lunes, 29 de abril de 2024

El consentimiento

No es fácil narrar ni visualizar lo ocurrido entre el escritor Gabriel Matzneff y la entonces niña -hoy escritora- Vanessa Springora desde noviembre de 1985 y durante tres años. Matzneff que tenía 50 años cuando sedujo a una cría de 14, ya tenía experiencia pederasta. "Una vez que has tenido en tus brazos, besado, acariciado, poseído a un chico de 13 años, a una niña de 15, todo lo demás te parece insulso, pesado, insípido", escribió Matzneff en libros como Les moins de seize ans (Los menores de 16 años).

Springora, que tardó años en comprender que aquello no era amor sino abusos psicológicos y sexuales, manipulación y violaciones, contestó en 2020 con el libro El consentimiento, cuya adaptación se estrena ahora en España con la autora como coguionista. Además de una narración, de unos diálogos, de un retrato de personajes, se necesita una mirada, un estilo  para componer una película como esta. Un modo de aplicar sentido cinematográfico a lo que es pura abyección. Sin embargo, Vanessa Filho, la directora no lo tiene. La duración de cada plano, dónde colocar la cámara, cómo se mueven los personajes, qué grados de desnudez muestran los cuerpos de ese hombre y esa niña... son decisiones a tomar y con todas ellas se conforma esa mirada. Y en las secuencias de sexo, al menos para el que esto escribe, no hay ni estilo ni el necesario pudor.

En el aspecto social,  sí que toma decisiones formales y de fondo de mérito, como el retrato de la madre de Springora, que optó por considerar a su hija una adulta que debía asumir sus propias decisiones.

J.O. El País, viernes 19 de abril de 2024.

domingo, 28 de abril de 2024

Muere Laurent Cantet, uno de los grandes cineastas humanistas

Laurent Cantet

Laurent Cantet siempre entendió que el cine tenía un límite: el ser humano. Ayer con su fallecimiento a los 63 años en París, se perdió a un realizador que por encima de sus películas, más allá de su pulsión narrativa, defendió a la gente, e intentó -casi siempre con enorme éxito- que fueran las personas el centro de su trabajo. Ante otros creadores dictadores del estilo, Cantet siempre se definió como narrador y observador, no como un manipulador, aunque justo así levantó una filmografía coherente, maravillosa, que, entre otros galardones, le llevó a ganar la Palma de Oro con La clase  en 2008, película con la que fue candidato al Oscar.

Su lucha constante contra el cáncer no le impidió rodar algunos filmes memorables. Su último trabajo, Arthur Rambo (2021), era un buen ejemplo de saber tomar el pulso a la realidad y de reflejar ambientes a priori alejados de él, un chaval criado en Melle, ciudad en el oeste de Francia, hijo de dos profesores que influyeron decisivamente en su humanismo. Arthur Rambo es el seudónimo de Karim, un veinteañero de origen magrebí criado en una banlieue que triunfa en el elitista ambiente literario parisiense, y que justo cuando roza la fama ve cómo su carrera se trunca por su historial en Twitter, por unos mensajes que su nombre de guerra ya señalaba como irónicos. "Soy consciente de la importancia de las redes sociales", explicaba en el estreno, "pero tengo la impresión de que en Twitter uno se expresa de cualquier modo: tienes que reaccionar muy rápido, no reflexionas antes de escribir. Creo que esa tendencia a pensar en eslóganes forma parte de la cultura contemporánea. Y esa simplificación del pensamiento me asusta".

Cantet estudió fotografía en la Universidad de Marsella, y luego cine en el Istitut des Hautes Études Cinématographiques (IDHEC) en París, donde se graduó en 1986. En sus clases coincidió con Dominik Moll y Robin Campillo, con quien escribió en varias ocasiones y a quien animó a dirigir 120 pulsaciones por minuto. Justo con Campillo acababa ahora de escribir el guion de su próximo proyecto, Enzo, que planeaba rodar a finales de este 2024.

Tras colaborar en varios documentales y dirigir varios cortos, la cadena Arte le invitó a desarrollar un proyecto y así debutó en el mediometraje en 1999 con Les Sanguinaires. Lo compaginó con el que sería su espectacular debut en largo, Recursos humanos (1999), un drama centrado en el choque entre un chaval que comienza a trabajar en el departamento de recursos humanos  de una fábrica y su padre, veterano trabajador en esa empresa. Ganó en el Festival de San Sebastián en la sección Nuevos Directores y obtuvo dos premios César, los Óscar del cine francés. 

Su segundo largo, El empleo del tiempo (2001), estaba inspirado en el caso real de Jean-Claude Romand -el mismo que Emmanuel Carrère en El adversario- que engañó a su familia y amigos haciéndoles creer que trabajaba en Ginebra en la Organización Mundial de la Salud y tras lustros de vivir pidiéndoles dinero, acabó asesinando a su esposa y a sus hijos. Cantet lo centró otra vez en las relaciones laborales, en el aplastamiento del ser humano por la maquinaria profesional: "No me interesa si existe el mal. Lo que me interesa es intentar entender los mecanismos de las personas y para conseguirlo lucho por no entrar en juicios morales. Como dice Renoir, cada uno tiene sus razones. Y son esas razones las que quiero estudiar"...

Su cuarto filme le consagró. La clase ganó la Palma de Oro en Cannes en 2008. En ella jugó a mezclar realidad y ficción al adaptar un libro biográfico que François Bégaudeau, un profesor de un colegio de París, que aparecía en pantalla junto con otros profesores y alumnos interpretándose a sí mismo. Cantet creó un taller de trabajo con los alumnos antes de seleccionar a los que formarían el equipo definitivo y rodar lo que ocurría entre ellos y Bégaudeau. "Buscaba los momentos de tensión dentro del aula y ver como se resolvían. Al provocarles les permite pensar. Aunque yo no diría que es agresividad lo que aplica con ellos, sino ironía y verdad", insistía en su estreno...

Hacia el final de La clase, una alumna le dice al profesor al acabar el curso: "Yo no he aprendido nada. No entiendo lo que hacemos". Con Laurent Cantet, aprendemos del cine y dela vida.

Gregorio Belinchón. El País, viernes 26 de abril de 2024.

sábado, 27 de abril de 2024

Viaje al País Cátaro, la región más legendaria del sur de Francia

El País cátaro no es solo un territorio. Entraña un viaje al pasado, cuyos vestigios dispersos entre Toulouse, Narbonne, Carcassonne, Béziers y Foix reúnen castillos, abadías y ciudadelas de vértigo, cual centinelas colgados entre el cielo y la tierra. La huella cátara se palpa en el aire del Languedoc, un escenario donde las piedras murmuran sobre este movimiento de los siglos XII Y XIII, conectado a la lengua del sí (òc). Por aquel entonces, el sur francés  vivía en una época de bonanza, abonada con la proliferación de literatos y trovadores  que con sus poemas románticos y de gestas expandieron la lengua de Oc.

Albi
Albi, la ciudad donde empezó (y terminó) todo.

En este contexto surgen los cátaros (de katharoi, puro en griego), que vivían en pobreza y castidad, eran vegetarianos y solidarios, creían en la existencia del bien y del mal, y en dos divinidades, Dios y Satán. Estas ideas enardecieron a la iglesia católica, que los declaró herejes y lanzó una cruzada para aniquilarlos a sangre y fuego. La primera guerra santa en Europa. Pero más allá de la cuestión religiosa, estaba la política. La cruzada fue, a su vez, una lucha del norte, del reino de Francia, contra los condados independientes del sur.

Ocho siglos después, en castillos, abadías,  pueblos y senderos aún resuena el eco de aquellos buenos hombres y buenas mujeres, así como su cruenta persecución. Eran conocidos como bogomiles, perfectos albigenses, nombre derivado de Albi, ciudad del primer obispo cátaro, Sicard Cellerier.

La ciudad episcopal  de Albi, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, está regada por el río Tarn, cuyas arcillas fueron materia prima que modelan este laberíntico enclave medieval. Desde el más viejo de los puentes que jalonan el Tarn, el atardecer suaviza la imponente Santa Cecilia, que más que la catedral parece una robusta fortaleza gótica. Su austeridad exterior contrasta con la exquisitez interior, con un entretenido mural sobre el Juicio Final. Contiguo a la catedral, se levanta el Palacio de Berbie (sglo XIII), sede del obispado y también de la Inquisición francesa. Con sus jardines asomados al Tarn, el palacio es hoy la sede del Museo Toulouse-Lautrec, que cuenta con una treintena de sus carteles más conocidos. Este postimpresionista de origen noble y salud frágil nació en Albi en 1864, donde vivió hasta 1881,cuando se trasladó a París para convertirse en el retratista de la desenfadada Belle Époque.

Si el arte es un puente entre pasado y futuro, como Toulouse-Lautrec sostenía, qué mejor que cruzar el Puente Viejo de Albi para continuar la ruta por el país Cátaro.

A la sombra de  la Montaña Negra

No hay una única manera de recorrer esta región, pues admite múltiples desvíos. En nuestro viaje rumbo sur pasamos junto a rebaños de ovejas y caballos que pastan a dos mil denarios francos del siglo XIII anchas mientras la carretera se va adentrando por bosque sombríos de hayas, abetos y robles hasta alcanzar el corazón de la Montaña Negra.

