martes, 31 de enero de 2023

El Museo Picasso bocetó la Málaga actual

Museo Picasso de Málaga
Llovía a cántaros. El cielo estaba oscuro, pero para la malagueña Sandra Masiques era un día brillante. Tras acabar sus estudios de Historia, afrontaba su primera jornada de trabajo. Era un manojo de nervios y de camino se topó con los Reyes que iban al mismo sitio que ella. Se subió a un muro para verlos y su falda se rajó. "Vaya forma de empezar", pensó. Una compañera la salvó con aguja e hilo antes de que las puertas del Museo Picasso de Málaga se abriesen por primera vez para cambiar de arriba abajo la ciudad. "Sabíamos que empezaba algo interesante", recuerda hoy Masiques, de 45 años, que continúa desde entonces en el departamento de Atención al Público del centro. Ocho millones de personas han visitado ya un espacio que ha reconciliado a los malagueños  con Pablo Picasso. Fue la chispa que prendió la mecha del turismo cultural en la capital y ha comenzado ya los fastos de celebración del 20º aniversario, que cumplirá el 27 de octubre de 2023.

El diluvio de aquel día de otoño de 2003 es el recuerdo colectivo de la inauguración del museo. Fue Christine Ruiz-Picasso -nuera del artista, estuvo casada con su hijo Paul- la que impulsó su creación. Lo hizo tras visitar en 1992 la exposición Picasso clásico  en el palacio Episcopal de Málaga, comisariada por Carmen Giménez. Bernard Ruiz-Picasso, hijo de Christine y nieto del artista, lo explica así: "En aquel viaje, recordó otro que hizo a Málaga con mi padre y quiso cumplir el deseo de mi abuelo, de tener un espacio en su ciudad natal". Los primeros acuerdos con la Junta de Andalucía, entonces presidida por Manuel Chaves (PSOE) comenzaron en 1997. La Administración andaluza lideró el proceso, invirtió 66 millones de euros en el proyecto para remodelar el palacio de Buenavista y devolvió a Picasso a su origen. Su primera directora fue Carmen Giménez, que solicitó su relevo unos meses después. La sustituyó Bernardo Laniado-Romero.

Nadie esperaba lo que pasó a partir de aquella apertura. "Todo el mundo entendía la importancia de Picasso y que tuviera un museo en su ciudad. Lo que no se sospechaba es lo que ha pasado después", explica Francisco Rodríguez Marín, profesor del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Málaga. "Cuando explico a mis alumnos el efecto del turismo cultural, del crecimiento exponencial de los hoteles, de los cambios en el centro, siempre digo que hay dos elementos desencadenantes: el Picasso y el Thyssen", añade Marín. La renovación de la ciudad nació con la cultura. A partir del Picasso llegaron el Thyssen, el Pompidou o el Museo Ruso. Hace 20 años la urbe no era destino turístico. Hoy está desbordada. "Tenemos colecciones únicas y somos una fuerza turística y económica evidente para nuestras ciudades", apunta Manuel Guigon, director del Museo Picasso de Barcelona, que en 2023 cumple 60 años...

¿No habría Pompidou o Museo Ruso sin Picasso? "Es jugársela a la especulación, pero yo creo que no", sostiene José Lebrero, director del Museo Picasso de Málaga. Junto a una enorme cristalera con vistas a la alcazaba y al teatro romano, rememora que cuando el museo abrió sus puertas el acudió como director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) de Sevilla. También recuerda la intensa lluvia de aquel día y que jamás se le pasó por la cabeza acabar allí. Lo hizo en 2009...

El espacio prepara ya dos grandes exposiciones para celebrar el 20º aniversario a lo largo de 2023 que coincide con los actos del 50º aniversario de la muerte del artista. Entre mayo y septiembre, Picasso: materia y cuerpo, comisariada por Carmen Giménez, que vuelve por primera vez desde que dejase su cargo como directora. Por otra parte, El eco de Picasso que se podrá visitar de octubre de 2023 a marzo de 2024. También se renovará el recorrido de la colección permanente y se prevé una intensa programación de actividades formativas, culturales y académicas. "Se hará a lo bueno, no a lo grande", apostilla Lebrero.

