sábado, 30 de abril de 2022

Flaubert al aire libre: "Por los campos y por las playas"

Estudio de Flaubert en Croisset de G.A. Rochegrosse.

Desde su consagración como autor de Madame Bovary hasta estos días en que celebramos el 200ºaniversario de su nacimiento, ha predominado la imagen del escritor en su guarida -el estudio de Croisset-, durante jornadas maratonianas que lo dejaban al borde de la extenuación física y mental. Mas antes de construir su forzada vida de anacoreta y parapetarse tras un muro estoico para defenderse de la repugnancia que le producía "el elemento externo", Flaubert vivió años de zozobra: "Amarga juventud", "angustia atroz", "aburrimiento radical, íntimo, acre, incesante", "vacío inaudito", "hastío colosal, ávido, devorador", "apatía insuperable"... son expresiones que abundan en sus cuadernos y en las cartas de los primeros años cuarenta. Preludian la grave crisis nerviosa de 1846, cuando a los demonios interiores- la feroz batalla por la escritura que aún le hacía sentirse limitado y mediocre-, se le sumó la doble muerte de su padre y su hermana, sin que la relación con Louise Colet, a quien conoce ese verano, sirviera de consuelo. 

De tal situación lo salvará un modesto viaje por Normandía y Bretaña que, junto a su amigo Du Camp, emprende el 1 de mayo de 1847, experiencia recogida en Por los campos y por las playas (publicado póstumamente en 1885, cuyos capítulos pares van firmados por Flaubert  y los impares, por su compañero. Es una fuga en toda regla: huían "de costumbres recibidas, de convenciones sociales, de ternuras maternales", con el único propósito de "ir el uno al lado del otro durante cuatro meses, al azar de las carreteras, al azar de los alojamientos, a través de la naturaleza ; nos parecía que nos liberábamos de la vida civilizada y que volvíamos a entrar en la vida salvaje".

No hay planes que valgan en esta fantasía vagabunda, ni guías o recomendaciones, ni tampoco erudición, como se observa en la estupenda sátira sobre las conjeturas y las boberías escritas a propósito de los restos celtas de Carnac. Para estos observadores humorísticos y soñadores literarios solo rige el afán de ir a la ventura y la disposición a admirarlo todo, siguiendo caminos "hechos para los pensamientos ociosos y las conversaciones".

Como viajero romántico, Flaubert presta especial atención al arte y a la historia, brindando al lector minuciosas descripciones de castillos, monumentos, cuadros o esculturas, así como amplias narraciones de sucesos pasados, incluyendo las leyendas. Sin embargo el narrador pronto manifiesta su cansancio y sustituye toda esa materia por los autorretratos del viajero-fabulador entregado a ensoñaciones o a la contemplación del paisaje, en un anhelo de comunicación mística con la naturaleza muy similar al transporte amoroso. "Habríamos querido perdernos en ella, ser tomados por ella o arrebatarla en nosotros". Entusiasmado y pletórico, se entrega a observar lo real, por prosaico y elemental que sea: el matadero de Quimper, mercados y ferias, procesiones, la inauguración de una era de trillar, una pelea de perros... En todas esas impresiones, comprobamos cómo la aventura nómada se convierte en genuina experiencia estética, que puede versar sobre el color local, las nuevas formas de lo grotesco y horroroso, o la alianza entre belleza y verdad. Así, a la originalidad de Turena la califica de prosa cantada, mientras que Brest -arsenal, presidio, fortificaciones, talleres, muelles- le parece "un mecanismo sombrío, despiadado, forzado" que le "llena el alama de tedio". Las impresiones aquí recogidas tienen por denominador común el rechazo del orden y la regla, y la feroz crítica del artificio o el adorno superfluo: cualquier operación que apunte o atente contra lo natural o espontáneo, cualquier intervención que altere la forma o la idea primigenias, será severamente censurada. 

Particular interés ofrecen las páginas donde vemos al joven Flaubert encaminar sus pasos hacia lugares que fueron patrias espirituales  de aquellos en quienes se reconoce y cuya filiación estética admite como seña de identidad propia -las peregrinaciones destinadas a conocer el "lugar del genio"-, en la creencia de que tales escenarios conservan algo del ideal vivido por aquellos maestros cuando gestaban sus obras. En Blois será el recuerdo del joven Victor Hugo y de su admirado Balzac, preguntándose si fue de esa región de donde extrajo sus heroínas; en la gruta de Eloísa aprovecha para censurar la conversión de una figura tan elevada en "algo banal y bobo, el prototipo soso de todos los amores contrariados, y el ideal estrecho de la muchachita sentimental"; en el islote de Grand-Bey, ante la tumba de Chateaubriand, rinde amplio tributo a su memoria, con abundantes evocaciones de René.

El desasosiego de la belleza que persigue Flaubert ya da aquí sus frutos, con páginas espléndidas que encierran prefiguraciones y ecos, reflejan su bufonería, muestran su impar imaginación plástica y apuntan el "método de despliegue" que en su escritura definió Nabokov.

Poco después, en octubre de 1849, emprenderá su soñado viaje a Oriente: 20 meses de peregrinación con los que clausura definitivamente su juventud, para convertirse en el hombre-pluma entregado por completo a Madame Bovary. 

Ana Rodríguez Fischer. El País, viernes 15 de abril de 2022

viernes, 29 de abril de 2022

Es música: disfrútala, no hace falta que la entiendas

Duke Ellington y su orquesta.

Jean Cocteau  explica que, para los creadores el juego puede ser origen de una belleza nueva, pero que en muchos casos el público rechaza este elemento lúdico, pues considera que el artista debe ser una persona solemne "con la cabeza entre las manos". La idea de que en la música lo fundamental es intelectual es falsa, pero sobre todo es nociva. Los músicos de cualquier género o cultura estudian y aprenden con herramientas que son, en parte, intelectuales, desde luego, pero a la hora de hacer música -se trata de componer, interpretar o improvisar- dejan todo eso de lado. "Apréndelo todo y después olvídalo", recomienda Charlie Parker. Y también: "No pienses. Deja de pensar". Anton Webern, uno de los principales exponentes de la música dodecafónica, cuenta que el método que la genera fue un descubrimiento "instintivo". Sin embargo, ambos músicos han sido criticados por intelectuales y su obra produce un gran rechazo en alguna gente que intenta "entenderla". Estoy convencido de que si se limitaran a escuchar  y a abrirse a lo desconocido, muchos oyentes podrían ampliar tanto sus gustos como el registro de sus emociones  y su visón del mundo.

En otras disciplinas encontramos numerosos creadores que defienden este mismo punto de vista. Paul Cézanne, por ejemplo, que con su concepción de la pintura allanó el camino del arte no figurativo y es el origen de todo un linaje de pintores "intelectuales", lo explica de este modo: "Si una teoría me arrastra ahora contrariando la de la víspera, si pienso mientras pinto, si intervengo, todo se derrumba".

Pero no solo los artistas -esos irreverentes, al fin y al cabo- defienden este enfoque. Kant sostiene que las ideas estéticas se contraponen a las ideas de la razón, pues existen "sin concepto alguno", y que hay dos clases de belleza. la belleza adherente, que presupone cómo debería ser el objeto y está condicionada por dicha presuposición, y la belleza libre, que no presupone nada sobre el objeto. La música, desde luego, es para él un ejemplo de belleza libre. Schopenhauer afirma que la experiencia estética es como una tempestad violenta que nos arrolla y que debemos dejarnos llevar sin oponer resistencia si queremos que sea plena. Nietzsche declara que en la música "algo jamás sentido aspira a exteriorizarse" y que el oyente puede entregarse a ella abandonando sus ideas e incluso su identidad, en una experiencia que se llama "el olvido de sí".

Duke Ellington también lo expresa con claridad: "No creo que la gente tenga que saber de música para poder apreciarla o disfrutarla". Lo que la música suele pedirnos es una desconexión de lo intelectual, una permanencia en el plano de lo sentidos y una escucha desprejuiciada, tres cosas que estamos acostumbrados a no dar. Una pequeña toma de conciencia, un leve cambio de actitud, puede permitir que nos acerquemos a muchas cosas que nos estamos perdiendo.

Mariano Peyrou. El País, domingo 17 de abril de 2022.

jueves, 28 de abril de 2022

Vivir con nuestros muertos

Delphine Horvilleur

Delphine Horvilleur (Nancy, Francia,1974) vive en un entierro perpetuo. Asegura que oficia muchas menos bodas que funerales. "Hoy en día se muere más gente de la que se casa", bromea en su apartamento en el centro de París, tan elegante como reacio a la ostentación. Es una de las primeras mujeres que ejerce de rabina en Francia y, como tal, lleva años acompañando a familias que pierden a sus seres queridos. De esa experiencia ha surgido una obra, Vivir con nuestros muertos (Libros del Asteroide), que se convirtió en un fenómeno editorial en la Francia de la covid. La autora, vinculada a una de las sinagogas más progresistas de París, reinterpreta los textos sagrados y rememora algunos episodios clave de su vida, alternando sabiduría ancestral y señas contemporáneas con el objetivo de que afrontemos la muerte con mayor serenidad. "Los textos sagrados abren un pasadizo entre los vivos y los muertos", asegura.

PREGUNTA. ¿Qué cree que revela el éxito de su ensayo, que en Francia vendió más de 200.000 ejemplares pese a que las librerías estuvieron medio cerradas?

