lunes, 31 de mayo de 2021

No tienes casa hasta que la dejas

Fotograma de Mille soleils

 "Creerás volver a casa y te darás cuenta de que ya no la tienes. No tienes casa hasta que la dejas. Y una vez que sales, ya no puedes volver". Los personajes de Mille soleils (2013), mediometraje documental de la franco senegalesa Mati Diop, están hablando de la vuelta al país de origen, muchos años después de que uno de ellos lo abandonase. Pero las palabras, sobre todo el fondo de un plano casi abstracto -la silueta de una loma elevada contra el cielo-, adquieren un sentido universal. Tienen que ver con el movimiento y con el desamparo, y también con el paso del tiempo y con las posibilidades que se nos cierran sin dejarnos más opción. 

En Mille soleils acompañamos al actor Magaye Niang por las calles de Dakar hasta la proyección de la película Touki Bouki, que protagonizó en su juventud (te crees Johnny Halliday", se burla su esposa cuando el se arregla para salir). Touki Bouki es un hito de la cinematografía senegalesa, una de las más consistentes de África en parte gracias a películas como esta. Dirigida por Djibril Diop Mambéty, se pasó en la Quinzena de los Realizadores  del Festival de Cannes de 1973 y recibió el premio de la Fipresci. Inspirada en las maneras de la nouvelle vague y de otros nuevos cines, cuenta la historia divertida y triste de un pastor de vacas y una estudiante que planean dejar su país para irse a Francia; finalmente, él se queda en tierra.

Mati Diop, de 38 años, es la sobrina de Djibril Diop Manbéty. Su Mille soleils va más allá del simple homenaje a su tío y al cine dentro del cine: ofrece una nueva inmersión en la sociedad senegalesa actual y un retrato de la cotidianidad en la ciudad de Dakar, a través del caminar del encantador personaje que repasa el arco de su vida desde que protagonizó Touki Bouki en los años setenta hasta que es reclamado para una nueva película, 40 años más tarde. En ese lapso ha asumido el papel del que no se fue, mientras que Senegal sigue siendo el hogar en el que se vive pensando en abandonarlo. 

La coincidencia de estas dos películas representa el eje más evidente de Diferentes versiones del mismo sol, el ciclo doble que se proyectará en la Filmoteca Española, programado por el festival Documenta Madrid...

Documenta Madrid. Del 27 de mayo al 5 de junio. Babelia. El País, sábado 22 de mayo de 2021

domingo, 30 de mayo de 2021

"El sentimiento de la paz es un lujo para poca gente"

Le Clézio

J.M.G. Le Clézio llega con su paraguas doblado, su gorra de parisiense provisional y su sobre todo antiguo. El escritor (Niza, 1940) se presenta, como si fuera un novato, ante la recepcionista de una de las grandes editoriales del mundo, Gallimard, en París, la misma en la que publica su amigo Mario Vargas Llosa. El autor, premio Nobel de Literatura en 2008, viene a ser entrevistado. No muestra prisa ni fastidio. Ante el periodista parece que tiene más tiempo que el que le queda, acaso porque, como el personaje constante de sus libros y sobre todo de este nuevo en español, Canción de infancia (Lumen), es aún un niño como el que, cuando tenía tres años, en 1943, empezó a conocer, en un pueblo de Niza, la tremenda potencia del mal y de la guerra. Sobre ella escribe para contar el odio, el hambre y la desolación.

P.- Vivió con su familia la violencia de la Segunda Guerra Mundial. Imágenes así se ven ahora en la televisión: niños escapan de la miseria y de la muerte, parece que no hay sufrimiento, sino imágenes. ¿Cómo vive este periodo del mundo?

R.- Si el mundo fuera perfecto no tendría necesidad de escribir libros como éste. Podría escribir, como Kant, para ilustrar mi felicidad de vivir, porque, aparte de que uno puede ver o leer, el mundo europeo es bastante pacífico, puedes salir de noche y no arriesgar la vida. En otras partes, también en EEUU, eso no es posible. Una vez estuve en Río Grande para ver los coyotes por la noche y de repente me vino la impresión de que estaba en un lugar peligroso, porque ese es un camino de la emigración del sur al norte, y es un enclave difícil para pasar la noche solo. En Europa tenemos sociedades civilizadas. Han experimentado las guerras y las tragedias desde hace tanto tiempo que hay una especie de sabiduría instintiva. Pero en otros países no sucede. Así que el mundo no es perfecto. Cada vez que hay noticias de guerra, de muertes en el mar, de inmigración, me viene este sentimiento de que soy un privilegiado. Ese sentimiento de la paz es un lujo para poca gente. La mayor parte de la humanidad vive en estado de guerra, de peligro, de venganza, de hambre, de miedo. Me viene la voluntad de expresarlo. Y por eso escribí este libro.

P.- Dice usted: "Conocí al mismo tiempo el verano y la muerte, la felicidad y la miseria"

R.- Mi memoria está compuesta de imágenes recibidas por los libros, las películas y también por lo que escuché a mi abuela. Ella era una cuentera, una hacedora de cuentos. Vivió una guerra de joven y la segunda cuando ya era una anciana. Así que me dio parte de su memoria. La otra memoria es personal, de sensaciones que me impactaron cuando tenía tres, cuatro años...

P.- Ese niño que es usted sigue viviendo. ¿Acaso por eso escribe aún recuerdos de la niñez?

R.- Quise escribir el libro porque también es muy raro que se encuentren textos en los que se hable de la guerra desde el punto de vista de los niños. Se habla desde el de los resistentes, de las mujeres que combatieron para sobrevivir, pero de los niños no hay mucho, porque ellos no saben que es una guerra. Pueden jugar a la guerra y eso hice con mi hermano después de las batallas, imaginando que teníamos armas. Pero los niños no entienden qué es una guerra, pertenecen a otro mundo para ellos... Hay países donde los niños pertenecen al guerra. En Palestina participan en la guerra...Y hay países como Ruanda y Nigeria donde verdaderamente pertenecen al ejército y participan en matanzas. Es muy difícil de entender cómo en nuestras sociedades tan civilizadas, los niños son muy protegidos y en otras pertenecen a la violencia y actúan en la violencia...

Juan Cruz. París. El País, lunes 24 de mayo de 2021 

sábado, 29 de mayo de 2021

París recupera "el arte de vivir a la francesa",

Era un momento para la alegría, una liberación tras el largo invierno pandémico y los más de 100.000 muertos, una inyección de optimismo para la ciudad de los cafés y los museos que, desde el cierre hace más de medio año de los cafés y de los museos, había perdido algo de su esencia. París fue ayer una ciudad con más alegría y ligereza de lo habitual, pero no fue una fiesta. 

El inicio de la reapertura, un proceso por etapas que debe terminar al final del próximo mes, quedó deslucido por los aguaceros y por la reticencia de muchos franceses de lanzar campanas al vuelo un año después del primer desconfinamiento. Si alguien esperaba una explosión de júbilo o una sensación de liberación colectiva tras meses de cierre, salió decepcionado.

La fiesta iba por barrios. En unos, medio vacíos los cafés sin un renombre especial o alejados  de las zonas más concurridas y algunos comercios cerrados definitivamente, daños colaterales de la crisis; en otros, colas, fotógrafos y cámaras ante los establecimientos  más célebres como Les Deux Magots y Flore, en el barrio de Saint-Germain-des-Près, frecuentados en los años cuarenta y cincuenta por Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre y sus amigos existencialistas.

"Los franceses se han visto privados de una forma de libertad  de convivialidad ", comentaba Patrick Roger, director general de la emisora Sud Radio, en Les Deux Magots. "Y ya sabe que en Francia nos gusta pasar el rato discutiendo, debatiendo en las terrazas. Se ha abierto una compuerta, ahora bien: no hay que olvidar que muchos restauradores han decidido no abrir: sus terrazas son pequeñas y no es rentable, o no tienen protección ante la lluvia. Hay un sentimiento mitigado". (...)

El culto a la terraza que, como decía Roger es el culto a la conversación, también lo es a las horas perdidas o de trabajo, a la convivencia con extraños, al "arte de vivir a la francesa", como proclamó el presidente Emmanuel Macron al anunciar, a finales de abril, un calendario para la reapertura en el que el 19 de mayo estaba marcado con el jour J , el día D, el principio del fin.

Macron se apresuró a demostrarlo, a primera hora de la mañana, con un vídeo en el aparece junto a su primer ministro, Jean Castex, en una terraza cercana del palacio del Elíseo, la sede presidencial. Fue el día de las fotos y los selfis en las redes sociales. No de personas inyectándose la vacuna -ya son 30,8 millones quienes han recibido al menos una dosis en Francia, un ritmo acelerado tras los titubeos iniciales- , sino de personas en la terraza, símbolo, tanto o más que la vacuna, de la liberación...