Saissac y la Cruzada Anticátara.

Al fondo se asoma Saissac. Su castillo fue rediseñado como baluarte en el siglo XVI, y no se erige  en lo alto, sino en la parte más baja del pueblo, al borde de un barranco, controlando la llanura hasta Carcassonne y divisando el horizonte hasta los Pirineos. El interior abriga un museo sobre el tesoro numismático de Saissac: dos mil denarios francos del siglo XIII.

A partir de 1209, los ánimos se encienden un poco más y Simón de Monfort, el alto mando de la cruzada anticátara, instala su cuartel general en Fanjeaux. Las esquinas de sus calles susurran que aquí todas las fortalezas fueron destruidas, las "ciudades invisibles" a las que se refería Italo Calvino. Mucho más reciente es Les Halles, el mercado cubierto del XVIII, alrededor del cual florecieron talleres de artesanos, reconocibles por los grandes ventanales de planta baja que lo circundan.

Mirepoix
Mirepoix entre pórticos.

La ciudad bastida, situada a medio camino entre Toulouse, Foix y Carcassonne también cayó a manos del megalíder de los cruzados, quien la tomó en 1209. Mirepoix es un enclave top de Instagram por su plaza porticada, con casas combadas multicolores de entramados de madera. En el noroeste de la plaza, la Casa de los Cónsules había sido un tribunal y la antigua prisión. Hoy es un hotel con habitaciones de estilo medieval y art déco, y una viga en la fachada con tallas de madera de cabezas humanas y monstruos haciendo muecas descaradas. Fuera de la plaza, la catedral gótica de San Mauricio despliega una amplia nave central, una de las joyas del País Cátaro, que parece querer arropar a los feligreses.

Castillo de Foix

El cruel barón de Monfort lo tuvo más difícil para conquistar el castillo de Foix, del siglo XI,  con sus tres torres almenadas. "Fundiré la roca como si fuera grasa y asaré al líder", declaró el capitoste ante este bastión impenetrable. El señor del castillo, el conde Raymond Roger de Foix, era un ardiente defensor de los cátaros, a quienes dio refugio.

La verdad es que aquellos místicos que convivían con sus vecinos y cuidaban de los necesitados eran realmente avanzados para la época, pues incorporaban la perspectiva de género -ellas también podían predicar y ser obispas- y cultivaban el estudio de las Escrituras, que tradujeron a las lenguas romances. De forma intangible, algo de ello se percibe al bajar la vista desde el castillo al mar de calles apacibles entre tejados de color salmón de Foix. A lo lejos se divisan los Pirineos y el valle del Ariège.

La conquista de Montségur

Coronar Montségur emociona. La media hora de caminata permite asombrarse ante un mito hecho piedra. Un castillo desgarrado, que resistió durante meses el asedio de la cruzada, hasta que el sueño terminó: 215 cátaros fueron quemados en la hoguera en 1244, tal como rememora una estela en el Prat dels Cremats. Mediante esta matanza París pudo anexionarse el Midi y someterse a los condes de Toulouse, reprimiendo la lengua occitana y la cultura trovadoresca. Fue el dramático final de los cátaros, aunque algunos resistieron en Quéribus. 

Montségur, un castillo solar

Montségur está considerado un templo solar y cada solticio de verano cientos de personas contemplan cómo el sol ilumina los arcos orientales para relevar dónde se esconde el  tesoro cátaro con el Santo Grial. Hay quien sostiene que está bajo las ruinas actuales, que en realidad son de una fortaleza posterior.

Castillo de Puilaurens

Si en Montségur evocamos un mundo, en Puilaurens lo acariciamos con la punta de los dedos. Este castillo se levanta a casi 700 metros en un peñasco escarpado. Hay que tomar aire para subir la escalera en zigzag. Cruzar la puerta abovedada y entrar en el patio principal de Puilaurens nos proyecta mil años atrás, con el camino de ronda de madera y las escaleras de acceso. Incluso las banderas ondean al viento.

En el valle, la localidad de Lapradelle-Puilaurens es fruto del desplazamiento de la población cercana a la fortaleza hasta el siglo XIV. A quí se puede tomar el Tren Rojo, una línea de ferrocarril de unos 60 kilómetros que llega a las llanuras de la comarca  pirenaica de La Fenolleda, cuya capital es Saint-Paul -de Fenouillet.

Guía para penetrar en Carcassonne

El Tren Rojo no llega a Carcassonne, el mejor ejemplo francés de una ciudadela medieval. Ello se debe a la remodelación, no exenta de polémica que ejecutó el ingeniero Violet-le-Duc en el siglo XIX. El resultado fue un doble recinto concéntrico de murallas, catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se accede a él por la Puerta Narbonesa, con la efigie de la Dama Carcas en un costado, origen del nombre de Carcassonne. Al cruzar el puente levadizo sobre un foso seco aparece la segunda muralla, para desánimo del más audaz de los invasores. Un paseo adoquinado recorre este doble perímetro fortificado, con torres rematadas con capuchones megros de silueta embrujada.

Marta Monedero. Nationalgeographique.com.es, 25 de abril de 2024.

viernes, 26 de abril de 2024

Moda africana, mucha tela que cortar

El diseñador maliense Alphadi

"Nosotros podemos transmitir nuestro savoir faire de la moda en África. Es un conocimiento ancestral. Tenemos 54 países de inspiración" explica el diseñador maliense Sidahmed Seidnaly, Alphadi (Tombuctú, 66 años). Entusiasmado con la recién estrenada Escuela Superior de Moda y Artes en Niamey (Níger), manda fotos de unas 70 mujeres, uniformadas con velos de un naranja vibrante, que aprenden ahora la disciplina entre patrones, reglas e hilos en el mismo edificio en el que hace una década el modista declaraba a El País su sueño de levantar este proyecto, que cuenta con apoyo internacional.

"Sin educación no hay industria ni evolución", decía convencido en 2015, cuando ya vivía amenazado por grupos terroristas por su manera de entender el desarrolllo. La Unesco lo nombró artista para la paz ese año y embajador de Buena Voluntad en 2022. Ha sido impulsor del informe de la Unesco titulado El sector de la moda en África: tendencias, desafíos y oportunidades de crecimiento (octubre 2023), que concluye que hay un creciente interés en el continente por la producción local, particularmente entre los menores de 25 años, que representan más del 50% de la población.

La demanda de la moda hecha en África se ve favorecida por "la floreciente clase media en el continente, que supone más del 35% de la población", así como el rápido aumento del sector digital, lo que facilita el comercio y la aparición de talentos, según la Unesco. Los diseñadores africanos acumalan un patrimonio ingente de técnicas artesanales, como la aplicada en los grafismos del bogolán maliense (tela tintada con arcilla), que intercala tonos terrosos, mostazas, blancos y negros. Son la herencia -junto a joyas y accesorios fabricados con metales, cuentas, cauríes, cuernos o rafía- que conforman unas señas de identidad que revalorizan esos trabajos y los reivindican ante la apropación cultural. A este bagaje se suman también nuevas creaciones originales. Y el compendio se incorpora a la industria textil global con un escenario alentador que, sin embargo, precisa de ajustes en ámbitos legislativos, de inversión, de costes de materiales o de protección de los empleados.

 La diseñadora tanzana Doreen Mashika, que estudió en Suiza y abrió su taller en Zanzíbar en 2008, confirma la tesis del informe, en el que ha participado. "Con los avances tecnológicos puedo trabajar con más facilidad. Los métodos de pago, la banca digital o las aplicaciones hacen que todos los trámites y las tasas sean más transparentes", contaba mientras preparaba la colección para la semana de la moda de París. El continente cuenta con 32 semanas de la moda al año, lo que fomenta la difusión  y el encuentro entre creadores. Alphadi, que fundó en 1998 el Festival Internacional de Moda Africana (FIMA), atestigua el crecimiento de estos eventos en estos 25 años. "Al FIMA han acudido Yves Saint Laurent, Kenzo, Paco Rabanne, Jean Paul Gautier, Pathe'O, Collé Sow Ardo, Oumou Sy, Maimour...", enumera.

La periodista francesa Emmanuelle Courrèges, autora del libro Africa, The Fashion Continent (Flammarion), concluye que los últimos años se está registrando una expansión general de la moda africana. Se refleja en el número de publicaciones internacionales, Vogue, Busines of Fashion (BOF) y otras importantes revistas informan periódicamente sobre la producción  africana gracias a su participación recurrente en las citas internacionales...

Courrèges destaca la explosión de establecimientos de diseño, tiendas on line y otras efímeras con productos del continente. La exposición Africa Fashion que finalizó la primavera pasada en el Victoria and Albert de Londres, museo que por primera vez en sus 170 años de historia mostró la moda del continente con 250 piezas, fue un punto de inflexión. También lo fue que Chanel se trsladara a Dakar en 2022 para presentar, por primera vez en África subsahariana, su colección Métiers d'Art...