RESPUESTA. Yo fui la primera sorprendida. Hasta ahora había escrito libros sobre el judaísmo que interesaban a un número reducido de lectores, Este logró ir mucho más allá de mi público habitual. Me hizo pensar en la carencia o el hueco que tal vez estaba llenando. Podemos hablar de la pandemia y de cómo el virus nos ha obligado a encararnos con el duelo de nuestros seres queridos, con el miedo a que la muerte aparezca a la vuelta de la esquina. El actual sentimiento de crisis ha despertado ciertos fantasmas íntimos con los que todos convivimos.

P.-¿Quería oponerse al tabú social sobre la muerte y el duelo?

R.- Sí, el éxito del libro me ha permitido entender mejor hasta qué punto hemos dejado de lado las cuestiones tan importantes como la muerte y el luto. No existen tantos lugares donde la gente pueda hablar abiertamente de ello. En las sociedades tradicionales había figuras, como el chamán, que nos ayudaban a convivir con lo que nos atormentaba. En nuestras sociedades modernas e individualistas, actuamos como si la muerte no existiera.

P.-En los últimos años ha surgido toda una nueva literatura del duelo, de Joan Didion a Chinamanda Ngozi Adichie. Muchos eses libros se han convertido en best sellers. ¿Nos dirigimos a la literatura como antes acudíamos al cura o al rabino?

R.- Ante la muerte, seguimos necesitando un relato sagrado, una narración que nos haya precedido y que siga existiendo cuando ya no estemos. Un año después de la publicación del libro todavía sigo recibiendo cientos de cartas de lectores que quieren seguir conversando conmigo tras leerlo. Todos necesitamos que alguien escuche nuestras historias, queremos depositarlas en alguna parte. Y muchas veces no sabemos a quien dirigirnos...

P.- ¿Está sustituyendo la literatura el rol que solía tener la religión?

R.- No creo que la haya sustituido, pero sí tiene el mismo papel: el de unir y religar. Religión viene, después de todo, del latín religare. Buscamos desesperadamente un vínculo con los demás, tal vez porque las crisis y las guerras lo están destruyendo. La literatura cumple esa función. Es uno de esos lugares. Es uno de esos lugares donde ese nexo sigue siendo posible.

P.- Otra clave de su éxito ha sido reinterpretar los relatos bíblicos conectándoles con la actualidad, al margen de toda ortodoxia.

R.- Esos textos siguen siendo una guía, como lo suelen ser todos los grandes relatos, porque entran en resonancia con nuestras experiencias. El problema es que la lectura puede hacerse de muchas maneras distintas. Basta con observar los fundamentalismos religiosos que utilizan esos relatos al servicio de un discurso mortífero y extremista. A un texto religioso le podemos hacer que diga cualquier cosa. Puede alimentar un proyecto de vida, pero también otro de destrucción. Uno de apertura a los extranjeros, pero también otro de corte ultranacionalista. Uno feminista y también otro misógino...

Álex Vicente. Babelia. El País, sábado 9 de abril de 2022

miércoles, 27 de abril de 2022

Una peregrinación a Santiago con mucha ciencia

"Descubrir una Galicia nueva a los peregrinos". Eso es lo que pretende "Caminos de Ciencia. Guía de viaje para peregrinos curiosos", que ofrece una perspectiva distinta sobre la ruta jacobea: el botafumeiro pero con el punto de vista de la física, las marcas del cantero existentes en la catedral para su construcción, así como la salamandra rabilarga, el oso pardo, las hayas de Liñares en el Cebreiro o el cielo estrellado libre de contaminación lumínica. Todo para ofrecer una peregrinación por las etapas gallegas del Camino Francés y el de Invierno desde una mirada científica. "Lo que intentamos es explicar el patrimonio cultural y natural desde diferentes disciplinas como la geología, la botánica, la química, la astronomía, la zoología, la arqueología...", resalta Maite Vence, de Observer Turismo Científico, que impulsa esta iniciativa con el apoyo de la Secretaría General de Política Lingüística de la Xunta de Galicia.

La guía que puede consultarse tanto en una publicación como a través de interent, muestra un recorrido de 31 municipios de las cuatro provincias gallegas siguiendo las etapas clásicas e incluyendo los puntos más destacados desde el punto de vista científico. Además, en algunos casos propone pequeños desvíos para visitar enclaves de interés fuera de la ruta.

La intención "es una mirada diferente, ver que la ciencia está escondida en cada caso", resalta Manuel Vicente, miembro también del equipo redactor de esta guía, poniendo el ejemplo de las matemáticas en la escalera helicoidal de Bonaval o en el propio botafumeiro, pero también citando figuras como la de Antonio Casares Rodríguez, pionero en la anestesia con éter y cloroformo en España y también en la luz eléctrica con un arco voltaico en la Facultad de Geografía e Historia. La guía sale inicialmente en gallego pero no descarta su traducción.

La Voz de Galicia, martes 12 de abril de 2022

martes, 26 de abril de 2022

Picasso y Dalí prêt-à-porter

Vestidos con telas de Andy Warhol al lado de otro
de Zandra Rhodes (derecha). 
Angel Manso

El arte de la confección de tejidos emerge en la exposición Textiles de artistas de la Fundación Barrié de La Coruña como un modo de conocimiento del mundo que transciende la, quizá, ingenua intencionalidad política de democratizar el arte a través de los objetos cotidianos. Que empresas como White Stag utilizaran los estampados de tauromaquias de Pablo Picasso para confeccionar prendas après ski poco tiene de democratización y mucho de exclusividad, aunque  no por ello disminuya su valor  histórico como testimonio de una época.

La muestra, ideada por Zandra Rodhes, una diseñadora textil icónica de los sesenta y fundadora del Fashion and Textile Museum de Londres, museo del que parte el proyecto, junto al comisario Dennis Nothdruft, propone el arte textil como algo más que una expansión de lo pictórico, también como deseo del espíritu de una época y, sobre todo, como soporte para los vanguardias artísticas del siglo XX. Producida en 2014, en su octava itinerancia (después de haber visitado países como Estados Unidos, Canadá o China) teje una compleja revisión histórica con más de 130 piezas de diseños textiles del siglo XX y un anexo del XXI, y reúne artistas icónicos como Picasso, Dalí, Chagall, Moore, Miró o Matisse hasta Damien Hirst o Sterling Ruby -con algunas piezas que se muestran ahora en primicia mundial, como los estampados de helados de Andy Warhol-. Sitúa además la ciudad herculina como un destino privilegiado para ver moda. (...)

La historia del arte moderno puede destilarse del análisis estilístico de los patrones gráficos y de los estampados. En Textiles de artistas podemos ver cómo los diferentes movimientos artísticos de las vanguardias -fauvismo, constructivismo, surrealismo o pop- han creado alianzas poderosas con el arte textil desde las atalayas británica y norteamericana, cuyas industrias renacieron de las privaciones de las guerras gracias a la exportación de sus tejidos.

Destaca la primera pieza del recorrido expositivo, un tapiz de Damien Hirst titulado Entra en el infinito: Revelación (2016) un exquisito trabajo en tela Jacquard, a partir de una de sus famosas pinturas Giro, realizado en colores primarios que se mezclan en el ojo y no en el lienzo, debido al movimiento explosivo de la propia composición.

Otro fantástico ejemplo es la ilustración satírica del arquitecto e ilustrador rumano Saul Steinberg  que salta desde las páginas del New Yorker en el año 54 a los tejidos destinados al mercado interiorista de alta calidad. El encargo de Piazza Prints tuvo un enorme éxito manteniendo el estilo Steinberg como buque insignia de la marca hasta 1968.

El diseño textil, en definitiva, conecta disciplinas como la arquitectura, el diseño de moda o de interiores y se vuelve medio y mensaje, identidad artística de pleno derecho diluyendo la sofocante experiencia de lo doméstico y haciendo nuestras vidas un poco mejores. Nunca podremos colgar un Picasso en nuestras paredes, pero sí sobre nuestros cuerpos.

María Marco. El Cultural, 25-3-2022 

lunes, 25 de abril de 2022

París, distrito13

Como bien anota el título, el filme se ambienta en el distrito 13 de París, en la margen izquierda del Sena, un barrio sin glamur pero con mucho cemento y grandes bloques de viviendas, aunque allí se instaló la Biblioteca Nacional de Francia. Entre sus casi doscientos mil vecinos están Émilie, Camille y Nora, tres jóvenes que andan en la treintena y cuyo principal problema es el amor... Realmente, amor y sexo, pero la trama brujulea la sociedad actual con sus teimas que no son pocas y que no se limitan a una Francia multicultural que también. A poco que se rasque, asoman la economía y la política, o si se prefiere la limitada confianza en el porvenir, el paro, la precariedad laboral, el racismo, las nuevas tecnologías con sus porquerías incluidas... en fin.

El guion adapta a ocho manos -entre ellas las del propio Audiard, que lo mismo rueda un impactante thriller como Un profeta (2009) que el divertido wéstern Los hermanos Sisters (2018), por citar dos cumbres de una notable filmografía de nueve títulos- un cómic de Adrian Tomine que este crítico no conoce. El mencionado trío acaba convergiendo de modo inteligente, mientras el espectador asiste a su compleja peripecia emocional, resuelta por el cineasta en un modo que bien podría remitirnos a Woody Allen en diálogos y puede que en el uso del blanco y negro como una manera de obligar a no perdernos en los detalles del color, o quizá sí para uniformizar las diferencias raciales de todos ellos.