Marc Bassets, París. El País, jueves 20 de mayo de 2021 

viernes, 28 de mayo de 2021

Muerte y libertad en Calígula

Una compañía de teatro retirada vuelve a los escenarios para representar el Calígula de Albert Camus. El director de la obra ha soñado que se suicidaba, cuestionándose completamente el sentido de la existencia. La obra será, entonces, el principal motivo para seguir vivo. La autora Claudia Cedó y el director Marco Paiva llevan al Teatro María Guerrero Calígula murió. Yo no, una reflexión sobre la muerte y la libertad producida por España y Portugal a través del CDN, el Teatro Nacional Doña María II y Terra Amarela.

"Nuestro espectáculo es el tiempo entre el delirio y el rodaje -explica Paiva a El Cultural, que ha contado con José Luis Raymond para la puesta en escena -, una zona invisible donde el pensamiento se enfrenta a la duda, el sueño y las consecuencias de ser terriblemente complejo . Al mismo tiempo, este Calígula es una oda a los cuerpos, los lenguajes y las culturas. Un desafío flagrante para cualquiera que insista en afirmar una norma". Teniendo en cuenta lo que el director califica como las "tres etapas" del texto de Camus, "el absurdo, la revuelta y la alegría", la autora de la adaptación vio y escuchó al elenco y pasó al proceso de tender puentes entre la diversidad física e intelectual de un equipo que se expresa en español, portugués y el lenguaje de los signos.

La humanidad y cercanía de Camus planea en toda la obra, donde además de la polisemia de Calígula, nos encontramos con referencias a títulos como La plaga, El mito de Sísifo, El hombre rebelde, Cartas a un amigo alemán o Los justos. "El autor parece decirnos que la sociedad sigue en conflicto consigo misma y que ese enfrentamiento dificulta la posibilidad de comprender al otro. El sentido de la vida que Calígula busca de forma desenfrenada es algo complejo de encontrar". Por ello, para Paiva, la mente humana es y será un enigma: "Nos alienamos con Camus en la necesidad de mantener el cuestionamiento y la revuelta, ese movimiento interior que da lugar al pensamiento y por lo tanto a la acción".

J.L. Rejas. El Cultural, 14-5-2021

jueves, 27 de mayo de 2021

Y Madame de Sablé inventó la reseña

Y Madame de Sablé inventó la reseña...

Los orígenes de los géneros literarios suelen perderse en la noche de los tiempos. Pero éste no es el caso de la reseña, un género menor del que incluso sabemos la fecha exacta en que nació. O, mejor dicho, la sabe Roberto Calasso, que le dedica un ensayo en Cómo ordenar una biblioteca (Anagrama, traducción de Edgardo Dobry).

Es recomendable distinguir entre críticas y reseñas. Las primeras parecen tener vuelos más elevados mientras que las reseñas, con menos ínfulas, se limitan a presentar, a ras de suelo, obras simplemente nuevas al público lector. John Banville, por ejemplo, asegura pasarlo muy bien cerrando una modesta reseña y diciéndose "vaya, vaya, he fabricado una pieza buena y sólida de carpintería". Eso estaría indicándonos que la brevedad le permite a quien escribe una reseña acercarse a la perfección, mientras que una crítica, aunque solo sea por su extensión o elevadas pretensiones, puede hacerse indomable.

Y eso sí: cae siempre inevitablemente sobre cualquier reseña la sombra de una sospecha. Según Banville, si la escribes favorable se interpreta como un producto de la consabida red de amigotes, mientras si te cargas el libro se percibe como envidia. Y nadie ha encontrado por ahora el modo de abolir esa sombra de sospecha que cruza toda reseña, el género que Calasso nos dice que nació el 9 de marzo de 1665 en París cuando la revista científica Journal de sçavans (más tarde rebautizado como Journal des savants) publicó una breve nota literaria -modelo de todas las reseñas que siguieron- escrita por Madame de Sablé sobre un libro que todavía hoy goza de indudable prestigio, las Máximas de La Rochefoucauld.

Madame de Sablé y el autor de las Máximas eran amigos y la reseña se la pasó ella previamente al propio La Rochefoucauld. No ha existido seguramente nunca un borrador tan sumamente elogioso en la historia de las reseñas, pero el elogiado, que aquel día debía de estar en Babia o le causaron miedo las palabras de su amiga, censuró nada menos que la mejor frase de todas y rebajó la fuerza de otras en su supuesto intento de "mejorarlas". 

El sarcástico Sainte-Beuve comentaría dos siglos después con su proverbial malicia: "La Rochefoucauld, que tan mal había hablado de los hombres, revisa su propio elogio para un diario, sólo elimina lo que le disgusta". 

En efecto, si la nota publicada por Journal des sçavans se compara con el borrador  previo de Madame de Sablé, se observa que en su afán por "mejorar" lo que ya era excelente, La Rochefoucauld  se cargó la frase más memorable de la reseña, la que abría espectacularmente el artículo: "Es un tratado de los mecanismos del corazón humano, de los que se puede decir que han permanecido ignorados hasta este momento". Nada más radical y atrevido, comenta Calasso, se hubiera podido decir de las Máximas, pero el autor de las mismas no dudó en tachar aquella apertura. La Rochefoucauld fue el primer autor de la historia que se cargó una reseña que le era bien favorable.  Que sepamos, no ha sido muy imitada después de su peculiar autolesión.

Enrique Vila Matas. El País, martes 25 de mayo de 2021.

 

miércoles, 26 de mayo de 2021

El Camino despierta en su entrada a Galicia

Hermógenos se subió a un avión en Tenerife, aterrizó en Madrid, subió a Pamplona y de ahí a Roncesvalles para caminar a Santiago con ganas de comerse un "buen cocido" tan pronto pusiese un pie en Galicia. El termómetro supera en O Cebreiro los 20 grados, sin una nube en el cielo ni rastro del viento, así que se conformó, con reservas por el calor, con un caldo servido en taza de barro. Es la avanzadilla de un grupo de más de cien personas que se quedaron entre León y Astorga; españoles, italianos y franceses que no lograron mantener el paso de este peregrino que hace entre 35 y 40 kilómetros por etapa. Por ahora,  la primera parada gallega del Camino  Francés solo recibe al mediodía a algo menos de una docena de visitantes con mochilas y bastones que comienzan a devolver vitalidad a la ruta jacobea.

 Los peregrinos suben de nuevo a la aldea de O Cebreiro dos semanas después de que finalizase el estado de alarma y, con ello, el cierre de las fronteras entre comunidades. En el mensón Antón, con techo de pizarra y pegado a una palloza, Ana prepara las comidas para el mediodía sin nigún cliente aún en el bar. "Isto parecía unha vila fantasma ata hai días", dice. Ahora atiende ya a madrileños, catalanes y "algunha rapaza de Bélgica ou Holanda".

Juan arranca  fuera su furgoneta  con el logo de Jacotrans, una compañía  que 2006 transporta mochilas y equipajes de los peregrinos a lo largo del Camino Francés hasta Fisterra. Es algo más pesimista que la tabernera: "Hace un año é
ramos cuatro y hoy estoy yo solo". El conductor se va de vuelta a Vega de Valcarce, en León, después de dejar solo diez mochilas en los hostales de la zona. En un año normal, antes de la pandemia, calcula que habría transportado unas 300. "En el 2020 tuvimos que poner dinero de nuestro bolsillo para seguir adelante", apunta Juan, que subsiste también conduciendo un taxi.

La pandemia provocó el peor arranque posible para el Xacobeo. La Oficina del Peregrino registra, por ahora, la llegada de 1.609 caminantes a Santiago en lo que va de año. La mayoría lo hicieron el mes pasado, cuando 1024 entraron en la plaza del Obradoiro a pesar de las restricciones de movilidad entre comunidades. Casi todos eran españoles (808), seguidos de alemanes (42) y estadounidenses (25). En el 2019, solo en abril entraron 31.722. De ahí que las expectattivas de José Luis, del hotel O Cebreiro, tampoco sean las mejores. Hoy espera cuatro huéspedes para las cinco habitaciones del hostal y apenas hubo un puñado de días en Navidades y en algún festivo en los que se cubrieron las plazas. "Nunca houbo nada parecido, a ocupación non ten nada que ver con outros anos", lamenta desde al barra. "Todo está supeditado a como evolucione o virus"...

Manuel Varela. La Voz de Galicia, domingo 23 de mayo de 2021

martes, 25 de mayo de 2021

El gran cajón de sastre de la historia de Paris: Museo Carnavalet

Pierre François Palloy
14 de julio de 1789. La revolución francesa. El pueblo de París asaltó la Bastilla y liberó a los presos políticos. La Bastilla, una fortaleza defensiva que Enrique IV había convertido en caja fuerte de su tesoro y Richelieu en prisión, se rindió en horas. Fueron liberados los siete encarcelados, entre los que había dos dementes y un noble depravado. Eso sí, la muchedumbre irrumpió el mismo día para destruir el símbolo de la tiranía. En ella estaba Pierre François Palloy  que hizo de la demolición el negocio de su vida. Palloy, "publicista antes de tiempo", según la historiadora Héloïse Bocher, contribuyó al nacimiento del mito.

En la noche del 14 de julio, Palloy ya tenía un centenar de obreros demoliendo las torres...Este parisino de 34 años, soldado primero y albañil después, dirigía su propio taller.

