domingo, 31 de marzo de 2019

La vuelta a la vida del Arco de Triunfo de París, 2

La Marsellesa
"Es importante que el público pueda comprender lo que pasó y ver el trabajo de restauración", consideró Bruno Cordeau, administrador del Arco de Triunfo, en declaraciones a la prensa francesa".
En esta sala, dos tabiques de madera con ventana separan a las restauradoras de los turistas y curiosos que visitan este monumento nacional. Se decidió restaurar las obras in situ porque eran demasiado frágiles para ser trasladadas a otro lugar para su restauración.
Sí se pudo trasladar el cuadro La Apoteosis de Victor Hugo de Guillaume Dufaube, que evoca el funeral del escritor francés en 1885 bajo el Arco de Triunfo. El cuadro está siendo restaurado en un estudio. El busto en mármol del rey Luis Felipe de Francia, dañado con pintura, ya ha sido limpiado y está expuesto al público. 
Los más curiosos se asoman por la ventana que hay en los tabiques para ver los avances en las obras de restauración de la maqueta del Arco de Triunfo y del vaciado de escayola del Genio de la Patria, los más dañados durante el asalto de los chalecos amarillos.
Dos restauradoras tratan de recomponer la maqueta del Arco del Triunfo, realizada en 1938 por el arquitecto Georges Chedanne, como si de un gran puzle se tratara. La maqueta tiene un gran agujero. Pequeños pedazos de yeso, algunos del tamaño de una uña, reposan sobre bandejas a la espera de que las restauradoras encuentren el lugar que les corresponde. Un auténtico rompecabezas.
Nadie trabaja en estos momentos en la restauración del molde de yeso del Genio de la Patria, una reproducción de una de las figuras que forman parte de la célebre obra de François Rude La Partida de los Voluntarios, también conocida como La Marsellesa.
Este altorrelieve representa el genio de la Libertad con la figura de una mujer alada, con gorro frigio o capucha cónica, lanzando un grito de alerta ante la invasión enemiga y que invita al pueblo al combate blandiendo su espada.
Las restauradoras convertidas en cirujanas plásticas del mundo del arte, quieren devolver al Genio de la Patria el rostro que tenía antes de que los chalecos amarillos le partieran la cara. El rostro desfigurado de esta mujer, con la mejilla y ojo derecho arrancados, se convirtió en un símbolo de esa furia amarilla que no tiene respeto por nada ni nadie.
Ni siquiera por los grandes monumentos nacionales.
Beatriz Juez. El mundo, miércoles 27 de marzo de 2019.

sábado, 30 de marzo de 2019

La vuelta a la vida del Arco del Triunfo de París

Una de las imágenes dañadas del Arco de Triunfo.
Las imágenes del Arco de Triunfo de París, saqueado y ultrajado por la furia de los chalecos amarillos durante la violenta protesta del 1 de diciembre, dieron la vuelta al mundo e indignaron a muchos políticos, ciudadanos y amantes del arte dentro y fuera de las fronteras francesas tras el ataque a este monumento nacional.
Los destrozos mostraron el lado más violento de este movimiento social sin lideres y sin ideología que ha puesto en jaque al Gobierno del presidente francés, Emmanuel Macron...
El Arco de Triunfo, que cerró temporalmente tras los destrozos, abrió sus puertas a los visitantes el 12 de diciembre. En 2017, lo visitaron 1,5 millones de personas, según datos del Centro de Monumentos Nacionales de Francia. 
Casi cuatro meses después de esta violenta protesta, un grupo de turistas chinos se hacen a la salida del metro fotografías y selfies con el Arco de Triunfo al fondo, ajenos a lo ocurrido en diciembre. En el interior, sin embargo, las obras de restauración de las obras más emblemáticas del monumento continúan...
Bajo el Arco de Triunfo la llama eterna arde en la tumba del soldado desconocido, un soldado no identificado muerto en la batalla de Verdún y que representa a todos los soldados fallecidos en la Primera Guerra Mundial. Sobre la tumba, reposan las flores frescas que Emmanuel Macron y el presidente chino, Xi Jinping, dejaron con motivo de su reciente visita oficial a Francia. 
Los visitantes jadean y recuperan el aliento después de subir caminando los 286 escalones  que separan la terraza del suelo para poder admirar a vista de pájaro la avenida de los Campos Elíseos y los principales monumentos de París. Algunos de ellos se detienen en la sala del ático, donde está la tienda de souvenirs y un pequeño museo que cuenta la historia de este monumento nacional, construido entre 1806 y 1836 sobre la gloria del gran ejército napoleónico que conquistó Europa.
Un equipo formado por seis mujeres, dirigido por Agnès Le Boudec, restaura en la sala del ático ante la mirada de turistas y curiosos las figuras destrozadas por los chalecos amarillos durante la protesta de diciembre. Se calcula que las labores de restauración duraran dos meses.
Beatriz Juez. El Mundo, miércoles 27 de marzo de 2019-

viernes, 29 de marzo de 2019

Berlioz, el genio elemental

Berlioz
El 8 de marzo hizo medio siglo que murió en París, a los 66 años, Louis Hector Berlioz, una de las mayores glorias de la música francesa, un artista apasionado, excesivo, malhumorado, pendenciero, aventurero, un personaje muy característico del romanticismo francés, un representante de la desmesura, arrojado y algo anárquico, prototipo del artista múltiple de esa etapa. A los 23 años se enamoró perdidamente de la actriz irlandesa Harriet Smithson, que nunca le correspondió y que fue quien le inspiró su obra más famosa, la Sinfonía Fantástica (1830), una catapulta pura para la obtención del preciado Premio de Roma.
De la importancia y significado de su obra, de su estilo y de su personalidad nos informa esta frase de Paul Dukas:"La primera convicción que se impone después de la audición de la música de Berlioz, cualquiera que sea el sujeto al que se aplique, cualquiera que sea la forma particular que revista, es la naturaleza dramática del estilo de su autor. Todo con Berlioz deviene drama". Una opinión con la que concordaba en buena medida el musicólogo León Vallas, que resumió muy acertadamente los rasgos esenciales de la música del compositor. Se reducía muchas veces a colocar acordes perfectos sobre las notas principales de su melodía cuando no utilizaba, simple y llanamente, las reglas del bajo de Rameau. El doblar la melodía en unísono o en octava era otro de sus procedimientos favoritos. Pero esta relativa elementalidad otorgaba frecuentemente a su música un encanto singular...
Sus óperas -Benvenuto Cellini, Les Troyens- no tuvieron en su tiempo demasiado éxito, pero sus obras religiosas -Te Deum, Requiem- y sus piezas sinfónicas -la Sinfonía Fantástica, la Sinfonía Fúnebre y Triunfal, Lelio, Harold en Italie y una serie de oberturas- no pasaron desapercibidas. Y su leyenda dramática La condenación de Fausto fue por lo general bien acogida. Pentagramas todos ellos de los que hoy disfrutamos y que nos ilustran acerca de la grandeza de su creador. En todos ellos pervive su ansia más profunda la búsqueda de la unión perfecta entre música y poesía.
A. Reverter. El Cultural, 1-3-2019

jueves, 28 de marzo de 2019

La primera Leica de Cartier-Bresson

"La Leica es para mí ... una memoria, un espejo de la memoria"
Todo el mundo sabe que Henri Cartier-Bresson es uno de los grandes de la fotografía. Todo el 
mundo le asocia con una Leica  de 24x36, el arma de los reporteros. Pero ¿cuando se compró la primera cámara? ¿Y por qué?
Cartier-Bresson nació en 1908 en Sena y Marne, no lejos de donde hoy está Disneyland París. A su padre le gustaba dibujar, pero quería que su hijo estudiara una carrera de provecho, Comercio. El joven Henri, sin embargo, no aprobó el bachillerato. Asistía a un liceo de postín (Condorcet), pero no estudiaba. Se pasaba el día leyendo a Rimbaud, Dostoievsky y Proust. 
Los lazos de la familia con el mundillo artístico hicieron que le acogiera el pintor Jacques Emile Blanche, lo que le permitiría trabar amistad con Max Jacob y Max Ernst. Por su cuenta frecuentaba el Louvre y las galerías del primer marchante del cubismo, Khanweiler, y de Percier, asistía a las tertulias surrealistas de André Breton y Louis Aragon  y se entusiasmó con el primer cine de Buster Keaton, Griffith y Eisenstein.
En 1930 se va a África  donde hizo algunas fotos, pero será en Marsella, a su regreso en 1931, donde dará el paso definitivo. La revelación fue una fotografía de Martin Munkacsi tomada hacia 1929 en Tanganica. Es una imagen vertical, con tres niños negros jugando con las olas en la orilla. Un contraluz que transmite entusiasmo juvenil. Será el instante decisivo de Cartier Bresson. Se compró su primera Leica. Y a viajar. 
"La Leica es para mí un cuaderno de dibujos, un diván de psicoanalista, una metralleta, un gran beso cálido, un electroimán, una memoria, un espejo de la memoria". Esta frase de Cartier-Bresson encabeza la exposición que dedica a los primeros años del maestro (1926-1938) la Fundación que lleva su nombre en París. 
El centro abrió en noviembre su nueva sede en Le Marais, barrio poblado de centros culturales. La Fundación alberga 200.000 negativos y contactos, 50.000 tiradas originales de Cartier-Bresson en unas condiciones sin parangón. Añádanse 4.500 cartas y manuscritos y más de 6.000 artículos de prensa. Un paraíso para el investigador.
Además de las primeras imágenes del maestro de reporteros, también puede verse una de sus primeras Leicas. Y la foto de Munkacsi que el descubrió en la revista Artes y oficios gráficos y por la que abandonó la pintura. "Debo decir que esa foto prendió la llama. Hay en esa imagen tal intensidad , tal espontaneidad, tal alegría de vivir"...
Iñaki Gil. Madrid. El Mundo, sábado 9 de marzo de 2019.  

