domingo, 31 de marzo de 2024

"Mi disputa con Rousseau"

David Hume y Jean-Jacques Rousseau, dos de los más célebres filósofos del siglo XVIII, eran como el agua y el aceite. Hume defendía el sentimiento asistido por la razón, mientras que Rousseau lo apostaba todo a la pasión. Y en el año 1766, después de que el primero acogiese al segundo en Inglaterra con los brazos abiertos (Rousseau había sido perseguido en Francia por la publicación de Emilio), los dos protagonizaron una de las peleas más sonadas de la historia de la filosofía. Una riña epistolar, alimentada carta a carta, que Hume sacó a la luz, para defenderse, en el libro Mi disputa con Rousseau, y que ahora, más de dos siglos después, se puede disfrutar en castellano gracias a José Luis Tasset (Sevilla, 1961). Este catedrático de Filosofía Moral de la Universidad de Coruña, profesor en la Facultad de Humanidades y Documentación de Ferrol, es el autor de la primera edición crítica en castellano de la obra, que sale de la imprenta con el sello de la editorial Laetoli. 

-Llama la atención que una obra que recoge las cartas que se enviaron Rousseau y Hume estuviese todavía inédita en castellano.

-Sí que resulta extraño porque la pelea de David Hume y Jean-Jacques Rousseau fue el gran cotilleo filosófico del siglo XVIII con toda Europa implicada y opinando sobre el asunto. A mí me parecía una pena, porque había ediciones italianas, francesas, alemanas... Pero ninguna en castellano, algo que yo achaco a la dificultad del material.

-¿Qué aporta esta primera edición crítica en castellano?

-Uno  de los grandes valores es que, a diferencia de las anteriores, no está basada en las ediciones en inglés y francés que se publicaron en la época, sino en el manuscrito original de Hume, que está en la Biblioteca Nacional de Escocia. Este manuscrito recoge las cartas en inglés de Hume, las de Rousseau en francés y varios textos con los que Hume va poniendo en contexto las cartas  y señalando las "mentiras" de Rousseau.

-Los libros de Rousseau habían sido quemados en Francia, pero Hume no dudó en buscarle asilo en Inglaterra. No se entiende el enfado de Rousseau. 

-La explicación es que Rousseau era un tipo insoportable que ponía pegas a todo, sospechaba de todo el mundo y tenía manía persecutoria. Se comportaba como si fuera una estrella de rock fuera de control. En cambo Hume era una persona pausada, calmada, racional. Se lo llevó a Inglaterra a petición de madame Bouffleurs, que intercedió ante él, pero ya antes de salir de París el barón d'Holbach le advirtió: "Llevas a una víbora alojada contigo". En Inglaterra Hume le buscó una casa en la campiña, incluso pidió que el rey le concediese  una pensión vitalicia, pero Rousseau creía que lo hacía para deshonrarlo como un individuo que se vende al mejor postor.

-En el libro usted apunta otras razones, más profundas, sobre aquel enfrentamiento.

-Mi opinión es que los dos filósofos estaban a una época de distancia y por eso no se entendían. Hume se encontraba al final de la Ilustración, mientras que Rousseau estaba ya en el Romanticismo. De hecho en una de las cartas le dice a Hume: "Yo solo conozco lo que siento". Es decir, Rousseau se  regía por una pauta sentimental, pasional, que es un tipo de mentalidad que Hume era incapaz de entender. Él era un tipo muy calmado, racional, y precisamente lo que Rousseau le afea es que no tenía sentimientos, que era frío y pasivo, una especie de vegetal. El choque se produce porque tienen visiones diferentes sobre muchas cosas, en especial a lo que respecta a la difusión de ideas...

- Qué impresión le queda a uno después de leer las cartas que se intercambiaron?

- El mejor resumen lo hace Bertrand Russel con esta frase: "Rousseau estaba loco, pero fue influyente; Hume estaba cuerdo pero no tuvo seguidores"...

Beatriz Antón, Ferrol. La Voz de Galicia, lunes 26 de febrero de 2024.

sábado, 30 de marzo de 2024

La casa sin fin

El perfumista Serge Lutens empezó a construir su hogar en Marraquech en 1974 y aún no lo ha acabado. "Soy un error y todo lo que hago y toco tiene que ser perfecto", dice. De Serge Lutens (Lille, 1942) se pueden decir muchas cosas, y se han dicho. Digamos algunas más: odia el éxito (cada vez que ha triunfado en un trabajo lo ha dejado); detesta la libertad ("quiero reglas"); ha conseguido manipular al menos a tres psicoanalistas; y le gusta tener obras en casa. No es broma. Empezó con una en 1974 y aún no la acabado y no tiene intenciones de hacerlo.

La casa en cuestión -un magnífico riad en la medina de Marraquech al que ha ido sumando riads aledaños (concretamente 30) que Lutens ha ido comprando cada vez que la obra  parecía a punto de terminar- es la Fundación Serge Lutens desde 2014 : 3.000 metros cuadrados de artesanía y arquitectura marroquí, donde todo es bello pero nada se prodiga demasiado. Se pasa de una habitación a otra en un permanente claroscuro hasta que los ojos se adaptan a la oscuridad y se entiende la apabullante naturaleza de la obra. La fundación no tiene ningún objetivo. "La belleza no tiene que ser útil", zanja el artista.

Los artesanos vienen de Fez y Mequinez. Son los mejores en lo suyo y se desesperan. Esta casa es su sueño y su pesadilla. "El techo del salón ha cambiado cuatro veces, en otro techo dos artistas estuvieron trabajando siete años, ha rehecho dos veces los planos de toda la casa", confirma una colaboradora. Detesta la copia y rehace todo continuamente para protegerse del plagio. Es una teoría. No nos deja hacer fotos y los patios están cubiertos para proteger la casa del sol, del mal tiempo y de los drones. Hace unos meses uno intentó filmar las habitaciones. 

Uno camina por esta casa sin saber si estará o no Lutens, si aparecerá en la biblioteca o en el laboratorio. "Vive como un monje, no ve a nadie", avisan. Con El País Semanal ha pasado dos horas charlando y quejándose precisamente de que no ve a nadie.

P.- ¿Diría que es perfeccionista?

R.- Te pongo en antecedentes, nací en 1942, fruto de un adulterio que entonces era una falta muy grave. Así que desde el principio soy un error. Todo lo que hago y toco tiene que ser perfecto e impecable para reparar esa falta.

P.- ¿Incluso en su casa?

R.- La empecé en 1974 y desde entonces nunca he parado. La casa sigue siendo la reparación del error y quiero que sea muy bonita... Solo nos llevamos lo que dejamos. Esta casa pertenece a Marruecos y aquí se va a quedar.

P.- ¿En qué está trabajando ahora?, ¿qué le apasiona?

R.- Estoy muy disperso, leo y escribo por las mañanas, pero no me interesa algo preciso...

P.- ¿Por qué se detiene tanto en lo que no le gusta?

R.- Lo que nos disgusta muestra nuestra profundidad real. Ahí hay una historia, un secreto. Para hacer perfumes y para casi todo hay que buscar en lo que no nos gusta porque ahí reside lo interesante.

P.- ¿Por qué ha vivido tantos años en Marruecos?

R.- Vine por primera vez en 1968, acababa de firmar un contrato con Christian Dior  y vine a gastarme todo lo que había ganado. Era un viaje de tres días y fue tan increíble que me quedé tres meses.

P.- ¿Por qué le gustó tanto?

R.- Yo vuelvo a descubrir la sensualidad aquí porque en Occidente lleva muerta mucho tiempo, y aquí está en todo su esplendor y con todos sus excesos. Es imposible descubrir el placer sin que eso lo ponga todo patas arriba. Si darme cuenta fui descubriendo aromas, trozos de madera y a fantasear con crear una fragancia algún día. (Lutens no creó su primer perfume , Feminité du Bois, hasta 1980...

Karelia Vázquez. El País Semanal, 2 de marzo de 2024.

viernes, 29 de marzo de 2024

Aitana Sánchez- Gijón explota en escena

Aitana Sánchez-Gijón en La madre.(Foto: Bárbara Sánchez Palomero)

La actriz transita de la serenidad a la locura en una soberbia interpretación de La madre, obra del dramaturgo francés de moda, Florian Zeller. Un personaje tan poderoso como la protagonista de La madre es un regalazo para una actriz. Pero también un reto: triunfas o te estrellas. Aitana Sánchez-Gijón triunfa. Y de qué manera. Sería injusto decir que es el papel de su vida porque la hemos visto estupenda muchas veces en las pantallas y en los escenarios, pero su trabajo en esta obra es realmente sorprendente. Soberbio. Por sus matices, su serenidad, su  locura. Su rostro aterrorizado al final de la función. Escalofriante.

Y eso que de entrada el personaje parece tópico. Esposa, madre y ama de casa entra en depresión cuando sus dos hijos abandonan el nido. Pastillas para dormir, pastillas para despertar. "Para vivir", dice ella en la obra. El marido va a su bola, siempre ha ido a su bola. Cumple su papel de proveedor y tiene derecho a echar una canita al aire. Sin remordimientos. Además en casa todo son reproches, no hay quien aguante a esa loca.

