... La segunda idea fue utilizar las 27 letras del abecedario como índices que puntúan las diferentes secciones en secuencias no ordenadas alfabéticamente, sino según una lógica oculta que integra imágenes, obras, palabras y sensaciones en un circuito de circunvalaciones espaciales y visuales impactantes.
Exorcizar la propia imagen a través del autorretrato y participar en el gran teatro del mundo son leitmotivs para Cattelan, y esta exposición le representa y nos representa en tanto que cuestiona la sacralidad del museo como depositario de la memoria. Cattelan dice que espera que su trabajo sobreviva a su desaparición como autor. Tendríamos así un Maurizio sin fin.
Rosa Martínez. El Cultural, 23-5-2025.
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