La narración fluye fácil, atrapándote en el deseo de ver en que acaba. Si los apuntes locales contribuyen a contextualizar la trama en algún lugar del distrito parisino, su universalidad está fuera de toda duda. Sus problemas son los de esa generación, como lo son sus sentimientos, y a uno le queda la impresión de haber disfrutado de un filme original, quizá porque el romanticismo ya no es lo que era... Pero es lo que hay.

Miguel A. Fernández. La Voz de Galicia, miércoles 13 de abril de 2022

domingo, 24 de abril de 2022

"Francia se ha hecho de derechas"

Annie Ernaux

"Detesto a mi padre porque cada mañana la cascada de pis atraviesa el tabique, hasta la última gota". Son muchas las frases, párrafos y páginas que van convirtiendo ese tabique tambaleante en un muro férreo para separar una infancia de clase popular en el bar de barrio de sus padres de una edad adulta entre libros y habitaciones limpias, pero esta es una de las expresivas. Annie Ernaux necesitó levantar ese muro para huir de una vida de mugre, hules y cajas destartaladas que ha reflejado en Los armarios vacíos, nuevo libro que publicará en unos días Cabaret Voltaire en España, el primero de su carrera en Francia. Ernaux está estos días en Madrid, donde relata la triste derechización de Francia en vísperas de las próximas elecciones presidenciales.

El libro retrata esa tensión  entre dos clases sociales que la ha convertido en lo que la autora nacida en Lillebonne en 1940, llama "tránsfuga de clase". A un lado: los clientes se tambaleaban borrachos al salir del bar dejando las vomitonas que limpiaba su madre. Al otro. la educación estirada del colegio de pago y una moralina católica que convertía en pecado su curiosidad. Allí, la vulgaridad a la que no quería pertenecer aunque pertenecía. Aquí, la "buena educación" a la que tampoco pertenecía, pero llave hacia la formación y las letras. Y en medio, pasadizos que se abrían entre ambos mundos como amenazas de que todo lo avanzado siempre podía retroceder.

Pregunta.- Se ha declarado tránsfuga de clase. ¿Siente que ha traicionado su origen?

Respuesta.- Es un sentimiento muy personal que me acompaña desde que me hice profesora, cuando mi padre se estaba muriendo en 1967 y yo estrenaba mi primer trabajo en un instituto con chicos de todos los orígenes sociales. Perdía a mi padre y sentía que lo había ignorado, que ya no podíamos decirnos nada más, que nuestra historia se había  acabado. Y la conciencia de esos dos hechos simultáneos me recordó el origen del que yo procedía y al que ya no pertenecía. Para mis alumnos yo era la autoridad, la clase dominante y fui consciente de esa fractura.  Ese sentimiento de traición ha crecido, aunque siempre he tomado parte por ellos, por los de mi origen. 

P.- ¿Ha sentido siempre esa lucha por dejar el pasado atrás?

R.- No estoy segura de que sea una lucha porque la sociedad también la provoca y crea esos tránsfugas de clase. Desde que sacaba buenas notas y me decían en clase que tenía que superar a mis padres, ya estaba atrapada en ese sistema. De alguna manera te sacan del lugar del que sales de forma perniciosa. Yo no vestía como las demás, no era como las demás y mi venganza fueron las notas. (...) 

P.- ¿Cómo explica que el domingo compitan dos opciones de derecha en Francia, sin izquierda? ¿Francia se ha hecho de derechas?

R.- Sí, sí. Es un país de derechas, pero con una gran fuerza en torno a la Francia Insumisa, Mélenchon, que se ha despertado. El Partido Socialista nunca dejó de llegar a acuerdos con el liberalismo y abandonó a las clases populares en los noventa.

P.- ¿Y porqué se ha hecho Francia de derechas?

R.- Porque los partidarios de esas opciones abogan por el orden, tiene miedo a la presencia de una inmigración que ha sido demonizada y en la que no solo es responsable la familia Le Pen. Mitterrand tuvo un papel, Chirac también, que hablaba del "olor" de los inmigrantes, que les estigmatizaba. Y el asunto del velo... cuando llegaron chicas veladas y muchos lo convirtieron en un asunto de Estado. Y no hemos salido de ahí, ese discurso del velo lo ha usado la derecha y desgraciadamente los socialistas y al final ha fortalecido al partido de Le Pen. Estoy profundamente triste por lo que está pasando en Francia porque hay una parte de mi país que está realmente apartada. Yo no me reconozco ni en uno ni en otra y percibo el sentimiento de que Francia va a ser gobernada solo por una parte  de su población. La gente no se va a reconocer en sus gobernantes y una parte de Francia se sentirá totalmente excluida.

En todo caso, concluye esta escritora partidaria de Mélenchon, el domingo irá a votar a Macron por una razón clara: "Me da miedo que gane la extrema derecha".

Berna González Harbour. Madrid, El País, viernes 22 de abril de 2022

sábado, 23 de abril de 2022

Macron remata la campaña en terreno hostil y amplía distancias con Le Pen

Ayer un Emmanuel Macron en traje y corbata se calzó unos guantes de boxeo y se puso a combatir en plena calle y ante las cámaras con un vecino de Saint-Denis, una de las zonas más deprimidas de la periferia parisina. Es la guinda final a su operación de conquista de la llamada Francia insumisa, la olvidada, que votó al izquierdista Jean-Luc Mélenchon en la primera vuelta de las elecciones francesas y cuyo apoyo, sabe el presidente, es clave para su reelección este domingo.  

Macron se ve victorioso y exprime las últimas horas de una campaña rara e inquietante que acaba hoy y cuyo desenlace está en el aire. Su rival, Marine Le Pen, también multiplicó actos y mítines. Solo les queda hoy para convencer tras unas semanas en las que ambos han intentado hacerlo de una manera extraña, casi disimulando quienes son: Macron intentando rebajar la arrogancia de la que se le acusa y ella tratando de suavizar su discurso radical.

Ayer, día de reseca tras el debate televisado del miércoles, ambos aprovecharon sus respectivos periplos electorales para declararse triunfantes: Le Pen se refugió en feudo amigo y declaró que tiene "todas las opciones de ganar" el domingo. Macron, más atrevido, estuvo tres horas de paseo por Saint-Denis, combate incluido, y ya ha elegido el lugar donde celebrará su victoria. a los pies de la Torre Eiffel.

Sint-Denis es uno de los municipios más pobres de París y allí ganó Melénchon en la primera vuelta, con un 60% de apoyos y una abstención superior al 34%. Macron, que quedó a años luz pero por delante de Le Pen, pretendía congraciarse con una zona olvidada en las campañas y en las promesas y que también lo ha estado durante su mandato.

Al presidente se le considera altivo, pero si tiene que remangarse y ponerse a boxear por un puñado de votos, lo hace. De hecho, declaró que estos barrios populares "son una oportunidad para la República" y prometió dotar de más medios a los colegios, impulsar el empleo y acelrar la rehabilitación de viviendas. Empoderado al saberse ganador del debate, aprovechó para criticar el proyecto de Le Pen, que "divide el país" y "no es coherente".

El mapa electoral de Macron no es casual. En estas dos semanas su ruta ha sido perfilada estratégicamente, casi como si fuera una operación militar. Hoy cerrará su campaña en Figeac, al sur del país, donde en la primera vuelta ganó él pero quedó segundo Mélenchon. Este obtuvo un 20% de apoyos y aunque gran parte de sus electores planea abstenerse o votar en blanco el domingo, las papeletas de los que sí van a pronunciarse son muy codiciadas.

Marine Le Pen cree en la remontada: ayer se reivindicó en zonas donde es la más votada, primero en Roye (La Somme, en el norte del país), donde dijo ser "la candidata de la Francia que trabaja" y volvió a criticar  la "arrogancia sin límites y el desprecio" de Macron en su último mitin en Saint-Laurent-Blangy, en Pas-d-Calais, al norte del país, su feudo. Tampoco escatimó una estampa electoral: mientras Macron boxeaba, ella se subía a un camión amarillo con unos transportistas.

La ultra derechista centró la mayor parte de su discurso en agitar el rechazo que suscita un Macron "condescendiente" y que "no lamenta sus errores": "Un presidente no debería comportarse así. Yo seré la presidenta del respeto a los franceses", dijo. "Para que pedir la dimisión del presidente si en dos días podemos ir a votar", demandó ante su público...

El candidato centrista ha ido ganando terreno en los sondeos estos días. Aunque en la primera parte de la campaña Le Pen, muy activa, subía frente a un Macron casi desaparecido, tras la primera vuelta ella recula en intención de voto y él sube. Si el 7 de abril él obtenía un 53% de apoyos frente al 47% de Le Pen, ahora tiene 55%, frente al 44% de votantes que la apoyarán a ella, según el sondeo de Ifop para LC1 y París Match publicado ayer.  

Raquel Villaécija. París. El Mundo, viernes 22 de abril de 2022

viernes, 22 de abril de 2022

Francia se parte en tres

"Cuidado con las palabras", reza un cartel en una calle de Belleville, uno de los barrios más populares y multiculturales de París. Desde ese lugar cosmopolita, al noroeste de la capital francesa, Rachid elige muy bien las suyas: "No votaré por él. Prefiero preparar el terreno para la VI República". Él es Emmanuel Macron, que se jugará la reelección con la ultraderechista Marine Le Pen el domingo 24 de abril. 