Hemos visto muchas "locas depresivas" en el teatro.la literatura, el cine. Y en la vida: desde niñas tememos acabar convertidas en una de ellas. Y los niños, en el marido. Pero que las identifiquemos no significa que no puedan seguir explorándose más allá del tópico. De hecho, es el mejor modo de romperlo. Es lo que consigue el autor Florian Zeller en La madre. No solo porque nos lleva hasta las profundidades de su mente, sino también por la forma en que lo hace. Decíamos antes que "construye" el personaje, pero sería más acertado decir que lo deconstruye. Casi a la manera cubista. La obra comienza en estilo alta comedia inglesa convencional: el hombre vuelve a casa y la mujer le echa en cara que llega tarde, que no le hace caso, que se siente sola. Pero resulta que cuando termina la escena se repite con variaciones: donde antes ella emitía un lamento ahora hay un insulto. A partir de ahí, el espectador nunca sabrá si lo que ocurre sobre las tablas es real o está en la cabeza de la protagonista. Un audaz mecanismo con el que Zeller libera el personaje: le da permiso para sacar todo lo que tiene dentro, incluso lo que ni ella sabe de sí misma. Rabia, odio, ira. Lo mejor es que no la victimiza. Es solo una mujer destrozada...

Raquel Vidales. Babelia. El País, sábado 23 de marzo de 2024.

jueves, 28 de marzo de 2024

Un monumento gráfico al aburrimineto

Olivier Schrauwen
Olivier Schrauwen (Brujas, 46 años) está sentado en una cafetería del centro de Valencia. Se debate entre asomarse por primera vez a una mascletá o tomarse un buen arroz en la Malvarrosa. Acaba de participar en el Salón del Cómic de la ciudad, uno de los más concurridos de España. "Siempre que me veo en ferias así, rodeado de gente disfrazada de cosplay, me pregunto: '¿Cuál es mi lugar en todo esto?", reflexiona. Para algunos aficionados, ese lugar está claro: es el autor europeo más interesante del presente. No lo decimos nosotros, lo proclama tal cual The Comics Journal, la publicación de referencia del sector. También lo refrendan los autores Art Spiegelman  (Maus), Chris Ware (Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo) o Daniel Clowes (Ghost World), que señalan a Schrauwen como inagotable fuente de inspiración. "Es algo que prefiero ni pensar, porque me pone nervioso. Son muy generosos hablando bien de mí", dice con sincera humildad y una mirada terriblemente tímida.

Este historietista belga afincado en Berlín es una de esas rarezas que cada cierto tiempo contribuyen a ensanchar las fronteras de la novela gráfica. Lo probó con Arsène Schrauwen, un prodigio en el que relataba las aventuras inventadas de su abuelo  en el Congo Belga, y lo corrobora ahora con Domingo flamenco, cuyo título es una traducción libérrima del original Sunday, en un guiño al origen del autor propuesto por su editorial española, Fulgencio Pimentel. Desde ya, candidato a encabezar las listas de mejores cómics del año. Donde Spiegelman convirtió en fábula el Holocausto, Ware construyó una nueva arquitectura visual y Clowes testó los límites de la mala leche, Schrauwen aborda toda una gesta de la narración posmoderna: el tratado definitivo sobre el tedio, el absurdo y la estupidez humana.

Sus casi 500 páginas, publicadas originalmente en distintos cuadernos entre 2017 y 2023 y recogidas aquí en un solo tomo, reflejan exactamente lo que anuncia su título: un domingazo cualquiera, desde que amanece hasta las doce de la noche, en la vida del protagonista, encarnado por una versión ficticia del primo de Schrauwen. En palabras de su autor, "un maestro en hacer nada y hacerlo mal. Al menos en la jornada concreta que refleja el cómic, que además él entiende como su último día de libertad porque está a punto de cumplir los 36 años y esa noche vuelve su novia de un largo viaje. El caso de Thibault (el primo) es particularmente frustrante: cuantas más cosas se propone  arrancar, más le cuesta hacerlo", esboza...

Borja Bas. Valencia. El País, sábado 23 de marzo de 2024.

miércoles, 27 de marzo de 2024

Corine Pelluchon, la pensadora de lo vulnerable

Corine Pelluchon. © E. Caupei
Corine Pelluchon (Barbezieux-Saint-Hilare, 1967) es filósofa, experta en bioética y defensora de los animales. Ha seguido con su pensamiento una línea coherente, situándose siempre junto a los vulnerables, en contra de la dominación que impera en el mundo. "Soy muy sensible al mal que se ejerce sobre los cuerpos, y respondo con mi pensamiento", afirma por teléfono la propia Pelluchon. Los asuntos que le interesan -además de la vulnerabilidad- el feminismo, el especismo (disciplina en la que es referente) y la relación con nuestra propia finitud, todos ellos, afirma, son señales de una edad futura que cree está por nacer y a la que acompaña y anuncia con su obra.

Hija de agricultores, fue una niña enamorada de la poesía y de los idiomas que sintió una precoz atracción hacia la filosofía. Desde los 15 años quiso saber más sobre esta disciplina, de la que su rigor y su profundidad ejercían una suerte de imán para ella. "Siempre he sido una rastreadora; no puedo evitar ir siempre a la raíz de los asuntos". Sus padres entendieron que debían apoyar la querencia de su hija por los libros, aunque , cuando empezó la carera, el programa, "demasiado anticuado y banal", la decepcionó. Pero no se rindió: fue haciendo su propio camino.

Pelluchon cree que deberíamos situar en el centro del debate político la relación con nuestro entorno. En Manifiesto animalista (Reservoir Books, 2018), sostuvo que los derechos de los animales tenían que entrar de una vez por todas en los Parlamentos. En Ética de la consideración (Herder, recién publicado) señala cómo limar nuestras dificultades para cambiar un estilo de vida propio de un modelo de desarrollo que nos conduce a la destrucción. Y la filósofa francesa señala uno de sus libros  no publicado en español como el que mejor resume su pensamiento: Les Lumières à l'âge du vivant (de la editorial Seuil; Las luces en la era de los vivos), en el que explica que el mundo está dividido entre quienes viven en la dominación (la explotación laboral, la violencia de género, los animales en las macrogranjas...) y los defensores  de la consideración (animalistas, feministas, partidarios de la convivencia...), que apoyan, afirma, "las luces". Su intención es acompañar a estos últimos, estructurar su pensamiento con su obra, elaborando una suerte de "revolución antropológica".

Pelluchon, que se reconoce como liberal y no enemiga del libre mercado, además de ser sensible al dolor también lo es a la belleza. Intenta rodearse de cosas bonitas y no es raro verla vestida con telas luminosas o llenas de flores. Tiene pendiente lograr tejer una red con otros filósofos y sociólogos europeos con los que compartir trabajos e investigar asuntos. Lo intentó y fracasó, pero es perseverante. "Eso sí", dice, hace falta que la gente tenga menos ego".

Carmen Pérez-Lanzac. Ideas. El País, domingo, 25 de febrero de 2024.

martes, 26 de marzo de 2024

El Museo Picasso de Málaga inicia una nueva etapa

Vista de una de las salas de la exposición.
© Museo Picasso Málaga

Nuevo director, nueva colección y nueva etapa. El Museo Picasso de Málaga afronta este inicio de año con numerosos cambios que han servido tanto para renovar la oferta expositiva del centro  como para intentar dar carpetazo a todos los problemas del 2023. El año de su 20º aniversario y el de más visitas en su historia -superó las 779.000- fue también uno de los más convulsos tras la salida de José Lebrero y las numerosas protestas de la plantilla para mejorar sus condiciones de trabajo. La firma de un nuevo convenio colectivo y el aterrizaje de Miguel López-Remiro han apaciguado el clima, pero los problemas internos continúan. Y, mientras, en lo artístico, los rectores del centro han apostado por renovar la colección, que contará con 202 obras procedentes de la colección privada de Pablo Picasso, de las que una decena no se habían visto antes en España.

La renovada ordenación se ha titulado Pablo Picasso: estructuras de la invención. La unidad de una obra y en ella se podrán ver 202 piezas durante tres años. No estarán todas a la vez. Habrá algunas que, por cuestiones de conservación, saldrán o entrarán de las salas, que hoy cuentan con 144 pinturas, esculturas y cerámicas. Entre ellas hay 10 inéditas en España y otras  "que no han estado a la vista en este país desde hace muchos años", según explicó Michael FitzGerald, profesor de Arte en el Trinity College de Hartford (EE UU), quien ha supervisado la nueva disposición de cada pieza.

En enero, durante sa presentación como nuevo director, López-Remiro se mostró "comprometido a trabajar con el equipo" de la pinacoteca. Ayer subrayó que su mayor objetivo es hacer del Museo Picasso de Málaga "una estructura flexible y de diálogo". Por eso celebra la nueva ordenación de la colección, que asegura le ayuda en ese objetivo porque las obras de Picasso hablan entre ellas y dan pie a nuevas conversaciones. Un tercio de esas obras son de la colección del centro malagueño, mientras que los otros dos tercios pertenecen a la colección de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso (FABA), que alarga y estrecha así su intensa relación con el museo. "Esta apuesta es un sueño", subraya Ruiz-Picasso para referirse a la nueva colección.