Obreros, burgueses, escritores como Beaumarchais o Mirabeau...Todo París entró en la fortaleza para echarla abajo. Fue Palloy el que puso orden, El 16 de julio lo nombraron inspector general de obras y tres días después, una compañía de la guardia protegió el lugar. Cerca de un millar de hombres trabajaron a sus órdenes para dejar el sitio como un solar. Las piedras de la Bastilla sirvieron para construir, entre otras muchas cosas, el puente de la Concordia.

Maqueta de la Bastilla
Nuestro emprendedor tenía sentido comercial. Y la Bastilla, tirón. Por eso organizó un baile y otros eventos entre las ruinas. Reciclando materiales hizo fabricar dominós, tabaqueros y joyeros. Acuñó medallas "con las cadenas que esclavizaban al pueblo". Pero los souvenirs por excelencia fueron las maquetas de la Bastilla, labradas en una piedra auténtica de la prisión: un metro de largo por 60 centímetros de ancho y 40 de alto, con las ocho torres, barrotes y puertas. Fueron 83, una para cada departamento de Francia y para cada distrito parisino.

Una de ellas es la que exhibe el Museo Carnavalet, que se dispone a reabrir las puertas de su sede, el palacete renacentista donde vivió Madame de Sévigné, cuyo retrato preside una de las habitaciones de época. Estamos en pleno corazón del Marais parisino; sólo por reposar en su jardincillo interior vale la pena entrar. Además el museo, como todos los municipales, es gratis.

Cerrado desde 2016, su renovación ha costado más de 50 millones de euros, de los que el municipio de París ha puesto 44. Se ha restaurado el edificio. Y muchas obras. Como los murales del salón de baile del palacete  de los Wendel que pintó el catalán Joseph María Sert.

"Era un íbero genial y castizo, un fauno con unas enormes gafas de concha negra, tan peludo que cuando se desnudaba parecía un abrigo. Pero sobre todo un hombre de  cultura extraordinaria", lo describe Mauricio Wiesenthal en Orient Express. Sert era "la pareja perfecta de aquella judía que había aprendido a tocar el piano en las rodillas de Liszt, modelo de Renoir y Toulouse-Lautrec, Misia, que compartió su corazón con un magnate de la prensa francesa, con Diaghilev y, en la que sería su tercer esposo, Sert". 

La pareja descollaba en el París de los felices 20 en los que el español era uno de los artistas más cotizados. Para el palacete de los riquísimos Wendel pintó Sert un decorado de 87 metros cuadrados que representa a la reina de Saba. Cuando el edificio se vendió, los murales fueron llevados al Carnavalet. En este cierre,  se han restaurado las paredes,  que lucen espléndidas con sus reflejos plateados. Los techos lo serán ahora, con el museo abierto.

Museo Carnavalet

Carnavalet es el museo más antiguo de la capital y muestra al público 3.500 de las 615.000 obras de sus fondos. Que van del mesolítico a nuestros días. De una mandíbula prehistórica al lápiz que sirvió de emblema en las manifestaciones de Je suis Charlie, tras el atentado contra la revista Charlie Hebdo en 2015. De una piragua tallada de un roble de los parisi, la tribu gala a la que derrotaron los romanos, al emblema de cerámica y el martillo de madera  del acuerdo por el clima COP 21.

El museo ha decidido colocar el 10% de sus obras a la altura de un niño. No sólo objetos secundarios, también piezas señeras como la tela del siglo XVIII que representa a Santa Genoveva. En esta nueva disposición ha desparecido  la galería de retratos reales. Y se ha puesto más énfasis en los grandes nombres de la cultura. Así Beaumarchais abre camino a la Revolución, con sus relojes de 10 horas, fallida invención, a un zapato de María Antonieta salvado del asalto y pillaje del Palacio de las Tullerías.

Todos los carteles principales son trilingües (francés, inglés, español). En la habitación de Marcel Proust, imprescindible hito del Carnavalet, se explica: "Los muebles y objetos aquí reunidos proceden de los tres domicilios parisinos que el escritor ocupó tras la muerte de su madre. (...) Según su gobernanta, Céleste Albaret, la mayoría son de su última habitación en la calle del Amiral Hamelin (...)Marcel Proust, asmático, sale cada vez menos de su habitación. El escritor duerme de día y trabaja de noche. Y escribe la mayor parte de En busca del tiempo perdido en esta cama de latón. Proust se protegía del ruido con planchas de corcho, colocadas en el techo y en las paredes, y del polen sellando las ventanas en primavera y otoño..."

Una nota final: Palloy, el de las piedras de la Bastilla, fue distinguido como Héroe de la Revolución por su participación en la toma de la Bastilla, pero terminó en la cárcel por desvío de fondos. Murió en la ruina.

Iñaki Gil. París. El Mundo, 18 de mayo de 2021 

lunes, 24 de mayo de 2021

Pequeño país: Entre el juego y el fuego

Fotograma de Pequeño país

La mirada infantil es una de las preferidas por el cine para, desde ella, observar la guerra, tal vez porque le proporciona una luz especial a lo peor y a lo mejor de lo que trae y se lleva, incluso en el caso de ser una guerra tan bárbara y sanguinaria como la que enfrentó a hutus y tutsis en Burundi a finales del siglo pasado. El director, Eric Barbier, toma como pista de aterrizaje en ella la novela autobiográfica de Gaël Faye, rapero francés nacido en Burundi, de donde emigró a los 13 años y a escape de aquella violenta guerra.

Pequeño país es luminosa y describe, con destellos de memoria, una infancia feliz y ajena al contexto que germinaba en su ciudad, Bujumbura, y en su familia, su pequeña hermana, su padre francés y su madre de linaje tutsi; y es virtud de la cámara de Barbier que su película contenga ese encanto de la aventura de la infancia y, bien y sutilmente hilvanado a ella, el desencanto por el mundo que se desmorona, la progresiva transformación del juego en ponzoña; y también es virtud de la cámara atrapar la metamorfosis en los ojos y la interpretación del joven actor Djibril Vancoppenolle, termómetro y linterna de la narración.

Oti Rodríguez Marchante. ABC, 20/5/2021

domingo, 23 de mayo de 2021

Una superproducción en viñetas sobre la Revolución Francesa

Aunque los creadores pueden recibir un poco de ayuda informática. dibujar un tebeo es todavía una labor sobre todo manual. Y en algunos casos deja boquiabiertos a los lectores. Es lo que ocurre con Revolución I. Libertad (Planeta Cómic; traducción de Albert Agut Iglesias), el primer volumen de una serie de tres con la que Florent Grouazel y Younn Locard pretenden llevar al cómic la historia de la Revolución Francesa y por la que recibieron el Gran Premio del Festival de Angulema, el más importante galardón que se concede a una historieta. El resultado de este gigantesco fresco de París en el verano de la toma de la Bastilla, en 1789, representa un alarde de documentación y rigor histórico. No solo es bonito, entretenido, trepidante: su recreación de la capital francesa de finales del siglo XVIII y de acontecimientos históricos que forman parte de la imaginación colectiva de Europa resulta espectacular.

Los dos autores tardaron cinco años en dibujar su tebeo: se inspiraron no solo en una amplia documentación sino también en Barry Lindon, el filme de época que Stanley Kubrick rodó solo con iluminación natural o de velas para las escenas nocturnas, o incluso en mangas. Cada detalle está cuidado con realismo y precisión, desde la ropa hasta los escenarios en que transcurre el relato: los salones de la corte, los barrios más pobres de la capital, la asamblea en la que se celebran los Estados Generales o las tiendas de los comerciantes. Grouazel y Locard han consultado archivos, pero también las primeras fotografías del París del siglo XIX, y el color sepia de estas se ha colado en numerosas viñetas. 

El enorme trabajo que han invertido sus autores en los fondos, en el dibujo de cada una de las viviendas, muebles, trajes, harapos, calles o puentes de París confiere una densidad extraordinaria al cómic. Los buenos tebeos históricos permiten contemplar y a la vez, imaginar un momento del pasado. La fidelidad a la realidad, en una tradición que incluye a Hergé o Hugo Pratt, que eran unos obsesos de la documentación, forma parte del pacto con los lectores. Pero al mismo tiempo, el relato, los dibujos, el punto de vista son pura subjetividad.

Pese a ser el acontecimiento central de la historia moderna de Francia y del que se han escrito miles de libros sobre él, todavía existen rincones de sombra en la Revolución Francesa y, sobre todo, interpretaciones enfrentadas. ¿Fue una matanza sin límites? ¿Un cambio de régimen inevitable?  ¿El primer gran triunfo del pueblo? ¿El principio del fin del absolutismo en Europa? Incluso la jornada central de aquella revolución, convertida en la fiesta nacional francesa, se mantiene como un misterio. Éric Vuillard escribió en su novela 14 de julio (Tusquets), que reconstruye aquel día: "Hay que escribir lo que se ignora. En puridad, se desconoce lo que ocurrió el 14 de julio. Los relatos que poseemos son encorsetados o deslavazados. Hay que plantearse las cosas a partir  de lo que no está escrito.