Rachid, de 36 años, es de origen argelino, pero las invectivas de Le Pen contra la inmigración, contra Europa y sus flirteos con Rusia de Putin ya no provocan el rechazo de antaño. Rachid trabaja en Belleville pero vive en Romainville, en el departamento de Seine-Saint-Denis, al noroeste del área metropolitana más pobre y conflictiva de París. Allí ha arrasado Mélenchon: están Macron y Le Pen, pero esa victoria de Mélenchon en muchas zonas del país es un buen ejemplo de la llamada tercera Francia que Jacques Lévy baraja al analizar la dimensión geográfica del voto tras la primera vuelta. 

Según el estudio presentado esta semana en L'École Normale Supérieure, la elección presidencial ha concentrado los votos en tres candidatos -Le Pen, Macron y Mélenchon- a los que le correspondería su "propio espacio geográfico, su propia Francia". Así lo subraya el sociólogo Maxime Quijoux para explicar que tanto Le Pen como Mélenchon hablan a las clases desfavorecidas. "Pero no hablan a los mismos pobres", dice.  Le Pen se dirige a los pobres blancos, tiene un concepto nativista de la nación, y con la retórica de las élites lejanas activa el voto rural; Mélenchon habla de la "República criolla", multicultural y diversa, más movilizada esta vez por el miedo que el discurso del ultraderechista Éric Zemmour ha despertado con su teoría del "gran reemplazo". "Piensa qué ocurriría si en tu país hubiera un partido que se llamará "La Reconquista", afirma Quijoux. El temor a Zemmour y el discurso integrador de Mélenchon han movilizado a un electorado mestizo que en las anteriores elecciones no participó. La tercera Francia donde Mélenchon ha reforzado el voto es la de las grandes ciudades fuera de París y los suburbios de de Île-de-France, la periferia de la capital.

Desde el corazón mismo de París habla François. "En estos momentos la ira contra Macron es más fuerte en mí que el miedo a Le Pen", señala este trabajador social que nació en la capital y también votó por Mélenchon. "No sé que haré aún. Cada día pienso una cosa". François se siente "estafado" porque confió su voto a Macron en 2017 de acuerdo a una conciencia republicana que le dictaba la necesidad de hacer un cordón sanitario frente a Le Pen.

Esa conciencia parece desdibujarse a las puertas de la segunda vuelta. François acaba de escuchar al presidente que, contra lo que dijo en 2017, afirma que no hubo frente republicano contra Le Pen, que la gente votó por él. "¿Piensa que somos estúpidos o qué?", espeta. Esa ira, más que el miedo a Le Pen, es el principal rival al que el presidente tendrá que hacer frente en la parte final de esta campaña. Y ese tremendo enfado explica la abstención y parte del traspaso de votos de Mélenchon a Le Pen. Es cierto que ambos comparten puntos importantes que también explican esa confluencia de votantes. Lévy habla de una porosidad en las dos familias protestatarias  debido a su odio por Macron, su populismo, ciertas convergencias programáticas en materia de protección del Estado del bienestar, una política exterior cercana al putinismo o la idea de una Europa de naciones. "Pero las críticas a Europa son distintas a pesar de que se presenta una idea de convergencia entre los extremos", argumenta François. Este joven de 32 años no se siente cómodo con Mélenchon, pero valora la juventud y la preparación de sus cuadros. La responsable de su programa, la joven Clémence Guetté, empieza a ser popular para los insumisos. Adrien Quatennens, de 31 años, se baraja como su sucesor. Esa generación tendrá que demostrar si es capaz de reconstruir la alternativa para la izquierda en la era post-Mélenchon. No contestan si eso será posible si gana Le Pen. "Cuidado con las palabras", reza el cartel de Belleville. Y más con los votos.

M.Martínez Bascuñán. París. El País, viernes 15 de abril de 2022

jueves, 21 de abril de 2022

La novela negra se planta frente a la ultraderecha

La novela negra se planta frente a la ultraderecha

Un fantasma recorre Europa, pero no es aquel vaticinado por Marx y Engels. Se celebran las elecciones presidenciales francesas, con las opciones intactas de la ultraderechista Marine Le Pen de conseguir un buen resultado. Un Lyon frío, ventoso y helado acogió el pasado fin de semana el Quais du Polar, el gran encuentro europeo de ficción criminal. Un clima perfecto para lanzar la gran cuestión: ¿qué puede hacer la novela negra -conocida en Francia como polar , abreviatura de policier- , el género más social y combativo, ante lo que algunos autores coinciden en llamar "la peste parda"? ¿Es ese su papel? La literatura no parece tener la solución, pero puede aportar claves.

En el bullicio del gran vestíbulo del Palacio de la Bourse, atestado desde primera hora de lectores en busca de sus autores preferidos, escritores, libreros y editores señalan a Jerôme Leroy como el hombre clave para pulsar el ambiente. El escritor francés (Ruan, 57 años) escribió en 2011 Le Bloc (Gallimard), una novela negra, política y aterradora por su capacidad visionaria, que situaba a una mujer claramente inspirada en Le Pen al borde de la presidencia. "El género negro es más que nunca el mejor instrumento para abordar este fenómeno. Es extremadamente pertinente porque no posa su mirada allí donde está la actualidad inmediata del periodismo. El escritor de este género puede reaccionar moldeando la realidad a su gusto, algo que el periodista no puede hacer.

La memoria y la mirada al pasado juegan un papel esencial en este abordaje literario a la actualidad. Frédéric Paulin (Île de France, 50 años) es un orfebre de ese híbrido que junta historia y crimen. El autor de La fabrique de la terreur (Folio Policier) recorre los caminos abiertos por, entre otros, Hervé Le Corre -ganador del Premio de los Lectores 20 Minutes en la edición de este año del festival. "Mis novelas dicen que Francia no es tan pura como le gusta presentarse. Es el gran país de los derechos del hombre, cierto, hay un sentido histórico y todo eso, hay que reconocerlo, pero como ciudadano y todavía más como escritor me siento responsable en cierto modo de la memoria de mi país. No tengo la respuesta a todas esas grandes preguntas, pero solo el hecho de cuestionarse ciertas cosas ya es esencial, sobre todo cuando ves cómo están las cosas en Francia y el auge de la extrema derecha. ¿Qué nos puede pasar?, duda en voz alta.

Dominique Manotti (París, 79 años) es una clásica viva de la novela francesa. Ya desde su primera obra, Sendero sombrío (1995), es la mejor representante de la influencia y el alcance del neopolar, movimiento de ultraizquierda dentro del género, iniciado por Jean Patrick Manchette en la década de los setenta. (...)"En Francia no hay racistas, así que no hay crímenes racistas", dice citando con sorna a Pompidou. "Este es el resultado de esa política que consiste en negar. ¿Cómo va a haber racismo en el país de la razón, el laicismo, los derechos humanos? Hay una narrativa nacional que canta nuestras glorias". Pero, ¿y la situación actual? "No se hace buena literatura con buenos sentimientos. La literatura, la buena literatura, puede dar voz a los que no la tienen, que no es poco", lanza para el que quiera entenderlo...

Franck Thilliez es un habitual de los primeros puestos en las listas de los más vendidos, posición que consigue con libros siempre muy pegados a la actualidad. "La función del polar es sin duda recoger historias que, además ocurren en la sociedad de hoy en día. Es una fotografía del mundo en el que vivimos en un momento dado". En un mundo tan convulso, Thilliez busca "contar el sufrimiento de la gente " y reflejar como suben los extremismos de todo signo..."Yo no creo en nada , así que lo que me gusta es mostrar que el problema no son las convicciones políticas, sino el principio mismo de poder".

De ese poder, en todas sus dimensiones habla, en realidad, la novela negra de corte más político. De ese poder habla también Leroy en su última obra, Les derniers jours des fauves (Los últimos días delas bestias), una ficción política en un futuro próximo en crisis constante que se parece mucho al presente. "El desafío es tal que hay una especie de pesimismo democrático. Me pregunto cómo van nuestros sistemas a hacer frente a crisis enormes de forma indefinida y seguir siendo democráticos",

Juan Carlos Galindo. Lyon. El País, domingo 10 de abril de 2022

miércoles, 20 de abril de 2022

La Francia satisfecha también existe

L'Almiral

Sentado en su mesa de siempre en L'Almiral, el restaurante que ya visitó el comisario Maigret de Georges Simenon en una de sus primeras investigaciones, El perro canelo, el también comisario Georges Dupin solo puede felicitarse una vez más: menos mal que lo trasladaron de París a Concarneau, en el departamento bretón de Finisterre. Porque, se repetirá mientras degusta el enésimo café del día y reflexiona sobre su próximo caso, en ningún otro lugar de Francia, ni en el mundo, se vive mejor que en Bretaña, una región de espectaculares costas atlánticas, clima lluvioso pero suave -el sol sale tantas veces como salen las nubes-, y pequeños pueblos con encanto que ya en el pasado atrajeron a artistas como Gauguin o Picasso.