Ángeles Lucas. El País, martes 16 de abril de 2024.

jueves, 25 de abril de 2024

Radiografía de una madre en llamas

Hervé Tellier

"Siempre he sabido que mi madre estaba loca". Esta afirmación de Hervé Le Tellier (París, 1957), extraída de Todas las familias felices, llamaba la atención en la faja exterior de la primera edición francesa. Ya se anunciaba la historia de una madre desquiciada y una familia disfuncional. Y esa familia, nada feliz, por cierto, es la del propio autor. La narración autobiográfica fue publicada en 2017, tres años antes que La anomalía (Seix Barral), novela con la que el escritor se alzó con el Premio Goncourt. Para entender el tono personal, que tanto se aparta de La anomalía, hay que saber que fue escrita con anterioridad y que Le Tellier ha tenido siempre suprema libertad para escribir libros diferentes unos de otros. De un thriller psicológico de ciencia ficción a un recuento cotidiano de infamias familiares, destaca su inmenso talento para tratar con el mismo impulso narrativo un reto novelístico de enorme envergadura y un relato biográfico íntimo con un fondo duro observado con mirada glacial.

Una locura materna "de tintes grotescos"; un padre biológico desaparecido de escena; un padastro a quien no se ama, de origen aristocrático, que da su apellido Le Tellier al niño adoptado; una empresa familiar de plumas estilográficas que se va a pique por culpa de la aparición del bolígrafo Bic Cristal; una tía acomodada, hermana odiada por la madre, que tiene siempre en la nevera una botella de champán, porque le gusta "coger el puntillo". En suma, una familia incapaz de moverse en el mundo de los afectos, una madre manipuladora y un niño ignorado que desea que sus padres mueran en un accidente de tráfico. Contrariedad del hijo de doce años cuando una llamada tardía no es de la policía, sino de la madre, para anunciar un retraso. La punzada de decepción le hace decir al narrador:"Fue entonces cuando supe que era un monstruo". 

Le Tellier, hasta el éxito de La anomalía, consagrada en el panteón Goncourt con más de un millón de ejemplares vendidos solo en Francia, era un autor de culto, reconocido pero minoritario de novela, relatos, poesía y obras dramáticas. Matemático de formación, lingüísta, editor y crítico de France Culture y Le Monde, es un explorador de géneros, un experimentador literario con tintes humorísticos propios del grupo Oulipo, al que pertenece desde los años 90. Oulipo, taller de literatura potencial, fundado en los 60 por el matemático François Le Lionnais y el escritor Raymond Queneau, tuvo entre sus miembros a Georges Perec, Italo Calvino o Marcel Duchamp. 

La incursión de Hervé Le Tellier en la"novela familiar, no nos referimos al concepto freudiano, sino al género literario de largo recorrido, no es un ajuste de cuentas con su familia, sino una exploración que trata de extraer lo novelesco de un complejo entramado de seres unidos, y desunidos, por lazos familiares. Si recordamo el "familias, yo os odio" de André Gide en Los alimentos terrestres, los reconres de parentesco han alcanzado gran intensidad a lo largo de la historia literaria. Marguerite Duras, o más recientemente, Amélie Notomb, Delphine de Vigan o Mercedes Deambrosis, en Francia, o Vivian Gornick, en el campo anglosajón, con sus Apegos feroces, han testimoniado las complicadas relaciones maternofiliales. Aquí es un hombre en primera persona quien pinta a su madre de cuerpo entero, sin paños calientes, ejecutando una disección a bisturí sin caer en el patetismo ni en el exhibicionismo. (...)

El último capítulo se inicia con la conocida frase de Tolstoi: "Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo". Lo cierto es que lejos de la condescendencia o el rencor, Hervé Le Tellier ha hecho con sus demonios particulares, con su historia familiar diferente, o parecida a otras, un relato único, pero en cierto modo vigente y universal como lo son las buenas obras literarias.

 Lourdes Ventura.El Cultural, 12-4-2024.

miércoles, 24 de abril de 2024

Juliette Binoche. "Je ne sais quoi"

Si algo se puede salvar de The New Look, la serie de Apple sobre Christian Dior, es la gracia innegable con la que Juliette Binoche se mete en la piel de una desmitificada, amarga Coco Chanel. Quién sino Binoche, 60 años recién cumplidos, de vuelta de todo, podría atreverse a asumir semejante papelón. Y como en todos los papeles de sus cuatro décadas en el cine, lo hace con el mismo entusiasmo que convierte en creíbles a todos los personajes que interpreta, por improbables que parezcan. Joven viuda, madura cocinera, enfermera en la Segunda Guerra Mundial, maestra chocolatera, heroína de las Brontë, exploradora en el Ártico.

Hija de un artista y una actriz, su carrera en el cine comenzó de la mano de André Téchiné, Jean-Luc Godard y Jacques Doillon. Después llegaría su vida y a su carrera el inclasificable Léos Carax, con quien rodaría dos cintas tan extrañas como fascinantes: Mala sangre y, sobre todo, Los amantes del Pont Neuf. Dos papeles al límite, que marcan además el principio y el final de su relación sentimental, entre el 86 y el 91. Por el medio se convertiría en una pieza clave del triángulo amoroso de La insoportable levedad del ser, la adaptación al cine de la novela de Kundera firmada por Philip Kaufman, en la que comparte protagonismo con Daniel Day-Lewis y Lena Olin. Supuso su lanzamiento al cine internacional, y abrió para ella una década, la de los 90, en la que se convertiría en sinónimo de calidad: ahí están la arriesgadísima Herida, de Louis Malle, en la que se convierte en el muy oscuro objeto de deseo de Jeremy Irons, la arrolladora El paciente inglés, que le dio el óscar a la mejor actriz de reparto por su atormentada Hana...

Se comprometió con el polaco Krzysztof para uno de sus papeles más inolvidables: el de Julie en Azul, la primera parte de la fascinante trilogía  Tres colores. Binoche borda esta reflexión oscura sobre la libertad, la soledad y el dolor, y se lleva el César y la Copa Volpi por su trabajo.

Hace unos años, contaba que Gérad Depardieu le espetó un día que solo rodaba películas bonitas. Tal vez podría decirse esto de Chocolat, uno de sus éxitos más empalagosos, ¿pero quién podría decir lo mismo de sus dos perturbadoras colaboraciones con Haneke? Ahí están Código desconocido y Caché para llevar la contraria a Depardieu. O Camille Claudel 1915 de Bruno Dumont. (...)

Nada parece frenar a Juliette Binoche. Ni los años, ni el idioma, ni las distintas culturas en las que se mete de lleno para rodar. Lo decía Isabel Coixet al presentarla, en febrero de 2023, en la gala en la que la actriz francesa recibió el premio Goya internacional: "Es la mujer en la que están todas las mujeres, es el cine sin fronteras, sin los algoritmos". En su discurso de agradecimiento, Juliette Binoche hacía gala de esa intensidad con la que vive el cine, al hablar del ardiente deseo que la invade, del fuego que la habita, pero no le pertenece. "Solo soy un instrumento de ese ardiente deseo", aseguró, antes de cerrar su discurso tarareando Por qué te vas de Jeanette, en su particular homenaje a Carlos Saura...

Es el ejemplo viviente de ese halo indefinible que rodea a ciertas actrices francesas, ese encanto que hace que cualquiera de sus películas gane puntos. Intensa, brillante y versátil, sopla 60 velas y lo hace convertida en Coco Chanel.

Antía Díaz Leal. La Voz de Galicia, 29 de marzo de 2024.

martes, 23 de abril de 2024

Los parias que cambiaron la historia del arte

Claude Monet (1840-1926) Impression, Soleil Levant, 1872.
Imagen procedente del Museo  de Orsay.
Sucedió hace 150 años, el 15 de abril de 1874. En el taller del fotógrafo Nadar, en pleno centro de París, abría sus puertas la primera exposición de los impresionistas, aunque entonces no se les llamara así. Eran, en realidad, parias de la pintura. Se apellidaban Monet, Renoir, Degas, Pissarro, Cézanne, Sisley, y Morissot, y habían sido rechazados, sin excepción, por el jurado del Salón oficial, árbitro del buen gusto en bellas artes. La muestra de esos pintores, tal vez un reflejo del gusto francés por la escisión, quería ser el expositor de un arte nuevo, hecho de pinceladas bruscas, tan trepidantes como la vida moderna. En él iba a importar menos la sensación de realismo que la percepción subjetiva del pintor. Más que realidad, una mera impresión. 

Estuvo abierta solo tres semanas, la visitaron 3.500 espectadores escasos y solo se vendió un puñado de obras, pero la muestra cambió el rumbo de la historia de la pintura. Rompió con las jerarquías que regían el mercado del arte, reafirmó la independencia del artista ante la sociedad y dio el pistoletazo de salida  a las vanguardias y aun nuevo siglo lleno de ismos. Francia se vuelca ahora en la celebración del aniversario del movimiento, una de sus mejores exportaciones, con una gran exposición en el Museo de Orsay, París, 1874. Inventar el impresionismo, que recuerda esta muestra fundacional a finales del siglo XIX. A la vez, la institución ha prestado casi 200 obras a 34 museos de todo el territorio francés, acaba de inaugurar una instalación inmersiva que permite recorrer la exposición de 1874 y acogerá un coloquio internacional sobre el impresionismo en mayo. Mientras tanto Normandía, pequeña patria del movimiento, organiza un festival dedicado al impresionismo, cuyo plato fuerte es una exposición de los paisajes normandos de David Hockney en el Museo de Bellas Artes de Rouen.