Grouazel y Locard parten de esas dos ideas de Vuillard: retratan a la multitud sin nombre, porque los personajes que articulan el relato provienen de todas las clases sociales y se mueven arrastrados por la historia. Y cuentan lo que no está escrito. O mejor dicho lo dibujan. La toma de la Bastilla ocupa un espacio pequeño en su relato de 300 páginas  (que tendrá 1000 en total cuando se publiquen los tres tomos). El París del hambre (nunca el pan había sido tan caro como aquel verano), de la violencia, del hartazgo ante los privilegios de la nobleza, pero también de la política y la prensa, son los grandes protagonistas de un tebeo inolvidable.

Guillermo Altares. Babelia. El País, sábado 8 de mayo de 2021

sábado, 22 de mayo de 2021

La escalera de Chambord

La escalera más hermosa y extraña del mundo está en un castillo francés, el de Chambord. Es la célebre escalera de doble hélice ideada (no construida) por Leonardo da Vinci. Quienes suben y quienes bajan pueden verse pero no cruzarse. Se trata de una delicia arquitectónica y, en cierto sentido, también de una escalera hacia el futuro. Fue erigida en uno de esos momentos en que el mundo se amplia y se contrae de forma simultánea, la historia se fractura, la gente empieza a pensar de otra forma y nadie sabe muy bien qué va a ocurrir. Sucedió en el siglo XVI y sucede ahora.

Francisco I, el dueño de Chambord, invitó al viejo Leonardo a su corte en cuanto ascendió al trono. No fue una decisión reflexiva: simplemente admiraba al genio renacentista y quería tenerlo cerca. Esos años finales de Leonardo en Francia, unidos a la frivolidad personal del rey, a su pragmatismo y a su devoción por la cultura, crearon la Francia de los siglos siguientes. Igual que la voluntad de construir un imperio universal basado en la religión católica, el gran proyecto trascendente de Carlos I, está en el origen de España. El doble juego de Enrique VIII de Inglaterra, uniéndose a Francisco o Carlos, los dos grandes rivales, para que ninguno de ellos llegara a ser demasiado poderoso, configuró la posición que más adelante iban a mantener las islas Británicas respecto al continente europeo.

El hoy nació entonces. Nació de forma improvisada, en una cadena de reacciones de emergencia ante una realidad nueva e incomprensible. El pequeño mundo europeo había experimentado una extensión vertiginosa con la colonización de América, la aparición de la imprenta de tipos móviles multiplicó la difusión del conocimiento y amplió la mente humana y, pese a tanto espacio nuevo, no había forma de moverse sin chocar con una fuerza rival. El XVI fue un siglo hermoso y caótico.

Lo que ocurre ahora es bastante similar a aquello. La revolución de las comunicaciones gracias a internet, la exploración del espacio (algo esencial a lo que no prestamos mucha atención, porque permanecemos entretenidos en muchas cosas), la alteración climática y, tal vez, el choque de la pandemia supondrán, o más bien suponen ya, una fractura en la historia.

Todo está en discusión, desde la forma de alimentarse o trabajar hasta las estructuras económicas y las formas de gobernanza. La suerte es que la vida cotidiana, bastante complicada en sí misma, nos ahorra el vértigo de mirar hacia un futuro ignoto.

La escalera de doble espiral de Leonardo da Vinci

No sabemos siquiera qué pequeñas o grandes decisiones del presente serán recordadas como fundacionales o como símbolos de lo que nació en el siglo XXI. A nadie se le ocurrió, hace exactamente 500 años, que aquella escalera pintoresca en el cuerpo central del castillo de Chambord pudiera ser contemplada como un rasgo fundamental de un cierto espíritu colectivo, el que llevó a la Ilustración, a la Revolución Francesa y a ciertas certidumbres que hasta hoy nos parecían indiscutibles. 

No sabemos quién está creando algo como la escalera de Chambord, ni dónde. Pero alguien lo está haciendo en algún lugar.

Enric González. El País, domingo 9 de mayo de 2021.

viernes, 21 de mayo de 2021

Cuando Peter encontró a Azzedine

Azzedine Alaïa

Azzedine Alaïa y Peter Lindbergh tenían un aspecto tan opuesto que hubieran formado una pareja cómica, en la mejor tradición de Laurel y Hardy  o Schwarzenegger y De Vito. Un diminuto tunecino y un alemán grandote construían un dúo con potencial para la sonrisa. Y, sin embargo, estos dos hombres tan aparentemente distintos estaban unidos por una misma forma de entender la belleza y, sobre todo, de servir a las mujeres. 

La larga y estrecha colaboración entre el maestro del diseño de moda y el de la fotografía es objeto de una exposición en la Fundación Azzedine Alaïa de París. Una muestra que, además, nos deja un libro que reúne algunas de las más emblemáticas imágenes que crearon durante casi tres décadas. Son instantáneas que forman parte de la historia de la moda contemporánea y que muestran la enorme sintonía personal y profesional que mantenían desde que se conocieron  al final de los años setenta. Compartieron mesa, círculo, ciudad, industria y conversaciones. Tenían la misma forma gozosa de reírse, idéntico apetito por la vida y una mirada común llena de humanidad. También les unía la amistad de Franca Sozzani (1950-2016), legendaria directora de Vogue Italia y presencia fundamental en la vida de ambos, a quien está dedicado el libro editado por su hermana Carla.

Aunque ambos fueron autores muy originales en su punto de vista, pueden establecerse numerosos vínculos entre sus cuerpos y su trabajo. No solo cuando Peter retrataba la ropa de Alaïa, o al propio diseñador. Más allá de sus colaboraciones, la obra de ambos está estrechamente relacionada. Les une una fijación por el color negro, como señala el comisario de la exposición, Olivier Saillard, y por musas como Naomi Campbell y Tatjana Patitz, como demuestran sus desfiles y sesiones. Pero hay un hilo invisible más profundo y significativo entre ellos. El propio Lindbergh que falleció en 2019 a los 74 años, lo resumió con una de sus frases más célebres: "La responsabilidad de los fotógrafos debería ser liberar a las mujeres y a todo el mundo, del terror de la juventud y la perfección". En parecidos términos lo expresó Alaïa, que murió en 2017 con 82 años, en un enunciado que aparece recogido en la muestra: "Siempre he querido que las mujeres fueran libres. Espero que mis vestidos les den esa ligereza. El mayor cumplido es cuando se miran a sí mismas y me dicen: "Me siento libre"...

Su unión quedará como testimonio de la estética y filosofía de los años ochenta...Aunque es perfectamente reconocible , la ropa de Alaïa siempre deja espacio para mostrar la personalidad de quien la lleva. "Me gustan las mujeres. Nunca pienso en hacer algo nuevo o en ser creativo, sino en hacer ropa que haga que las mujeres se sientan guapas", asegura en otra cita que forma parte de la publicación Azzedine Alaïa. Peter Lindbergh. Ninguno brilló tanto en su propio oficio como cuando se cruzó con el otro...

Eugenia de la Torriente. El País Semanal, 15 de mayo de 2021

jueves, 20 de mayo de 2021

Relatos de ocupación

El bicentenario de Napoleón sirve para recordar un motivo recurrente en la novela del siglo XIX: la presencia del invasor francés en toda Europa. Por una antigua costumbre de guerra cuando un invasor toma una población, suele aposentarse en casa de algún notable de la localidad. Los conflictos de esta convivencia impuesta han dado bastante juego en la literatura. En uno de los pasajes más entretenidos de Poesía y verdad (1811-1830), Goethe ya contaba que a su padre, como notable de Francfort, le metieron en su casa a un lugarteniente del rey Luis XV, en el curso de la Guerra de los Siete Años. Y, mientras el hombre, indignado, estaba "de mal humor y cada día más hipocondríaco", madre e hijo, lejos de compartir esta repugnancia, enseguida se pusieron a aparender francés. El alojado les parecía correctísimo, "alegre y activo", y Goethe, a los diez años, empezó con entusiasmo a declamar Racine "a la manera teatral". El drama de la invasión fue para ellos más bien la comedia de la hospitalidad, donde el papel más cómico naturalmente lo interpreta la autoridad ofendida. Veamos otros ejemplos a costa de Napoleón.

En Milán

Una situación análoga a la vivida por Goethe la encontramos en La cartuja de Parma (1839), que empieza el 15 de mayo de 1796, el día en que las tropas de Napoleón entran en Milán. El marqués del Dongo, un pusilánime con "un odio vigoroso a las Luces", se ve obligado a acomodar en su palacio de la ciudad y hasta en su castillo del lago de Como a un tal teniente Robert, "mozo quintado bastante atrevido". El día que se presenta este indeseable inquilino lleva las suelas de los zapatos hechas de trozos de sombreros recogidos en el campo de batalla. Pero a la hora de la cena se explaya sobre su pobreza y la de sus compañeros  y enternece a las damas -la marquesa y su joven cuñada-, que a partir de entonces no se separarán de él...

Stendhal fue funcionario del Ministerio de Guerra de 1805 a 1813 y siguió a Napoleón de Berlín a Moscú. Según decía en sus memorias sobre Napoleón (1837), lo importante del emperador fue que "civilizó" al pueblo "haciéndolo propietario y dándole la misma cruz que a un mariscal"...