Es más que ficción. El detective de la saga de novelas negras nacidas de la mente del alemán Jörg Bong, que escribe bajo el muy bretón seudónimo de Jean-Luc Bannalec, no es el único en proclamar que en pocos sitios se vive mejor que en esta región costera del oeste francés: el último barómetro de territorios publicado a finales del año pasado por el instituto Elabe, confirma que los bretones son los franceses más satisfechos con su vida.

"Aquí tenemos una calidad de vida extraordinaria", confirma el (muy real) dueño de L'Amiral, Arnaud Lebossé. "No hay secreto para ello", asegura  sentado en la mesa de Dupin, personaje que ha convertido a su local en lugar de peregrinaje de alemanes, ingleses y hasta españoles entusiastas de las novelas de Bannalec. "Nos contentamos con poco. El trabajo puede combinarse con el tiempo libre y, para el ocio, hay todo lo que se pueda desear: mar, playas, cultura...", resume.

A pesar de lo que piense el comisario Dupin, no es una sensación exclusivamente bretona: el mapa de "satisfacción" de Francia extiende su franja de ciudadanos más conformes con su calidad de vida  -lo que no hace desaparecer la creciente angustia ante el menor poder adquisitivo o la preocupación por el medioambiente compartidas por otros franceses- a lo largo de la costa atlántica francesa, desde Bretaña hasta la frontera española, pasando por los Países del Loira y la región de Nueva Aquitania.

Hay una imagen muy extendida, sobre todo desde las duras protestas de los chalecos amarillos entre 2018 y 2019, de una Francia en cólera, divida, amargada, angustiada por su futuro y por la pérdida de su poder adquisitivo. Una Francia que no ha sabido lidiar  con la fuerte inmigración desde hace décadas y con el auge en algunas de estas comunidades del extremismo religioso en un país donde la laicidad es una cuestión de Estado. Una Francia sumida en una ira y miedo que muchos candidatos de las elecciones presidenciales del 10 al y 24 de abril sobre todo del arco de la derecha y ultraderecha, usan en sus campañas para atacar a Emmanuel Macron.

Pero hay también otra Francia, menos ruidosa, donde las cosas no van tan mal. Donde el pleno empleo que Macron se ha fijado como meta para el próximo mandato -si lo obtiene- no es una mera promesa electoral, sino una realidad desde hace años; con un tejido industrial consolidado, iniciativas innovadoras y donde para la gente, en general satisfecha con su vida, los conflictos sociales se ven en televisión.

"Aquí quien no trabaja es porque no quiere", dice Sophie, camarera en uno de los dos bares de Sèvremoine, en la región de la Vendée, al sur de Nantes y a unas tres horas de coche de Concarneau. Esta localidad de casas uniformes es la población con menos desigualdad en la renta de toda Francia. "Al bar viene todos, nadie habla de si tiene más o menos dinero", asegura...

No todo es La Vie en Rose, pero "vamos bien", confirma Véronique Besse, alcaldesa conservadora de la vecina población de Les Herbiers. Hace una década que esta localidad logró el pleno empleo. Su tasa de paro, es el 3,8%, es la más baja de Francia.

Los habitantes de la costa oeste gala comparten más que la satisfacción con su nivel de vida: la extrema derecha tiene poco que hacer en estas regiones en las que, cierto es, hay muy poca inmigración, uno de los temas favoritos de los candidatos como Marine Le Pen o Éric Zemmour. En toda esta costa oeste, la extrema derecha no ha conseguido implantarse.

Los extremos "no atraen en Bretaña", dice el restaurador Lebossé. "Aquí vivimos bien, tranquilos y la gente no tiene necesidad de refugiarse en los extremos", corrobora Besse en Les Herbiers. Dupin puede tomarse tranquilo otro café.

 Silvia Ayuso. Concarneau. El País, martes, 5 de abril de 2022

martes, 19 de abril de 2022

Desconfianza masiva en Francia

                                          Foto: Reuters

Tradicionalmente, cada cinco años, las dos vueltas de la elección presidencial constituyen el momento clave de la vida política francesa. Este 2022 representa una ruptura desde este punto de vista. El desinterés por la elección reina a una semana de la primera vuelta. La población como los medios le prestan muy poca atención. Un anuncio simboliza esta indiferencia: TFI, el canal de televisión más importante del paisaje mediático, decidió boicotear la tradicional noche electoral completa de la primera vuelta y emitir en su lugar una comedia de culto estrenada en 1993, Los visitantes. 

Son varias las razones que explican esta falta de interés. La guerra en Ucrania, prioridad de los periodistas, relega a un segundo plano la actualidad política nacional. La falta de suspense en cuanto al resultado -la reelección del presidente de centro derecha Emmanuel Macron parece cierta, se enfrente a quien se enfrente en la segunda vuelta- tampoco ayuda a una movilización masiva de los ciudadanos. Pero las raíces de esta apatía política son profundas y no coyunturales. La democracia francesa sufre de la desconfianza masiva de la población hacia su clase política. Esta situación podría tener una consecuencia inédita: una abstención superior al resultado del candidato que quede primero en la primera vuelta. Eso debilitaría la capacidad para gobernar del próximo presidente de la República. 

Un paisaje político derechizado. Doce candidatos -ocho hombres y cuatro mujeres- compiten en las elecciones presidenciales. Los dos candidatos de centroderecha, derecha y extrema derecha desempeñan el papel principal en este certamen electoral. Los sondeos prevén la primera posición para Macron, candidato a la reelección.

Por primera vez desde la elección del presidente de la República francesa por sufragio universal directo, dos candidatos de extrema derecha pueden aspirar a la segunda vuelta. Los sondeos prevén la segunda posición para la ultraderechista Marine Le Pen, ya finalista en 2017, pero también estimaban en febrero que el polemista ultraderechista Éric Zemmour, condenado varias veces por incitación al odio racial, podría superarla. Sumando los resultados de Le Pen y Zemmour, la extrema derecha representa entre un 30% y un 35% de la intención de voto. 

Este empuje electoral de la ultraderecha desestabiliza a la derecha histórica. Aunque representante del ala más moderada de la formación conservadora de tradición gaullista Los Republicanos, Valérie Pécresse optó por avalar al ala más derechizada en el eje migratorio e identitario. Se le hizo difícil defender en el debate un espacio conservador moderado y europeísta. Pero fracasó su estrategia de frenar el avance de la ultraderecha adoptando su ideología.

Pécresse sufre incluso su condición de ser la primera mujer presentada por la derecha conservadora como candidata a la elección presidencial. Como ocurrió con la socialista Ségolene Royal en 2007, se enfrenta a ataques a sus competencias , su estilo, e incluso a la impostación de su voz. Su anunciado fracaso simboliza la cautela francesa a la hora de aceptar a una mujer como jefe de Estado y del Ejército.

La izquierda moderada, gran ausente de la elección. El debilitamiento de la derecha conservadora, que ya no encuentra su espacio político entre la ultraderecha  y la política liberal del presidente Macron, resulta también de la estrategia de recomposición del paisaje político adoptada por este último desde 2017. Para superar la división clásica entre izquierda y derecha, clave de su táctica de acceso al poder. Macron debía arrasar en los partidos tradicionales.

Empezó hace cinco años con el partido socialista, cuyo candidato Benoît Hamon solo obtuvo el 6% de los votos en las presidenciales. El partido socialista no supo desde entonces definir un nuevo proyecto apto para responder a las urgencias sociales y climáticas y convertirse en una fuerza renovada de acción política. Su representante para las elecciones de 2022, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, no logra alcanzar un 3%  en las encuestas de opinión... Socialistas, comunistas y ecologistas fueron incapaces de llegar a una candidatura única para esta elección presidencial...Aceptando su propia irrelevancia, eligieron la política de tierra quemada, haciendo del candidato de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon, el blanco principal de sus ataques...

Una desafección democrática masiva. Esta inconsistencia de la oferta política contribuye a la desafección democrática masiva. Incluso la anunciada reelección de Emmanuel Macron no se basa en una verdadera dinámica política, desmotiva a los electorados tradicionales de sus oponentes, a los que genera una cierta indiferencia entre sus apoyos. Intentando encontrar un equilibrio entre el papel del presidente hasta el "último cuarto de hora" y el del candidato, Macron solo participará en un mitin electoral y se negó a debatir con los otros candidatos. Su imagen política se normalizó desde 2017...Ya no encarna la novedad o la juventud, a pesar de ser, como en 2017, el candidato más joven.

El movimiento de los chalecos amarillos tradujo en 2018 una ruptura de fondo entre la clase política y una parte de la población francesa, periurbana, alejada de los servicios públicos, que sufre una pérdida de su poder adquisitivo. También expresó una aspiración ciudadana de formas de democracia más horizontales y participativas. Dado que los ciudadanos no encuentran respuestas a esta aspiración, la sociedad francesa se está despolitizando. El fenómeno es masivo entre los jóvenes. La abstención ya se convirtió en el primer partido de Francia. La propia democracia corre el riesgo de ser la primera vencida en esta derrota colectiva.