miércoles, 27 de marzo de 2019

Rusia en 1839

Rusia en 1839 es un influyente clásico de la literatura de viajes escrito por el marqués Astolf de Custine (1790-1857). Publicado por primera vez en Francia en 1843, fue un polémico best seller de la época cuya impronta perdura aún en la imagen de Rusia acuñada en Occidente, que ahora rescata en parte Acantilado bajo el título Cartas de Rusia. 
Menos de tres meses pasó el aristócrata en territorio ruso desde principios de julio hasta finales de septiembre  de 1839. Al viaje le animó el escritor Honoré de Balzac después de leer el libro que el marqués publicó tras recorrer la España de Fernando VII. Las cartas desde Rusia de Custine se basan en un recorrido de corta distancia por ese inmenso país y en un conocimiento limitado del Imperio y de su vida cultural de entonces. El mismo autor admitió que en el tiempo dedicado al viaje no pudo ver bien las cosas. "Es cierto que no las he visto bien, pero las he intuido bien", afirmaba en defensa de sus impecables puntos de vista. La Rusia que Custine dibuja en un mundo asiático con pretensiones y falsas apariencias europeas que ocultan su verdadera naturaleza desmesurada y brutal; se trata de un escenario de déspotas y esclavos: el zar autócrata con su corte, sus estructuras administrativas, policiales y militares, y por otra, el pueblo. Y entre estos dos polos, un vínculo religioso, masoquista e irracional. Rusia, a los ojos del viajero, es una cárcel administrada por bárbaros crueles y poblada por súbditos resignados y apáticos dispuestos a dejarse matar antes que desobedecer...
El aristócrata regresa a Francia transformado. "Tras dirigirme a Rusia en busca de argumentos contra el Gobierno representativo, regreso siendo partidario de las constituciones", escribe...
Traducida pronto al inglés y al alemán, la obra de Astolf Custine fue prohibida inmediatamente en Rusia, pero circuló en versión francesa y también en traducciones fragmentadas o abreviadas reducidas a panfletos en los que se concentraban los juicios más fustigadores y más escandalosos. Para neutralizar el daño causado por el libro a la imagen de Nicolás I, la Administración rusa se planteó incluso contratar una pluma francesa de renombre para publicar otra obra en Francia, pero preparada en San Petersburgo...
Pilar Bonet. Moscú. El País, viernes 15 de marzo de 2019.

martes, 26 de marzo de 2019

Galaicistas en Rennes

Las cruces de piedra en Bretaña de Castelao
Hace días, una embajada intelectual de Galicia viajó a la ciudad francesa de Rennes, capital de Bretaña, para dialogar con colegas de este país, siempre tan recordado en el nuestro antes y después de que Castelao escribiera As cruces de pedra na Bretaña/Las cruces de piedra en Bretaña (1930). Fue la Universidad de Rennes la que convocó y organizó un simposio con el título Les paysages Bretagne Galice, en el que participaron geógrafos, historiadores y otros estudiosos, todos ellos de una manera o de otra, interesados en el hecho físico y transfísico del paisaje, término tan vinculado a país, paisano y paisanaje. Nuestra delegación, presidida por Rosario Álvarez Blanco, presidenta del Consello da Cultura Galega, estaba compuesta por dos nombres relevantes, Ramón Villares y Augusto Pérez Alberti, y por estudiosos más o menos nuevos, muy conscientes de la importancia del tema central de la convocatoria... Presidió la delegación francesa el profesor Olivier David, rector de la Universidad (en Francia le llaman président ), aunque llevó el peso de la organización la hispanista Christine Rivalan Guégo, vinculada desde hace tiempo a los estudios gallegos. Ilustró las sesiones (8 y 9 de marzo) Jean-François Botrel, hispanista de fama internacional  y no ajeno à matière de la Galice.
La profesora Rivalan Guégo, especialista en literatura española del siglo XX, se cuenta ya, como galicista, desde hace años. Fue ella la que dirigió el grueso volumen Gran Enciclopedia Gallega (1944-1991). La forja de una identidad, publicado por la editorial Trea de Gijón en 2016...Trabajo iniciado en 2008, el volumen fue presentado en Santiago, en el Consello da Cultura Galega, ocho años después. .. Este estudio pionero (sobre una enciclopedia española "regional") fue prologado sagazmente por el profesor Ramón Villares. De él son estas palabras: "y por ello, es coherente que esta mirada exterior, procedente de Francia, haya conseguido entender mejor de lo que podía hacerlo una pesquisa endógena esta empresa cultural llamada Gran Enciclopedia Gallega". 
Xesús Alonso Montero. La Voz de Galicia, viernes 22 de marzo de 2019.

lunes, 25 de marzo de 2019

La imagen desorientada

"A veces el silencio es un grito", decía Rithy Panh en La imagen perdida (2013), recordando la perturbadora renuncia y resistencia que llevó a su padre a abandonarse y morir bajo el cautiverio de los jemeres rojos. Pieza esencial en su carrera, consagrada a reconstruir y preservar la memoria de uno de los genocidios más atroces de la segunda mitad del siglo XX, La imagen perdida recurría a una brillante estrategia para dar forma a un imaginario y un relato -los de las víctimas del régimen de Pol Pot- que habían sido calculadamente eliminados: artesanales figuras talladas en barro se convertían en silencios que gritaban contra el olvido, dotando a la película de una imponente condición  de ritual funerario, ofrecido tanto a los casi dos millones de desaparecidos como a quienes sobrevivieron sin dejar de sentirse muertos de permiso.
La imagen perdida no era exactamente una película de animación, aunque se nutría de sus estrategias. Funan primer largometraje del director francés de origen camboyano, Denis Do, sí lo es, con todas las consecuencias (incluso las peores): el cineasta reconstruye la memoria del genocidio que le transmitió su madre sirviéndose  de sintéticos diseños de personajes  que, en ocasiones, recuerdan  el trazo del gran Yoshihiro Tatsumi, periódicos planos generales de incuestionable belleza, elipsis y recursos al fuera de campo que evocan limpiamente el horror sin mostrarlo, movimientos mecánicos y poco fluidos y explosiones dramáticas que, respaldadas por la banda sonora, caen constantemente en la espectacularización del dolor.
La obra de Do no es cuestionable de principio a fin, pero, por contraste, permite entender porque Panh tomó las decisiones estilísticas que tomó en La imagen perdida. Quizá lo peor de Funan sea lo que podría llamarse su compasión selectiva: no todas las supervivencias merecen aquí el mismo trato.
J.C. E. País, viernes 22 de marzo de 2019.

domingo, 24 de marzo de 2019

Nosotros vamos a tomar las riendas


Greta Thunberg

La voz es lo primero que nos captura. No encaja con un cuerpo de niña. Una voz metálica, afilada como una cuchilla, temblorosa pero no por tensión ni por timidez, sino por la cólera, una cólera fría. Después fueron las palabras. "No tenéis la fuerza necesaria para decir las cosas tal como son. Hasta esa carga nos la dejáis a nosotros, los jóvenes. Nuestra civilización está siendo sacrificada para que un puñado de personas puedan seguir amasando todo el dinero posible". Una inversión semántica extraordinaria: vosotros, los adultos, gobernantes, líderes o consumidores exultantes, sois los inconscientes, los inmaduros. Nosotros, hijos del siglo XXI, vamos a tomar las riendas, puesto que vosotros sois claramente incapaces de hacer nada nuevo. "El verdadero cambio llegará, os guste o no". Deja el escenario y desaparece.