"Picasso mantuvo todas estas obras hasta su muerte. Estaban en su estudio, vivía con ellas. Eso le permitía tener una mirada hacia sus inicios y que estos influyeran en el trabjo de sus últimos años", subraya FitzGerald. "La obra de Picasso suele mostrarse divida en diferentes etapas creativas. Nosotros hemos decidido no seguir ese camino y sugerir que su trabajo no está segmentado, sino que siempre está conectándose hacia adelante y hacia atrás". También explica que hay cinco trabajos de investigación  cuyas conclusiones forman parte de la muestra. En ellas se trata de la relación  de Picasso con la escultura africana, las pinturas del artista en paneles de madera, las esculturas de yeso de los años treinta, su vida en París durante la II Guerra Mundial o el mural que realizó en París para la sede de la UNESCO. La nueva colección irá también unida a numerosas actividades, entre ellas, la conferencia inaugural que FitzGerald realizará hoy en el auditorio del museo...

Nacho Sánchez. Málaga. El País, 19 de marzo de 2024.

lunes, 25 de marzo de 2024

"La bestia en la jungla"

El cineasta austríaco Patric Chiha (1975) confirma con La bestia en la jungla que las historias de amor son poliédricas -a la hora de filmarlas- y que, por tanto, es posible alejarlas del tópico, como ya hizo el narrador Henry James con la obra homónima escrita en 1903 y ya entonces tocada de una modernidad insólita, que el guion a seis manos (el autor, entre ellos) se empeña y consigue plasmar con una importante dosis de riesgo  y no menor libertad. Es de esas películas que invitan a ser revisitadas gracias a sus varias capas de lectura.

Un hombre y una mujer, John y May, cuyos trazos se apartan de lo común, se conocen en 1979. Él cuenta a ella que tiene un secreto y hasta 2004 coincidirán en un extraño club nocturno, con un curioso personaje de portera, la Fisonomista, y una suerte de encargado de guardarropa metidos a narradores omniscientes.

Junto a ellos, sus miradas, sus silencios -sin besos ni sexo, tampoco salen a la pista-; y sus breves conversaciones son muchas veces ahogadas por la música, en un recorrido que va desde la verbena popular inicial a la música disco y la tecno en sus variaciones, al tiempo que el propio público va marcando la evolución temporal con sus ritmos, su vestuario, sus coreografías. En fin, el arco perfecto para recrear una obsesión que también quiere ser una peculiar historia de amor que acabará mutando a ambos.

Mientras el mundo vive cambios de vértigo en ese cuarto de siglo, Chiha envuelve sus encuentros en una atmósfera fascinante y sensual que va más allá de los tiempos, y que debe buena parte de su encanto al cuidado trabajo de arte, junto a la fotografía y el uso de la luz. Y, claro, a la discoteca que da título al filme, que es coprotagonista en sí misma, testigo ruidoso del drama que se cuece en torno  a ese misterio que deseamos descubrir y que concluye a la manera digna del cine romántico canónico: en un cementerio. Mención particular para la labor de los actores Anaïs Demoustier y Tom Mercier, porque lo bordan.

M.A. Fernández. La Voz de Galicia, viernes 8 de marzo de 2024.

domingo, 24 de marzo de 2024

Michel Pastoureau, la historia de los colores

El historiador Michel Pastoureau (París,76 años) fue un niño especial. "Yo tenía caprichos cromáticos", dice. Una vez, le compraron una chaqueta para ir a una boda. Él la quería azul marino oscuro; su madre se decidió por una más clara. Lo vivió mal. "En la boda tenía la impresión de que todo el mundo me miraba porque no era suficientemente azul marino". Otra vez, su padre iba a comprarle una bicicleta de adultos, pero era amarilla y él siempre había tenido bicicletas verdes. ¿Amarilla? Imposible. Tenía que ser verde. ¿Resultado? "Me quedé sin bicicleta".

Lo recuerda en el salón de su piso con vistas a las pistas de Roland Garros. En la librería, entre volúmenes de historia medieval, la novela Ivanhoe, de Walter Scott. La leyó después de quedar fascinado a los ocho años por la película en tecnicolor de Richard Thorpe...  Ahí está el origen de su obsesión: la Edad Media, y en concreto en la segunda mitad del siglo XII. Pastoureau, que creció en na familia de intelectuales y artistas (su padre era amigo de André Breton, el pope del surrealismo), fue un niño que prefería jugar a caballeros que a vaqueros.

Son raros los historiadores que descubren una tierra inexplorada -o poco explorada- hasta crear una nueva disciplina. En su caso, es la historia de los colores, a la que llegó a partir de la heráldica. En ella, la Edad Media -y el siglo XII, siempre- es un momento decisivo, pero sus libros abarcan toda la historia occidental. En francés ha publicado ya volúmenes sobre el azul, el negro, el verde, el rojo, el amarillo y el blanco. Ahora trabaja en el rosa y el naranja. La editorial Folioscopio arranca la publicación en español de la serie con Azul y rojo, en traducción de Núria Petit.

P.- Le han operado recientemente de la córnea. ¿Ve bien los colores?

R.- Sí. Aunque un poco desnaturalizados. El blanco, el amarillo, el rojo y el rosa no están del todo como deberían.

P.- ¿Le había ocurrido ya alguna vez tener problemas de percepción de los colores?

R.- Está ligado a la edad también, supongo. Pero he leído que los invidentes de nacimiento llegan a la edad adulta más o menos con la misma cultura de los colores que los videntes, y esto invita a reflexionar.

P.- ¿Cómo se puede pensar el rojo  si nunca se ha visto el rojo?

R.- Porque vivimos en sociedad y las conversaciones con los demás acaban por ofrecernos una noción del rojo. Un invidente conoce un cierto número de cosas sobre los animales, los tejidos, los alimentos. Y si se le dice que "esto es rojo", lo comparará con otras cosas que conoce por el tacto o el oído, y la noción de este color acabará por aparecer. 

P.- Visto así, el color no tiene nada que ver con la idea que habitualmente nos hacemos de él.

R.- Es absolutamente imposible decir qué es el color. Hay múltiples definiciones. Sucede lo mismo con los términos que se aplican a los colores. Decir qué es el amarillo es extremadamente difícil. Se pueden nombrar objetos amarillos o decir que el amarillo es el color del limón. No es falso, pero tampoco es una verdadera definición.

P.- El color, escribe usted, es materia. luz, sensación. 

R.- Y un concepto, una noción abstracta. Europa pasó con los siglos del color -materia al color-abstracción. En latín, los términos del color son siempre adjetivos. Un romano nunca dirá: me gusta el rojo. Dirá: me gustan las flores rojas. O: no me gustan los vestidos azules de los germanos. El color siempre se refiere a algo. Pero poco a poco, los términos se vuelven substantivos. Aparece el rojo como absoluto y es así como nosotros decimos: me gusta el verde, no me gusta el violeta. Jamás un griego o un romano diría esto. Es demasiado abstracto.

P.- ¿Cuándo ocurre el cambio?

R,- Hacia el final de la Edad Media o al principio de la época moderna. Ahí nace lo simbólico en los colores, y es posible vincular ideas diferentes de un mismo color. El rojo es la fuerza, el amor, la violencia, la fiesta, la gloria. En la Edad Media, los colores pasan de ser tres (el blanco, el rojo y el negro) a seis (el blanco, el rojo, el negro, el verde, el amarillo, el azul). Ya no cambiará.

P.- Hablemos del azul. Explica usted que para los romanos no era un color importante.  Y ahora...

R,- Los griegos y los romanos no tenían palabras para decir este color, o pocas. Ahora el azul es el color preferido de los europeos, muy por delante de todos los demás. Mírenos, vamos de azul los tres (Pastoureau, el fotógrafo Manuel Braun y el entrevistador). ¡Y no nos habíamos puesto de acuerdo de antemano!

sábado, 23 de marzo de 2024

París, capital de un mundo que se hizo moderno

Pocas veces en la historia se puede identificar un lugar y un momento en los que cambió el mundo. Uno de ellos fue París en las dos primeras décadas del siglo XX, cuando la ciudad vivió una revolución en la cultura y en la creación artística, pero también en la industria o en la movilidad. En la capital francesa, la exposición  Le Paris de la modernité, 1905-1925 que puede verse en el Petit Palais hasta el 14 de abril, refleja esa época crucial. "La cultura pero también todos los aspectos de la vida, atravesaron cambios impresionantes durante esas dos décadas, que se sucedieron a una velocidad vertiginosa y fueron particularmente evidentes en París", explica Juliette Singer, comisaria de la exposición que ha estado investigando tres años para preparar la muestra. 