¿Otra vez los impresionistas? Cabe preguntarse qué queda por decir de esta corriente y de sus integrantes, cuya revolución parece ya superada, convertidos como están en sinónimo del merchandising museístico. La muestra parisiense  que reúne 160 obras -algunas préstamos estadounidenses que cuesta bastante ver en Europa-, adopta un ángulo interesante: desmitificarlos. "Tratamos de aportar una mirada más matizada, alejarnos del relato heroico sobre este grupo de pintores y subrayar que su iniciativa respondía a sus motivaciones artísticas, pero también comerciales y de estrategia de carrera", señala la comisaria de la exposición, Sylvie Patry. Más que un manifiesto contra el academicismo, que es como ha pasado a la historia, la muestra de 1874 fue un golpe de efecto destinado a llamar la atención y romper con la invisibilidad a la que los condenaba el Salón, único canal existente para mostrar sus obras. Los impresionistas también tenían, pese a todo, una agenda artística que llevaba años en gestación. La llamada Sociedad Anónima, que reunía a este colectivo de pintores, compartía dos voluntades: esclarecer los tonos de las paletas y salir de las cuatro paredes del atelier para capturar lo que sucedía en las calles. La reorganización de París impulsada por Napoleón III había generado una nueva cultura urbana y burguesa, un mundo de lujo y de espectáculo que encontró su epicentro en los grandes bulevares, donde se inauguró la muestra de 1874, barrio en pleno desarrollo donde se acababa de inaugurar la Ópera Garnier. 

El movimiento encontraría un icono involuntario en una obra de Monet incluida en la muestra de 1874, Impresión, sol naciente, expuesta ahora en Orsay. Un crítico hostil de poco renombre, Louis Leroy, la ridiculizó en un artículo, entendiendo esa impresión como una subjetividad pueril e indigna del arte. Los interesados en otro gesto de descarada modernidad, tomaron ese insulto  y lo convirtieron en una medalla que lucieron con orgullo. Aunque eso no sucedió hasta la tercera exposición del grupo, orquestada por Caillebotte en 1877, que se considera la más impresionista de las ocho que tuvieron lugar; es decir, la que mejor reflejó el presente. Otro falso mito que desenmascara la exposición en París es el de la unidad estética del movimiento: en 1874 solo un tercio de los 200 cuadros, colgados en paredes de color burdeos, correspondían al estilo que hoy identificamos como el impresionismo. Además, entre los 31 representantes de esa primera edición no solo había jóvenes airados: entre el mayor(Adolphe-Félix Cals) y el menor (Léon-Paul Robert) habá 40 años de diferencia...

En sus paisajes se detecta cierta nostalgia por el mundo previo a la industrialización -Pissarro. por ejemplo, hizo lo indecible para expulsar las fábricas de sus encuadres-, una paradoja relativa en una corriente  que siempre fue urbana y campestre a la vez. La vista del puerto de Le Havre que firmó Monet contrasta con su cuadro sobre la Gare de Saint-Lazare. El pintor supo detectar la belleza distraída de un edificio que entonces se consideraba espantoso y prebrutalista. Es uno de los puntos álgidos de una exposición que subraya  que estos maestros no fueron genios aislados, sino que respondieron a inquietudes compartidas por sus coetáneos: la contraposición de Impresión, sol naciente con las vistas de océano y el cielo normando de Boudin, mentor de Monet, es un momento de emoción pura. Y recuerda, a quien lo haya olvidado, que la modernidad se inventó en el siglo XIX.

Álex Vicente. París. El País, 14 de abril de 2024.

lunes, 22 de abril de 2024

"Emma y el jaguar negro"

El currículo de Gilles de Maistre (Boulogne Billancourt,1960), filósofo, periodista, director de fotografía y documentalista -también autor de varias series televisivas-,  no parece suficiente para enfrentar con éxito una ficción, por mucho que la etiqueta familiar implique rebajar el nivel de exigencia. Su mujer, Prune de Maistre, le escribe los guiones, y, a través de la productora de ambos, se proponen un objetivo tan loable como el de concienciar a favor de preservar la naturaleza en general y, en particular, denunciar el tráfico de especies animales en peligro de extinción.

Ya lo hicieron antes con Mia y el león blanco (2018) -para alertar sobre la caza de leones- y con El lobo y el león (2021), dos cachorros que conviven en armonía y acabarán uno en un circo y otro como cobaya. Es verdad que resulta muy claro el mensaje a transmitir, tanto como bastante tosca su propuesta en cuanto a empaquetado visual, aún reconociendo el mérito de trabajar con animales reales, que exige entrenadores y especialistas, además de mucha paciencia para dar con el producto apetecido. Con el filme Emma y el jaguar negro, regresamos al punto de partida del discurso, esta vez sobre lo muy amenazada que está la Amazonia. La protagonista había vivido allí años atrás en una aldea de la selva, y allí se había encariñado de un jaguar negro hembra, que abandonó al trasladarse a Nueva York. Ya con 14 años sigue añorando el animal y, junto a su profesora de biología Anja -dirigida de aquella manera por Gilles de Maistre-, regresa en busca de Hope, que así llamaba al gran felino. Pasarán cosas, aparecerán unos fulanos sin escrúpulos que expolian el entorno natural, una villana tópica que quiere llevarse el bicho, una tribu impotente ante lo que ocurre a su alrededor.

No hay lugar para la sorpresa y no se necesita ser un jaguar -perdón, un lince- para imaginarse un desenlace que celebrarán los más pequeños. Recado recibido y secuencia final de una candidez que enternece, con los indígenas coreando "el pueblo unido jamás será vencido" o una cosa por el estilo.

Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, martes 16 de abril de 2024.

domingo, 21 de abril de 2024

Ánima. La vida y la muerte del alma

... ¡los que creen que refugiarse en el planeta rojo sería una
 solución no hacen sino desplazar el problema!

Elon Musk no solo ha creado la sociedad Neuralink para trabajar en su proyecto transhumanista. También ha fundado SpaceX, cuya historia conocemos más o menos porque asistimos periódicamente en nuestras pantallas a sus lanzamientos de cohetes tripulados al espacio. A largo plazo se trata para Musk de hacer salir al hombre de su biotipo terrestre natural e instalarlo duraderamente en un biotipo extraterrestre artificial. En esta perspectiva, la Luna se convertirá en una estación espacial construida, una etapa antes de vuelos más largos hacia Marte. Pasará del estatus de montón de basuras humanas americanas al de antesala de los trayectos estadounidenses hacia Marte. Los que consideran insesato su objetivo deberían leer a los astrofísicos que nos anuncian la muerte del Sol dentro de 4.000 millones de años, cuando se haya agotado su combustible; 4.000 millones de años es mucho, por supuesto, pero es ineluctable, y de ahí la certidumbre de que la vida en la Tierra  se verá comprometida mucho antes y de que los hombres desaparecerán si de aquí a entonces no han encontrado una manera de parar el golpe.

Está previsto que el Sol se dilate y que su volumen se multiplique por doscientos. Esta expansión provocará la desaparición de Mercurio y de Venus. Antes de explotar, la Tierra dejará de tener agua y vida en su superficie, ya no será más que una bola de roca en estado de fusión. El corazón del Sol se calentará hasta alcanzar los cien millones de grados, ese astro de gas caliente se extenderá hasta la órbita de Marte: ¡los que creen que refugiarse en el planeta rojo sería una solución no hacen sino desplazar el problema! El helio liberado por el Sol también se agotará. El envoltorio del Sol será expulsado en forma de nebulosa y se diluirá en el espacio interestelar (...)

El proyecto de Musk tiene sentido, el del transhumanismo: considerando la duración limitada de la vida del hombre en la Tierra, quiere en primer lugar cambiar al hombre y atribuirle otro biotipo. Por lo tanto, modificar lo humano y expandirlo, incrementarlo, esculpir su hombre nuevo con el transhumanismo, cuyo brazo armado es Neuralink. Después pretende cambiar el medio del hombre y encontrar un lugar de sustitución para este humanoide. Llegado el momento, este posthumano probablemente asumirá almas digitales cargadas en cerebros humanos, tal vez clonados y a su vez incorporados a exoesqueletos. Los hombres vivirán una vida virtual en un universo hostil. Hoy, desprovistos de almas,  ¿quién nos dice que los hombres acéfalos en los que nos hemos convertido no están ya muertos?

Este es un extracto, un adelanto de Ánima. La vida y la muerte del alma, el nuevo libro del filósofo Michel Onfray, publicado por Paidós  este 10 de abril.