Así descubrió el mundo entero en la COP24, celebrado en diciembre en Katowice, a Greta Thunberg, de 15 años, hoy 16. Desde agosto, cada viernes, no acude a clase para plantarse en el Parlamento sueco con un cartel:"Huelga por el clima". El primer día estaba sola, hoy son decenas de miles de estudiantes de todas las edades en Alemania, Bélgica, Suiza y Australia los que cada día o cada semana toman las calles de sus ciudades. En enero, ante los líderes mundiales reunidos en Davos, Greta Thunberg subió al estrado. Su calma, su fuerza, su mirada y sus palabras lúcidas volvieron a impresionar. Por primera vez, los jóvenes nacidos en el siglo han tomado la palabra. Y los hijos del siglo XX los escuchan sorprendidos, preocupados por el monstruo que ellos mismos han engendrado. A los 16 años, ellos se divertían y disfrutaban de los recursos infinitos de un mundo en expansión. La pequeña Greta no ríe. No puede permitírselo.
Por primera vez tenemos una imagen de la destrucción de un mundo: una niña de 16 años que ya no tiene interés en ir al colegio porque no hay nada después de él. Antes estaban los corales y los animales, pero su llanto es demasiado débil para que lo oigamos. Pero estos chicos que son los que arderán vivos, miran a sus padres a los ojos y les dicen: gracias.
Ha surgido la gran brecha: por un lado, los niños y adolescentes -sobre todo chicas- que se levantan para formar unos movimientos a menudo sin líderes: por otro, los rescoldos del viejo mundo, cada vez más horribles y decrépitos, desde Trump hasta Bolsonaro, que se aferran  a los andrajos de la democracia del carbono y a un suelo que se hunde bajo sus pies. La ola que viene frente a la que se encabrita y resiste. Aunque tarde, la pelea acabará forzosamente inclinándose hacia lo que se mueve...
Pierre Ducrozet, escritor, autor de L'invention des corps. Este texto ha sido publicado en Libération.
El País, jueves 14 de marzo de 2019

sábado, 23 de marzo de 2019

Dos mundos en una isla

Puerto pesquero de Saint Louis
Suelen repetir las guías de viajes que Saint Louis, al norte de Senegal, junto a la frontera con Mauritania  y en la de-sembocadura del río Senegal, es "la Venecia de África, por esa agua que forma parte de la ciudad tanto como la tierra, y la "Nueva Orleans de África", por su arquitectura colonial y también por el jazz que aquí trajeron, para quedarse, los soldados norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial. Lo trajeron de regreso, habría que decir, porque de esta África occidental es de donde partieron, en barcos de esclavos, los ritmos que terminarían germinando, al otro lado del Atlántico, en ese jazz que florecería en los burdeles de Luisiana.
Y sí, las etiquetas funcionan, como lo hacen los eslóganes. Pero Saint-Louis  no las necesita en realidad. Ni tampoco le benefician. Porque con ellas solo se cuenta una parte, o una historia, del destino. Uno de los dos mundos que cohabitan, o chocan, mejor dicho, aquí. La versión oficial de la ciudad colonial, la primera que fundaron los europeos, los marineros normandos que llegaron a mediados del siglo XVII, y que la bautizaron así en honor a su antiguo rey Luis IX y del actual entonces Luis XIV.
Esta es la ciudad de postal. La Saint Louis en cuadrícula de arquitectura colonial hoy Patrimonio Mundial de la Unesco y de rostro entre decadente y ruinoso que va regenerándose año tras año con la llegada de nuevos turistas e inversores. Esta es la zona en la que han ido proliferando los hoteles, los restaurantes y clubes y las pequeñas tiendas de souvenirs y de moda.
La que se recorre fácilmente a pie, con sus dos kilómetros de largo y menos de medio de ancho, o incluso en calesa... Pero es sólo una Saint Louis. La otra está del otro lado del puente, en los barrios N'Dar Tout y Guet N'Dar, en una lengua de terreno que separa al río del océano. En el primero empieza a verse de verdad la vida de esta ciudad senegalesa, con el bullicio de su mercado, el mejor lugar donde comprar las telas wax que históricamente trajeron aquí los mercaderes holandeses y que hoy son ya un referente textil en el país. En el segundo es donde se produce la explosión demográfica definitiva. 
Guet N'Dar es uno de los lugares más densos de África, uno de los puntos más habitados del planeta. Cerca de 30.000 personas, una gran mayoría niños, viven en esta zona de apenas un puñado de calles literalmente atestadas de gente. Guet N'Dar es un barrio de pescadores donde de generación en generación  salen a faenar  en los cientos de piraguas pintadas de colores que se ven amarradas en el río... Todas estas piraguas  que se acumalan en la ladera del canal  que separa el barrio de la zona colonial  son los tristemente célebres cayucos que muchos senegaleses aquí han usado durante años  para alcanzar las islas Canarias. Y esa parte del pasado reciente  y del presente de la ciudad no cabe en una etiqueta. 
David López Canales. El Mundo, 26 de febrero de 2018.

viernes, 22 de marzo de 2019

La revolución de la música antigua cumple 40 años

Les Arts Florissants
Les Arts Florissants, el ensemble que fundó en Francia William Christie (Búfalo,1944), estadounidense de alma europea, celebra sus cuatros décadas de existencia con una minigira española que arranca en Madrid. Hoy inicia en el Auditorio Nacional de Madrid una minigira de aniversario en la que interpreta La Pasión según San Juan, de Bach, y que pasará luego por Valencia (sábado), y Zaragoza (lunes).
Ahora cuesta creerlo, pero hubo un momento en que en música clásica se desechaba todo lo anterior a 1750. La categoría early music (música antigua) era como un sumidero donde caían barrocos y renacentistas, madrigales y oratorios. Pero en 1979 llegó Christie con su pequeña revolución. "Las revoluciones son a veces rápidas y a veces violentas, aunque no siempre suceda así. Lo que sí ocurre en todos los casos es que una cosa sustituye  a otra, ya sea una idea ou régimen político, y se produce una tensión entre los que quieren el cambio y los que no", formula. ..
La novedad de Christie y su equipo venía del pasado, música que había que descubrir o restaurar a través de autores descartados del gran repertorio (Monteverdi, Purcell) y de instrumentos de época. Es lo que se llamó interpretación historicista o históricamente informada. A través de la investigación y de los instrumentos originales, Christie y sus músicos consiguieron devolver el sonido original de algunas piezas que, como esos cuadros bajo capas de ceras, pierden sus colores originales. "Lo único que hicimos es añadir dos siglos de música extraordinaria al repertorio", explica. "Todos esos compositores, Haendel, Purcell, Monteverdi, Bach... son tan importantes para mí como Beethoven o Wagner. No debemos caer en la limitación de decir que la música empieza con Mozart, que es lo que defiende Barenboim", protesta. "Muchos pianistas no se dan cuenta de que lo que tocan es, precisamente, música antigua". 
Incluso sus propios amigos ("Pierre Boulez siempre estaba tocándome las narices y jamás comprendió lo que hacíamos") ejercieron de resistencia. Pero el movimiento fue imparable: junto a Christie estaban René Jacobs, los hermanos Kuijken, Christopher Hogwood y en España Jordi Savall. Se triunfó por una cuestión de ánimo, según Christie. "Creo que eramos gente mucho más feliz que los músicos ortodoxos".
Darío Prieto. Madrid. El Mundo, jueves 21 de marzo de 2019

jueves, 21 de marzo de 2019

Los colores del incendio

Pierre Lemaître
Antes de triunfar a lo grande con su más feliz criatura, el carismático policía Camille Verhoeven, Pierre Lemaître (París, 1951) tuvo en el 2014 un excelente desembarco con la escena editorial española, siendo aún un desconocido, con su novela histórica Nos vemos allá arriba, cuyo eje era el final de la Gran Guerra y que había ganado el Goncourt 2013 (y vendido en Francia más de dos millones de ejemplares). Pues bien, aquel volumen era solo el primero de una trilogía dedicada al período de entreguerras, de la que ayer llegó a las librerías la segunda entrega, Los colores del incendio. Le maître sigue las andanzas de la pudiente familia Péricourt, entre finales de los 20 entre finales de los 20 e inicios de los 30 del siglo XX, en una historia que comienza con las fastuosas honras fúnebres del patriarca, el banquero Marcel. Aunque se halla en una delicada situación personal -encarcelado su exmarido por estafa-, la hija de Madeleine debe ponerse al mando del negocio familiar. Los colores del incendio ofrece un absorbente relato sobre esta toma de poder en una jungla en la que esta mujer se ve rodeada de peligrosos personajes y circunstancias porque ha de hacerse con el manejo de la codiciada fortuna familiar. Todos se enfrascan en una seductora danza ignorantes de la inminente conflagración bélica, que se está cociendo a fuego lento.
H.J.P. Redacción/ La Voz de Galicia, viernes 8 de marzo de 2019