Aunque el arte tiene un peso importante -se exponen cuadros de Picasso, Chagall, Rousseau; fotografías de Man Ray; dibujos de Jean Cocteau...-, no es el único protagonista. Las salas del Petit Palais muestran vestidos, aeroplanos, coches, joyas, pero también el horror de la I Guerra Mundial, porque la paradoja es que esa exposición creativa y tecnológica, que cambió la forma en que la humanidad pensaba, vivía o se desplazaba, desembocó en la catástrofe germinal del siglo XX que, como apuntó el escritor Geof Dyer en su ensayo sobre la batalla del Somme, anticipaba todos los demás desastres del nuestro tiempo.

"Los vehículos de tracción animal dieron paso a los automóviles, el paisaje urbano se transformó con la creación del metro, los aviones cruzaron el canal de la Mancha, los trasatlánticos unieron continentes, la primera radio de Francia se instaló en la Torre Eiffel en 1922..., prosigue Singer en una entrevista por correo electrónico. "Los límites no dejaban de superarse, pero este progreso también tuvo su lado negativo: durante la I Guerra Mundial, los aviones se convirtieron en armas mortíferas, lanzando bombas. La fotografía y el cine también se desarrollaron, transformando nuestra relación con el mundo. Esta exposición  es testigo de todos estos cambios, que no solo nutrieron a los artistas, también alteraron la vida cotidiana : las mujeres se emanciparon, la gente viajaba más, se liberaron las costumbres...". 

La exposición no hace ninguna referencia al tiempo presente, pero resulta difícil verla sin preguntarse a dónde nos llevarán los cambios con, por ejemplo, el vertiginoso desarrollo de la inteligencia artificial y si se está viviendo, ahora, una revolución similar. El cineasta Jean Renoir explicaba en un libro sobre su padre que este, el pintor Pierre-Auguste Renoir, nació en 1841 cuando una parte de los inventos que iban a cambiar el mundo ya habían sido concebidos, aunque en ese momento nadie fue capaz de predecir su alcance -la máquina de vapor y los primeros globos aerostáticos se crearon a finales del siglo XVIII, por ejemplo-. Jean Renoir escribe en Renoir, mi padre (Alba): "El campo había comenzado a vaciarse hacia las ciudades. Los obreros trabajaban en las fábricas. Las verduras consumidas en París venían del sur incluso de Argelia. (...) Renoir tenía un teléfono. Las carreteras estaban asfaltadas. Nuestra casa tenía calefacción, agua caliente y fría, gas, electricidad...". Esa transformación, en todos los ámbitos, es lo que cubre el Petit Palais.

La exposición muestra la increíble libertad de expresión que se alcanzó en aquella época dorada de la creatividad. Pero, también fuera de campo, resulta imposible no pensar en el cataclismo que se iba a desencadenar  en los mismos años  en que algunos genios cambiaron, en un ambiente de total libertad, la forma de concebir el mundo. Los años veinte fueron también aquellos que vieron surgir el fascismo: Mussolini alcanzó el poder en 1922 y Hitler, al frente del Partido Nazi, dio un golpe de Estado fallido en 1923...

París parecía una ciudad de "luz libre", tomando prestada una frase de Chagall. André Warnod, Berceax de la jeune peinture, describió París como un remanso de libertad, donde todos, incluidas las mujeres, podían vivir como quisieran". Joséphine Baker, que en 2022 se convirtió en a sexta mujer en ser enterrada en el Panteón, ocupa un lugar significativo en la muestra. "Baker estaba deslumbrada por la libertad que descubrió en París, donde no había leyes segregacionistas y podía tomar un café en cualquier establecimiento", explica Singer. "Su amor por París y la libertad que encontró me parecieron emblemáticos del espíritu del París moderno en un contexto en que todo parecía posible... hasta la crisis de 1929 y luego la II Guerra Mundial".

Guillermo Altares. El País, miércoles 20 de marzo de 2024.

viernes, 22 de marzo de 2024

Todo es posible en este taller

Las formas puras e innovadoras han logrado que los diseños de Cartier sean absolutamente modernos décadas después de su creación, pero la firma joyera no solo reinventa sus clásicos, también se permite el lujo de experimentar tratando de forzar las fronteras que separan la joya de la escultura. Cada año la casa francesa lanza una nueva edición de Libre, una colección de alta joyería en la que la imaginación marca la pauta de los diseños, explorando las capacidades de las piedras preciosas al máximo. 

En esta ocasión, la colección experimental de la casa se centra en el concepto de metamorfosis. De nombre Polyforme, consta de una decena de piezas flexibles y móviles, con la naturaleza como denominador común. Las garras de la pantera, el icono de la casa, se transforman en un broche de diamantes; las estrellas de nieve en un reloj de gemas multicolores que se adapta a distintas formas y posturas, la luz de la puesta del sol se condensa en un brazalete de oro amarillo y diamantes y un anillo con distintas superposiciones de ónix de distintos tamaños emula un eclipse lunar. "Esta colección se cuestiona la forma y el diseño y propone un reto técnico. Se trata de desafiar los límites y explorar  nuevas perspectivas en lo que respecta a formas y volúmenes" cuentan de la firma joyera. Cada pieza, realizada a mano, conlleva varios meses de trabajo y experimentación hasta dar con el movimiento, la luz y las formas perfectas. Un prodigio de ingeniería que reivindica la creación sin atadura y eleva la joyería a la categoría de arte.

Leticia García. Smoda. El País.com, marzo 2024.

jueves, 21 de marzo de 2024

Reírse de uno mismo leyendo Astérix

Adorno y Horkheimer sentencian que "la risa (...) acompaña siempre el momento en que se desvanece un miedo". Tras la II Guerra Mundial, Europa renace con la promesa de domesticar la violencia y desterrar el miedo. Muerto Dios, queda solo el temor a los hombres. Atenuado este, la risa horizontal se extiende. Una gran capa media puede prever su vida a largo plazo y nada impide que fructifique una risa cotidiana, signo de la ligereza que hallan hombres y mujeres cuando no se enfrentan solos a los imprevistos de la existencia y sus días no son una tregua antes de tiempos peores. 

La serie Astérix es paradigmática de la masificación de la risa en Europa durante la segunda mitad del siglo XX. Los galos de la irreductible aldea tampoco tienen miedo de nada porque cual superhéroes disponen de un arma definitiva, la poción mágica que funge de red de seguridad y deja a los ciudadanos con la única preocupación  de perseguir sus intereses privados y comerciales, sus estilos de vida, y buscar de vez en cando el entretenimiento violento con los romanos. Entre pelea y pelea, en la aldea reina la posibilidad de un humor libre e igualitario, que la serie a su vez aplica a los estereotipos nacionales de francesa, italianos, lusitanos, españoles y otros tantos, causando una risa paneuropea, un programa Erasmus del humor, que reduce las distancias entre los nacionales de cada país mientras acentúa las pequeñas diferencias , logrando que cada quien  (bretones, corsos, suizos, etcétera) se ría de si mismo. Desde el primer número, Astérix, el Galo, de 1959, se han vendido más de 300 millones de libros de la serie en el mundo.

Abraracúrcix, jefe de la aldea y bromista de tiempos 
secularizados

Ríen los galos y ríen los europeos cuando solo queda el miedo de que les caiga el cielo sobre la cabeza, como se teme Abraracúrcix, jefe de la aldea y bromista de tiempos secularizados. También ríe Panorámix, el druida que hace las veces de sereno gurú, sabio y brujo despegado de la tierra (no se le ve comer), pero apegado a la aldea y a sus habitantes, siempre pronto a ofrecer sus artes para buenas causas defensivas. Estos galos esencialmente paganos se parecen a los franceses que, según diagnóstico de Emmanuel Todd, se hallan sin horizonte de sentido, sin trascendencia, sin Dios, sin lo sagrado, sin algo de lo que no se puedan reír. Ateos angustiados en situación de riesgo metafísico, así define el sociólogo francés el estado espiritual de los franceses, y, en cierto modo también, de los europeos, la excepción hipersecularizada en un mundo  aún religioso. El cacique del pueblo solo tiene miedo de que le caiga el cielo sobre la cabeza; teme e inconscientemente desea la súbita revelación de la falsedad de su paganismo. La profecía de que algún día la trascendencia se desplomará sobre la aldea  es aún otra broma de la era secular y sus creencias de quita y pon.(...).

La ideología de gran parte de las series televisivas infantiles producidas hoy es menos optimista. Los ciudadanos pierden el control sobre su vida, el cielo se cubre de nubarrones y el futuro carece de porvenir. Las ficciones se vuelven más pedagógicas, menos lúdicas... Los contenidos audiovisuales ofertados cumplen con los estándares de violencia permitida por las autoridades y acentúan los mensajes edificantes (cooperación, cuidados recíprocos, amistad...). El resultado son historietas que, al no poder utilizar la violencia, han perdido un recurso clave para provocar la hilaridad... Cuando definitivamente el cielo caiga sobre nuestras cabezas, no pillará a los ciudadanos desprevenidos. 

Daniel Gamper (Barcelona, 1969), es profesor de Filosofía. Este extracto es un adelanto de De qué te ríes. Beneficios y estragos de la broma, que se publica el 20 de febrero.