Ideas. El País, domingo 7 de abril de 2024.

sábado, 20 de abril de 2024

Las tres vidas de Les Bains Douches

Habrá quien no lo recuerde, pero en los ochenta la beautiful people viajaba en el Concorde, un avión supersónico que en tres horas y veinte minutos recorría la distancia entre Nueva York y París. Sus habituales cogían un vuelo en JFK para cenar en París, y luego desparramar en Les Bains Douches hasta las seis de la mañana. En el vuelo de regreso coincidían el 30% de los que habían bailado en esa pista, y seguía la fiesta. Dos días después se iban a Studio 54 y allí estaban otra vez los mismos. Entrar en Les Bains Douches y en Studio 54 era tocar el cielo. Concorde mediante.

Entonces Jean-Pierre Marois, fundador del actual Les Bains, tenía 15 años. En los setenta su padre, Maurice Maurois, profesor de la Escuela de Medicina de París, compró un edificio haussmanniano en el corazón del tercer distrito. Lo había adquirido como inversión sin saber muy bien qué hacer con él. El inmueble tenía una distribución extraña, un sótano con una piscina, un hamman, muchas habitaciones, demasiados pasillos... y vibraba de energía. En el siglo XIX había sido la célebre casa de baños Les Bains Gerbois y allí habían acabado tomando las aguas el grupo de Batignolles: Cézanne, Renoir, Zola, Degas y Monet. También solía dejarse ver Marcel Proust. Era un sitio frecuentado por gente creativa, desprejuiciada y libre. Como era el único edificio de la calle con luz eléctrica, se le podía divisar a distancia. Hoy, dos farolas permanecen siempre encendidas junto a las  cariátides de bronce de la entrada para recordar aquella luz frágil e insinuante del XIX.

Jean-Pierre aún no se explica cómo dos chicos de veintitantos años, Jacques Renault y Fabrice Coat, convencieron al clásico profesor de Histología de que les alquira el local para un negocio de la noche, en lugar de aceptar otra oferta de más prestigio: Jacques Maisonrouge, entonces vicepresidente global de IBM, quería convertir los baños en tienda de ordenadores. Los chicos hicieron guardia para vender su proyecto al profesor, que no se sabe muy bien por qué se sintió más seducido por un proyecto de club nocturno que por una tienda. Un club nocturno que el catedrático nunco pisó, pero su hijo sí. Con frecuencia, pasión y orgullo. En definitiva, su padre era el artífice de aquella maravilla. Jacques y Fabrice llamaron a un tercer amigo, Pierre Benaim, que a su vez trajo a un joven Philippe Starck que aceptó el desafío de convertir los baños en un local de finales del siglo XX. Puso neones, colocó un monitor para refractar sus imágenes en espejos e instaló una jaula que recorría las paradas: dentro deambulaba una rata que, según Vanity Fair, perecía a los pocos días por una sobredosis de cocaína.

Les Bains Douches abrió el 21 de diciembre de 1978. Muy pronto el sótano se reveló el alma de la fiesta... Bandas legendarias del punk y la new wave empezaron a aparecer por aquel sótano de Le Marais. "Aquellos chicos estaban muy bien relacionados con la escena musical del momento. Las mejores bandas recalaron en Les Bains Douches, tocaban aquí frente a 300 personas y años después llenaban estadios" (...)

Cuando en 2010 el edificio fue cerrado por riesgo de derrumbe, Jen-Pierre Maurois, que había hecho carrera como cineasta en Los Ángeles, no tuvo corazón para dar el lugar por amortizado. Después de una larga y complicada reforma, Jean-Pierre anunció en 2015 la vuelta de Les Bains como un hotel de cinco estrellas (...) Marois llamó a los mejores para el tercer renacimiento de Les Bains, Vincent Bastie para renovar el edificio y Tristan Auer para un interiorismo que preserva la huella del joven Philippe Starck y armoniza con gracia los estilos de varios siglos... En 2016 los Eagles of Death Metal volvieron a París a terminar el concierto interrumpido en la sala Bataclan por el ataque terrorista el año anterior. Al salir del Olympia fueron a Les Bains, Jean Pierre les abrió el club, conectaron el teléfono al sistema de sonido y unas 25 personas,  entre supervivientes y familiares se quedaron allí hasta el amanecer...

Karelia Vázquez. El País Semanal, 6 de abril de 2024.

viernes, 19 de abril de 2024

Teatro mecánico: Joyas en movimiento

François Junod en su taller de Sainte-Croix. Foto: AFP

Para llegar al taller de François Junod hay que subir a la parte más alta de Sainte-Croix, una localidad de 5.000 habitantes encaramada en el valle del Jura, en Suiza. El constructor de autómatas más famoso del mundo nació aquí en 1969 y lleva 25 años en este edificio que ha ido expandiéndose con anexos, ampliaciones y empleados. Una de las estancias parece el taller de un juguetero: hay cabezas, lápices, papeles, virutas de madera y engranajes de latón desperdigados por las mesas. En otra sala, el trabajo mecánico se desarrolla entre máquinas de impresión 3D  y herramientas de relojero. El estudio personal del fundador, un altillo con vistas a los Alpes, custodia objetos prodigiosos que accede a mostrarnos.

En su versión más esencial, sus ingenios caben en la palma de la mano. Son mecanismo de cuerda con discos de latón, alambres y trozos de madera o cartón que, al girar la llave, evocan un movimiento aparentemente sencillo: el aleteo de unas alas, unos ojos que se abren y se cierran, una boca que parece hablar. En su versión más sofisticada, las creaciones de Junod son tan extraordinarias que resulta casi imposible verlas en directo. Desde 2022, la casa de joyería y relojería Van Cleef & Arpels  instala algunas de las que desarrolla junto a él en el salón anual Watches and Wonders, en Ginebra. Allí el público puede contemplar estos objetos que un encargado activa cada 15 minutos. Por ejemplo, una fuente con nenúfares donde se encuentran dos pájaros enamorados, un ciclamen del que emerge un colibrí o una mariposa. Todo se mueve, desde la superficie del agua hasta los ojos de los  animales.

Loa autómatas que Junod crea para Van Cleef & Arpels llevan a gran escala las prohibitivas técnicas de joyería y esmaltado de la casa. De hecho, estas piezas son las únicas de toda la feria cuyo precio no llega a hacerse público. Son objetos de coleccionismo de los que apenas se producen un par de modelos al año. Desde la firma confirman que varias de ellas se han vendido, pero no dan más detalles. En su taller, frente a una maqueta en cartón del cilamen presentado en 2023, el artesano cuenta que el punto de partida siempre es el exterior: el diseño final y la historia que cuenta. "Las proporciones son importantes. Si hay un pájaro, debe de tener el tamaño y el peso adecuado. Hacemos muchas pruebas y prototipos. Después creamos las maquetas definitivas y, por último, el mecanismo que va en el interior, y se adapta a la estética, nunca al revés".

Junod no es solo un maestro de la complejidad. También posee sentido del humor y una fina sensibilidad surrealista. Cuando comenzó, en los años ochenta, la mayoría de los constructores de autómatas se limitaban a replicar conceptos del XIX francés: arlequines, escribientes, músicos. El suizo llevó el oficio a otro nivel. Una de sus obras es un homenaje a Alexander Pushkin de 80 centímetros de altura. Recuerda a los autómatas más famosos del mundo que creó Jaquet Droz a finales del XVIII y que hoy se conservan -un clavecinista, un escritor y un dibujante, aún en funcionamiento- en el Museo de Neuchâtel. El Pushkin de Junod, presentado en 2010 y adquirido por un misteriso coleccionista, es un escritor capaz de redactar a mano poemas dadaístas con tinta y papel gracias a un sistema de cientos de discos que se combinan aleatoriamente para generar casi 1.500 combinaciones distintas. Es una proeza elaborada con materiales humildes, como madera, cartón, tejido, alambre y latón...

Carlos Primo. El País Semanal, 1 de marzo de 2024.

jueves, 18 de abril de 2024

"El trabajo ha reforzado mi alegría de vivir"

Patricia Tourancheau.© Marie Rouge

Patricia Tourancheau contrarresta con una sonrisa todo lo vivido en casi cuarenta años de carrera como periodista de sucesos, autora de algunos de los mejores libros de true crime de los últimos tiempos y realizadora de películas y series documentales. "Soy de naturaleza muy optimista y el trabajo ha reforzado mi alegría de vivir. A pesar de todas las tragedias", contaba a este diario en Lyon la semana pasada, durante el Quais du Polar, el festival de novela negra más importante de Europa. El encuentro transcurre en un bistró junto a la Place de la Bourse, al que acude con su uniforme oficial: botas, falda corta y chupa de cuero. Fuma y sonríe al responder. Pero según nos adentramos en el submundo criminal olvida todo lo demás.

Tourancheau (Chantonnay, Francia, 65 años) asegura no encontrar ninguna frustración en su carrera: más de tres décadas en Libération, luego ya por libre. "Lo único que lamento es no haber podido tratar más historias", confiesa quien mejor ha contado a través de un libro monumental, titulado Le Grélé, como se conocía a François Vérove, la historia de un asesino en serie y violador que era policía; o la de Guy Georges, La bestia de la Bastilla, una historia a la que aporta un libro (La traque), el guion y asesoramiento en una película (SKI) y la codirección de otra (Les femmes et l'assassin). "El rigor, la empatía con las víctimas y el trabajo a la antigua, con una triple confirmación de las fuentes: eso es lo que enseñé durante años a mis alumnos de universidad. Y la necesidad de tener siempre un punto de vista", sostiene.