miércoles, 20 de marzo de 2019

Un experimento fascinante

Esta semana ha terminado en Francia un experimento fascinante: el llamado gran debate nacional. Con su popularidad cayendo en picado por la crisis de los chalecos amarillos, el presidente Macron, siempre criticado por gobernar sin escuchar, dio un volantazo y llamó a sus compatriotas a expresarse. Durante dos meses han podido plantear sus quejas y propuestas al Elíseo a través de intermediarios locales, alcaldes o directamente en internet.
                                 Foto: Reuters/Emmanuel Foudrot
Cierto es que los temas venían acotados desde el Gobierno -impuestos, medio ambiente, organización del Estado y gobernanza-, lo cual para algunos viciaba la consulta. Pero ha sido un ejercicio inédito en un país de tradición tan vertical como Francia. Y va a aportar mucha información, porque hay que analizar 10.300 reuniones y un millón y medio de aportaciones en la Red. 
Macron ha asistido a muchos de esos debates interminables -seis horas algunos- desplegando sus dotes de oratoria, con camisas impolutas remangadas. La cuestión es que nadie dudaba de su capacidad de análisis: su problema siempre ha sido de bajar a la tierra, pisarla y sentirla. Hce unos días pidió a sus ministros "más propuestas rock and roll" . Que le dieran algo rápido, efectista, que se entendiera.
Loa escépticos ven la iniciativa como una operación de comunicación que se concretara en bien poco; los afines creen que el presidente ha sido valiente, que no tenía por qué meterse en semejante jardín. Los sociólogos encargados de garantizar la transparencia del debate corroboran lo que ya se sospechaba: el país vive una polarización creciente. Han participado sobre todo los votantes de Macron -una Francia urbana, favorecida, y muchos jubilados-, y sus mayores detractores. El eje tradicional izquierda-derecha ha dejado paso a ciudadanos que apoyan (mucho o poco) al presidente frente a quienes empatizan con los chalecos amarillos. Ya no se habla de la France d'en haut y la France d'en bas, sino de aquellos que tienen expectativas de futuro y aquellos que no, de los que aún confían en la política y los antisistema...
Han sido dos meses de terapia colectiva. Está por ver si habrá catarsis.
Ana Fuentes. El País, sábado 16 de marzo de 2019.

martes, 19 de marzo de 2019

Picasso y el exilio


Estamos ante El cadáver de Minotauro en traje de arlequín...
Hace 80 años, medio millón de españoles cruzaron la frontera con Francia. Republicanos derrotados. Muchos terminaron en este barrio de Toulouse, entonces obrero y pobre. Junto al Matadero, hoy museo, que acoge la exposición Picasso y el exilio. Aquí está el Picasso solidario con los refugiados y el Picasso comprometido con la República y el antifranquismo. Y el nostálgico de sus últimos días en el sur de Francia. Está ausente el Picasso que vivió sin gran sobresalto en el París ocupado por los nazis.
Estamos ante El cadáver de Minotauro en traje de arlequín, el telón que el pintor donó a la ciudad  en 1965, a raíz de la muestra de Picasso y el teatro. Fue un encargo del Gobierno francés para 14 de julio, obra de Romain Rolland que celebraba la primera fiesta nacional del Frente Popular en 1936. Picasso hizo pintar la tela de 8,3 x 13,25 metros a partir de un guache que ya tenía hecho. Un cartel mitológico que adquiere dimensión política por el contexto.
Anabelle Ténèze, directora del centro, nos explica el trasfondo: "El gesto tiene su significado; Picasso conoce bien Toulouse, ha dado dinero para los exiliados españoles y para el Hospital de Varsovia", un centro sanitario fundado en 1944 para atender los refugiados. Explica la ironía de la donación a la capital del exilio español: "El compromiso de Picasso era con la República española, no con el Frente Popular francés, que no apoyó decisivamente a su homónimo español, al no enviar tropas".
Hay que destacar la honestidad de la muestra al relatar la acogida francesa a los republicanos. No se oculta el sufrimiento en las playas "sin agua potable, durmiendo al raso". Nuestra guía recuerda que "el decreto que permitió internar en campos de concentración  (nombre oficial) a los refugiados españoles es de 1938, de un gobierno del Frente Popular que los calificará como "indeseables".
En el campo de Perpiñán estuvo internado Antonio Clavé, cartelista de la República. Uno de los autores de los que se exponen obras hechas en los campos. Es una de las decenas de artistas cuyas obras comparten las tres plantas del Matadero con una treintena de picassos. El malagueño vivía en París desde principios del siglo XX y se volcó con los llegados del 39. Donaciones propias, presencia en comités de ayuda o simplemente el aval de su nombre dan constancia de su solidaridad...
Iñaki Gil. Toulouse. El Mundo, viernes 15 de marzo de 2019

lunes, 18 de marzo de 2019

La eternidad según Van Gogh y Schnabel

Fotograma de Van Gogh, a las puertas de la eternidad
Van Gogh está de moda. A los trabajos de Dorota Kobiela, Hugh Welchman y Giovanni Piscaglia se suma ahora Van Gogh, a las puertas de la eternidad, entrega en la que el director y artista Julian Schnabel trata de capturar la forma de crear y de vivir  la soledad del pintor holandés a través de la magistral interpretación de Willem Dafoe.
 En una de las cientos de cartas que escribió a su hermano Theo, Vincent Van Gogh escribió: "Quién soy yo a los ojos de la mayoría ? Un don nadie, un excéntrico o alguien desagradable que no tiene ni tendrá sitio en la sociedad. En otras palabras, peor que la morralla. Muy bien, dando por hecho que eso sea cierto, entonces quisiera mostrar lo que hay en el corazón de ese excéntrico, de ese don nadie". 
Hoy, casi 130 años después de su muerte, ese don nadie que murió en un cuartucho de Auvers-sur-Oise habiendo vendido un solo cuadro, ese excéntrico que a través del color y las perspectivas afiladas abrió la puerta al expresionismo, esa persona desagradable que atemorizaba durante sus brotes psicóticos a los vecinos de Arlés, es el pintor más cotizado del mercado del arte y uno de los más exprimidos por la cultura popular. Los episodios más oscuros de su vida, tales como su muerte o la automutilación de su oreja izquierda, continúan debatiéndose en ciclos y exposiciones. Los libros y las películas que abordan su vida no paran de aumentar...
En Van Gogh, a las puertas de la eternidad, Schnabel conecta de nuevo con su primera gran pasión. "El hecho de que yo mismo sea pintor es algo que probablemente conlleva que mi enfoque sea diferente . Es un tema muy personal. Es algo en lo que he estado reflexionando toda la vida", asegura.
La película arranca cuando Van Gogh decide  en 1886 abandonar la niebla de París para instalarse en Arlés, una pequeña población del sur de Francia, en busca de una nueva luz para sus pinturas. Allí, la naturaleza le embriaga hasta el éxtasis y pinta la mayor parte de sus obras maestras, pero su salud mental se va deteriorando. La visita de Gauguin acaba con el famoso y trágico episodio de la oreja seccionada y Van Gogh empieza a pasar cada vez más tiempo en hospitales y sanatorios...
Javier Yuste. El cultural, 1-3-2019

domingo, 17 de marzo de 2019

El hombre que intenta unir la izquierda francesa

Raphaël Glucksmann
Raphaël Glucksmann (París, 39 años) llega con algo de retraso a la cita en un restaurante en París. El patinete  eléctrico en el que venía se le rompió a mitad de camino, cuenta y estalla en risas. Sabe que esta excusa le hará subir puntos en la escala de estereotipos del bo-bo (bourgeois-bohème), algo así como urbanita pijo de izquierdas, que arrastra. Una imagen políticamente arriesgada en estos tiempos de los chalecos amarillos que claman, precisamente, contra esa figura del político capitalino privilegiado que está más en sintonía  con las grandes ciudades del mundo que con que lo que consideran son los problemas de la Francia real.
Glucksmann lo asume. No rehúye ningún debate, ninguna discusión, ni en las rotondas de los chalecos amarillos ni en los teatros y centros sociales de toda Francia en los que lleva desde finales de 2018 presentando su último proyecto, Plaza Pública. Un movimiento con el que busca reagrupar a la izquierda francesa dinamitada tras la victoria de Emmanuel Macron en 2017 para hacerla converger, para empezar, en una lista única para las elecciones europeas de mayo. Igual que el patinete roto, también la mayoría de partidos a los que ha apelado amenazan con dejarle colgado, al menos hasta ahora. La fecha que se han fijado los cofundadores de Plaza Pública -Glucksmann, el economista Thomas Porcher y la ecologista Claire Nouvian- para decidir si siguen adelante o no con la lista es el 15 de marzo. Tampoco excluyen ya estructurarse como movimiento, aunque eso pueda contribuir, paradójicamente, a una mayor fragmentación de la izquierda.
En cualquier caso, Glucksmann parece dispuesto a seguir llamando a todas las puertas. Al fin y al cabo, este ensayista, periodista y realizador se mueve como pocos en la escena política francesa en la que acaba de irrumpir. Lo lleva haciendo desde la cuna. Nacido y crecido en los círculos de la élite política y pensadora de París -es hijo del filósofo André Glucksmann, con quien escribió el ensayo Mayo del 68 explicado a Nicolas Sarkozy- se formó en las mismas prestigiosas escuelas donde estudiaron muchos de los que hoy ocupan puestos en el Elíseo y, también, los que, desde la oposición, aspiran a gobernar Francia algún día. "Los conozco a todos", dice. Y también a muchas personalidades allende las fronteras galas. "Cuando era pequeño, el mundo entero venía a cena a casa", cuenta...
Silvia Ayuso. París. El País, lunes 11 de mayo de 2019.