Nacho Sánchez. Málaga. El País, vienes 13 de enero de 2023.

lunes, 30 de enero de 2023

¿Maternidad o marginación? "Los hijos de otros"

La mujer que ocupa el centro de la película suele ser un personaje en la periferia del relato. Es la madre que no es madre biológica, la madrasta, una nulípara en términos clínicos, esto es, una mujer sin hijos. Recién cumplidos los cuarenta, la profesora de instituto Rachel se enamora de Alí, un padre separado, al tiempo que se encariña con su hija de cuatro años, en custodia compartida. Interpretada por Virginie Efira, a quien vimos como lasciva monja en Benedetta, Rachel trata de encontrar su espacio en la nueva familia a la que pertenece, tanto en su relación con la niña como, en menor medida, con el padre y su exmujer, Alice, a quien da vida Chiara Mastroianni.

Los hijos de otros es un relato ciertamente expeditivo (pone el foco en la narrativa esencial y sin dar vueltas) sobre un proceso de integración y rechazo social muy habitual fuera de la pantalla pero escasamente representado en ella, al menos desde la mirada de la protagonista.

La naturaleza expeditiva del filme dirigido por Rebeca Zlotowski (París, 1980), como si ninguna parte de todo el proceso debiera quedar fuera del plano, queda definida con el encuentro de la pareja, filmado prácticamente como un emparejamiento que no necesita mostrar motivaciones ni detalles románticos. Lo importante, para la película, es lo que este emparejamiento trae consigo, la familia "de adopción", y el modo en que Rachel va a lidiar con todo ello. Así, el primer encuentro de Rachel con la pequeña Leila (y viceversa) se tomará más tiempo y delicadeza en su representación, pues pareciera que produce más cambios y preocupaciones en la protagonista que la relación con Alí, superficialmente explotada y causante del inesperado y abrupto desenlace, sin duda lo peor de la función. Será en el momento en que Rachel se da cuenta que está criando a los hijos de otros (en un momento dado, su hermana pequeña se quedará embarazada), que se plantea la necesidad de tener su propio hijo...

El tratamiento de la puesta en escena, acaso de espíritu truffautiano (el empleo del iris shot cerrando y abriendo capítulos, al tiempo que "encierra" a su protagonista), pero en verdad carente de inventiva y lírica alguna (nos preguntamos qué película habría salido en manos de Mia Hansen-Love, por ejemplo), confía exclusivamente en la solvencia del texto y las apreciables interpretaciones, pero no se vincula de forma orgánica en ningún caso a la naturaleza notarial de la propuesta: la de dar testimonio de cómo una mujer de mediana edad ve su futuro determinado por la presiones sociales, profesionales y familiares de tener un hijo que posiblemente (no queda nunca claro), en lo más profundo de sus convicciones, no quiere tener. O quizá sí. 

Carlos Reviriego. El Cultural 21-1-2023.

domingo, 29 de enero de 2023

Alain Finkielkraut: "El Nobel de Annie Ernaux no es de Literatura, sino del Resentimiento"

Inasequible al desaliento, el filósofo francés libra una batalla contra los dictados simplistas y destructivos de la izquierda "woke" y sus agravios fantasiosos. Solo el amor por la cultura, dice, puede sacarnos del oscurantismo.

El filósofo Alain Finkielkraut  (París, 1949) nos recibe en el amplio salón de su apartamento parisino, junto a los jardines de Luxemburgo, para hablar de su ensayo de reciente publicación en España: La posliteratura (Alianza Editorial). De la inmensa biblioteca que se levanta a sus espaldas sobresalen volúmenes de y sobre Milan Kundera y Philip Roth, dos presencias que iluminan una época que juzga oscura, dominada por el resentimiento de los colectivos identitarios y un progresismo que aplasta la creación artística.