El País. Ideas. Domingo 18 de febrero de 2024.

miércoles, 20 de marzo de 2024

Mati Diop, premiada con el Oso de Oro en la Berlinale

La directora Mati Diop con el Oso de Oro que ha recibido por
su documental 'Dahomey' en la Berlinale. /Markus Schreiber

A
 
finales de febrero, Mati Diop (París, 1982) se convirtió en la ganadora del Oso de Oro en la Berlinale con Dahomey. En la película, la directora francosenegalesa documenta la restitución de las obras de arte robadas por los ejércitos coloniales europeos en el África subsahariana, siguiendo el rastro de 26 objetos ceremoniales que Francia aceptó devolver a Benín por voluntad de Emmanuel Macron. En 2017, el presidente francés dio comienzo a su mandato prometiendo, en un sorprendente discurso pronunciado en Burkina Faso, el regreso del patrimonio africano a sus lugares de origen.

Esa promesa se materializó cuatro años después con esa primera restitución, a la que siguieron otras. Diop decidió reflejarla en una película narrada, en un inhabitual gesto poético por una de esas obras de arte que dormitaban en algún museo francés, recogiendo un debate que ya se ha vuelto ineludible en la Europa de hoy. Dahomey se estrenará a finales de año en Filmin. Antes, Diop, que en su veintena fue actriz junto a Claire Denis y luego dirigió Atlantique que ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes en 2019, respondió a nuestras preguntas en en 2017 en Berlín, a pocas horas del desenlace del festival.

P.- ¿Es esta película una respuesta al actual debate sobre la descolonización?

R.- Es un poco anterior. Cuando escribía el guion de Atlantique ya tuve la intuición de que mi siguiente proyecto giraría en torno a la cuestión de la devolución de las obras de arte, solo que en  forma de ficción pura. Más que nada, porque durante mucho tiempo  me pareció imposible que algo así sucediera. Fue al escuchar a Macron en Uagadugú cuando empezó a tomar forma. Debo decir que la palabra restitución resonó con mucha fuerza en mi interior.

P.- ¿Por qué motivo?

R.- Es el término que resume el trabajo que llevo haciendo todos estos años. En 2008, a los 25 años, decidí implatar mi productora en Dakar y ambientar mis primeros mediometrajes allí. Lo hice por la necesidad de regresar a mis orígenes africanos. Entonces era un gesto poco común, porque nadie quería ir a África, no estaba de moda. El continente seguía siendo una parte del mundo bastante despreciada, incluso por los afrodescendientes, que no sentíamos la necesidad de abrazar esa identidad y asumirla con orgullo, como sí ha sucedido luego, durante estos últimos años.

P.- En 2019, el informe Sarr-Savoy, encargado por Macron, recomendó que, cada vez que un país africano solicitara la restitución de una obra, Francia la aceptase si no podía demostrar que no fue robada o expoliada. ¿Cómo reaccionó ante ese informe, que entonces generó escepticismo y críticas de maximalismo?

R.- Yo tampoco esperaba que sucediera nada y, cuando pasó, me pareció espectacular. Eso fue lo que dirigió mi película hacia el documental. Sentí que, como cineasta, era importante aprovechar ese momento. A Macron le salió el tiro por la culata, porque recurrió a dos personas, la historiadora Bénédicte Savoy y al economista Felwine Sarr, intelectualmente rigurosas y de una gran integridad. Ellos aprovecharon el encargo de Macron para convertir el informe en una herramienta política. Fue toda una hazaña. El pensamiento que emana de este informe fue crucial para mí en la realización de Dahomey. 

P.- Macron pudo haber tirado ese informe a la basura y no lo hizo. ¿Por qué cree que decidió aplicarlo? La pregunta vale para el resto de los gobiernos que han devuelto obras durante estos años, de Alemania a los Países Bajos.

R.- Soy capaz de reconocer, pese a ser fundamentalmente contraria a las políticas de Macron, la validez de los gestos concretos, cuando los hay. Sería absurdo tirarlo todo a la basura. Pero, con total sinceridad, veo en el gesto de Macron una paradoja bastante opaca.

P.- ¿Cree que fue un intento de mantener la influencia francesa en su antiguo espacio colonial?

R.- Me parece una evidencia que, desde hace algún tiempo, la estrategia de Francia  para volver a ganarse una buena reputación entre la juventud africana pasa por una serie de actos que son, en el fondo, una estrategia de seducción... (...)

P.- Su película habla de la devolución de un patrimonio tangible, pero también intangible...

R.- Ese era el meollo de la cuestión. Si decidí hacer esta película fue porque ese asunto se encuentra en el corazón de mi identidad como mestiza, como afrodescendiente. Tomé la decisión de anclar mi cine en Dakar para reconquistar mi parte africana, mi negritud, porque durante mucho tiempo estuvo muy aplastada por mi entorno, que era muy occidental. Nací en Paris, crecí en París, me formé en París y estudie arte en París. Me desenvolví en un mundo blanco y elitista, alimentado exclusivamente  de un imaginario occidental. En un momento dado, empecé a sentir angustia al darme cuenta de que las imágenes propias de la historia africana estaban desapareciendo....

Álex Vicente. Babelia. El País, sábado 16 de marzo de 2024.

martes, 19 de marzo de 2024

El Museo del Ejército francés afronta el pasado colonial

Museo del ejercito francés en Paris
Es un monumento a la gloria militar de la nación: sus tesoros, sus símbolos, sus héroes. También un lugar insospechado en el que Francia ensaya el examen de su pasado colonial. Sus excesos y sus crímenes: el reverso de la gloria.

En el complejo de los Inválidos, en París, hay un hospital y un asilo para excombatientes, una catedral, a tumba de Napoleón. Y el Museo del Ejército, embarcado en la revisión de sus fondos para conocer su procedencia exacta y restituir ls objetos que hayan llegado a Francia como resultado del saqueo o transacciones abusivas durante el colonialismo. Se trata de "apaciguar las memorias"-las memorias divergente entre antiguos colonizadores y colonizados y las heridas aún abiertas- y de contar el pasado "sin glorificación ni arrepentimiento".

Lo explica el director del museo Henry de Medlege, un general con una nutrida carrera y experiencia en Chad, Afganistán o los Balcanes. Lo dice el responsable de un establecimiento en el que hoy el colonialismo prácticamente parece inexistente, salvo un par de exposiciones en años pasados y las menciones a la guerra de Argelia en las salas dedicadas al general De Gaulle.

"No abordamos esta cuestión como algo impuesto o como una presión, sino como una oportunidad y una obligación dentro del principio de apaciguar las memorias", declara De Medlege, reticente al término "descolonización de los museos". "Si la palabra descolonización de los museos significa devolver todo lo que no es del país, sean cuales sean las circunstancias, hay que usar otro término", afirma.

Todo empieza el 28 de noviembre de 2017 en Uagadugú, la capital de Burkina Faso, antigua colonia francesa. El presidente francés, Emmanuel Macron, proclama: "Quiero que dentro de cinco años se reúnan las condiciones para que haya restituciones temporales o definitivas del patrimonio africano en África.

Las palabras de Macron suenan como una orden. Le seguirá el informe encargado a la historiadora francesa Bénédicte Savoy y el economista senegalés Felwine Sarr. Y movilizará a museos franceses y el resto de Europa. Desde entonces, "se ha desencadenado una especie de competición entre estados como Francia, Alemania o Bélgica", explicaba en 2023 Savoy al semanario L'Obs. El trabajo es considerable. Hay que establecer cómo salieron de África, si alguien reclama su restitución y si es legítima.

Savoy y Sarr calcularon que en las colecciones públicas francesas hay al menos 88.000 objetos del África subsahariana. De estos , cerca de 70.000 están en el Museo del Quai Branly Jacques Chirac, dedicado a las artes y civilizaciones de África, Asia, Oceanía y las Américas.(...)

No solo es un debate sobre las restituciones . En el Museo del Ejército, el examen de los fondos permitirá poner en marcha, en los próximos años, un "recorrido" centrado en la etapa colonial. Bajo el concepto Colonización-descolonización: una historia compartida, y elaborado en cooperación con historiadores y especialistas de los países colonizados, debe explicarse la historia común e incorporar todas las perspectivas.

"Porque se cuenta nuestra historia y también su historia", resume el general De Medlege. El objetivo es asimismo contar la historia en la que puedan reconocerse todos los franceses, incluida "una juventud que procede de ultramar y las antiguas colonias, varias generaciones que necesitan saber de dónde vienen". En este país en permanente alarma pr la fractura entre comunidades, entender el colonialismo y sus conflictos, pasados y presentes, toca al corazón de la cohesión social y nacional.