sábado, 16 de marzo de 2019

Encuentro con el arte belga

Paisaje de invierno de P. Brueghel
Para los aficionados a viajar, descubrir a Pieter Brueghel el Viejo es conocer a otro gran viajero al que siempre le interesó saber más de lo que encontraba a su alrededor. Fue el primer pintor que usó sus pinceles para pintar paisajes sin que estos fueran el telón de fondo de ningún tema. La naturaleza era protagonista por sí misma, y a ella dedicó gran parte de sus obras. Por eso, además de ser uno de los padres de la pintura flamenca, pasó a la Historia como un enamorado de los entornos que le rodeaban, donde siempre encontraba inspiración. Recorrer parte de la geografía en que creció y maduró como artista es una apuesta segura por un buen viaje, plagado de sorpresas en forma de panorámicas perfectas. ¡Es otro viaje!
Nuestra ruta parte de Amberes, la ciudad de los contrastes, donde el pintor se hubiera deleitado plasmando la mezcla de su arquitectura medieval en lugares com la Plaza Mayor junto a la imagen vanguardista del Palacio de Justicia o los edificios de estilo Art Nouveau que salpican esta ciudad, hogar de algunos colegas posteriores, como Rubens o Van Dyck.
Aquí comenzó la carrera de Brueghel, ya que fue admitido como maestro en el gremio de pintores de la ciudad. Y en ella hay dos exposiciones interesantes de uno de los mejores referentes de la pintura flamenca: la del Museo Mayer Van den Bergh, que abrirá sus puertas en octubre bajo el título From Fouquet to Brueghel, y la de la casa Snijders-Rockox, que muestra la obra del hijo de Pieter Brueghel, Jan Brueghel I, también desde octubre. En Amberes siempre hay algo nuevo, aunque la visita a los lugares de siempre -como la visita a la estación central con su espectacular arquitectura- es obligada. 
Desde aquí cogeremos la E313 camino de Bokrijk, en la provincia de Limburgo, donde encontraremos una de las sorpresas más espectaculares del viaje: un museo al aire libre, con sus 120 edificios históricos  y objetos en un paisaje como de cuento, que este año muestra El Mundo de Brueghel para que los visitantes escuchen, sientan y saboreen la vida y los paisajes de su época...
Continuamos después unos 60 kilómetros hasta Bruselas, la capital belga que este año dedica algunos espacios al pintor, con muestras en la Real Biblioteca de Bélgica, la Puerta de Halle y los Museos Reales de Bellas Artes. Y ya que estamos en la gran capital europea, no podemos dejar de acudir al barrio de Les Marolles, donde vivió el artista; la iglesia Notre Dame de la Chapelle, en la que se casó y está enterrado; La grand Place, los palacios  que escoltan la ciudad, sus parques ...
Aún nos queda por conocer la campiña que rodea Bruselas con lugares como el castillo de Gaasbeek, del siglo XIII donde también hay espacio para Brueghel, que a partir de abril contará aquí con la exposición Feast of Fools, Brueghel Rediscovered...
Muy cerca encontraremos Pajotteland, los paisajes que inpiraron a Brueghel, con instalaciones de artistas y arquitectos contemporáneos al aire libre. Es la guinda del pastel. 
Pedro Madera. El Mundo, 12 de marzo de 2019

viernes, 15 de marzo de 2019

Los fieles de "San Johnny"

Fans de J. Hallyday en la misa de la Madeleine
Cada mes, cientos de fans de Johnny Hallyday asisten a la misa que le recuerda en la iglesia de la Madeleine, que reserva sus primeras filas a los "bikers"ataviados con chaqueta de cuero roja y negra. La pareja pasa de los 50, viene de la periferia y se sienta en la fila de delante de mí. "El se quita el impermeable y se queda en chándal multicolor, un águila en la espalda y Johnny Hallyday en la pechera. Ella, en cazadora estampada con la bandera de las barras  y estrellas, Destination Vegas  y firma del rockero francés.
Me pregunta donde se consigue la hoja parroquial y se excusa: "Es la primera vez que venimos". Estamos en la iglesia  de La Madeleine de París, faltan minutos para las 12.30 y como cada 9 de cada mes desde hace 15 una misa "a la intención de Johnny Hallyday" está a punto de comenzar. Una misa, 
Retratos de la leyenda del rock adornan el reclinatorio al pie de las escaleras de mármol del altar y los atriles de las lecturas. Hay algunas flores. Los habituales se saludan. Los nuevos se hacen selfies. Los bikers en chaquetas de cuero rojo y negro tienen reservadas las primeras filas de esta iglesia del siglo XIX cuya arquitectura imita un templo griego. Aquí se ofició el funeral por el cantante francés. Al ver "un millón de personas fuera aquel día, me dije que era una pena que tanta gente se quedara sin poder entrar", nos cuenta Bruno Horaist, párroco de la Madeleine y padre de la idea . Una misa de diario, cada día 9. A mediodía. Ya han completado 43 libros de condolencias.
Y aquí estamos, unos 800 fieles de San Johnny. Sí, hay jóvenes. Pero muchas más melenas lacias de pelo blanco...Silencio. Suena el órgano. El fresco de la bóveda es una representación de la Historia de Francia, "hija mayor de la iglesia". Napoleón y Pío VII, que firmaron el primer concordato, en el centro. A ambos lados, el top  de reyes  (Carlomagno, San Luis, Enrique IV y Luis XIII) y cristianos (Richelieu, Santa Juana de Arco, Godofredo de Bouillon y los Cruzados). ¿Por qué no iba a caber Johnny en este panteón?...
Iñaki Gil. París. El Mundo, lunes 11 de marzo de 2019

jueves, 14 de marzo de 2019

Bitna bajo el cielo de Seúl

Jean-Marie Gustave Le Clézio
El escritor Jean-Marie Gustave Le Clézio cumplirá el año próximo los 80 pero preserva el mismo aire de cowboy solitario y bondadoso, de gran nómada de las letras contemporáneas, un hombre tranquilo cuya cólera, dice, bulle por dentro. Le preocupan la degradación medioambiental o los horizontes sombríos para los jóvenes de hoy. La literatura en la que cree, tal como la concibe, "es una especie de llamamiento a la indignación, a la revuelta", dice apelando a Albert Camus. J-M.G. Le Clézio, Nobel de literatura en 2008, no ha perdido la energía. Ni para viajar por todos los rincones del mundo, como lleva haciendo desde hace décadas, ni para seguir escribiendo.
Mi esperanza de vida es ya muy limitada", dijo ayer en un café de los grandes almacenes parisinos Au Bon Marché, que Émile Zola retrató en su novela El paraíso de las damas. "Todavía necesito escribir, aprovechar este tiempo. Espero poder hacerlo hasta el final".
Le Clézio no dispone de un hogar fijo. Vive con su mujer a medio camino entre Nanjing (China) y Nuevo México (Estados Unidos). Ahora pasa unos días en París antes de viajar la próxima semana a Madrid. Su novela más reciente, Bitna bajo el cielo de Seúl, sale a la venta en España el 7 de marzo, publicada por la editorial Lumen y traducida por María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego.
Bitna bajo el cielo de Seúl es la historia de Bitna, que significa luz, una estudiante de casi 18 años que, para ganarse un dinero le cuenta historias a Salomé, una mujer con una enfermedad terminal. Es una novela breve y límpida, lecléziana en muchos aspectos. Lo es en el escenario exótico para la mayoría de europeos pero que el autor de Mondo y otras historias, Desierto y Diego y Frida conoce bien porque ha vivido en Corea del Sur, donde dio clases en la universidad. Es lecléziana también en la presencia de niños abandonados y todo tipo de animales. Gatos, ratas, pájaros...
Durante una época, hacia los 20 años, el escritor se dedicaba a seguir a perros abandonados por las calles de Niza, su ciudad natal. La escena aparece en su primera novela  El atestado, que en 1963, le valió el premio Renaudot y le lanzó a la fama literaria. "Los perros no van a ningún lugar, van a ver a otros perros, no tienen otro objetivo", dice ahora...
Marc Bassets. París. El País, domingo 3 de marzo de 2019