Hijo único de un marroquinero judío polaco deportado a Auschwitz, Finkielkraut cobró notoriedad como parte del movimiento de los nuevos filósofos de izquierda que cortaron lazos con el totalitarismo  en el Mayo francés y la Primavera de Praga. Hoy, este miembro de la Academia Francesa y autor de una vasta obra que reflexiona sobre la identidad y la cultura, nada contra la corriente. Sus intervenciones públicas -fuera de su programa radiofónico Répliques, uno de los últimos lugares donde hay debates reales en la mejor tradición de la conversación francesa-, experimenta en carne propia la cultura de la cancelación. "Ya no me invitan a ninguna universidad, ni siquiera a la Escuela Politécnica, donde soy profesor emérito. Y cuando voy a Sciences Po (Instituto de Estudios Políticos de París), es bajo protección policial o por una puerta trasera para evitar problemas", explica. Pero el polemista, que se dice "de izquierda" aunque ajeno a la "izquierda actual", no se amilana, y arremete contra el wokismo y sus principales manifestaciones: el Nobel para Annie Ernaux, el neofeminismo binario, el antirracismo delirante o un ecologismo desbocado que resucitan métodos totalitarios.

P.- Quisiera empezar por una frase que usted cita del exitoso novelista Édouard Louis, uno de los mejores ejemplos del wokismo francés: "Si no se escribe contra el racismo, de nada sirve escribir", ¿Cómo hemos llegado a esta concepción de la literatura?

R.-Creo que la literatura lleva mucho tiempo amenazada por la ideología. La ideología, decía Hannah Arendt, es la lógica de una idea, Pero aún es más. La ideología, en particular el comunismo, se ha representado como una gran narración, incluso como una especie de novela épica que relata la emancipación progresiva de la humanidad. Y la literatura se basa en una ontología completamente diferente. La base de la literatura es el individuo.

 A este respecto, Philip Roth tiene sentencias definitivas, sobre todo en su novela  Me casé con un comunista. Nathan Zuckerman, el confidente del protagonista nos cuenta que había escrito una obra de teatro sobre Torquemada, el Gran Inquisidor, en referencia al macarthismo que hacía estragos en Estados Unidos. Y su profesor se enfadó muchísimo: en lugar de hacer literatura, le dijo, había escrito "una pieza ejemplarizante". Y hay una frase extraordinaria: "Cuando generalizas el sufrimiento, tienes comunismo; cuando particularizas el sentimiento, tienes literatura". También dice esto: "La batalla que hay que librar  es mantener vivo lo particular en un mundo que simplifica y generaliza". El compromiso, si lo hay, debe estar al servicio del arte como tal, al servicio de la literatura y, repito, de su ontología. La tentación ideológica sobrevivió al colapso del comunismo y hoy vuelve con fuerza con el wokismo. En particular, en forma de antirracismo. El antirracismo ocupa el lugar que el marxismo o la lucha de clases ocupaban en la ideología: el mundo se divide entre dominantes y dominados. Alguien como Édouard Louis se compromete con esta lucha con un total desprecio de lo literario.

P.- Hablemos de un segundo escritor que podría representar la entronización de esta idea: Annie Ernaux, autora de una frase que a usted le chocó: "Escribiré para vengar mi raza".