En España

En el cuento El extranjero (1854) de Alarcón, una viejecita de Fiñana y un arriero cuidan de un soldado polaco napoleónico, enfermo de tercianas. Un soldado español apodado "Risas" apalea a la viejecita "por su falta de patriotismo" y también al "arriero afrancesado"...En otro cuento de Alarcón, El afrancesado (1856), un boticario de Padrón ofrece en 1808 una cena a veinte oficiales franceses; cuando el pueblo indignado irrumpe en el festín, descubre que el anfitrión ha envenenado a todos sus invitados, y muerto él mismo en el empeño...

Nos tememos que la hospitalidad  con Napoleón será falsa y sangrienta en España hasta 1959, gracias a la película con canciones Venta de Vargas. Ahí se lleva el conflicto  más allá del alojamiento, al terreno del amor romántico...En Venta de Vargas, porque se ha enfadado con su medio novio, Lola Flores cede a las atenciones del apuesto capitán Pierre, aposentado en Andújar y pasa una noche con él a las orillas del río...Pero esto quizá ya no sea hospitalidad sino un moderno y templado episodio de amor imposible.

Luis Magrinyá. Babelia. El País, sábado 8 de mayo de 2021.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Las esculturas más parlanchinas de Galicia

"Pousa, quiero que entreviste a todas las estatuas de la ciudad. A ver qué opinan de todo esto". Este fue el encargo que en una ocasión le hizo su director al periodista y escritor Luis Pousa.Preguntó:"¿Llevo grabadora?", salió a cumplir la encomienda y encontró respuestas porque las esculturas hablan, unas más que otras. Detrás de la casa de Emilia Pardo Bazán, entre las jambas de la iglesia de Santiago, en A Coruña, dos figuras pétreas llevan siglos de palique. "Y él le dice a ella: No recuerdas que hace seiscientos años, la noche de nuestras bodas, cuando por primera vez, lisas de juventud nuestras mejillas, inmaculados nuestros vestidos, nos dejaron solos aquí, mirándonos, la Luna semejaba como hoy una perla gris muy melancólica, y los luceros asomaban cansados, sin brillo? El mundo era viejo ya cuando principió nuestra juventud infinita". Y ella a él: "Me acuerdo que desde entonces todas las noches me hablas, y el silencio es un cántico". Ellos son Los adorantes protagonistas de "uno de los cuentos más hermosos de Emilia Pardo Bazán, sostiene en un video de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Xulia Santiso, conservadora de la casa museo de la escritora. Son dos esculturas eternamente comunicándose, eternamente dialogando, eternamente sintiendo lo que el mundo está sintiendo (...) Los adorantes intentan comprender a los humanos que los rodean", apunta Santiso. La pareja comenta sucesos diarios: "Los niños jugaron en el atrio esta tarde. Sus voces sonaban alegres. Puede que ellos no comprendan lo enfermo que está el mundo...", dice el relato, tan actual pero publicado en 1906. Pardo Bazán cuenta como un día le enseñó Los adorantes a un famoso arquitecto que le dijo: "Esas figuras no tienen razón de ser . Ni dan solidez al edificio ni se explican ahí colgadas. ¿Qué hacen, me quiere usted decir? Creo que respondí: adorar..."

Otro arquitecto, el Maestro Mateo, sí sabía del valor de los personajes esculpidos, aunque no den solidez al edificio: "Debió conversar con muchos de ellos, y por eso el Pórtico está lleno de diálogos, y un oído atento podrá más de una vez recoger noticias de sucesos, confesiones y sorprender oscuras nostalgias". Esto escribió Cunqueiro en uno de los textos que recoge Rafael Silva Costoyas en su último libro Ante el pórtico de la Gloria. Poesía e interpretación (Coedición Follas Novas/Arte Torres de Altamira). Para el autor mindoniense, "quizás lo más vivo, penetrante, exquisito y significativo del pórtico de la Gloria sea el susurro de las conversaciones que brotan de las figuras de piedra como el chorro de agua de una fuente labrada". 

Claro que a veces las esculturas callan: "En el Pórtico hay otro profeta que no habla. Quieras o no, la mirada lo elige. Te lleva a Daniel. Está sonriendo. Una sonrisa contagiosa. Nunca antes la piedra había sonreído así", escribió Manuel Rivas. La cita la recoge Rafael Silva en esta pequeña joya literaria, "una nueva visión del Pórtico" en la que señala el desconocimiento de la figura del Maestro Mateo "no sabemos ni el apellido" y espiga textos de la poesía jacobea de Lorca, Unamuno, Gerardo Diego, León Felipe, Cabanillas, Cunqueiro, Manuel María o García Bodaño. Y, por supuesto Rosalía...

Rodri García. La Voz de Galicia, viernes 30 de abril de 2021. 

martes, 18 de mayo de 2021

Girault de Prangey y sus perfectas perspectivas de la Mezquita

Interior de la Mezquita de Córdoba, dibujo de
 Girault de Prangey.

La pasión por la arquitectura y el dibujo fue el motor que impulsó los grandes viajes por la cuenca mediterránea de Joseph Philibert Girault, un acaudalado y erudito artista francés del siglo XIX que ha pasado a la historia como uno de los pioneros de la fotografía, técnica que usó como medio para elaborar sus litografías. Tres investigadores han analizado las perspectivas que De Prangey realizó en el interior de la Mezquita de Córdoba durante un viaje antes de la invención de la técnica del daguerrotipo que lo haría famoso. El estudio demuestra que las medidas y las proporciones coinciden con gran exactitud con la realidad y permite conocer algunos de los cambios que ha sufrido el monumento desde que Girault de Pangrey lo dibujara en  1833.

Antonio Gámiz, profesor del Departamento de Expresión Gráfica y Arquitectónica de la Universidad de Sevilla y uno de los investigadores que ha realizado este año el estudio, explica: "De Prangey fue uno de los primeros que documentó el patrimonio con rigor científico. Su trabajo es de una precisión sorprendente para su época. Manejaba perfectamente las reglas básicas de la perspectiva cónica y los recursos gráficos avanzados y solventes para elaborar unas vistas muy bellas". 

En octubre de 1832 el artista francés viajó a España atraído por la fama de la arquitectura islámica. Llegó en barco, acompañado por un equipo de dibujantes para recrear los principales monumentos de Córdoba (la mezquita), Sevilla (la Giralda y el Real Alcázar) y Granada (la Alhambra). Este viaje -el único documentado que realizó a España- se prolongó durante un año e incluyó también paradas en Barcelona y Tarragona.

El resultado fueron las litografías que publicó por fascículos entre 1836 y 1839, elaboradas en la prestigiosa imprenta de París Lemercier et Cie. y editadas por Veith et Hauser con el título  Monuments arabes et moresques de Cordue, Séville et Grenade, dessinés et mesurés en 1832 et 1833, uno de cuyos ejemplares que perteneció al paisajista Jenaro Pérez Villaamil, se conserva en la Biblioteca Nacional. 

La relevancia de los dibujos de De Prangey (Langres, 1804-1892), radica en que son un fiel reflejo de la realidad. Parten de una meticulosa medición y dejan constancia  del estado del monumento en 1833, antes de las importantes restauraciones acometidas a partir de la segunda mitad del siglo XIX, muchas de ellas dirigidas por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco desde 1887. La mezquita-catedral de Córdoba, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en 1984, comenzó a construirse a mediados del siglo VIII, bajo el reinado de Abderramán I, y, tras sucesivas ampliaciones en el XIII fue consagrada como templo cristiano iniciándose así una letanía de transformaciones hasta finales del siglo XIX...

Margot Molina. Sevilla. El País, martes 11 de mayo de 2021 

lunes, 17 de mayo de 2021

Seize Printemps/ Dieciseis Primaveras

Fotograma de Dieciseis primaveras
Seize Printemps/Dieciseis primaveras  de Suzanne Lindon, presentado en D'A Film Festival como Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, hurga en dolores parecidos. Habla de otro tipo de amor imposible: el de una adolescente lánguida y un apuesto actor teatral que le saca dos décadas, ambienta en los que podrían ser unos amorales años ochenta, donde un privilegiado entorno intelectual asiste a este romance proscrito con total indiferencia, un posible guiño a los numerosos casos parecidos que Francia ha desenterrado en los últimos años. Lindon, que escribió la historia a los 15 años y la dirige y protagoniza a los veinte, tiene la elegancia desgarbada  de una joven Charlotte Gainsbourg, con quien comparte condición de hija de: sus padres son los actores Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain. 

La película es tan frágil como su personaje, insegura en todos los pasos que da, aunque muchas veces vayan en la buena dirección. Lindon evita meterse en jardines y evita el debate sobre el consentimiento. Seize printemps no juzga ni enjuicia: se limita a observar desde un lugar, que, pese a todo, sigue resultando incómodo  y alterna el color rosa de las granadinas que bebe su protagonista, leitmotiv cromático de la película, con la violencia sorda que transmite la mirada cerrada de Arnaud Valois, revelado en 120 pulsaciones por minuto, cuyo ensimismado personaje parece indisponible incluso para sí mismo.