Marc Bassets. París. El País, domingo, 17 de marzo de 2024.

lunes, 18 de marzo de 2024

"Nuestro último baile"

Fotograma de Nuestro último baile

Hay muchos modos de afrontar el duelo de un ser querido. El escogido por Germain, un viudo de 75 años que pierde a su mujer inesperadamente, es ocupar el lugar de ella como componente amateur de un espectáculo de danza contemporánea, para así "acabar" aquello que ella empezó y sentirse más conectado a su recuerdo. El filme de Dephine Lehericey (conocida sobre todo por El horizonte, película multipremiada en los Premios de Cine Suizo de 2020 y reconocida también en el Festival de San Sebastián) aborda la tercera edad de un modo dinámico y optimista. Su protagonista es un hombre acomodado en una rutina en la cual su esposa se encarga de todo, que pasa tras su muerte a estar bajo el férreo control sobreprotector e infantilizador de unos hijos que organizan agendas, tuppers y llamadas telefónicas continúas. Con un enfoque que se decanta desde un inicio por la comedia a pesar de su triste trasfondo, Lehericey aboga por una perspectiva vitalista de la senectud, nunca es tarde -defiende- para abrirse a nuevas experiencias y conexiones con la vida.

El mayor logro del film, premio del público en el Festival de Locarno, es aunar cine y danza, mostrándonos el poder curativo de esta última, pues mediante la conexión con un grupo de extraños que se expresan mediante su cuerpo en un baile performántico, se depuran penas y tristezas. El cuerpo anquilosado de Germain (un acertado François Berléand), no acostumbrado a moverse, consigue coger ritmo, flexibilidad y belleza, y expresarse de un modo inimaginable anteriormente. Y además con el añadido de ver a la Ribot,-coreógrafa, performer e icono  de la escena contemporánea- en su primer papel de la gran pantalla, interpretándose a sí misma y haciéndose cargo de las coreografías del filme.

Sabela Pillado. La Voz de Galicia, sábado 16 de marzo de 2024.

domingo, 17 de marzo de 2024

Un resistente español "entra" en el Panteón francés

Un español en el Panteón. Un republicano, un comunista, un combatiente en la Guerra Civil, un resistente contra lo nazis. Celestino Alfonso se convertirá este miércoles en el primer ciudadano de esta nacionalidad en entrar en el templo laico de las glorias francesas. Se escribe entrar en cursiva, porque físicamente  sus restos seguirán en el cementerio de Ivry, al sur de París.

Pero su nombre quedará escrito junto a otros 22 miembros de un grupo de la Resistencia contra la ocupación alemana de Francia, a la entrada de la cripta donde el líder del grupo, el armenio Missak Manouchian, y su mujer, Mélinée, reposarán eternamente en el mismo lugar que Voltaire, Rousseau o Victor Hugo.

Francia, por iniciativa del presidente Emmanuel Macron saldará así una deuda con los extranjeros que dieron su sangre por un país que no siempre los trató como debía. Manouchian, Alfonso y otros camaradas -apátridas, judíos, armenios, polacos, húngaros. italianos, rumanos...- protagonizaron uno de los momentos trágicos y heroicos de la II Guerra Mundial.

"La ultima carta de Celestino... cada chaval en Francia tendría que leerla un día. Hay mucho que aprender", dice el hispanista francés Jean-Claude Rabaté. "A través de Celestino, todos los republicanos y resistentes van a entrar en el Panteón."

En noviembre de 1943, la policía francesa, cómplice de los alemanes, desarticuló la red Manouchian. El 21 de febrero de 1944 sus miembros fueron ejecutados en la fortificación de Mont Valérien, hoy memorial de la Resistencia. Los nazis publicaron un pasquín con un fondo rojo y fotos de atentados en los que se leía: "¿Liberadores? ¡Liberación por medio del ejército del crimen!" Así pasaron a ser conocidos como L'affiche rouge, o el afiche rojo.

En el cartel, distribuido unos días antes de la ejecución, se veían los rostros de los 10 de los detenidos, y una pequeña explicación. Uno de ellos decía: "Alfonso. Español. Rojo. Siete atentados."

La información sobre Celestino Alfonso fue escasa durante tiempo, más allá del círculo familiar y menciones dispersas en libros sobre Manouchian y el Afiche rojo. Se sabía que había nacido en 1916 en Ituero de Ibaza, cerca de Ciudad Rodrigo, en la provincia de Salamanca. Que su familia, con él, emigró a Francia  unos años después y que creció  en el extrarradio de París. Que era carpintero de oficio y en los años treinta ingresó en las juventudes comunistas.

Se sabía también, que en 1936 volvió a España para luchar contra los sublevados. Que regresó a Francia al final de la Guerra Civil  e ingresó en las FTPF-MOI (Francotiradores y partisanos-Mano de obra inmigrada). Que participó en el atentado contra un capitoste de la Alemania nazi en París, Julius Ritter. Que, tras ser detenido, un tribual militar le juzgó.

Celestino Alfonso tenía 27 años al ser fusilado. En una carta redactada en francés unas horas antes de ser asesinado, y dirigida a su familia escribió: "Hoy a las tres seré fusilado. No soy más que un soldado que muere por Francia". "Sé por qué muero y estoy orgulloso", continúa. "Mi vida ha sido un poco corta y espero que la vuestra sea más larga"...

Marc Bassets. París. El País, domingo 18 de febrero de 2024.

sábado, 16 de marzo de 2024

Descubren un yacimiento en Francia con 400 fósiles de hace 470 años millones de años.

 Foto de moluscos. Crédito: Farid Saleh - UNIL

Paleontólogos aficionados han descubierto en el sur de Francia unos 400 fósiles excepcionalmente bien conservados que datan de hace 470 millones de años. Este nuevo yacimiento fósil ha sido calificado como "de importancia mundial" por científicos de la Universidad de Lausana, en colaboración con el CNRS (la agencia de investigación francesa) y equipos internacionales. Consideran que este descubrimiento proporciona información  sin precedentes sobre los ecosistemas polares del período Ordovícico.

Situado en Montagne Noire, en el departamento francés de Hérault, este depósito de más de 400 fósiles se distingue por una fauna excepcionalmente bien conservada. Además de los componentes de la cáscara, contiene elementos blandos extremadamente raros, como el sistema digestivo y las cutículas, en un estado de conservación notable. Además, esta biota alguna vez estuvo ubicada muy cerca del Polo Sur, lo que revela la composición de los ecosistemas más meridionales del Ordovícico. Los resultados se publican en Nature Ecology&Evolution. 

Los análisis revelan la presencia de artrópodos (grupo que incluye milpiés y camarones) y cnidarios (grupo que incluye medusas y corales) así como una gran cantidad de algas y esponjas. La elevada biodiversidad del lugar sugiere  que esta zona sirvió de refugio a especies que habían escapado de las altas temperaturas que prevalecían más al norte en aquella época.

"En aquella época de intenso calentamiento global, los animales vivían en refugios en altas latitudes, escapando de las temperaturas ecuatoriales extremas", señala en un comunicado Farid Sleh, investigador de la Universidad de Lausana. "El pasado lejano nos permite vislumbrar nuestro posible futuro próximo", añade Jonathan Antcliffe, investigador de la Universidad de Lausana y coautor del estudio.

Por su parte, Eric Monceret y Sylvie Monceret-Goujon, los aficionados que descubrieron el lugar, no ocultan su entusiasmo. "Prospeccionamos y buscamos fósiles desde que teníamos veinte años", dice Eric Monceret.

Madrid/EUROPA PRESS. Domingo 11 de febrero de 2024.

viernes, 15 de marzo de 2024

Poesía musical y "foliada" en Bruselas. Segundo festival EmigraSon

Actuación de The Rapants en el festival Emigrason.
(Foto: Pablo Vázquez)

"Nos encanta celebrar el día de la mujer trabajadora trabajando aquí". Lo decía Lucía Aldao, mitad de Aldaolado, el dúo poético musical que conforma con su compañera María Lado. Ambas fueron las responsables de inaugurar la segunda edición del festival EmigraSon, que tiene lugar este fin de semana en Bruselas. Impulsado por emigrantes gallegos que pretenden mantener viva la llama de su cultura, reúne diferentes propuestas de la música que se hace hoy en día en Galicia. La de Aldaolado encantó en la sede del Instituto Cervantes, que se llenó para disfrutar de sus reivindicaciones regadas de humor. De esta manera en una misma pieza pueden pasar de cantar línea de bingo más allá de lo posible  a terminar, en modo canción, pidiendo a Paco Ibáñez que se haga lesbiana.

Tras su paso, el encuentro se trasladó al Centro García Lorca. Allí tenía lugar la gran foliada con Alumea, una formación folclórica domiciliada en Bélgica reivindicando la música tradicional, tocándola y bailándola por toda Europa. Ante un público joven -de entre 20 y 30 años- convirtieron en sonido y movimiento todo este discurso, contagiando a una audiencia que, enseguida, se fundió en el festejo. Hasta levitar en una eufórica felicidad de corazón flotando entre gaitas y panderetas y pies descontrolados.  

Después de recorrer el recinto de una esquina a otra, cedieron el foco a los dj's del festival. Estes establecieron  una curiosa mezcla de ese nuevo pop gallego y urbano -sonando desde el Diego Tristán de Boyanka Kostova a Oliveira dos cen anos de C. Tangana- con músicas latinas. El espacio se convirtió en una enorme discoteca en la que se escucharon todos los acentos gallegos. Y también los de españoles de otros lugares de la Península atraídos por esta celebración universal pero con denominación de origen.