Ágathe Cagé. Politóloga. El País, domingo 3 de abril de 2022

lunes, 18 de abril de 2022

Francia de luz y de penumbra, 4

Queríamos saber que tal les iban las cosas a Francia y a los franceses a unas semanas de las elecciones, y por eso hacíamos la misma pregunta a las personas con las que nos cruzábamos. Raramente la respuesta era del todo negativa. Rara vez los entrevistados hablaban directamente del islamismo, la inmigración o la guerra de civilizaciones temas que dominan buena parte de la campaña en las pantallas y mítines. Algunos hablaban de los coletazos de la pandemia, otros, sí, de los extranjeros. Se escuchan frases como "hay demasiada gente en Francia, demasiados extranjeros" , "se dan demasiadas ayudas a quienes no trabajan", pero lo dicen casi sin virulencia; en ocasiones son inmigrantes de los años setenta o hijos de inmigrantes quienes las pronuncian.

Si hay una preocupación común que aparece en las conversaciones es la inflación, la subida del precio del combustible, que en esta Francia del automóvil y las distancias largas puede determinar si se llega a fin de mes. La guerra de Ucrania lo ha agravado.

En Yronde-et-Buron, un pueblo de 600 habitantes al pie del Macizo Central, nos encontramos con Pascal Julien. Monsieur Julien es un panadero particular. Un panadero sin panadería. Un día decidió cerrarla y sustituirla por máquinas expendedoras de pan . Tiene cinco distribuidas por varias localidades de la zona. Ahora pasa el día de un pueblo a otro con su furgoneta, distribuyendo por las máquinas las barras que fabrica en su horno. Como llenar el depósito cuesta más dinero, él ha encontrado una solución: "El precio ha subido un 40%. Algunos colegas han aumentado el precio de la baguette. Yo no. Yo he reducido un poco su peso.

El Macizo Central es el núcleo de la "diagonal del vacío", como llaman los demógrafos al corredor con baja densidad de población que recorre Francia del noreste al suroeste y que sirve de ruta aproximada de este viaje. No hay Francia más profunda ni rural, con ciudades como Aurillac, 25.000 habitantes en el corazón del Macizo Central. Por ahí no pasa ninguna autopista ni llega ningún tren de alta velocidad pese a ser sede de una prefectura, lo que en España sería una capital de provincia.

A la entrada del pueblo, una rotonda y una avenida de cuatro carriles flanqueada por supermercados, almacenes, concesionarios y restaurantes de comida rápida. Es Aurillac, pero podría ser Perpiñán o Calais. Es viernes noche y dentro corretean los niños y se dan cita las parejas. Aquí se han citado Élaurat Savreux y Alexandre Vialettes, de 28 y 36 años, empleados en un concesionario de automóviles. Devoran sus tacos -una masa espesa de carne, patatas fritas y queso-, después irán al cine. Nos e han vacunado, pero pasaron la covid hace unas semanas y por eso tienen el certificado de inmunidad que les permite entrar en locales de ocio. Dice Alexandre: "No sabemos lo que nos inyectan". Añade Élaurat: "No soy oveja". ¿Macron? "No", responde Élaurat. Alexandre: "De ninguna manera". Élaurat: "Espero que gane Marine (Le Pen, candidata del Reagrupamiento Nacional). Votaré por ella. Será bueno que haya una presidenta mujer". A Macron, que trabajó en la banca antes de entrar en la política y ha bajado los impuestos a los ricos, se le ha pegado la etiqueta de "presidente de los ricos". Escuchamos esta expresión varias veces, será difícil para él quitársela de encima. "El pingüino", le llamaban dos camioneros  entre risas en una estación de servicio. Uno transportaba vino de Burdeos; El otro chocolate.

Habíamos empezado el viaje en el extraño Val d'Europe, la miniciudad construida a principios del siglo XXI con edificios que imitan le París hausmanniano del XIX. Cerca, en Disneyland, se inauguró, según Forquet, la era postindustrial en Francia. La de fábricas cerradas y los centros urbanos vacíos y sin tiendas y las periferias -los centros comerciales, las urbanizaciones baratas, las rotondas- elevadas a la categoría de actor político.

Practicando Country francés en una sala de Lafox.
/ Ed Alcock

De Disneyland, que fue puerta de entrada de la danza country, llegamos cuatro días más tarde a Lafox y su sala de fiestas donde era sábado cerca de la medianoche y el baile seguía. Retumbaba la música de Nashville y Texas y había banderas con las barras y estrellas, aunque solo un puñado de cowboys y cowgirls habían puesto los pies en Estados Unidos. Todo aquello era, el fondo, puramente francés, un baile de barrio de toda la vida, una fiesta popular y socialmente igualadora.

Manuel Ruiz, el cowboy jubilado que baila para ejercitar la memoria y que se hace llamar "el Clint Eastwood francés", nos lleva un momento al exterior de la sala. "Escuche", dice en el frío invernal. Saca su viejo teléfono móvil con teclas gastadas y hace sonar la melodía del timbre. Sale un canto en español: "El pueblo unido jamás será vencido". Liberté, égalité, fraternité.

Marc Bassets. El País Semanal,3 de abril de 2022

domingo, 17 de abril de 2022

Francia de luz y penumbra, 3

Fábrica de Renault en Billancourt

Francia no es la Francia que pensábamos conocer. Y no por "la gran sustitución", la paranoia racista según la cual los franceses blancos y cristianos están siendo remplazados por árabes y negros. El cambio es otro.

"Si hubiese que fijar un momento, sería la primavera de 1992", nos decía antes de salir a la carretera el gurú demoscópico Jerôme Fourquet. "El 31 de marzo se cierra definitivamente la fábrica de Renault en Billancourt, en la región de París, el símbolo más absoluto de nuestra historia industrial y de las luchas sociales de la clase obrera. Doce días más tarde, el 12 de abril de 1992, se inauguró también en esta región Disneyland París. En unas semanas se pasó de un mundo a otro". De la fábrica al ocio y a los servicios, del trabajo para toda la vida al empleo temporal.

El último libro de Fourquet, escrito junto a Jean-Laurent Cassely, se titula La France sous nos yeux. Économie, paysages, noveaux modes de vie (Francia ante nuestros ojos. Economía, paisajes, nuevos modos de vida). El volumen ausculta, mezclando los datos y la observación, los movimientos del alma francesa y cómo ésta se refleja en los paisajes: una autovía en las afueras de una ciudad de provincias, un centro comercial, restaurantes de comida rápida, concesionarios de automóviles, una rotonda.

Fourquet es a la demoscopia y a las ciencias sociales lo que Michel Houellebecq es a la novela. Nadie como Houellebec ha sabido convertir en objeto lírico la soledad del asfalto y los neones, los moteles de las autopistas y gasolineras, nadie como él ha visto tan bien la belleza de la Francia fea ni ha sabido captar el alma de los paisajes sin alma.

"El aparcamiento (del área de servicio en la autopista) dominaba la campiña de los alrededores, desierta excepto algunas vacas de raza probablemente charolais", escribió Houellebecq en Sumisión, una de sus novelas más sombrías. "El paisaje era ondulado, más bien bonito, pero no se distinguía ningún estanque , ni ningún río. Respecto del futuro, me parecía imprudente pensar en él".

La vida en un banlieu francés.  P.Lapoirie/EFE

Paisajes físicos. El valle industrial del río Gier entre las ciudades de Lyon y Sait-Étienne. Fábricas sin actividad. Pueblos destartalados. Barrios de edificios de protección oficial que son versiones en miniatura y semirrurales de las banlieues de París o Lyon. En el monte, una urbanización con decenas de casas nuevas y casi idénticas: más de la mitad de los franceses viven en casas unifamiliares y muchos más desean hacerlo (y esto explica la dependencia del automóvil y a veces el aislamiento, la soledad).

"Desde hace una veintena de años, en Saint-Étienne hay un fenómeno: el hipercentro se ha desertificado, se ha empobrecido", explica Christophe Gautier, arquitecto en esta ciudad. "El sueño de muchos franceses es tener una casa individual con un pedacito de jardín".

Paisajes humanos. La mujer que pasea con sus perros  en una calle al borde de la A47 y cuenta que no ha querido vacunarse contra la covid y que por eso ahora no puede ir al cine ni al restaurante, ni practicar su deporte favorito, el bádminton. Se llama Gäelle, es cuidadora de niños en casa, y dice: "Me adapto, paseo, nos invitamos entre amigos". Le molestó que Macron dijese en enero que quería "fastidiar" a los que rechazaban la vacuna: "No es muy popular entre las personas a las que quiere fastidiar".

En La Roche, minúscula banlieue en el valle del Gier, Yosri Miled, que tiene 28 años y no trabaja, asegura que "antes las cosas eran mejores" y añora "la época de los abuelos", y cree que "la gente se ayudaba más entre sí, los vecinos se hablaban, el mundo se ha vuelto individualista".

Faltaban unos días para que empezase la guerra en Ucrania y todo cambiase, en Francia también, pero el optimismo del que nos hablaba aquella mujer lo encontramos en varios momentos del viaje. Nos sorprende porque obliga a matizar el estribillo machacón de los políticos y medios de comunicación en París sobre una Francia en cólera, una olla a presión, la guerra civil a la vuelta de la esquina. 

En Tonnerre, pueblo de 4.500 habitantes en la Borgoña y sede de una filial de Thomson que fabricaba vídeos y DVD que cerró a mediados de la primera década del siglo, un hombre sonríe:  "Los que no miran la tele no ven ningún declive. Los que se pasan las 24 horas pegados a la tele... ¡estos sí ven el declive!. Es Karim Mosta. Nació hace 68 años en Casablanca, en Marruecos; llegó a Francia a los 16. Explica que fue el último en abandonar la fábrica Steli, que llegó a emplear más de 1.200 personas. Después Karim fue profesor de gimnasia en el instituto local. Y mientras tanto siguió dedicándose a su verdadera pasión: correr ultramaratones y otras pruebas deportivas de resistencia que le llevaron por todo el planeta; ahora prepara un viaje en bicicleta de Ámsterdam a Dakar.