Álex Vicente. Babelia. El País, sábado 24 de abril de 2021.

D'A Film Festival. En Barcelona, del 29 de abril al 9 de mayo. En Madrid del 7 al 13 de mayo.

domingo, 16 de mayo de 2021

Un instante eterno. Filosofía de la longevidad

Pascal Bruckner

Pascal Bruckner (París, 72 años) es visto en Francia, según a quien se pregunte, como uno de los últimos resistentes en la defensa de la Ilustración frente a los oscurantismos del siglo XXI o como un viejo dinosaurio que, por sus posiciones contra el nuevo feminismo o el antirracismo, está perdiendo el tren de la historia y se resiste a abandonar el escenario.

"Hay sitio en la Tierra para varias generaciones, para los muy jóvenes y los más viejos", advierte Bruckner en su angosto dúplex en el centro de París, mientras prepara las maletas para pasar unos días practicando esquí de fondo en los Alpes. "Moriremos un día, estén tranquilos, aunque no por eso se sentirán mejor".

Los miembros de su generación, la del llamado baby boom -nacidos durante la explosión demográfica posterior a la II Guerra Mundial- se jubilan y se instalan en la tercera edad. Bruckner, con 72 años y ningunas gans de dejar de escribir y de polemizar, reflexiona sobra esa etapa en Un instante eterno. Filosofía de la longevidad, publicado en castellano por Siruela, en traducción de Jenaro Talens. El libro es una reivindicación de la vejez, una edad que hoy se ha prolongado tanto que ya casi es una vida extra. Y Bruckner sostiene que no debe ser el tiempo de las renuncias sino de una existencia plena e intensa.

Los viejos siempre son los otros o mejor dicho la mirada de los otros, según el ensayista. El dice que se dio cuenta de que se hacía mayor el día que empezó a recibir publicidad de residencias de la tercera edad y folletos de funerarias. "Hasta los 65 uno todavía puede engañar a la gente y hacerse ilusiones", afirma...

Su filosofía del envejecimiento consiste en "renunciar a la renuncia" algo que choca con el problema de la enfermedad, de la salud, del crepúsculo. "Estamos programados desde la infancia", apunta, "para pensar que a partir de los 60 años es el abismo, las tinieblas. Pero llegamos y estamos en forma, nos sentimos aún en la piel de alguien de 30 0 40 años. Todos somos ciegos ante nuestro propio envejecimiento, y no entendemos porque debemos limitar nuestras actividades y quedarnos en casa. Hoy hemos empujado la vejez a los últimos meses antes de la muerte. Antes llegaba al final del verano y ahora,  en diciembre. El otoño de la vida puede ser totalmente extraordinario y feliz". 

Bruckner -padre de dos hijos, con dos nietos, y emparejado con una belga-somalí 25 años menor que él- dedica un capítulo de su libro al amor en la tercer edad. Cita como ejemplo de Emmanuel y Brigitte Macron, ella 24 años mayor que el presidente. "Sacuden los prejuicios", celebra el ensayista. "La gente ve que se puede amar a alguien de más edad, y que más allá de los 60 no hay un desierto sentimental ni erótico". Si la eternidad existe, está aquí, en la Tierra, según Bruckner. "La inmortalidad es ahora, en los instantes maravillosos que vivimos, en los momentos privilegiados con los demás, no vale la pena buscarla en el más allá. Porque como decía Kierkegaard, las grandes religiones son unas muy lucrativas agencias de transporte al más allá, pero nadie ha regresado para decirnos si el viaje valía la pena. 

La pandemia de covid-19 ha alterado sus perspectivas radiantes. A Bruckner, ya vacunado, se le han muerto amigos de más de 80 años. Él ha aprovechado estos meses. Los ha dedicado a escribir su último ensayo publicado en francés. Un coupable presque parfait. La construction du bouc émissaire blanc/ Un culpable casi perfecto. La construcción del chivo expiatorio blanco. Es un texto polémico, un alegato en contra de las nuevas corrientes antirracistas como el movimiento Black Lives Matter, y las feministas del Me Too que, en su opinión hacen del hombre blanco el culpable de los males del mundo...

Marc Bassets. París. El País,  martes 30 de marzo de 2021. 

sábado, 15 de mayo de 2021

En el jardín de las delicias

Con la delicadeza de un orfebre, unas manos enguantadas van depositando flores en un bastidor. Lo hacen una a una cuidando que toda la superficie quede cubierta y que, al mismo tiempo no se amontonen. Al otro lado del cristal está la capa de grasa vegetal que irá impregnándose de la embriagadora fragancia que desprende la tuberosa.

Originaria de la India, esta flor se cultiva en pequeñas cantidades en Grasse, una localidad de la Provenza considerada la cuna de la perfumería. Allí nació François Demachy, perfumista creador de Dior y protagonista de NOSE, un documental que sigue durante dos años sus viajes alrededor del mundo en busca de las excepcionales materias primas, sin las cuales, como él mismo explica, sería impensable su trabajo: "No quiero minimizar la importancia de la inspiración, pero para la belleza del perfume las materias primas son esenciales. No me considero un artista, sino un artesano". Durante el rodaje vio cumplido su sueño: visitar las plantaciones de pachulí de Sulawesi, Indonesia. "Por fin pude ver uno de mis ingredientes favoritos en su entorno natural y nunca olvidaré la felicidad que sentí al conocer a los agricultores locales", recuerda.

J'Adore Eau de Parfum Infinissime

Desde que entró a formar parte de esta casa centenaria en 2006, Demachy se ha esforzado por fortalecer el vínculo con los proveedores. Carole Biancalana fue la primera en reservar cosechas enteras de la rosa centifolia, el jazmín y la tuberosa que cultiva siguiendo una tradición familiar que se remonta a los años treinta. La tuberosa desapareció del terruño de Grasse en la década de los cincuenta, pero Biancalana y su discípula Amélie Janody aceptaron el desafío que supone desenterrar los bulbos cada año y mantenerlos a salvo de la escarcha para replantarlos en primavera. La tradicional técnica de enfleurage que emplea Dior para destilar su aroma también es un proceso lento y meticuloso. Requiere atención y trabajo diario saturar la grasa con estas pequeñas flores, razón por la que, estos últimos veinte años ha sido una práctica en desuso...hasta que Demachy la recuperó para sus creaciones. El extracto de tuberosa que obtienen en Grasse es el ingrediente con el que el perfumista ha reinventado una de las fragancias icónicas de Dior. J'Adore Eau de Parfum Infinissime retoma la composición original incluyendo las notas frescas y luminosas de esta flor blanca. "Es como si J'Adore sedujese a la tuberosa y la coloreara dándole luz", cuenta Demachy. "El poder de la tuberosa es inmediato y ajeno a todas las modas. Ella sola genera una estela de feminidad poderosa".

NOSE, de Arthur de Kersauson y Clément Beauvais, se puede ver en Apple Tv, Google Play, Amazon Prime, Movistar, Filmin y Rakuten.

El País Semanal, 30 de Abril de 2021

viernes, 14 de mayo de 2021

El pianista caleidoscópico

Benoît Delbecq
Además de ser una de las improvisadoras más brillantes, la pianista Kris Davis está dando pasos firmes en el ámbito discográfico independiente con su sello Pyroclastic Records. Un catálogo pequeño aunque muy selecto que se está posicionando en el jazz contemporáneo gracias a músicos como Craig Tabom, Eric Rives, Nate Wooley o Angélica Sánchez, siempre con álbumes arriesgados, pero de calidad aplastante. El último de ellos cierra cierto círculo para Davis: hace 15 años fue alumna del pianista Benoît Delbecq, y ahora ella ejerce de productora ejecutiva del nuevo álbum del francés. Ojo. no es una deuda saldada; la conexión musical entre Davis y Delbecq es enorme, y The Weight Of Light  es un disco magistral, sin duda uno de los mejores del pianista.

Delbecq fue alumno a su vez del saxofonista Steve Lacy y del pianista Mal Waldron, dos maestros afines en quienes podemos encontrar muchas de las raíces de la música del francés (curiosamente como solista, Delbecq está más cerca de Lacy  que de Waldron, a pesar de la coincidencia de instrumento con este). Como Lacy, Delbecq es un artista completamente comprometido consigo mismo. Dueño de un lenguaje único que lleva décadas desarrollando, su falta de conexiones lo relega inevitablemente a una audiencia especializada, o a la consabida etiqueta de "músico de músicos", pero el pianista nunca ha dejado de crecer artísticamente.

El francés es un maestro del "piano preparado", a base de alojar dentro del piano pequeños bloques de madera seca o diversos tipos de goma de borrar, para extraer diferentes tonalidades de las cuerdas o implementar sus cualidades percusivas. Su música especialmente a piano sólo, como en este álbum, es un caleidoscopio de patrones rítmicos y frases creativas, hasta el punto de llegar a parecer, por momentos, que uno está escuchando a más de un músico. Delbecq construye cautivadoras piezas envueltas en curiosas dualidades: la de las manos, con la derecha dibujando libre sobre la constancia de los magnéticos ritmos que produce la izquierda, o la de una extraña cualidad que produce su música: suena extremadamente erudita, incluso cerebral, y al mismo tiempo completamente libre y cálida. 