miércoles, 13 de marzo de 2019

La Inteligencia se cita en París

Emmanuel Macron presenta en París el Colegio de Inteligencia en Europa, uno de los grandes proyectos dentro del ambicioso plan de "transformación profunda " de la UE que el presidente de la República detalló en su recordado discurso en la Universidad de la Sorbona en septiembre de 2017. Al menos 30 directores de diferentes servicios secretos de la Unión, además de Suiza y Noruega, y otros 300 profesionales del sector, participan  en la cita, que incluye talleres de intercambio y mesas redondas y se vive como un gran acontecimiento dentro de la comunidad europea de inteligencia. 
Una de las intervenciones más destacadas será la del director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el general Félix Sanz Roldán, a quien el Elíseo señala como "auténtica locomotora" de la iniciativa, en contacto permanente con el coordinador francés, Pierre Bousquet de Florian. "Estamos muy agradecidos por toda su ayuda. Ha sido muy activo desde el principio como un actor principal, ha participado en todas las reuniones con propuestas propias y ha contribuido mucho al impulso del proyecto" señala un alto funcionario del Ejecutivo de París.
El papel del CNI ha sido clave, por ejemplo, para convencer a los servicios alemanes de que se involucren. La posición central de España se constatará en la primera cumbre del Colegio, que tendrá lugar en Madrid a finales de marzo, y en la que se decidirán sus órganos de gobierno, sin que deba descartarse que su dirección recaiga en manos de españolas. La idea de Macron es fortalecer los vínculos entre los órganos directivos del espionaje europeo porque el Elíseo entiende que "la distancia" y las diferencias culturales entre unos y otros es ahora mismo "excesiva" en relación a las amenazas a las que se enfrenta Europa, singularmente la del terrorismo yihadista y la de los populismos nacionalistas disolventes, en el contexto del aparente ocaso de los EEUU, la ambición creciente de Rusia y el ascenso de China. Las agencias norteamericanas no formarán parte del proyecto, como tampoco lo hará Israel, pero sí los servicios británicos a pesar del Brexit...
Joaquín Manso. París. El Mundo, martes 5 de marzo de 2019 

martes, 12 de marzo de 2019

Lautrec y sus amigos

En 1887, 32 años antes de que Duchamp le plantase bigote a la Mona Lisa, el inquieto Eugène Bataille, más conocido por su seudónimo de Sapeck, ya la había puesto a fumar en pipa  en la revista Le Rive. Apenas unos años después, Alphonse Allais se adelantaba en medio siglo a las pinturas monocromas de Yves Klein con su Combate de negros en una cueva de noche. Habría un montón de otros ejemplos. Y todos salían de Montmartre. Algo había en el aire a finales del siglo XIX en la colina parisina, además de efluvios de absenta, que lo estaba cambiando todo. 
 De eso precisamente es de lo que se ocupa Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre, la exposición que tras su paso por Caixaforum Barcelona llega ahora a la sede madrileña del espacio cultural de La Caixa. "A raíz de la derrota en la guerra franco prusiana, y los acontecimientos de la comuna de París, en 1871, emergió en Montmartre un espíritu de rebeldía e independencia política", explica el historiador y comisario  de la muestra Philip Dennis Cate. "En la década de 1870 los impresionistas empezaron a reunirse en los cafés de las inmediaciones: Pigalle, el boulevard de Clichy y demás. Pero es en especial la apertura de Le Chat Noir lo que atrae a Montmartre a numerosos poetas y artistas antiacadémicos". No es extraño que en su rechazo a las convenciones hicieran licenciosa piña con cantantes, bailarinas, prostitutas y bohemia en general en un ambiente antiburgués que celebraba la diferencia y el hedonismo. Todo valía, el único mandamiento era ser moderno. 
Un nombre acabó descollando entre todos, el del talentoso Henri de Toulouse-Lautrec. Pero, como subraya Cate, y como deja claro la muestra, con más de 350 piezas entre lienzos, carteles y publicaciones, su obra es fruto de su tiempo. "En cierto modo, esta exposición pone el arte de Toulouse-Lautrec en contexto, entre el de muchas figuras de vanguardia de Montmartre. No era un genio solitario. Se inspiró en la atmósfera artística que había alrededor, del mismo modo que él ayudó a inspirarla"...
Víctor Rodríguez. Fuera de serie. El Mundo, 19 de febrero de 2019

lunes, 11 de marzo de 2019

Háblame de tí

Fotograma de Hablame de tí
La premisa es propia de un melodrama habitual: un alto ejecutivo de una empresa automovilística, egoísta, ambicioso y sin escrúpulos, sufre un ictus y pierde la memoria  y la capacidad de hablar correctamente. Pero el desarrollo posterior se decanta irremisiblemente hacia la comedia, en virtud de un guión y una puesta en escena amables que eluden el tremendismo y el efectismo para apostar por los equívocos y los enredos, fundamentalmente lingüísticos que provoca el protagonista entre quienes le rodean, al confundir las ideas y las palabras. Unas situaciones cómicas prácticamente imposibles de adaptar o traducir a otro idioma, lo que dificulta seriamente el disfrute de las mismas a quienes no dominen el francés (los subtítulos en la versión original van por libre  y de la versión doblada mejor no hablamos), un poco como sucedía en Bienvenidos al Norte con el lenguaje ch'ti de Dany Boon. Lo que sí es universal es la memorable composición del protagonista que regala el veterano Fabrice Luchini, que no solo es capaz de sacar adelante sus disparatados diálogos sino que consigue dotar de bonhomía un personaje desagradable y antipático, epítome indiscutible del perfecto capitalista encantado de haberse conocido que debe rehacer su vida, recomenzando de cero y asumiendo sus muchos errores. Les suena, ¿verdad? Y es que la moraleja humanista y buen rollista del filme es de una obviedad clamorosa, lo cual no es obstáculo para que sea discretamente contenido. Por menos de eso, a algunas películas hasta les dan el Oscar...
Alberto Luchini. El Mundo, viernes 8 de marzo de 2019. 

domingo, 10 de marzo de 2019

Collioure-Portbou, 2

Niñon en el campo de Rivesaltes. Palul Senn
El siglo pasado vio nacer el fotoperiodismo. Las imágenes que tomó el fotorreportero Paul Senn, una suerte de Robert Cappa suizo que se dirigió a la frontera francesa para testimoniar el éxodo español, se exponen ahora en el memorial del campo de Rivesaltes, inaugurado hace algo más de tres años. Entres sus retratados figuran algunos de los miles de españoles  que fueron a parar a ese campo, compuesto de barracones precarios, algunos de los cuales aún se tienen en pie. En las fotografías de Senn vemos a mujeres y niños envueltos en mantas que deambulan  como fantasmas en tierra de nadie, y casi se puede sentir la miseria, el frío y el aliento de la muerte. Convertido por momentos en una Babel de hasta 16 nacionalidades, el campo funcionó durante varias décadas como sumidero de "elementos indeseables", ya fueran republicanos españoles o argelinos harkis. Al ver las miradas desoladas de los protagonistas de las fotografías de Senn, recuerdo un breve ensayo incluido en La revolución interior (Errata Natura), en que Lev Tolstói se pregunta para qué recordar el pasado e importunar  a la gente como él. El novelista ruso concluye que los errores del pasado, tan evidentes hoy en su absurda y monstruosa crueldad para nosotros, perviven en el presente con nuevas formas y nombres, no menos monstruosos. Como afirmaba Susan Sontag, hay que permitir que las imágenes atroces nos persigan, porque nos dicen esto es lo que los seres humanos se atreven a hacer, convencidos de que están en lo justo.
Walter Benjamin hizo el trayecto en sentido contrario al de Machado un año y medio más tarde. Lo interceptó la policía española cuando quería alcanzar Lisboa para poner rumbo a América y, como a Machado, la desesperación lo consumió en una habitación de hotel. En el memorial dedicado al filósofo alemán en Portbou están grabadas unas palabras suyas:"Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres". Consta de un estrecho pasadizo de hierro que va a morir al mar. En los últimos peldaños se yergue un cristal, detrás del cual queda atrapado el visitante, metáfora de la imposibilidad del paso. Inevitable no trasladarse a septiembre de 1940 y no sentirse por unos instantes como Benjamin, una figura huérfana suspendida sobre las aguas turbulentas de la Historia.
Marta Rabón. El País, miércoles 6 de marzo de 2019.