Existe un sueño francés, todavía, como el de Karim Mosta. O el de Nytia Lea y Nilo Keetham, de 20 años ambos, ella de origen indio, él de Sri Lanka. Viven en las afueras de París. Han parado en una gasolinera en la autopista A5, pasarán el día en un centro comercial cerca de Tours para comprar ropa barata. Creen en Francia.

Nytia: "Un país extraordinario, con todas las comodidades para tener éxito en la vida". Nilo: "Quiero vivir en Francia, y también quiero morir en Francia. El equipo de Francia lo es todo para mí, me tatuaría el logo".

Marc Bassets. El País Semanal, 3 de abril de2022

sábado, 16 de abril de 2022

Francia de luz y penumbra, 2

 Val d'Europe, una ciudad de construcción reciente con
su centro comercial, cerca de Paris.

Si la danza es el country, la banda sonora serían las canciones de Johnny. Y el paisaje la rotonda. Los cruces de carreteras en forma de plaza circular proliferaron a partir de los años ochenta. Hoy hay hasta 65.000, según el diario Le Monde.

Ningún país en el mundo tiene tantas. Si hay un símbolo Nacional francés, es este. "Símbolo de la Francia fea y del malestar francés", las definió un articulista de Le Figaro. Imaginemos que, dentro de tres milenios, un arqueólogo quisiera reconstruir nuestra era. Imaginemos que específicamente quisiera reconstruir los años en los que en un país llamado Francia mandó un gobernante llamado Emmanuel Macron. Pues probablemente debiera fijarse en las rotondas.

En ellas estalló en 2018 la revuelta de los chalecos amarillos, los invisibles de las pequeñas ciudades provincianas que se rebelaron contra algo muy concreto: el aumento del precio del diésel. Y contra algo más abstracto: el sentimiento de ser víctimas del desprecio de las élites de París.

Las rotondas eran el lugar de paso de la Francia que necesita el automóvil para trabajar -para vivir- y que para los parisienses que se desplazan en metro o en bicicleta es cada vez un país más exótico. Son la nueva plaza del pueblo: un punto de encuentro donde verse las caras y encontrar a alguien con quien conversar en un tiempo de iglesias vacías y sindicatos irrelevantes.

Desde que con el fotógrafo Ed Alcock salimos al volante de un Renault Captur de alquiler un miércoles por la mañana de Val d'Europe, una ciudad de construcción reciente junto al parque Disney en Marne-la Vallée, cerca de París, hasta llegar el domingo a la vieja Burdeos, visitamos nuevos barrios residenciales, indistintos unos de otros. Hicimos escala en en hipermercados o restaurantes de comida rápida. Giramos por decenas y decenas de rotondas que acababan pareciendo una sola y única rotonda. 

En todas estas etapas podríamos haber estado en cualquier punto de Francia, la Francia que según el diagnóstico de sociólogos y politólogos, está fracturada social y territorialmente, pero a la que siguen uniendo unos paisajes, idénticos en el norte, sur, este o el oeste, como un país paralelo con su propia geografía y arquitectura. El de las rotondas y las gasolineras. El país de los restaurantes Buffalo Grill ("Barbacoa americana, pero 100% vaca francesa", dice el lema de esta cadena auténticamente francesa con 360 establecimientos instalados en la periferias urbanas) y O'Tacos (otro fenómeno culinario de la última década que transforma una comida tex-mex en un producto autóctono con influencias norteafricanas). O el de los hipermercados como E. Leclerc, que revientan los precios del mercado ofreciendo barras de pan -la mítica baguette- por 0,29 euros y acogen -esto es Francia, a fin de cuentas- la cadena de librerías con más establecimientos del país...

Marc Bassets. El País Semanal, 3 de abril de 2022

viernes, 15 de abril de 2022

La pasión francesa por la Pasión sevillana

Fotograma de la cinta que gravaron los hermanos Lumière en la Sevilla de 1898

Cuentan las crónicas que en la Semana Santa de 1860 el Ayuntamiento de Sevilla gastó 10.000 reales en un fastuoso monumento eucarístico para el Jueves Santo que sirviera de reclamo para el foráneo que quisiera verlo. El fenómeno no era nuevo: ya en 1604 se había producido la conversión del rito religioso en espectáculo al obligar a las cofradías a incluir en su recorrido una parada en la catedral siguiendo un itinerario común, lo que dio lugar a la carrera oficial (recorrido obligado de las hermandades). Se prendió así la chispa de una llama que culminó en el siglo XIX cuando, además de espectáculo, se quiso que las procesiones fueran también atracción turística. Un siglo y medio después, después de dos años de parón por la pandemia, la ciudad parece volver a poner en la Semana Santa todas sus esperanzas de recuperación turística y económica. 

Los poderes civil y religioso comenzaron a entender desde 1800 que la Semana Santa podía ser un reclamo para los visitantes y como consecuencia, una fuente de ingresos. Se empezó a cobrar por ver los pasos en tribunas, entonces pensadas específicamente para que los extranjeros pudieran disfrutar de las procesiones. Y entre los visitantes europeos fue la intelectualidad francesa la que más rápido cayo fascinada por lo que el escritor Joseph Peyré bautizó como "los ocho días sagrados de Sevilla". Habitantes de un país asentado sobre bases contemporáneas, franceses ilustrados llegaban a España atraídos por un mundo singular, "diferente y desusado, donde era posible hallar el pintoresquismo y el color local que ya se habían esfumado en tantos otros territorios europeos", relata el filólogo e historiador Juan Villegas Martín en La pasión francesa. La Semana Santa de los viajeros francófonos, que acaba de publicar la editorial El Paseo.  

Una de las primeras miradas francesas que se proyectan sobre la Semana Santa sevillana y que recoge Villegas Martín es la del farmacéutico Sébastien Blaze de Bury, que entraría en España con la Gran Armada de Napoleón en los años de la Guerra de la Independencia. Pasó parte de su estancia en Sevilla, donde conoció las celebraciones de la Pasión, "de las que nos ha dejado descripciones y comentarios inestimables", comenta el autor. (...)

Fue clave también la figura de Antoine Latour, secretario del duque de Montpensier, Antonio de Orléans que estaba casado con la infanta María Luisa de Borbón (hermana de Isabel II)... Son curiosas algunas afirmaciones de Latour acerca de la fiesta sevillana, como cuando contrapone "el carácter católico de la Semana Santa de Roma con el espíritu de exhibición popular que observa en Sevilla", apunta Villegas Martín. 

El autor asegura que no se debe hablar solo de fascinación, "pues hay miradas muy críticas contra la fiesta". Están, en línea con Latour, los clérigos franceses que se escandalizaban por lo que consideran idolatría, un "carnaval religioso", mientras que otros sacerdotes están felices de hallar una ciudad donde la religión ocupa un lugar en la vida que ya en Francia hace décadas que se ha perdido. (...)

La pasión francesa por la Pasión sevillana alcanzó, pues, a pintores, escritores y periodistas durante el siglo XIX y el XX, pero el cine no permaneció ajeno  a este embrujo. Los hermanos Lumière, en sus años experimentales, traspasando lenguajes artísticos, dejaron también testimonios muy importantes, con la cinta que aún se conserva de la grabación de la salida del paso de Nuestro Señor Padre Jesús de las Penas de la Hermandad de la Estrella en 1898. Esta imágenes fueron un paso más en la internacionalización de la fiesta, que ha seguido creciendo hasta hoy.

Amalia Bulnes. Sevilla. El País, miércoles 13 de abril de 2022

jueves, 14 de abril de 2022

Del gorro de Rousseau a las sobremesas de Kant

Dice el filósofo Michel Onfray, en la conclusión de El cocodrilo de Aristótoles, que ha dejado fuera de esta "historia de la filosofía" a través de la pintura a algunos grandes autores por falta del cuadro que sintetizara en un detalle su pensamiento, esa equivalencia que Husserl llamó analogon. Su libro no es propiamente una historia de la filosofía, sino un interesante apunte sobre 33 filósofos (Deleuze y Guattari son tratados como uno), y otros tantos cuadros, en los que pesa quizás demasiado la nacionalidad del autor. Un tercio de los seleccionados son franceses como él. Están los pesos pesados de la antigüedad clásica, pero escsean los grandes pensadores alemanes o británicos.

La mirada del autor es poco complaciente con los padres de la filosofía occidental. A Aristóteles lo vemos en un cuadro de Jean-Baptiste de Champaigne puramente decorativo, en el que el filósofo parece recibir órdenes de su pupilo, Alejandro, que le ha hecho traer un cocodrilo. En cuanto a Platón no hay duda de que la idea de que resume su obra fuera muy útil para edificar la fábula cristiana".