Benoît Delbecq. The Weight Of Light . Pyroclastic Records

Yahvé de la Cavada. Babelia. El País, sábado 1 de mayo de 2021

jueves, 13 de mayo de 2021

Las cuatro esquinas del corazón

Françoise Sagan

Todo resulta familiar, y a la vez un poco extraño, en la novela inédita de Françoise Sagan, Las cuatro esquinas del corazón, que Lumen acaba de editar en castellano dos años después del inmenso revuelo que levantó en Francia. Como tantas otras obras de la escritora de Buenos días, tristeza -el escandoloso superventas de 1954 que logró vender millones de ejemplares durante la posguerra francesa y convirtió a Sagan en una estrella literaria-, este libro desenterrado relata los entresijos de un triángulo amoroso entre burgueses algo decadentes. Ludovic, heredero de una adinerada familia de industriales, sale del coma tras un accidente de coche del que nadie creyó que se recuperaría (como el que Sagan. adicta a la velocidad y a otros excesos, sufrió al volante de un Aston Martin en 1957). Su mujer, Marie Laure, con quien reside en una mansión de provincias de aires góticos, preferiría que nunca hubiera despertado. Todo cambiará con la llegada de su madre, Fanny, una viuda "sin otros rasgos ni otra mirada que la del dolor", de la que el protagonista quedará prendado.

Esta historia de amor prohibida entre yerno y suegra, situada en algún lugar entre un filme de Claude Chabrol y la más frívola de las novelas rosas, recuerda a otro romance intergeneracional firmado por Sagan, Un poco de sol en el agua fría (1969), pero también a sus obras teatrales, con las que comparte el hecho de transcurrir en un interior irrespirable. Remite a aquel humor frío que destilaban las novelas que firmó en su mejor época, llena de observaciones tan precisas sobre la naturaleza humana que dolían como zarpazos. Eso no impide que el texto se venga abajo en una segunda mitad desvencijada, esbozada por Sagan poco antes de su muerte en 2004 por una embolia pulmonar, en un hospital de esa costa normanda y chic que convirtió en su pequeña patria, y donde terminó arruinada y consumida. 

En realidad la autora nunca terminó el texto en cuestión. Fue encontrado por el hijo de al escritora, el fotógrafo Denis Westhoff -fruto del breve matrimonio en los sesenta de Sagan, bisexual y siempre libérrima, con el modelo Robert Westhoff-, entre una montaña de carpetas, cuadernos y notas que dejó en herencia, en forma de fotocopia de un texto mecanografiado. "Entendí que era una novela inacabada, sin corregir, pese a que la copia estuviese deteriorada y llena de frases inconclusas", recuerda Westhoff que decidió completar algunos de esos huecos "por deducción lógica", siendo lo más fiel que pudo al estilo de su progenitora. Entregó entonces el manuscrito a las ediciones Plon a cambio de los derechos sobre tres novelas antiguas ya editadas, que Westhoff relanzará el próximo otoño con otro sello.

La sorpresa llegó al recibir la novela corregida  en la que encontró "demasiados retoques" respecto al original. "Quedé atónito por los cambios excesivos"... Hace dos años, cuando el libro se publicó en Francia, prefirió callar. Hoy se arrepiente de lo sucedido....

Álex Vicente. París. El País, miércoles 12 de mayo de 2021

miércoles, 12 de mayo de 2021

Tributo a un peregrino que pasó por Oroso en 1531

Memorial dedicado a Schömbrunner von Zug en Oroso. Foto: CDO

Se trata de un homenaje que lleva cinco siglos aguardando. Y este martes ante el mismísimo embajador de Suiza Hanspeter Mock, el Concello de Oroso rendirá tributo al peregrino helvético Schömbrunner von Zug que, en 1531, pasó por el municipio camino de Compostela, viviendo una apabullante cantidad de aventuras y sucesos.

Los actos comenzarán a las 9, 30 horas en la entrada del Camino Inglés en la rúa Álvaro Cunqueiro de Sigüeiro (junto al colegio que recibe el nombre de esta Vía Jubilar). Allí tendrá lugar el descubrimiento de un memorial en recuerdo de este caballero suizo. En el mismo está prevista la intervención del alcalde de Oroso, Manuel Mirás, y el embajador de Suiza en España y Andorra, Hanspeter Mock.

Acto seguido habrá un recorrido por la Ruta Inglesa hasta el Paseo de los Peregrinos Ilustres donde se inaugurará una placa conmemorativa y se entregarán los galardones del concurso escolar Escribe una carta a Heinrich  Schömbrunner von Zug...

Heinrich Schömbrunner, católico muy devoto, salió a caballo de Zug, su ciudad natal, el 2 de febrero de 1531. Como era costumbre, formó luego un grupo con otros peregrinos de Luzerna para evitar los asaltos y, tras pasar París y Tours, recorrieron en barco parte del río Loire hasta llegar al puerto de La Rochelle, muy usado por los seguidores de Santiago para alcanzar la capital herculina...

Después de visitar la Catedral de Santiago y permanecer tres jornadas en la capital de Galicia, emprendió un regreso repleto de vicisitudes, narrando que "llegamos a la altura de Bretaña. De repente el tiempo se puso malísimo y se levantó un viento fortísimo que a nosotros no se nos ocurría otra idea que morir y perdernos". Sin embargo, parece que la intercesión del Apóstol cuajó y salvó la vida, a diferencia de los de un tercer buque del convoy, que naufragó.

Marcos Manteiga. Oroso. El Correo Gallego, martes 4 de mayo de 2021.

martes, 11 de mayo de 2021

El efecto años veinte

Una fiesta con orquesta, soda, whisky, cigarrillos turcos e invitados con mallas de leopardo. Es una de las imágenes de los años veinte del siglo XX, una escena muy de El gran Gatsby. Es cierto que estas juergas se dieron entre los ricos de Nueva York, Londres o París. Pero esa fue una década compleja que, además, guarda ciertas similitudes con los difíciles años veinte del siglo XXI que vivimos ahora. "Nos imaginamos a todos bailando, y no fue así", dice Petra Joos comisaria de la exposición del Museo Guggenheim de Bilbao dedica, a partir del día 7 de mayo, a Los locos años veinte, con escenografía de Calixto Bieito y obras de grandes creadores como Otto Dix, George Grosz, Vasili Kandinski, Fernand Léger, Man Ray, Le Corbusier, Piet Mondrian o Max Ernst, entre otros.

El fin de la Primera Guerra Mundial supuso una cascada de cambios importantes. Uno de los primeros afectó a la movilidad. La Sociedad de Naciones decidió en 1920, imponer el uso del pasaporte, en el que debían de figurar datos detallados de la identidad de su dueño y una fotografía. "Además de regular los viajes fue un método de control de los ciudadanos", cuenta Cathérine Hug, comisaria de la exposición del Museo Guggenheim. Es curioso porque también ahora, con el COVID-19, es más difícil cruzar fronteras y se aceptan nuevos sistemas de control de los ciudadanos.

En los veinte poco apoco se fueron alegrando los ánimos impulsados por la recuperación económica y nuevos progreso e inventos. La cadena de montaje, por ejemplo, fue crucial. Aceleró la producción de las fábricas de donde salían en serie tostadoras, radios, linotipias y coches...La velocidad lo impregnó todo con el telégrafo, los trenes rápidos, la taquigrafía...Fueron años de progreso científico: se completaron las primeras formulaciones matématicas de la mecánica cuántica y nació la cirugía plástica. Fueron años de turbulencias políticas. Los bolcheviques en Rusia. Mussolini en Roma. Hitler en Alemania...Hay quienes ven paralelismos  con el auge reciente del populismo.

Aquella época afianzó la pujanza de los Estados Unidos. El american way life  impregnó Europa...Destacaron mujeres como Joséphine Baker, Tamara de Lempicka, Marie Curie, Bérenice Abbott o Coco Chanel, que sacó el color negro de la jaula del luto y perfumó la sensualidad de la época...Surgieron las flappers y contagiaron su desenfado al cine, a las revistas ilustradas y los discos de jazz. "Teníamos la sensación de que íbamos a recuperar la felicidad, la libertad y la concentración espiritual que los años nefastos de la guerra y de la posguerra habían arrebatado a nuestras vidas", explicó el escritor Stefan Zweig en El mundo de ayer.

Fátima Uribarri. XLSemanal, 25 de abril de 2021.

lunes, 10 de mayo de 2021

Las cosas que decimos, las cosas que hacemos

Fotograma de Las cosas que decimos, las cosas que hacemos

El cine interesado por la volatilidad de los afectos y las carambolas del amor forma parte de una superliga internacional a la que ningún país le hace ascos. Aunque casi ninguno haya demostrado la capacidad que tiene el cine francés para acceder a lugares insondables cuando se trata de hablar de estas heridas que siempre duelen igual y en el mismo sitio.