Sus true crime tienen una particularidad: Tourancheau se esconde detrás de los hechos y huye de la primera persona: "No soy la protagonista; lo son las víctimas, sus padres, los perpetradores. La historia es lo que importa y yo soy la periodista". Los atracadores y su era dorada en los sesenta y los ochenta marcaron el inicio de su carrera y nunca ha abandonado ese submundo. Su reciente Kim et les papys braqueurs (Kim y los abuelos atracadores) aborda uno de los últimos grandes golpes: el robo de las joyas de Kim Kardashian en París en 2014. En 2021 le surgió la posibilidad de entrevistar a uno de los ladrones, pero el mundo vivía aún las restricciones de la covid. Esa parte del libro rompe con su regla sagrada: imposible contarla sin que apareciera ella.

Y de grandes ladrones y exclusivas trata su mejor historia, que no cabría en una novela por inverosímil y que recogió primero en Libération  y luego muy ampliada en su libro "Le magot" (El tesoro): la conexión entre Michel Fourniret, uno de los peores asesinos de la historia de Francia, y la banda de los Postiches. El conocido como Ogro de las Ardenas les robó un montón de oro que tenían enterrado en un cementerio. Descubrió en 2004 la relación antes que nadie. "Estuve semanas trabajando en silencio, sin contárselo ni siquiera a mis jefes", confiesa antes de insistir que no es capaz de escribir obras de ficción...

En octubre de 1984 encontraron muerto al pequeño Grégory Villemin, secuestrado en el departamento de Vosgos. Tourancheau no trabajó al principio en el crimen sin resolver más famoso de Francia. En 2017, cuando la trama dio un giro, vio una oportunidad. El resultado es un documental de Netflix, uno de los mejores true crime de los últimos años. "Por eso no puedo estar con 2.000 historias a la vez", remata. Seguro que, entre los muchos casos que sigue con la pasión de hace cuatro décadas, se encuentra la próxima gran historia, otra en la que la realidad supere a la ficción.

Juan Carlos Galindo. Lyon. El País, jueves 11 de abril de 2024.

miércoles, 17 de abril de 2024

Maylis de Kerangal: la voz humana

Maylis de Kerangal

La escritora francesa, convertida con Nacimiento de un puente y Reparar a los vivos en uno de los nombres más interesantes de la literatura europea, vuelve con Canoas, libro de relatos breves que logra dar forma literaria a la voz humana. Canoas (Anagrama), reúne una novela corta y siete retratos autónomos, aunque conectados por temas como la ausencia, la pérdida o la soledad. No por casualidad, todos ellos se gestaron y fueron escritos durante el confinamiento, como confesaba a finales de febrero durante una entrevista en un salón fastuoso y algo decadente en la sede parisiense de su editorial francesa, Gallimard.

P.- En la literatura actual  no abundan los autores que favorezcan el sentido del oído por encima del de la vista, ¿Por qué escribir un libro que es, ante todo, un experimento acústico?

R.- No creo que mi caso sea único, pero es verdad que la mayoría de los escritores privilegia todo lo que es visual. Es muy importante que la literatura sea capaz de crear y transmitir imágenes, pero ese registro visual se ha vuelto todopoderoso, omnipotente y tal vez un poco arrollador. Existen otros sentidos, al margen de la vista, a los que un autor pueden recurrir.

P.- Dice que la idea de Canoas se le ocurrió durante la pandemia.

R.- Pasé el confinamiento en una casa de campo que no tenía buena cobertura. No podía hablar con mis hijos, familiares y amigos por videoconferencia como hacía todo el mundo, ya que la conexión no era buena, así que pasé semanas llamándolos por teléfono al fondo del jardín. Todo mi contacto con el exterior, durante esos meses, fueron las voces de los demás. Así surgió la idea de dar una forma acustíca a la escritura literaria, que es algo que no había hecho antes.. Tampoco había escrito cuentos ni firmado un libro en primera persona, pero me pareció que no podía seguir escribiendo como si no hubiera pasado nada, sin ningún cambio.

P.- ¿Qué le fascina de la voz humana?

R.- Siempre me ha interesado la aparición de nuestra capacidad de hablar en la prehistoria. Desde el punto de vista evolutivo, que hoy tengamos esa facultad es fruto del azar. Si nuestra laringe no hubiera caído al nivel de la quinta vértebra, hoy seríamos grandes macacos sin esa capacidad, como les sucede a los gorilas. Existen 7.500 millones de voces en el mundo y no hay dos que sean idénticas. No es casualidad que se use cada vez más el reconocimiento vocal, y no el facial para garantizar la seguridad de los pagos por internet: el gran sistema capitalista ha entendido que la voz es lo único que realmente nos distingue de nuestros semejantes.

P.- En su libro, varios personajes cambian de voz después de un hecho traumático. ¿Cómo lo explica?

R.- Nuestras voces reflejan nuestro origen geográfico y social, nuestro sexo y también nuestra edad, pero también los accidentes de la vida. Tengo una amiga que cambió de timbre y tesitura cuando perdió a su marido: su voz se volvió cavernosa, sombría, como si estuviera enterrada. Las cuerdas vocales absorben y catalizan las cosas malas que nos pasan. Los llamados espectogramas demuestran como un duelo o una emoción dolorosa cambian la voz.

P.- En uno de sus relatos escribe que hay estudios que demuestran que las voces de las mujeres se han vuelto más graves desde los años setenta.

R.- Nuestros timbres están atravesados por los cambios sociales y políticos. Para acceder al poder, las mujeres se han visto obligadas a hablar en un tono más grave, como los hombres. Y ese cambio empieza con su entrada en los lugares de poder. En nuestra evolución antropológica, las mujeres han adoptado las voces de los machos alfa de su clan. Las que se dedican a la política son un buen ejemplo: Margaret Thatcher o Ségolène Royal tomaron clases para sonar más graves. Las voces agudas siguen siendo un síntoma de histerismo como si perteneciesen  a personas que no son del todo de fiar.

P.- Al escribir sus libros recurre a los textos científicos, como si, más que una novela, fuera escribir un ensayo-

R.- Es por mi pasión documental. No tengo una formación literaria, sino de ciencias sociales: estudié Filosofía e Historia y me interesé muy pronto por la sociología, la etnología y la etnografía. Me formé intelectualmente con textos que no eran relatos de ficción, sino manuales y ensayos de especialistas. Siguen siendo herramientas esenciales en mi escritura. Cuanto más me documento para escribir mis libros, más se emancipa la ficción, más se abre ante mí un posible imaginario. Para manipular esos mundos, necesito conocerlos bien. La literatura no tiene por qué ser un lugar  en el que uno aprende algo, pero reconozco que me gusta que mis libros sean instrumentos de conocimiento. Esa fue su función mientras crecía: a los 12 o 13 años, empecé a leer con avidez para aprender cosas. mi amor por la literatura viene de ahí. (...)

P.- ¿Diría que la autoficción y otras variantes de la autobiografía están ocupando el lugar central que solía tener la novela?¿Gana terreno el testimonio literario respecto a los relatos de ficción?

R.-En la autoficción, el escritor habla al oído del lector. Es un dispositivo muy directo que, cuando se utiliza bien, puede ser extremadamente intenso; ahí están los libros de Annie Ernaux para demostrarlo. Es verdad que si la comparamos con la autoficción, la novela está perdiendo su atractivo. Pero en mi caso, por razones de temperamento, la ficción sigue siendo mi campo predilecto. En mi próximo libro, que se publicará en septiembre y hablará de la ciudad donde crecí, Le Havre, me negué a utilizar mis recuerdos o mis vivencias. Quería que fuera un libro de ficción, porque ese camino siempre me hace llegar más lejos y ser más libre. Para mí en la ficción hay algo prácticamente erótico. El trabajo de imaginación del que solía hablar Baudelaire, el hecho de conectar elementos entre sí encontrando signos que los unan, solo lo encuentro en la novela, un artefacto que permite infinitas posibilidades. La novela es el terreno literario de más alto nivel para mí, aunque se encuentre, como usted apunta, en un proceso de pérdida de su centralidad...

Álex Vicente. Babelia. El País, viernes 29 de marzo de 2024.

martes, 16 de abril de 2024

Retratos pintados al borde de la locura

Gérard Garouste
Con una vida de novela desde el internado de su niñez -donde conoció al escritor Patrick Modiano, uno de sus mejores amigos-, el pintor Gérard Garouste (París, 1946) nos abre las puertas de su existencia. De la mano de la periodista Judith Perrignon, muestra, a tumba abierta, la relación con un padre difícil y antisemita ("Nunca podré librarme de mi padre"), que se enriqueció vendiendo libros de judíos deportados, y narra con detalle y agilidad los diez años que pasó inmerso en una profunda depresión, sus primeras crisis, sus varios internamientos psiquiátricos, su vínculo con la locura. Y mientras, la pintura, Picasso, Rembrandt, Velázquez, pero también Dubuffet y la Divina Comedia de Dante. De los decorados de discoteca (El Palace) a las exposiciones con el gran Leo Castelli, que compró su primer cuadro sin verlo. Y así llegan los 90, cuando "el arte empieza a ser mercado". Escribe que ha realizado 600 cuadros y que no fecha sus obras para que no se noten los largos períodos en los que la enfermedad le impedía ponerse delante del caballete, que ha pintado el techo del Elíseo y que en Normandía ha logrado encontrar cierta paz. Alli, convertido al judaísmo, organiza talleres de pintura para jóvenes con problemas. Al final, vuelve al padre, pero esta vez para, en cierto modo, cerrar el círculo y encaminarse, si es posible, "hacia una pintura más alegre". Un libro, autorretrato de un pintor, emocionante.

