sábado, 2 de julio de 2022

Feliz paisaje

El Hotel des Horlogers
El pueblecito suizo de Le Brassus está escondido en un valle entre montañas en la frontera con Francia y hasta hace no tanto, cuando nevaba, se quedaba aislado durante todo el invierno. Sus habitantes tenían que buscarse una ocupación e, instalados en talleres que montaban en los luminosos altillos de sus granjas,  no tardaron en hacerse famosos por su habilidad relojera. En 1875 se fundó Audemars Piguet, hoy fabricante de relojes que han hecho historia -este año celebra el 50º aniversario de su Royal Oak-, y este junio la firma reabre  un establecimiento mítico en el pueblo: el Hotel des Horlogers.

No esperen el tradicional pintoresquismo alpino. El nuevo Hotel des Horlogers es una estructura de hormigón, madera y cristal cubierta de vegetación, como excavada en la ladera, y con vistas al valle. Es un proyecto de BIG -estudio del célebre Bjarke Ingels-, al igual que la espiral acristalada que aloja el museo Audemars Piguet, a pocos metros de allí. "Todo está interconectado", dicen desde el estudio de Ingels. "El techo está en cuesta, está pensado como un lugar público. ¡Debería poderse esquiar sobre él!". Por supuesto, la sostenibilidad es clave y la huella del carbono, mínima (el hotel sigue el exigente estandar  Minergie). El aspecto neobrutalista del edificio y las habitaciones tampoco son un capricho estético: se utiliza hormigón, una especialidad local, pero aligerado con madera. "Estos materiales expuestos evitan usar pintura o papel pintado en las paredes", indican. Tampoco se utilizan disolventes, ni ningún tipo de plástico, ni papel (esto último, excepto en las habitaciones).

Lo sostenible  no se limita al aspecto arquitectónico. "Quiero poner la montaña en el plato", afirma el chef del restaurante, Emmanuel Renaut. El francés, un tres estrellas Michelin, trabaja con la vegetación autóctona y va cambiando el menú según la la estación: introduce espárragos blancos del valle durante tres semanas, por ejemplo, flores azules cuando aparecen, o mezcla hojas de pino con sal. El restaurante llamado Le Gogant- es moderno y con vistas, pero su intención es mantener el espíritu de bistró local. Un poco más adelante llegará La Table, la versión, usando el argot del periodismo especializado, gastronómica: una sala para un máximo de diez comensales donde Renaut echará el resto. En ambos establecimientos, sin embargo, rige la misma norma: "Los ingredientes son más importantes que la receta".

Más que cultivar el lujo estratosférico, el Hotel des Horlogers es un cuatro estrellas que busca servir de punto de encuentro para los habitantes de Le Brassus y para la industria relojera de la zona, además de dirigirse a amantes de la relojería y viajeros en busca del aire libre y deportes alpinos. En realidad no hace falta excusa: vale la pena visitarlo expresamente.

Daniel García. Recibidor. Desing. El País

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