 La nueva edición del D'A Film Festival que se celebró en Barcelona, centra su atención en tres películas surgidas del último cine francés que examinan con lucidez el potencial destructivo de los sentimientos. Son los exponentes más recientes de una cultura muy aficionada a rendir pleitesía al amour fou, ese dios dionisiaco ante el que ya se postraron las mejores mentes del último siglo: André Breton, Léo Ferré, Jacques Rivette, Françoise Hardy o Yves Saint-Laurent figuran entre quienes sacaron provecho al poso azul -ay, este azul- que dejan las historias más desgarradoras. 

La más interesante de las tres es Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, de Emmanuel Mouret. El director con 10 películas a sus espaldas, nos tenía acostumbrados a comedias ligeras y lenguaraces, protagonizadas por niños viejos que hablaban en passé composé, el tiempo verbal que nadie usa en la vida real, porque está reservado a la vida literaria. Los tics más cargantes de su filmografía siguen estando en su nueva película, solo que esta vez vienen acompañados de una ambición y de un virtuosismo que desarman. Esta protagonizado por un puñado de personajes torturados por sus sentimientos, encabezados por un joven escritor en crisis y por la novia de su primo, una montadora embarazada. Dos desconocidos que se encuentran en una casa del sur francés y se confían sus penas. mientras nace en ellos un amor de resolana, que brilla tras las nubes pese a tenerlo prohibido. Mouret firma una película narrativa hasta la extenuación, regida por un guión magistral y en forma de muñecas rusas, donde una historia contiene otra y luego otra más. Funciona a través de un sistema de flashbacks, bifurcaciones y enmiendas  al relato previo que aspiran a completarlo o corregirlo, enunciadas por personajes volubles y hostigados por su conflicto interior, por la tentación permanente de ser infieles, por la coexistencia de deseos paralelos que los paralizan. Ese aspecto acerca a Mouret al moralismo de Rhomer, uno de sus principales referentes, aunque aquí logre trascender, puede que por primera vez, la mímesis respecto a sus modelos.

Alex Vicente. Babelia. El País, 24 de abril de 2021 

domingo, 9 de mayo de 2021

Ser agradecido es de bien nacido

Con su nueva novela Las gratitudes (anagrama,2021), Delphine de Vigan  prosigue su viaje literario iniciado con Las lealtades (Anagrama 2019) sobre los sentimientos, los lazos invisibles que nos unen con los demás. Se trata ahora de la gratitud, el reconocimiento de nuestras deudas morales. Una nueva novela que, como dice la autora, forma un díptico con Las lealtades aunque pueden ser leídos separadamente. El libro se publicó en Francia en 2019, poco antes de que estallase la pandemia que aún estamos viviendo por lo que parece premonitorio sobre  lo que sufren  nuestros mayores en la instituciones  que los acogen.

Si en  Las lealtades la escritora partía de una reflexión sobre lo que significa la lealtad, ahora nos interroga  sobre la  gratitud

"¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces al día dais las las gracias? Gracias por la sal, por la puerta, por la información? Unas gracias de cortesía, de conveniencia , automáticas. Casi huecas.

Unas gracias profesionales: Gracias por su respuesta, por su atención, por su colaboración.

¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces en la vida habéis dado realmente las gracias? Unas gracias sinceras. La expresión de vuestra gratitud, de vuestro agradecimiento, de vuestra deuda. ¿A quién?"

La señora Seld,  Michka,  ingresa en una residencia donde se va apagando poco a poco, a medida que avanza su afasia, a medida que olvida las palabras. Es el personaje principal. En torno a ella dos jóvenes, Marie y Jerôme que van alternando su presencia en la habitación de Michka y dan su nombre a los diez capítulos del libro que transcurre en un breve espacio de tiempo. Marie es su vecina. Michka la cuidaba cuando era niña y su madre no estaba. Jerôme es logopeda, el que le ayuda a recuperar las palabras. Esta forma de contarlo que ha escogido la escritora me ha hecho pensar en una pieza de teatro donde se respeta la regla de las tres unidades que nos enseñaban cuando éramos niños: unidad de tiempo, de lugar y de acción, en la que los diálogos cobran una especial importancia.

"Envejecer es  aprender a perder. Perder la memoria, perder los referentes, perder las palabras.

Perder el equilibrio, la vista, la noción del tiempo, perder el sueño, perder el oído, perder la chaveta.

Perder lo que te han dado, lo que has ganado, lo que te merecías, aquello por lo que luchaste, lo que pensabas que nunca perderías".

Michka siente que su proceso de pérdida de las palabras se acelera. Las necesita más que nunca. Le queda poco tiempo par saldar su deuda con aquella pareja que la salvó de morir en un campo de exterminio al final de la Segunda Guerra Mundial. Ellos la acogieron y ocultaron en su casa. Nunca pudo agradecérselo. Marie y Jerôme, unidos por su gratitud hacia ella, se implican  para conseguir que se cumpla el último deseo de Michka.

Delphine de Vigan, en una entrevista con motivo de la publicación del libro en España, se pregunta si  hemos aprendido algo con la pandemia, que ha puesto en evidencia lo que ya sabíamos sobre nuestros mayores. Los que han muerto sin poder despedirse de los suyos, sin nadie que les cogiese la mano. ¿Sabremos darles las gracias a los que tanto han hecho por nosotros? Ella ha escrito un libro luminoso sobre el fin la vida y la necesidad del otro. Lo abre con estos versos

"Reímos, brindamos. Desfilan en nosotros los heridos,

Los lastimados; les debemos memoria y vida. Pues vivir

Es saber que todo instante de vida es un rayo de sol

En un mar de tinieblas, es saber ser agradecido." François Cheng. Enfin le royaume

Carmen Glez Teixeira

sábado, 8 de mayo de 2021

Los fusilamientos del 3 de mayo cobran vida

 Carlos Saura recrea la obra de Goya

El cuadro de Los fusilamientos del 3 de mayo, o Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío de Madrid está considerado uno de los lienzos más dramáticos de la historia del arte y una de las obras esenciales de la pintura occidental. Aquella noche de 1808 las tropas francesas ejecutaron a decenas de patriotas levantados contra el Ejército de Napoleón en varios lugares de Madrid. La brutal represión, retratada en todo su horror por Francisco de Goya, plasma la expresión de la crueldad humana y a la vez la heroica reivindicación de la libertad. Reconstruir este trágico, y épico, episodio de la historia de España es la tarea en la que se ha embarcado el cineasta Carlos Saura, que aborda la recreación  de la obra de Goya como un enorme desafío  y, también, como un proceso innovador. Pocas veces se ha visto  la traslación  de una pintura con tanta fuerza a una pieza audiovisual con la municiosidad y la exigencia con la que Saura ha llevado a cabo el rodaje del cortometraje Goya, 3 de mayo, con el que la televisión autonómica de Aragón quiere conmemorar el 275º aniversario del nacimiento del genio de Fuendetodos, un creador definido por la historiadora Manuela Mena, experta en Goya, como "una mezcla fascinante de Albert Einstein y Miguel Ángel".

Saura, que ya dirigió a finales de los años noventa la película Goya en Burdeos protagonizada por Francisco Rabal, se ha propuesto reconstruir el cuadro en dos escenarios diferentes: uno en la colina en la que se producen los fusilamientos y otro en la cuerda de presos, que reconstruye los momentos previos tomando como referencia Los desastres de la guerra. A través de la cámara, el cineasta oscense muestra la lenta llegada de los sentenciados a la pena capital al montículo del Principe Pío, la manera en que se van situando ante los fusileros y cómo se van sucediendo las diferentes tandas de disparos del pelotón de soldados del regimiento de los Marinos de la Guardia Imperial francesa. "Hasta llegar a esa imagen -una maravilla de dramatismo- que vemos en el cuadro inmóvil de Goya, con el fusilamiento del hombre de la camisa blanca", según comentó el cineasta a Aragón TV durante el rodaje.

El levantamiento se había iniciado el 2 de mayo. Una multiud provista de armas rudimentarias (escopetas de caza, hoces, guadañas) se enfrentó a unas tropas napoleónicas reforzadas por soldados egipcios y de inmediato se desencadenó una brutal represión, como reflejó Goya en dos lienzos únicos. El primero La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol de Madrid, representa la lucha de los madrileños contra el ejército francés mientras el segundo, Los fusilamientos del 3 de mayo, refleja la sangrienta represión salpicada de una ferocidad extrema. Ambos óleos respondían al encargo del Gobierno de la Regencia de "perpetuar por medio del pincel las más nobles y heroicas acciones de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa".

Ser fiel a los trazos de la pintura y dotar de realismo a la escena registrada el 3 de mayo es el gran reto de este cortometraje. La obra recrea meticulosamente la caracterización de los personajes, los uniformes de los soldados, el deslumbrante ropaje de la figura central o el fanal que ilumina el lugar. Para darle la máxima precisión a los fondos. Saura utilizará técnicas digitales durante la fase de montaje, una tecnología en la que el cineasta se estrena a sus 89 años...

Rosario Gómez. El País, 5 de mayo de 2021