El Intranquilo. Gérard Garouste con Judith Perrignon. Errata Natura, 2024.

Performance de la baronesa.
Vanguardista antes de que la vanguardia tuviera nombre y apellidos, performer antes de la perfomance, Elsa von Freytag-Loringhoven (1874-1927) protagonizó también una vida de película que las autoras de este ensayo se proponen resituar. Colocarla frente a Marcel Duchamp, ya que la artista trató de dar respuesta al francés desde que este presentara su Fuente-urinario en 1917 y fue quizá la modelo detrás de la modelo de su póstuma Étant donnés. Baronesa por matrimonio (se casó con un soldado alemán arruinado que se suicidó después de la guerra), sus ready mades fueron tal vez demasiado efímeros para pasar a la posteridad.

Elsa von Freytag-Lorinnghoven. JoanaMasó y Éric Fassin. Arcadia, 2024.

Autoretrato de Artemisia 
Gentileschi
Si bien los estudios feministas llevan años reclamando a otra pionera, Artemisia Gentileschi (1593-1653), este libro da un paso más y, lejos de analizar su obra como un caso aislado, relaciona a la primera mujer miembro de la Academia de Arte de Florencia con las ideas protofeministas de su época. La violación de un amigo de su padre y maestro marcaría su vida y su obra, repleta de retratos de mujeres poderosas. Según la autora, historiadora y experta en Artemisia, esta pudo conocer los debates de género del momento y escritoras como Arcangela Tarabotti y Lucrecia Marinella habrían dejado huella en su pintura, al igual que lo hizo la luz de Caravaggio.

Artemisia Gentileschi y el feminismo en la Europa de la Edad Moderna. Mary D. Garrad, Akal.2024

Paula Archiaga. El Cultural, 29 -3-2024.

lunes, 15 de abril de 2024

"La Bête"/ La Bestia

Fotograma de La Bête
Hay autores que no se conforman con quedarse en efectistas y académicos, a sabiendas de que dividirán a crítica y público. El francés Bertrand Bonello (1968), que dirige sus propios guiones es de esos. Con su segunda película, Le pornographe (2001) -no tengo constancia de que se haya estrenado comercialmente en España-, ya advertía de que sus ficciones llegaban para provocar. Con La bête parece que quiere ir más allá, depurar estilo a extremos que le congracian con la crítica por su ambición y su capacidad de para asombrar. Aunque se intentara buscarle referentes directos no los encontraríamos. En cuanto a géneros, oscila entre lo fantástico, el drama y el thriller. La acción se pasea con elegancia por diferentes líneas temporales, 1910, 2014, 2044, con unos ligeros trazos de los años ochenta. Hay riesgo en su adaptación de un cuento del gran narrador Henry James, con una trama de amor que más sería de antiamor.

La protagonista Léa Seydoux soporta todas las aristas de su personaje con una solvencia de asombro y se llevó premio en la Seminci-, harta de la fuerte carga emocional de sus sentimientos, decide acudir a una terapia de vanguardia que actúa sobre su ADN -hablamos de IA- y así poder liberarse. Pero su meta real es la de amar. En ese proceso revivirá las citadas tres épocas en su relación con Louis -George McKay, el de 1917-, con idas y venidas en el tiempo, con secuencias reiteradas desde diferentes puntos de vista en un tan inteligente como arriesgado juego de malabares. 

Como no podía ser de otra manera, sostener dos horas y media de metraje está al alcance de muy pocos cineastas, de modo que pasamos del lujo ambiental del naciente siglo XX al más realista y acelerado de un XXI ya avanzado. Su paso por festivales como Cannes, Berlín, Venecia, Valladolid y Sevilla, entre otros, confirma a Bertrand Bonello (Niza, 1968) como director a respetar.

M.A. Fernández. La Voz de Galicia, viernes 29 de marzo de 2024.

domingo, 14 de abril de 2024

Esa herramienta con la que se construye la inteligencia

Leer libros dibuja el camino más seguro hacia la emancipación, a través de su efecto en el desarrollo intelectual, emocional y social de nuestros hijos. Este es un texto escrito para Ideas por Michel Desmurget (Lyon, 1965), neurocientífico, al hilo del lanzamiento de su último libro, Más libros y menos pantallas. Cómo acabar con los cretinos digitales, de la editorial Península.

Sometidos al yugo adictivo de las omnipresentes pantallas recreativas (películas, series de televisión, videojuegos, redes sociales...), nuestros hijos leen cada vez menos y, por tanto, cada vez peor, porque, como demuestran decenas de estudios, la capacidad lectora depende directamente del tiempo de práctica. En España, según las últimas evaluaciones internacionales PISA, el 75% de los alumnos españoles de 13 años de secundaria no pasan del nivel "básico", que como mucho les permite comprender enunciados sencillos y explícitos; el 51% tiene incluso un nivel "bajo" y dificultades con los textos más básicos. Solo el 5% de los lectores son "avanzados", capaces de identificar  y resumir las ideas implícitas en un texto trivial. Estas cifras son comparables a las medias de la OCDE. Desde 2015, los alumnos españoles  han perdido un año de aprendizaje. Esto significa que los jóvenes de 13 años en 2022 tenían el mismo nivel que sus homólogos de 12 años siete años antes.

Muchos observadores parecen satisfechos con esta evolución, alegando que hay que avanzar con los tiempos y que los niños de hoy simplemente aprenden "de otra manera". Mientras que en tiempos pasados se utilizaba la palabra escrita, en el mundo moderno se recurre a los medios audiovisuales. Por desgracia, este argumento pasa por alto las características específicas de la palabra escrita. En primer lugar está el lenguaje. El libro está desprovisto de contexto. Solo tiene palabras como soporte. La imagen (o el vídeo) de un paisaje, de un objeto, de una emoción, de una escena de la vida, etcétera, habla por sí sola, por así decirlo, al menos en parte. El libro tiene que describirlo todo. Eso explica que, por término medio, la complejidad léxica y gramatical de los corpus textuales es mucho mayor que la de los corpus orales. Amplios estudios de contenido han demostrado que hay más riqueza lingüística en un álbum de preescolar (el más sencillo de los libros) que en todos los corpus orales corrientes: discusiones entre adultos cultos o adultos y niños, películas, series, dibujos animados, programas de televisión... Esto significa que la exposición a la palabra escrita es la única manera de desarrollar un lenguaje avanzado, sin el cual no puede construirse ningún pensamiento complejo.

A menudo, oigo decir que las generaciones jóvenes nunca han leído tanto, gracias a internet. Lamentablemente la información es engañosa. Entre los de 8 a 18 años, la lectura digital representa entre el 2% y  el 3% del tiempo de pantalla, mientras que las actividades audiovisuales (películas, series, vídeos, etcétera) suponen entre el 40% y el 50%. Además ese tiempo de lectura incluye muy pocos libros y muchos contenidos lingüística y conceptualmente pobres. (...) Lo mismo ocurre con los conocimientos. Cuanto más leen los niños y los adolescentes, más amplia es su cultura general, en relación con los niños de entornos socioeconómicos comparables que están expuestos a contenidos audiovisuales. 

Además de estas repercusiones culturales y lingüísticas, existen beneficios documentados en cuanto a coeficiente intelectual, concentración, imaginación, creatividad, capacidad de síntesis y de expresión . En otras palabras, mientras que las pantallas recreativas minan concienzudamente el desarrollo de nuestros hijos, la lectura construye meticulosamente su inteligencia. Pero eso no es todo. La lectura de novelas también estructura fuertemente  nuestras habilidades emocionales y sociales... Los lectores de ficción tienen una mayor empatía y capacidad  para comprender a los demás y a sí mismos.

En  última instancia, todos estos beneficios influyen enormemente en la trayectoria educativa y profesional de los niños. El impacto es significativo tanto a nivel individual como colectivo . Numeroso estudios demuestran que el desarrollo económico de un país, el número de patentes desarrolladas y su PIB están estrechamente relacionados con los resultados educativos. Se trata de una cuestión crucial en un contexto de creciente competencia internacional, sobre todo si tenemos en cuenta, en vista de las evaluaciones PISA ya mencionadas, que las diferencias de rendimiento, no sólo en lectura, sino también en matemáticas, son cada vez mayores entre las naciones de la OCDE y loas países asiáticos...