Los mayores elogios se los dedica a Michel de Montaigne. A juicio de Onfray, sin Montaigne la filosofía francesa "jamás habría existido". Eso sí, se le representa, como un niño rubicundo, en un cuadro de escaso interés. Y es que la selección de cuadros es sumamente desigual. Hans Holbein firma un soberbio retrato de Erasmo, un pensador que podía haber evitado los desgarramientos de la Reforma y las guerras de religión  si el Vaticano se hubiera dignado a escucharle, piensa onfray. Pero, a Immanuel Kant, en cambio lo vemos en una curiosa pintura de Emil Dörstling, sentado ante una mesa  rodeado de devotos comensales. Kant, al que imaginamos como un solitario, volcado en sus tratados filosóficos, no soportaba comer solo.

También pueden ser engañosas las ideas sobre dos filosófos que inspiraron lo mejor y lo peor de la Revolución Francesa: Voltaire y Jean-Jacques Rousseau. Al primero lo califica de "desconocido célebre" porque nadie lee sus obras. Rousseau, por su parte, nos sorprende con su gorro de piel, en un bonito lienzo de Allan Ramsay. Su amor por la sobriedad contrata con su obsesión indumentaria, de la que deja constancia en las cartas a su benefactora, la señora Boy de la Tour.

Onfray procura hacer sangre también en las contradicciones de un Karl Marx, al que evoca a partir de un cuadro de Hans Mocznay. Lo vemos en una pequeña sala tomando té junto a Engels. Los dos trajeados elegantemente , muy diferentes a ese proletariado que quieren redimir. Otros dos grandes santones, Freud y Sartre, son tratados con mano dura por el autor, que cierra su libro elogiando a Jacques Derrida.

Lola Galán. Babelia. El País, sábado 2 de abril de 2022 

miércoles, 13 de abril de 2022

Martín de Padrozelos, el trovador de Samos

A Quenlla interpreta al trovador Martín de Padrozelos

Martín de Padrozelos es un trovador medieval gallego-portugués de quien se conservan diez cántigas -ese es todo su tesoro, lo que no es poco- recogidas en los cancioneros de la Biblioteca Vaticana o de Lisboa. Nueve son de amigo y una es de amor, y en la actualidad hay coincidencia en torno a la notable altura literaria y en la agradable belleza de sus composiciones. Salvo alguna tibia anotación que sitúa al autor como luso oriundo de la localidad de Padrozelos, en el municipio de Ribeira da Pena, en la región de Trás-os Montes, gana fuerza desde hace años la tesis de que el vate, uno de los primeros que se conocerían  de la lírica ibérica -su obra data de finales del sigloXI-  era de Samos. Allí, plantado en el municipio lugués, está Padruzelo de Lóuzara, el penúltimo lugar antes de entrar en el limítrofe Courel. En esa misma aldea, todavía hoy luce erguida y habitada la casa de Martín -una de las que componen la decena de aquel hermoso pero alejado núcleo-. Nadie se acuerda de donde procede este nombre, pero los más viejos del contorno dicen que antiguamente se hablaba con frecuencia de que en esta edificación vivió algún tiempo un poeta. De hecho, aseguran los historiadores, una esquina de la construcción y la entrada son claramente románicas.

Pero lo que más afirma su origen en estas tierras de montes -los trovadores acostumbraban tomar su nombre artístico del sitio de su nacimiento- es que en las cantigas de Martín de Padrozelos se mencionan tres topónimos que se encuentran (y conservan) en un ratio muy pequeño de Padruzelo: Padrozelos, San Salvador (do Mao) e Valongo. "En ninguna otra zona de Galicia, o de fuera, se pueden encontrar los tres a tiro de piedra como en Samos", refrenda el periodista y paisano del bardo) Luís Celeiro (1955), que retomo un empeño que movió a su amigo y vecino Uxío Novoneyra, que siempre quiso rescatar la figura del trovador y recuperarla para la montaña lucense...

Amparado por la Asociación de Periodistas y Estudiosos del Camino de Santiago (Apecsa), de la que Celeiro es vicepresidente, puso en marcha un amplio trabajo de divulgación que comenzó de la mando del grupo de folk A Quenlla, que musicó y grabó las cantigas de Padrozelos, y continuó con un pequeño documental, Trobador no Camiño, producido por Xoán Piñeiro. Con estos materiales prepararon una exposición -con respaldo del Xacobeo-  que recorrió toda la comarca y después pasó por una docena de colegios de Galicia. Para ponerle el broche a la iniciativa, para que este saber se extienda y viaje más allá de la exposición, para que Martín de Padrozelos quede como trovador de Samos, acaban de editar un volumen que recoge estos contenidos, con un puñado de artículos y textos de estudiosos e investigadores: De amor e de amigo. As cantigas de Martín de Padrozelos.

H.J.P. La Voz de Galicia, sábado 26 de marzo de 2021

martes, 12 de abril de 2022

Vida y volcán

Graciela Iturbide en la Fondation Cartier
Pour L'Art Contemporain./ Julio Piatti

Últimamente Graciela Iturbide (Ciudad de México, 79 años) anda obsesionada con los volcanes. He pasado un mes en Lanzarote, fotografiando la lava y los volcanes y me tiene fascinada. Quiero regresar para hacer un libro, porque es un lugar que me ha dado mucha paz", cuenta. "También fui a La Palma, pero los guardias, con toda la razón, no nos dejaron acercarnos al volcán. Yo tenía muchas ganas de fotografiar las casas llenas de lava, pero no nos dieron permiso. Al menos pude fotografiar el volcán desde la azotea de un edificio cercano. No quería sacar una tarjeta postal sin más. Me ha encantado sentir el rugido, ver la erupción. Es extraño que ahora, casi al final de mi vida, tras tantos años fotografiando, haya llegado de nuevo a los temas de mis inicios: el Big Bang, la lava, el mar, los volcanes, el origen de la evolución del hombre". 

El lugar donde charlamos con la fotógrafa mexicana más importante de los últimos 50 años es también un punto que cierra el círculo de la parte fundamental de su trayectoria: la sede parisiense de la Fondation Cartier Pour L'Art Contemporain, donde acaba de inaugurarse -estará abierta hasta el 29 de mayo- Heliotropo 37, una ambiciosa retrospectiva de su obra comisariada por Alexis Fabry. El interior del emblemático edificio de Jean Nouvel ha sido transformado por el arquitecto Mauricio Rocha, hijo de Iturbide, en una réplica a vuelapluma del estudio que él mismo diseñó para su madre en la calle mexicana que ahora da nombre a la muestra. "Hay algo simbólico en que, siendo fotógrafa, viva en esta calle que tiene que ver con la luz, con cómo gira la luz", cuenta.

Iturbide pertenece por derecho propio a una estirpe heroica de la fotografía del siglo XX: la de quienes, cámara en mano, se adentraron a partir de los años setenta en lugares remotos y comunidades tradicionales para inmortalizar sus formas de vida, sus rituales y sus rostros antes de que la globalización arrasara definitivamente con todo. Ganadora del premio W. Eugene Smith en 1987 y del Hasselblad en 2008, sus imágenes de los indios Seris del desierto de Sonora, de los vestigios conservados de la casa de Frida Kahlo o de infinitos ángulos insospechados de la vida cotidiana en México hablan de una autora con mirada propia.

Sin embargo, la fotografía llegó a ella sin pretenderlo. "Yo quería ser escritora. La fotografía ni se me pasaba por la cabeza, pero mis padres eran muy conservadores y quisieron que fuera a la universidad a estudiar literatura. Así que me casé muy joven, tuve hijos y entonces empecé", recuerda. Un día escuchó por la radio que acaba de inaugurarse una escuela de cine y decidió matricularse. "Me pareció una oportunidad para aprender, aunque no sabía muy bien a qué iba. Pero tuve la fortuna de que Manuel Álvarez Bravo diera clase allí". En los años setenta, Álvarez Bravo (1902-2002) era ya una leyenda viva de la fotografía. Amigo de André Breton y colaborador de Eisenstein, Buñuel y Ford, su obra reconciliaba documentalismo y abstracción, rigor geométrico y sensibilidad surrealista. "Pero casi nadie iba a sus clases, porque allí todos querían ser directores de cine", recuerda Iturbide, que comenzó a colaborar como asistente del maestro.

Aquel encuentro le cambió la vida. "Álvarez Bravo me dio el don de la libertad y me enseñó a ser la persona más feliz del mundo fotografiando", recuerda... "Fotografiar es una manera de conocer  el mundo y la cultura del mundo a través de tu cámara, de hablar con las personas, de leer sobre los países a los que viajo. Con él descubrí México, sus culturas. Yo dejaba a mis hijos en la escuela e iba con él toda la mañana. A veces lo veía trabajar sin más. A veces me preguntaba".

Iturbide tiende a quitarse importancia, pero la magnitud de su legado habla por sí sola. Entre los años setenta y noventa viajó a España, Alemania, Ecuador, Italia, India, Madagascar, Perú o Panamá, buscando conexiones entre sus temas predilectos: retratos, jardines botánicos, carteles y anuncios publicitarios, que ahora conviven en la muestra. Para la exposición de la Fundación Cartier ha realizado, de forma excepcional, algunas fotografías en color. En un sector dominado por los hombres, la suya es una voz distinta y empática con realidades diversas. "No creo que mi trabajo haya contribuido a cambiar las cosas, porque en ese sentido soy egoísta: fotografío lo que me gusta", responde cuando se le pregunta por el impacto de su obra. "El mundo ha cambiado mucho, pero en México sigue habiendo lugares como los que fotografié, y regreso a veces a ellos"...

Carlos Primo. Icon, El País, 3 de abril de 2022