R.- A ver, Annie Ernaux no es insignificante. Sus primeros libros tienen cierta fuerza, la singularidad está presente. Habla de su padre en El lugar y de su madre en Una mujer. Siguen siendo individuos. Pero poco a poco, los individuos se volvieron categorías y el resentimiento se apoderó de ella y, por desgracia, se convirtió en su musa... En efecto, llegó a decir: "Escribo para vengar mi raza". Repitió esta horrible frase en su discurso del Nobel. Su "raza" en este caso son sus padres, sus abuelos. ¿Qué les pasó? Estaban en Yvetot (pueblo de Normandía) y tenían una tienda de comestibles. Hay cosas peores. Procedían de familias muy pobres, pero empezaban a ascender en la escala social. El siglo XX fue terrible, sobre todo para otras razas. En Yvetot se estaba tranquilo; el trauma, reconoce, fue el bombardeo aliado de Normandía. El trauma de mi padre fue Auschwitz. El volvió de allí. Mis abuelos, no. Deportados de Francia. Yo podría haber querido vengar mi raza. Y también otros: el pintor Sam Szafran, que escapó a la redada del Vel d'Hiv. Podría haber acabado siendo un delincuente y se convirtió en un gran artista. Georges Perec también, ¿no es cierto?. Fue un niño ocultado. No vengó su raza. De por sí, esa expresión es indigna, pero cuando se piensa en lo que ha sido la historia del siglo XX, muestra una insensibilidad inaudita hacia las tragedias de los demás. Pero, sobre todo, es una generalización espantosa. Es decir, una vez más, el mundo para Annie Ernaux está divido entre dominantes y dominados. Los dominantes tienen el monopolio de la cultura, y la cultura solo les sirve para humillar a los dominados. Lo que les ocurrió a su padre y a su madre, y quizá a ella en el instituto, es eventualmente haber sido mirados con desdén por unos burgueses. Es algo que se puede superar. Ella no lo superó nunca, y su obra es un juicio permanente que sacrifica la pluralidad humana a una visión binaria.

P.- ¿Cómo interpreta que le dieran el Nobel de Literatura?

r.- Podemos decir que el Premio Nobel de 2022 no es el de Literatura, sino el Nobel del Resentimiento. Y a este respecto, basta pensar en Albert Camus, Premio Nobel 1957. que nos legó ese extraordinario libro póstumo: El primer hombre. Camus viene de una familia de pieds noirs miserables. Su abuela trabajaba de mujer de limpieza. También su madre, que era discapacitada. Sin embargo, su obra respira gratitud, no por el mundo, sino por la belleza del mundo. Hay un si nietzscheano al mundo, en la obra de Camus y, en cualquier caso, ninguna idea de vengar a su raza, ni siquiera cuando elogia la revuelta. La comparación ente el Nobel de 1957  y el de 2022 no juega a favor de Annie Ernaux, y sugiere que tal vez los galardonados con el Premio Nobel, los propios jurados del Nobel, han entrado en la era de la posliteratura.

sábado, 28 de enero de 2023

La historia de Francia sabe a "baguette"

Harina, agua, sal y levadura. Nada más, nada menos. La receta de la popular barra de pan francesa, la baguette tradition, está protegida desde el año 1993 por un decreto francés. Lo firmó entonces el primer ministro Édouard Balladur para asegurar su supervivencia ante la multiplicación de la producción industrial. Un reflejo de que en Francia, donde 12 millones de personas cruzan diariamente la puerta de una panadería, el pan es mucho más que un alimento: ha estructurado parte de su identidad.

Vivian Bailleux, de 35 años, coloca la masa que preparó la víspera en una máquina. Una por una van saliendo las formas alargadas de las baguettes y él las dispone sobre una tela negra para dejarlas reposar. Luego las horneará. "Lo que se necesita es tiempo", explica en la trastienda de su panadería en París. A las ocho de la mañana ya está lista la primera tanda. Prepara unas 300 baguettes al día y sabe que lo importante es que estén frescas y recién hechas. "Perder clientes puede ir muy rápido", dice mientras las coloca en una cesta de mimbre.

Con la inscripción de la baguette en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad el pasado 30 de noviembre, la Unesco quiso valorar el saber hacer de los panaderos, pero también la cultura en torno a ella. "Se habló de la baguette, pero en realidad se trata del pan", señala Éric Birlouez, sociólogo de la agricultura y de la alimentación que participó en la comisión científica que llevó la candidatura al organismo de Naciones Unidas. El pan es "uno de los alimentos que nosotros, los franceses, consideramos parte de nuestro patrimonio más allá de nuestra alimentación", explica por teléfono. Coincide Abdu Gnaba, un antropólogo que estudió esta relación y descubrió que el pan tiene "un poder tan evocador que permite a todos conectar entre sí o con el territorio". "Los franceses no hablan del pan como un producto sino que lo cuentan como una historia", añade.