El País, domingo 7 de abril de 2024.

sábado, 13 de abril de 2024

Escasea el Chartreuse, el célebre licor

¿Cual es el motivo de la escasez de este licor con propiedades (febriles, espiritosas, digestivas) extraordinarias, basado en una receta secreta de 130 ingredientes botánicos confiada a los monjes en 1605, procedente de un antiguo manuscrito sobre un "elixir de larga vida" y producido al amparo de las montañas de Isère (Francia) por la orden de monjes cartujos desde el siglo XVIII? La respuesta es fácil: los monjes cartujos se han negado a aumentar la producción haciendo oídos sordos de la creciente demanda.

En un mundo gobernado por la rentabilidad económica cuesta entender que alguien se mueva por la rentabilidad emocional, pero los monjes de la Chartreuse han echado el freno para seguir siendo fieles a su lema: "El mundo gira, la cruz queda quieta". "El crecimiento por el crecimiento no tiene sentido para nosotros", afirmó en la prensa francesa Emmanuel Delafon, presidente de Chartreuse Diffusion. "No se puede fabricar tanto Chartreuse sin arruinar el equilibrio de la vida monástica", dijo en un artículo publicado en Terre de vins el reverendo Michael K. Holleran, antiguo monje que supervisó la producción del licor de 1986 a 1990. Por otro lado, el cambio climático hace cada vez mas complejo conseguir las cantidades necesarias de todas las plantas. Incluso en las Caves de la Chartreuse, en Voiron, donde se elabora, y en los pueblos de alrededor, donde es común el consumo de esta bebida enraizada y popular, se han racionado las ventas.

Hace unos meses un artículo en The New York Times ponía el foco en la actitud del señor Joshua Lutz, profesional de la tecnología sanitaria afincado en Huntington Woods (Michigan) que adora (y necesita) el licor desde hace más de veinte años, porque, consciente de que encontrar una botella era cada vez más complicado, había empezado a recorrer el país y a viajar fuera de él en busca de Chartreuse.

Durante la pandemia cuando todo hijo de vecino se hizo mixólogo profesional en su cocina, el consumo del licor se disparó en Estados Unidos de tal modo que, según Chartreuse Difussion, se alcanzaron ventas por valor de 30 millones de dólares.

Para imaginarnos al señor Lutz de tienda en tienda o para hacernos una idea de la devoción de Estados Unidos por esta bebida bastaría con revisar esa escena de Malditos bastardos en la que Tarantino junta a sus amigos alrededor de la mesa de un bar para invitarles a chupitos de chartreuse con una intensidad y un interés incontestables. Tom Waits nombre el licor en su canción Til the Money Run Out, Frank Zappa hizo lo propio en su Fifty-Fifty y ese grupo tan peculiar llamado ZZ Top directamente le dedicó una canción que empieza así: "Chartreuse you got the color tha turns me loose" (tienes un color que me vuelve loco) y con un título que no puede ser más explícito: Chartreuse.

Use Lahoz. El País Semanal, 15 de enero de 2024.

viernes, 12 de abril de 2024

El Real y Jacobs, en concierto con Carmen

La ‘mezzo‘ Gaëlle Arquez y el tenor François Rougier
en el Teatro Real

El 27 de marzo tendrá lugar en el Teatro Real un singular acontecimiento: la presentación en formato concierto de la versión originalísima de Carmen de Bizet tal y como se estrenó en París el 3 de marzo de 1875. Se recupera la obra, por tanto, como vino al mundo.

Es una aventura ideada por la mente inquieta de René Jacobs, antiguo contratenor y desde hace años servidor en primer lugar de música vocal barroca y más tarde de obras líricas pertenecientes sobre todo al repertorio clásico. En el Real actuará rigiendo a la curiosa orquesta que atiende al nombre B'Rock y al Coro de Cámara de Namur. En los atriles se posará esta revisión llevada a cabo por el experto en Bizet Paul Prévost. Puede decirse que este título es, con independencia de los arreglos posteriores, una especie de síntesis de toda la ópera del XIX hasta ese momento. Tuvo una muy larga elaboración y una compleja y dilatada preparación. En la sala se había reunido lo más florido de la música francesa del momento: Gounod, Thomas, Delibes, Offenbach, Massenet, Lecocq... Saint Saëns, que no pudo estar, alabaría después la obra de manera muy encendida. No hubo éxito, ero tampoco ha de hablarse de fiasco, el público fue entrando poco a poco en la música hasta el punto que el primer año alcanzaron 33 interpretaciones.

En esta curiosa sesión se cuenta con un reparto ad hoc de cantantes especialistas, estrellas reconocidas en Francia, aunque no muy conocidas por estos pagos si exceptuamos a la soprano lírico-ligera Sabine Devieilhe, que ofreció hace años un excelente recital en el Teatro de la Zarzuela. Carmen es la atractiva Gaëlle Arquez, mezzo lírica de notable calidad tímbrica. Julien Berh es don José y Thomas Dolié, Escamillo.

A, Reverter. El Cultural, 22-3-2024.

jueves, 11 de abril de 2024

"Los ojos de Mona"

Es el éxito editorial de la temporada en Francia, uno de esos milagros con los que sueña todo editor. "Un cuento de hadas", resume Nicolas de Cointet, de la editorial Albin Michel, que un sábado soleado y primaveral de hace un año empezó a leer el manuscrito de Los ojos de Mona (Lumen) y ya no puedo parar. En aquel momento se puso en marcha la maquinaria que ha desembocado en todo un fenómeno de ventas en las librerías francesas. 

El manuscrito le había llegado a De Cointet por medio de un amigo que tiene en común con el autor. Thomas Schlesser es historiador de arte, director de la fundación Hartung-Bergman y había publicado ya una novela y varios ensayos que habían tenido un eco reducido e iban dirigidos a un público limitado. El editor vio algo especial en la nueva novela que mezclaba una pequeña historia familiar y la gran historia del arte occidental, algo comparable a lo que en los años noventa hizo Jostein Gaarder con El mundo de Sofía y la filosofía.

"Fue un flechazo", describe De Cointet, aunque difícilmente pudo intuir lo que sucedería. Un año después, el libro se ha convertido en el fenómeno editorial del año en lengua francesa, con ventas que alcanzan cerca de 200.000 ejemplares desde su publicación el 31 de enero y con los derechos de traducción vendidos a 36 idiomas.

Ha salido en Italia. En España lo han publicado Empúries en catalán y en castellano, Lumen, cuya editora María Fasce tuvo un papel determinante en esta historia. Ella fue la primera en el extranjero que, mucho antes de que se publicase en francés, intuyó el potencial del libro, y se hizo con los derechos sin haber leído ni una sola línea, "a ciegas", valga la metáfora.

A Fasce le habló del manuscrito de Los ojos de Mona la responsable de los derechos internacionales de Albin Michel, Solène Chabanais. Ambas coincidieron en abril de 2023 en Quais de Polar, el festival de novela negra de Lyon. Allí Chabanais le contó que acababa de leer un libro extraordinario, pero no podía dárselo, solo compartir con un breve resumen lo que en inglés se llama el pitch. "Hay un principio de igualdad: todos los editores deben recibir el mismo texto al mismo tiempo, por cortesía", dice Chabanais. "María no quiso esperar a recibir el texto al mismo tiempo que todo el mundo, y adquirió los derechos sin haber leído el libro".

"Me quedé fascinada", recuerda ahora la editora de Lumen. "Y me quedé con los derechos para Lumen, la verdad es que temblando un poco hasta el momento de recibir el manuscrito... Cuando llegó, respiré. Era exactamente lo que se anunciaba". Esta es la historia de un best seller, de cómo se gestó literariamente y cómo se fabricó como un fenómeno editorial internacional. Comienza en verano de 2013. "Si me permite no entraré en detalles, porque es una historia personal, un poco dolorosa", explica Thomas Schlesser (París, 40 años), el autor. "Pero después de una dificultad personal, sentí la necesidad de inventarme una niña e imaginé a Mona. Este fue el resorte afectivo".

"Una vez tuve la idea", continúa, "fue como una inspiración, lo que comúnmente se denomina un pitch". El pitch -concepto esencial en esta historia- lo expone él mismo: "Es una niña amenazada de ceguera, y su abuelo la lleva por los museos para descubrirle las cosas más bellas del mundo para que las lleve en su memoria".

Después acotó la historia a un lugar (París y los museos del Louvre, Orsay y Beaubourg) y un tiempo determinado (52 semanas, una por capítulo). Sin ningún contrato con ningún editor, pasó un década escribiendo Los ojos de Mona, período que coincide con la edad de Mona: el libro crecía como la niña. Terminó en 2022. Lo mencionó a la editorial Gallimard, pero no le interesó. Se lo hizo llegar a Albin Michel y fue entonces cuando recibió la llamada de De Cointet y, unos días después, fue a París desde la ciudad mediterránea de Antibes, donde reside, para reunirse con su futuro editor. "Él me dijo: "Creo de verdad en el libro "rememora...

El caso es que este volumen de 500 páginas tocó una fibra. Por la historia de la niña y el abuelo. Por la habilidad para introducir al lector en el arte desde el Renacimiento hasta hoy, y por el discurso riguroso y a la vez accesible. Por las lecciones de vida que de estas obras extraen los protagonistas, y por la cuidada edición con las imágenes de las 52 obras...

Marc Bassets. París. El País, domingo 7 de abril de 2024.