En la segunda jornada de este EmigraSon tomaron el protagonismo The Rapants, Catuxa Salom, Ataque Estampe, Lontreira y Grande amore. Un abanico plural que sirve como fenomenal fotografía de la creación sonora actual en Galicia. Un clic, eso sí, hecho a 1.800 kilómetros de la "tierra". Con la misma nitidez pero con un extra  de emotividad. El de la emigración.

Javier Becerra. Bruselas/Enviado especial. La Voz de Galicia, domingo 10 de marzo del 2024.

jueves, 14 de marzo de 2024

"El léxico del autor"

Aunque apreciaba los dones apacibles del campo, sobre todo los vinculados al País Vasco francés, donde vio la primera luz, Barthes era sobre todo un animal de ciudad por la que le gustaba desplazarse andando. Viví en su misma calle más de un año, y puedo dar razón de sus paseos, solo o acompañado, por el barrio Latino, por el proustiano barrio de Saint-Germain o por las inmediaciones de Montparnasse o la Ópera, en una época en la que París tenía todavía su relato y su personalidad, antes de que se convirtiera en un parque mediático para los millones de turistas que la visitan en todas las épocas del año.

De todos los cafés que jalonaban sus paseos, el más querido y frecuentado era sin duda el Flore, donde una tarde lo capté en un momento reflexivo y con la mirada ausente. Quizá pensaba en sus pasos perdidos: sus días en el sanatorio de tuberculosos, tocados por la enfermedad que le impidió entrar en la Escuela Normal Superior, a la que estaba destinado al igual que Sartre, Althusser y Foucault. O sus años de lector francés en Bucarest o Alejandría, donde tuvo más que un amor, o sus días en la Escuela de Estudios Superiores, donde dio el seminario reproducido en el libro que vamos a tratar, o su experiencia pedagógica más reciente en el prestigioso Colegio de Francia a cuyos cursos asistí y donde ingresó en 1977, tan solo tres años antes de su muerte. 

El léxico del autor está prologado por Éric Marty, autor de El sexo de los modernos y gran lector de Barthes que conoce su obra palmo a palmo y que abre las puertas de la travesía con agudas matizaciones. Los asistentes al seminario formaban una camarilla de élite, con intelectuales como Aron, Sarduy, Sollers, Bremond, Kristeva y un largo etcétera. Decía Hegel que "la conciencia de sí solo alcanza su satisfacción en otra conciencia de sí", y eso pasaba en el seminario  de 1973-1974, donde los narcisismos eran recíprocos y compartidos y donde Barthes tomaba conciencia de su propio discurrir en otras conciencias que lo acompañaban mientras se exploraba en realidad a sí mismo, pues el seminario fue la base de un ensayo irónicamente autobiográfico.

Sobrepasado el ecuador de la obra nos encontramos con textos inéditos sobre el viaje a China que Barthes hizo con los miembros de la revista Tel Quel, lo que acentuaba su diferencia: otra indumentaria, otra generación, otra mirada, sin olvidar que Barthes estaba muy lejos de practicar el maoísmo barroco y sofisticado de la revista ni se dedicaba a la demagogia exquisita. En aquel entonces todavía las élites de izquierdas de París valoraban muy positivamente la revolución cultural. En su visión de China, Barthes oscila entre la crítica leve y las reflexiones estéticas, y abundan las observaciones felices y penetrantes sobre un país "ininteligible". Mientras iba recorriendo El léxico del autor en todos sus recovecos sentí que asistía a las fases diferentes de la obra de Barthes, la pasada, la presente y la futura, porque hay momentos que nos conducen a El grado cero de la escritura, a Crítica y verdad, que quedan lejos en el tiempo, a la vez que vemos la reflexión del presente implícita en el seminario y anuncios de la obra futura en especulaciones que se acercan mucho a sus Fragmentos de un discurso amoroso. Diré como conclusión que El léxico del autor es un libro variado, fluido, hermoso y también es un ensayo-autopsia, pues a través de sus páginas vemos, de forma tan arropada como desnuda, la construcción "en vivo" de un ensayo con todos sus vaivenes y registros.

Jesús Ferrero. Babelia. El País, sábado 2 de marzo de 2024.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Sarah Kofman o la influencia de una madre enigmática

Sara Kofman

La obra de de Sara Kofman, contemporánea de Jacques Derrida, filósofa francesa hija del Holocausto, cuyo padre fue asesinado en Auschwitz, ha suscitado en los últimos años el interés de investigadores y pensadores. En 2019 tuvo lugar en París un congreso internacional bajo el título Sara Kofman: filosofar de otra manera, cuyas actas fueron publicadas en 2021 en francés (editorial Hermann). Este encuentro supuso un fértil intercambio entre académicos y personas del círculo más cercano a Kofman, como Avital Ronell o Jean-Luc Nancy. En el campo de la investigación filosófica, la revista Pensamiento de la Universidad de Comillas está preparando un monográfico sobre esta autora bajo la dirección del filósofo Ricardo Espinoza Lolas.

Para entender a Sara Kofman (1934-1994) hay que conocer su biografía. Kofman lee mucho y a fondo, perdiéndose en los textos de sus autores de cabecera, básicamente Nietzsche y Freud. Su tarea es concéntrica y compleja, en círculos o en torbellino de palabras. ¿Por qué esta filosofa así esta autora? Y, sobre todo, ¿Cómo se empieza a filosofar casi desguazando un texto, adentrándose en la materialidad que lo organiza, en definitiva, hincando bocado a la página? Habría que preguntar, en el caso de Sara Kofmann  cuál fue el impulso inicial que la movió a leer de una forma tan singular. Seguramente las figuras maternas tengan un papel relevante en este asunto.

Kofmann publicó en 1994 su autobiografía, titulada Calle Ordener, calle Labat. Poco después se suicidó. El libro es la historia de la deportación del padre y de sus consecuencias. Después de que los gendarmes detuvieran a Berek Kofman, la pequeña Sarah sufrió una profunda angustia de separación. Vomitaba si la separaban de su madre, hasta el punto que no pudo esconderla con otra gente y se tuvo que quedar con ella. Ambas se trasladaron desde la calle Ordener, donde vivía la familia  hasta la detención del padre, hasta la calle Labat, al domicilio en el que una señora francesa (mémé, como la llamaría más tarde Sara Kofman) las acogió, poniendo en riesgo su propia vida. En el transcurso de los días en la clandestinidad del domicilio de la calle Labat, Sarah se encontró entre dos madres. La madre yidis cocinaba comida kosher para Sarah, mientras que la madre francesa decía que esta dieta no era adecuada para la niña y le compraba filete de carne saignant. Dice la fallecida feminista belga Françoise Collin que la alimentación constituye el núcleo de su relato autobiográfico: "Todo se teje en términos de comer, de comer demasiado a demasiado poco, entre el hambre y el vómito, en lo que cuesta digerir. Poco a poco la niña se fue decantando hacia mémé, que la sacaba a pasear alardeando de lo guapa y rubia que era la niña, y llevándola a conciertos y museos. El mundo de la cultura se abrió ante ella como un bombón que se deshace en la boca. Abandonando las restricciones dietéticas de la tradición materna, Sarah Kofman entró en la dimensión simbólica de la madre francesa. Entre dos madres se jugó la supervivencia de la niña.

La perdida traumática del padre constituye el principio del relato. Su ausencia, la dificultad que envuelve a la pequeña. A medida que Sarah estudia, y más adelante cuando empieza a escribir filosofía, busca una vía de salida. El atajo sirve para entender cómo filosofa esta autora y cuál es su relación con la obra de Nietzsche.

Nietzsche también pierde a su padre muy joven, como Hofman. En su maravillosa biografía sobre el filósofo, Daniel Havély describe la indefensión del muchacho frente a esta temprana desaparición del padre, del que más tarde dirá, en Ecce homo (1889): "Yo soy mi padre muerto". Federico tenía entonces cuatro años... Durante largo tiempo permaneció conmovido por haber comprendido demasiado pronto"... De la misma manera que, en el caso de Nietzsche, Ecce homo es una recapitulación de su obra, Calle Ordener, calle Labat representa para Sara Kofman el momento de decir lo que veinte libros  de filosofía mo consiguieron expresar previamente. Ambos textos constituyen el instante  del fin para los dos filósofos, cuyos biografemas (en términos de la filósofa francesa Danielle Cohen Levinas) permiten entender cuál puede ser, a veces. el impulso traumático de la filosofía...

Anna Pagès. Ideas. El País, domingo 18 de febrero de 2024.

martes, 12 de marzo de 2024

Bélgica da un paso más para devolver el legado colonial de sus museos.