"¡Faltan cruasenes!", le grita una empleada a Bailleux. Lo tiene todo calculado. Su mujer Gaelle Millaud, de 39 años, prepara unos bocadillos mixtos. Al mediodía, la fila en esta panadería está formada no solo por la gente del barrio, sino por los que trabajan cerca. "La panadería es muchas veces el primer lugar al que acudo en la mañana al salir de casa", señala Adèle Tourte, de 31 años. Al evocarlo, menciona dos sonidos particulares; la campanita de la puerta y el "buenos días" del vendedor. "Ese 'buenos días' es el que inicia verdaderamente la jornada. Significa: no estás sola", reflexiona.

Analizar la identidad francesa a través del pan implica entender el papel que juegan o han jugado estos establecimientos. "Se perciben como sitios seguros y cálidos", apunta Birlouez. Se suele ir a las que están cerca de casa y, muchas veces, son lugares donde se pueden colocar anuncios o dejar las llaves. También suelen despertar un recuerdo común, el del primer acto de autonomía; ir a busca el pan  de niño. "Uno se acuerda mucho cuando sus padres le decían: toma estas monedas. Hoy eres tú el que irá a buscar el pan", explica el sociólogo...

La panadería ha sido desde hace siglos el comercio de proximidad más presente en Francia, subraya Steven Laurence Kaplan, un historiador que lleva 50 años investigando la relación del país galo con el pan. En los años cincuenta, había unas 60.000 panaderías en el país, "mucho más que en España y Alemania", resalta. La red contribuyó a "tejer los lazos sociales entre las distintas poblaciones de los barrios", señala . Kaplan subraya el papel clave que tuvo el pan en la formación de la sociedad y la construcción del Estado.  "Toda la historia social francesa es un persistente movimiento popular que exige pan blanco y trigo para todos", explica. El pan es "consustancial a la historia de Francia y "encarna una de las muchas historias que conforman su patrimonio, sin duda la que más personas toca a diario", escribe en su libro Pour le pain (2020, Fayard)...

A las cuatro de la mañana, ya se desprende un olor envolvente en la panadería de Bailleux. "Si el pan ya no cuenta su historia, si solo se ve como un elemento material, corre el riesgo de desaparecer de las costumbres francesas", sentencia el antropólogo Abdu Gnaba.

Sara González Boutriau. París. El País, domingo 18 de diciembre de 2022.

viernes, 27 de enero de 2023

El hip hop marroquí busca su fama

Dirigida por el franco-marroquí Nabil Ayouch, Dilo alto y fuerte (Casablanca Beats) transcurre en las aulas de un centro de enseñanza artística situado al noreste de Casablanca, en Sidi Moumen, uno de los suburbios más pobres de Marruecos. La película ostenta el honor de ser la primera de su país en entrar en la selección oficial del Festival de Cannes gracias a una historia de superación juvenil a través de la música y la danza. En esta especie de Fama marroquí la historia de un profesor de rap y sus alumnos conforma un puzzle musical y emocional por el que se cuelan los conflictos juveniles de un país marcado por la precariedad económica, la radicalización religiosa y los ataques a los derechos de las mujeres. Sus personajes combaten esa marginalidad, de forma algo previsible e ingenua, a golpe de hip-hop y baile.

El director ha explicado que la película recoge su propia experiencia (él se acercó al cine y al teatro gracias a un centro educativo similar) pero, sobre todo, la del programa Positive School of Hip Hop de la escuela de Sidi Moumen. Ayouch empezó a asistir como oyente a unas clases que son el embrión de un guion que recoge las canciones que los propios alumnos escribieron junto a su profesor. El rapero y actor marroquí Anas Basbousi es la figura central del filme. Un profesor que cumple al dedillo con el estereotipo del docente solitario y exigente y al que, pese a algunas pinceladas interesantes, le falta recorrido dramático en su implicación con un grupo de alumnos para los que sus clases lo son todo.