sábado, 9 de marzo de 2019

Collioure-Portbou

El  hotel Bougnol-Quintana
Este febrero solo la tramontana que sacudía Collioure daba una remota idea de aquel invierno especialmente frío de hace 80 años, cuando el jefe de la estación vio bajar del tren a un Antonio Machado ligero de equipaje. Su último y diáfano verso, una hermosa despedida escrita a la vida ("estos días azules y ese sol de la infancia"), se encontró en el bolsillo de su gabán, con el que atravesó los Pirineos nevados, como otros cientos de miles de españoles durante la Retirada, tras la caída de Barcelona. Da la impresión de que todo este pueblo costero -piedra,mar, árbol-arropa la tumba del escritor, cubierta con flores, poemas y velas con motivo del aniversario de su muerte. En la lápida desentona ahora una reciente placa-adefesio que, con falta de humildad  y de buen gusto, se ha colocado a la altura de la efigie de Machado, que mira para el otro lado. La firma el Gobierno de España, el mismo que parece excusarse por décadas de indiferencia. El abandonado hotel Bougnol-Quintana, una de cuyas habitaciones acogió la tristeza y la muerte de Machado, se erige, a su vez, como un irónico monumento a nuestros Gobiernos anteriores incapaces de abrir puertas y ventanas para ventilar las estancias con aire fresco.
En La destrucción de la memoria, Robert Bevan (La Caja Books) apunta que la arquitectura genera significado por su función cotidiana, por su presencia en el paisaje, por su diseño o como mero contenedor de historia y memoria. A 18 kilómetros de Collioure, en el municipio de Elna, se levanta un placete de tres plantas, coronado por una cúpula acristalada, entre huertos y un pequeño bosque, hoy reconvertido en museo. En 1939, una joven maestra suiza, desplazada allí para socorrer a los refugiados, vio en esa estructura abandonada el lugar ideal para acondicionar una maternidad, destinada a las mujeres embarazadas que malvivían en los insalubres campos de internamiento del sur de Francia, especialmente el de la cercana playa de Argelès-sur-Mer, en cuya inhóspita arena muy pocos niños sobrevivían. Con ayuda de su país y donaciones particulares, Elisabeth Eidenbenz creó un espacio de dignidad y resistencia para las mujeres, cuidadas con mimo antes y después de dar a luz. Las fotografías que ella misma tomó dejaron constancia del pequeño milagro y de la celebración de la vida que ocurrió entre esas paredes, acorraladas por el hambre, la ruina moral y la muerte. En la sala de partos, entre diciembre de 1939 y abril de 1944, nacieron casi 600 niños, hijos de refugiadas de la Guerra Civil y de judías que escapaban del horror nazi. En aquel solidario y efímero reino de mujeres no se hacía distinción entre sus ocupantes, sin importar su religión,nacionalidad o clase...
Marta Rebón. El País, miércoles 6 de marzo de 2019

viernes, 8 de marzo de 2019

Boris Vian, canciones sin corsé

Boris Vian
El editor y promotor musical Jacques Canetti, recordando su época de colaboración con Boris Vian (1920-1959), se quejaba de no haber sido lo bastante receptivo a las ideas del versátil creador. "Cuando vuelvo a leer las canciones que escribió, comprendo que se había adelantado a la sensibilidad de la gente". En la década de los años cincuenta del siglo XX, Canetti ejerce de director del sello Philips en Francia. Y el hermano del autor de Las voces de Marrakech suma a sus actividades artísticas la dirección del cabaret Les Trois Baudets, uno de los locales de moda del París existencialista de Saint-Germain -des-Prés. Sobre el escenario la figura de Boris Vian cantando Le Déserteur, una canción antimilitarista creada durante la guerra de Indochina, provoca toda clase de insultos. Entre los testigos se encuentran un todavía no muy conocido pianista Lucien Gainsbourg, para la canción y el escándalo Serge Gainsbourg. Décadas después, Gainsbourg, con su adaptación de La Marsellesa a ritmo reggae, volverá a levantar parecidas reacciones entre la clase más patriótica del hexágono. De Vian, el autor de Je t'aime, moi non plus, también asimilará sus ingeniosos juegos de palabras, deformaciones fonéticas, una actitud de indiferencia ante la dificultad de vivir, la ironía frente a la indignación. Una escritura que no renuncia a su voluntad de sumar sarcasmo y lirismo. 
Sesenta años después de su muerte, la figura y la obra de Boris Vian no han dejado de ensancharse en ese gran puzzle creativo donde se juntan el animador del París existencialista de posguerra; el amante -y practicante- de jazz; el escritor y su cara B,  Sullivan, el seudónimo con el firma algunas de sus "escandalosas" novelas; el autor de textos insolentes de canciones; el crítico musical; el ilustre miembro del Colegio de la Patafísica, una institución patrocinada por Alfred Jarry; el dandi flemático y distante sobre el escenario...El jazz y la canción serán sus dos grandes pasiones... A pesar de la incomodidad que producen sus textos transgresores, surrealistas, su repertorio poco a poco se abre entre entre algunos intérpretes, como el cantante franco-argelino Mouloudji, que convierte Le Déserteur en su canción emblema. Después de su muerte en 1959, voces como la del actor-cantante Serge Reggiani rescatan su repertorio produciéndole sucesivos renacimientos musicales. A las  puertas de la celebración, el próximo año, de su nacimiento, Boris Vian puede presumir de haber escrito una obra de la A a la Z.
Carles Gámez. Babelia. El País, sábado 16 de febrero de 2019 

jueves, 7 de marzo de 2019

Hacia la belleza

David Foenkinos en el museo Thyssen. (Foto de Gonzalo Pérez)
Cuando tenía 16 años, a David Foenkinos (París, 1974) le diagnosticaron una enfermedad cardíaca que lo mantuvo dos meses ingresado en un hospital. El chaval, que nunca había sido demasiado amigo de los libros, se convirtió en un devorador de páginas. "Estaba solo y los libros me salvaron. Por eso, cuando salí del hospital, comencé a tocar música, a visitar museos, a pintar...", recuerda. Y de aquella búsqueda incesante de la poesía en todas sus vertientes quedó un poso que ahora se manifiesta en su texto más personal, Hacia la belleza (Alfaguara).
En su nuevo libro, Foenkinos cuenta la historia de Antoine, un profesor de Bellas Artes de Lyon que cambia su trabajo en la escuela por el de vigilante de la sala del museo de Orsay de París en la que se encuentra el cuadro Jeanne Hébuterne, de Modigliani. Su única obligación , desde entonces, será la contemplación de la belleza. "La belleza es un estado interno de tranquilidad, de apaciguamiento", explica Foenkinos, uno de los novelistas galos más exitosos. "Cuando uno escribe, aspira a encontrar la emoción estética, aunque yo soy consciente de mis límites", asegura un autor que ha vendido millones de ejemplares de obras como La delicadeza o Charlotte.
En Hacia la belleza, traza también un paralelismo entre la apasionada relación entre Modigliani y su musa Jeanne Hébuterne y el vínculo que establece Antoine con una joven estudiante de arte, Camille, que guarda un oscuro secreto dentro de ella que terminará marcando su destino.
"Cuando terminé este libro, aún no se había producido la toma de conciencia del  #Me Too. Nuestra época es complicada y a veces deprimente, pero sin duda lo que está ocurriendo con las mujeres es lo mejor que ha pasado en años. Los hombres estamos entendiendo por fin qué es lo que han sufrido las mujeres durante mucho tiempo en su vida cotidiana, cómo se han sentido observadas y juzgadas por su apariencia física. Y que todo eso esté cambiando me hace muy feliz", celebra.
Á, S. Madrid/Colpisa. La Voz de Galicia, lunes 11 de febrero de 2019 

miércoles, 6 de marzo de 2019

Citroën, premiado en Madrid por los periodistas gallegos

 Factoría Centro Vigo-Grupo PSA
En un acto presidido, el viernes 22 de febrero, por la ministra de Industria, Reyes Maroto, el director general de la factoría Centro Vigo-Grupo PSA, Ignacio Bueno, recibió el premio Gallego del Año 2018 que concede el Club de Periodistas Gallegos en Madrid. A la ceremonia asistieron también el conselleiro de Economía de la la Xunta, Francisco Conde, y representantes de organizaciones patronales y del sector automovilístico, junto a un nutrido grupo de socios de la entidad. Este galardón fue instituido en 1988, y entre los agasajados figuran los escritores Gonzalo Torrente Ballester y Camilo José Cela; los empresarios Roberto Tojeiro, la condesa de Fenosa y Rosalía Mera; la empresa Inditex, la moda gallega, el cardenal Rouco Varela, el jurista Rodríguez Bereijo, el músico Carlos Núñez, el actor Fernando Rey y el traumatólogo Miguel Cabanela, entre otras personalidades e instituciones de la comunidad.
La titular de Industria subrayó el "merecido reconocimiento a una trayectoria  comprometida con la innovación, la creación de empleo y de riqueza de Galicia". Manifestó su confianza en que "las medidas tomadas recientemente por este Gobierno, como por ejemplo el contrato relevo que se venía reclamando desde hace años, mejoren la competitividad del sector del automóvil en España, al permitir captar talento joven y rejuvenecer las plantillas".
Por su parte, Conde, que pronunció la laudatio, recordó que PSA ha estado unida al desarrollo económico e industrial de la comunidad desde su instauración en 1958. Destacó también que PSA está liderando la transformación del tejido empresarial gallego hacia la Industria 4.0.
El máximo responsable de la factoría resaltó el "significado especial" que representa ser reconocidos por el CPGM, "desde el cariño que sienten por Galicia" y remarcó la "galleguidad" de la fábrica olívica, de la que puso de relieve su eficiencia...
Vicente Plaza. El Correo Gallego, sábado 23 de febrero de 2019 