En la exposición Re-Thinking Collections

La advertencia a la entrada del Museo de África de Bruselas está escrita en varios idiomas, europeos y africanos: "Todo pasa, salvo el pasado". Cómo afrontar ese pasado, sobre todo cuando implica un siniestro legado colonial como el de Bélgica, es un proceso largo, difícil y doloroso. En el museo fundado por el rey Leopoldo II en un magnífico palacio a las afueras de Bruselas para exhibir obras y objetos -y hasta restos humanos- de ese Congo que durante décadas fue su propiedad personal, hace tiempo que se emprendió una tarea de reflexión, que incluyó su cierre durante cinco años para reconfigurar  su colección  para que dejara de ser  una oda a la colonización y ofreciera una mirada crítica y contextualizada del pasado del país. 

Un camino que ahora da un paso más, con la exposición Re-Thinking Collections (Repensar las colecciones), basada en una investigación científica sobre los orígenes de los fondos como paso previo fundamental -aunque no exclusivo, advierten sus responsables- para emprender el camino de la restitución a sus países de origen.

"No se trata solo de renovar nuestro edificio también debemos innovar completamente, sobre todo nuestra forma de pensar", explica el nuevo director general del Museo de África, Bart Ouvry. "Esta muestra es un nuevo paso para retomar, de una manera crítica, la forma en que miramos nuestro pasado como museo, pero también como belgas y como europeos.

La exposición, que permanecerá abierta hasta el 29 de septiembre, propone un breve pero profundo recorrido sobre las razones que están detrás de la necesidad de restitución -establecida por ley en Bélgica desde 2022- y los complejos procedimientos necesarios para aclarar el origen  de las colecciones de los museos. No es una cuestión baladí: solo en el Museo de África, se desconoce totalmente el origen del 22% de sus fondos, la mayoría (más de 40.000 piezas, el 60%) son obras del Congo llevadas al país antes de la I Guerra Mundial. "¿Cómo llegaron aquí? Algunos lo hicieron a través del sector privado, o por las fuerzas públicas, y sabemos bien que parte de ellas llegaron a nuestra colección mediante violencia, el robo y manipulaciones. Es importante saberlo", subraya Ouvry, un director de museo atípico, ya que antes fue embajador en varios países africanos. Un pasado profesional que marca su experiencia al frente del mayor referente  belga, y probablemente europeo, del pasado colonial occidental.

La nueva muestra, que según Ouvry obedece también a un ejercicio de "transparencia" y de voluntad de incitar al diálogo sobre el pasado colonial, la abre una de las piezas icónicas del museo: la estatua Nkisi Nkondi, arrebatada como trofeo a su dueño, el jefe tribal Ne Kuka, uno de los nueve reyes de la ciudad de Boma, en 1878, durante una expedición de castigo del comerciante belga Alexandre Delcommune. La estatua está en la lista de las obras a restituir a Kinsasa (capital de la República Democrática del Congo), ya que nadie discute la necesidad  y hasta la obligación moral de devolverla a sus dueños originales. Pero no todas las obras tienen un origen tan claro. El museo estima que el 25% de su colección proceden de expediciones de colección organizadas específicamente con este fin, pero queda por averiguar con qué procedimientos fueron obtenidas. Otro 15% son piezas con las que se hicieron los militares; un 12%, la Administración colonial, un 8%, las empresas que allí operaban y un 7% procede del mercado de arte colonial...

Silvia Ayuso. Bruselas. El País, viernes 19 de enero de 2024.

lunes, 11 de marzo de 2024

"El deshielo". Traumas del pasado adolescente

Eva es una adolescente que vive en Bruselas, trabaja con un  fotógrafo, vive con su hermana y no se habla con sus padres. De carácter taciturno, pronto veremos que sus dificultades para relacionarse vienen de algún lugar de su pasado, más concretamente de su familia y de su pueblo y sus amigos de infancia. Su retorno a ese lugar desencadenará un tsunami de recuerdos con unas consecuencias que no tienen vuelta atrás.

El deshielo es la ópera prima como realizadora de Veerle Baetens (Brasschaat, Bélgica, 1978) a quien previamente conocimos por su faceta de actriz y cantante, principalmente por la muy apreciable película -y premiada- Alabama Monroe (Felix van Groeningen, 2012). Para su debut al otro lado de la cámara, Baetens escoge una historia dramática  y nada fácil, adaptación de la novela (todo un superventas, especialmente en su país) de la autora belga Liz Spit (Zandhoven, 1988). Compone con ella una narración con dos líneas temporales: el presente donde Eva vive instalada en la desesperanza y en el miedo a la vida; y el pasado, aparentemente luminoso, donde una Eva de 13 años, con una mirada todavía ilusionada, vive el que será el último verano de su niñez antes de que todo cambie.

Sostenida especialmente por la mirada de la joven Rose Marchant -premio especial del jurado a la mejor actriz en el Festival de Sundance-, este largometraje sobre el trauma nos muestra una vida rota por sucesos trágicos del pasado, una víctima del horror que se esconde en los círculos aparentemente seguros, donde los pasajes de la infancia son los más desgarradores y duros y nos hacen sentir empatía por la chiquilla que se fue.

La transición de la niñez a la adolescencia es aquí un espacio habitado por oscuridades, confusiones, intentos de encajar y pulsiones que acaban deviniendo hacia la violencia, mientras el silencio cómplice de aquellos que miran hacia otro lado, aún sabiendo lo que está mal, es otra forma de violencia tan cruel como la ejercida físicamente. 

El deshielo es una película carente de piedad hacia el espectador; no hay redención ni castigos ejemplarizantes, sino un tema -tristemente de actualidad- como el tratamiento del sexo y violencia entre preadolescentes. Su poso de desesperanza, que perdura tras su desenlace, invita a la reflexión y la concienciación.

Sabela Pillado. La Voz de Galicia. Martes 13 de febrero de 2024.

domingo, 10 de marzo de 2024

Robert Badinter. Artífice de la abolición de la pena de muerte en Francia

Robert Badinter, artífice de la abolición de la pena de muerte en Francia, murió en la noche del jueves al viernes en París. Tenía 95 años. Como ministro de justicia del socialista François Mitterrand, Badinter acabó con la guillotina en 1981, una obsesión que, como la defensa de los derechos humanos y los principios de la Ilustración, guio la vida de este hijo de judíos de Besarabia inmigrados a Francia. Su padre, Simon, fue deportado por los nazis al campo de Sobibor, donde fue asesinado. Él que sería abogado de negocios y especializado en la libertad de prensa y defensor de asesinos condenados a la guillotina, tras su paso por el Gobierno presidió el Consejo Constitucional y fue senador por el Partido Socialista. En un país político y socialmente dividido y con la extrema derecha en ascenso, era una personalidad atípica, casi un monumento en vida. Cuando hablaba se le escuchaba.

"Era una figura del siglo, una conciencia republicana, el espíritu francés", dijo el presidente Emmanuel Macron. Su viejo partido, el socialista, afirmó en un comunicado: "Hay pocas figuras con capacidad para unir la nación en su conjunto, pues supone haber sabido encarnar combates que hacen crecer la humanidad entera, Robert Badinter era de estos". "Él representaba una corriente que va más allá de los partidos y que representa lo que es Francia", dice por teléfono el ex primer ministro Manuel Valls, cercano al matrimonio formado por Robert y la intelectual feminista Elisabeth Badinter. "Poco importan los desacuerdos", dijo el líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon. "Jamás me he cruzado con otro ser de esta naturaleza. Simplemente era luminoso". Marine Le Pen, cuyo programa en buena parte es una enmienda a la Francia de Badinter, dijo: "Era posible no compartir todos los combates de Robert Badinter, pero este hombre de convicciones fue incontestablemente una figura que marcó el paisaje intelectual y jurídico".

Badinter, como muchos hijos de inmigrantes, y aún más de quienes huyeron de persecuciones fascistas o regímenes autoritarios, apreciaba como pocos el ideal laico y republicano de Francia, Pero como decía su biógrafa, Pauline Deyfrus, "fue una historia de amor que se frustró". Durante la ocupación nazi, en la Segunda Guerra Mundial, sufrió la Francia antisemita y colaboracionista. Pero también encontró con su madre y su hermano refugio en un pueblo de la Saboya, lo que les permitió sobrevivir. Contaba Le Monde en su obituario que el sentimiento de revuelta ante la injusticia nació al final de la guerra, cuando un profesor suyo, al que había admirado, fue condenado por colaborar con los nazis. El profesor fue finalmente indultado, pero el joven Badinter entendió algo que para él resultaría esencial. Una cosa es la venganza. Otra, la justicia.

Hay momentos decisivos en la vida de todo humano. Para Badinter, uno fue la desaparición de su padre. Otro, ya de adulto y como abogado de prestigio, la defensa en 1971 de Roger Bontems, condenado a muerte por complicidad en el asesinato de una enfermera y un guardián  durante un motín en una prisión. De madrugada, en la prisión parisina de la Santé, el abogado escuchó desde el despacho del director el ruido de la cuchilla que decapitaba a Bontems. En una entrevista, en el semanario Le 1, en 2o21, todavía recordaba que en aquel momento pensó: "No es posible, ¡No es posible, ¡nunca más! Mientras pueda, combatiré contra la pena de muerte. Una justicia que mata no es justicia"...

Marc Bassets. El País, martes 13 de febrero de 2024.