martes, 5 de marzo de 2019

Balthus. La tensa inocencia de la juventud

Thérèse soñando, 1938. Balthus
El Museo Thyssen-Bornemisza propone una revisión del gran artista de origen germano y polaco a través de 47 piezas, de las que más de 15 no se han visto antes en España. La muestra impulsada en colaboración con la Fundación Beyeler de Basilea (Suiza), despliega algunas de las obras principales de la producción de Balthus. Los desnudos de adolescentes, los paisajes de posguerra, los autorretratos, alguna escena callejera (como la del excelente La rue, 1933). El comisario de la muestra abierta hasta el 26 de mayo, es Juan Ángel López Manzanares.
Hay que entender que pintar, para este artista, tiene mucho de tránsito: un paso del caos a las emociones; y de ahí a un nuevo orden posible. Ejerció una figuración de formas contundentes y contornos muy delimitados. Logró un extraño equilibrio entre erotismo e inocencia, sueño y misterio con realidad, tranquilidad con tensión extrema. Eso sucede, por ejemplo, en cuadros como Los buenos tiempos (1944-1946), Le lever (1955). También en Los hermanos Blanchard (1933) que perteneció a Picasso y fue la primera obra de un artista vivo que se expuso en el Louvre.
El escándalo fue un lugar imprevisto y sagrado para Balthus. Sumó complicidades fabulosas (Breton, Picasso, Pierre Jean Jouve, Artaud, Cocteau, que se basó en su familia para Les enfants terribles) y desacuerdos sonoros. La poesía orbita alrededor de su pintura con un ejército de misterios desposeído de emociones primarias. Balthus es sofisticado, felizmente antiacadémico, capaz de adentrarse en oscuridades que están más en el aroma de un cuadro, en su peligro, que en su apariencia. La batalla de Balthus es serena y antirromántica. En su pintura no hay catástrofe sino alusión a enormes tensiones. A diferencia de los adictos a la velocidad y al futuro, él es hijo de la crisis de valores que azota Europa después de la catástrofe de la I Guerra Mundial.
En su obra deja asomar una veta de cierta melancolía de cuando la vida no estaba acosada por la aceleración y existía un vínculo con el arte, con la cultura. La exposición recorre más de seis décadas de oficio, incidiendo en la riqueza de una pintura que hace de lo intelectual una estética. Ahí está El rey de los gatos  (1935), un autorretrato altivo, casi disociado de su tiempo, de las apariencias de su tiempo.
Pero donde el pulso de Balthus adquiere los mejores picos arteriales es en los trabajos sobre las adolescentes, donde algunos gendarmes de la moral sitúan el escándalo. Como si no hubiese algo más. Muchacha dormida (1934), La habitación (1948), Desnudo durmiendo (1945), Le lever (1955), La habitación turca (1966) y Thérèse soñando (1938). Sobre estos cuadros del siglo XX ha caído una polémica trasnochada y melancólica del siglo XXI...
Antonio Lucas. El Mundo, 17 de febrero de 2019

lunes, 4 de marzo de 2019

El libro de imágenes

Fotograma de 'El libro de imágenes',  (Avalon)
Advertencia: la película no es apta para alérgicos a Godard. Léase: aquellos a los que ese clásico vivo que es Jean-Luc Godard produzca cólicos. El libro de imágenes puede llevarle a la uci...No es frivolidad. A punto de ser nonagenario, quien contribuyera a cambiar el cine contemporáneo en la Nouvelle Vague, junto a otros jóvenes turcos en la órbita de Cahiers du cinéma, para evolucionar más tarde, desde la periferia del mayo del 68 francés, a posturas ideológicas y narrativas extremas. hasta el punto de acabar peleado con su viejo amigo Truffaut-, mantiene una lucidez realmente pasmosa, unida a un claro desprejuicio intelectual. A Godard el preocupa el rumbo de atonía, muerte y destrucción que está tomando la sociedad actual, y apoyándose en el universo audiovisual y su jugoso banco de imágenes, estructura un discurso tan vivo, ágil y denso como tendente al pesimismo.
Si en el pasado festival de Cannes, se llevó una Palma de Oro especial -un homenaje casi en clave testamentaria-, la crítica osciló con su filme entre la condescendencia, la entrega entusiasta y el reproche contumaz.
Su libro es como una mano y sus cinco dedos, los apartados en los que articula sus reflexiones y que -al menos para este crítico- requiere no uno sino varios visionados, lo que, paradójicamente, resulta una virtud. Sus páginas son también un tratado de semiótica audiovisual, entrando a saco en planos y escenas ajenas y propias -algunas de su filmografía-, descomponiendo imágenes, trayéndolas al contexto necesario, para derivar a una secuencia final que resulta el redondeo perfecto, sacada de Le plaisir (1952) de Max Ophüls. También con Hitchcock y Buñuel muy presente, con el género documental como cámara viva, con off de voz y de música, inserto de textos, un discurso en clave se sinfonía que o acabas seducido por ella o la acabas odiando. Te deja una aguda sensación de limitación comprensora como espectador, y al tiempo despierta admiración cinéfila. Un a contradicción que está en el ser godardiano: o le envías un ramo de rosas o le arrojas ácido sulfúrico...
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, lunes 25 de febrero de 2019

domingo, 3 de marzo de 2019

El vino y el roble: una eterna historia de amor, 2

El bosque. "Silencio, se rueda", parece que ordena alguien, porque en la parcela 256 del bosque de Darney no han madrugado ni los pájaros. El silencio es casi total, salvo por el crujir de algunas ramas. A más de dos horas al este de Beaune, la capital borgoñona, apenas si hay claros en el monte pese a lo cual es un robledal ordenado. Marc Ballard, responsable de compra de troncos del aserradero de Merrain International, reclama la atención y coloca un cordón de seguridad  a unos cuarenta metros de un roble marcado. Lleva 28 años ayudando a sus clientes a elegir los mejores ejemplares, después de otros 15 en un aserradero familiar en el que aprendió a radiografiar los troncos con su mirada.
El ruido de la motosierra irrumpe durante apenas un minuto y deja paso a un estruendo sordo. Después de más de 180 años de un crecimiento controlado, el roble cae hacia una zona limpia. "La imagen es muy potente", explica el sumiller de Can Roca, Alex Carlos. "Ahora el vino también va a tener sonido en mi imaginario. Es muy interesante contar a los clientes que degustan un vino cómo es la viña, pero también que sus aromas tienen que ver con el bosque del que viene la barrica".
Olivier Pibot y Natasha Sukowsky, dos de los centenares de empleados públicos de la Office National des Forêts (Oficina Nacional de Bosques, ONF), observan a Ballard cuando inserta de  un martillazo un código de barras en el tronco. Sus dimensiones, edad y geolocalización le acompañaran hasta la barrica. En Francia gran parte del sistema de gestión y explotación es público. Ellos certifican el origen de la madera hasta la bodega, y suya es la responsabilidad de repoblarlo, limpiarlo y seleccionar los retoños, controlando el número de ejemplares por metro cuadrado hasta el objetivo final de uno cada ocho metros. "El sistema público genera empleo local, recursos para la comarca, evita la especulación y garantiza a las siguientes generaciones el mismo bosque que nos encontramos", explica Pibot. No le gusta hablar de precios, pero del tronco recién cortado van a salir cuatro o cinco barricas y costará unos 2.000 euros.
La humedad se mete hasta los huesos en esa zona del bosque. Una copa de vino de Finca La Reñana de Luis Alegre ayuda a fijar los conceptos y a quitarse el frío de encima. El glamour del roble francés empieza en el bosque. Con cuidados que se prolongan durante décadas, logran optimizar la estructura interna que lo hace extraordinario: granos finos en los que se encapsulan los sabores más preciados como vainilla o clavo, y líneas medulares, como los radios de una bicicleta, claras y marcadas...
Pedro Gorospe. El País Semanal, 15 de de febrero de 2019