Pese al tono naturalista predominante, Ayouch introduce píldoras musicales artificiosas que tampoco acaban de funcionar. Mientras el baile de una de las alumnas en una azotea, enredada entre las cuerdas y las prendas de un tendedero de ropa, consigue expresar el dolor que provoca una sociedad que amordaza a sus mujeres, el resto de los números están por debajo de ese logro. Con todo, lo mejor  de Dilo alto y fuerte es su abierta sencillez y su fe en lo que cuenta.

Elsa Fernández-Santos. El País, viernes 23 se diciembre de 2022.

jueves, 26 de enero de 2023

Los reyes de la casa

Niño influencer con millones de suscriptores a su canal.

Desenmascarar la ilusión de que la felicidad se encuentra en la sociedad de consumo y en la exhibición de una vida de lujo envidiable es uno de los objetivos de ciertas novelas contemporáneas, cercanas a la sociología. Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt, 1966) cuestiona el falso paraíso de los niños estrellas de internet en una novela sociológica, cruzada con un relato policíaco. Vigan nos introduce en el universo de los niños influencers: aquellos menores orientados por sus padres a ser famosos en las redes, con millones de seguidores y con patrocinadores que convierten a sus padres en millonarios. Dos de esos creadores de opinión, la niña Kimmy y su hermano Sammy, de siete y ocho años, son los niños marcados de esta historia.

La obra arranca con n escueto informe de la brigada criminal en 2019: "Desaparición de la niña Kimmy Diore", y a continuación, la descripción  de una story de Instagram colgada por Mélanie Claux, madre de la niña. La misma Mélanie Claux que dieciocho años antes veía entusiasmada  la final del Gran Hermano francés, llamado Loft Story, y que años más tarde sería seleccionada para un reality del que fue eliminada el primer día, tras una intervención patética.

Como en todos los desquites novelescos que ocultan una humillación inicial, la Mélanie de Delphine de Vigan será capaz de todo. Ella será la directora y factótum del canal de You Tube llamado Happy break y de un entramado de producciones con sus hijos como protagonistas.

La descomposición del mundo feliz de Mélanie empieza con el secuestro de su hija, Kimmy, mientras jugaba al escondite. Y aquí aparece Clara Roussel, una policía discreta que no ve la televisión y prefiere vivir en las sombras. La mujer opuesta a Mélanie tendrá que ahondar en los exceso de las redes para comprender un abismo que le es ajeno. Desde la resolución del caso que no desvelaremos, hay un salto temporal hasta la última parte de la historia. Aquí nos encontramos con algunos episodios anticipativos; hemos llegado a 2031 y volvemos a ver a algunos personajes. Sabremos qué fue de os famosos niños. La sociedad ha seguido su curso y los límites entre intimidad y exhibicionismo están cada vez más desdibujados. Es fácil seguir todas las huellas: las investigaciones basadas en el tracking o rastreo, la videovigilancia, el reconocimiento facial; como dice Clara Roussel, "nada escapa al control del ojo que todo lo ve".

Si Delphine de Vigan planteaba en Las lealtades (Anagrama) el tema de las violencias invisibles en el ámbito familiar, aquí muestra las sombras de esos menores en un mundo paralelo en el que las vidas se exhiben y se viralizan los momentos felices de consumo inmediato.

La arquitectura narrativa de la autora francesa es eficaz y atrapa hasta el final; la documentación sobre los niños influencers es sólida y la escritura de Delphine es directa y fluida. La historia, apasionante. De las dos mujeres, Mélanie y Clara, la policía está mejor construida; más arquetípica y odiosa es Mélanie; por su propia impersonalidad de diva sin sustancia aparece falsamente seductora, y dictatorial con sus hijos superestrellas.

En la investigación policial, quizá el aspecto más débil de la trama desde el punto de vista estricto del género negro, un personaje llamado "El caballero de la red", con un canal que advierte de las injusticias  en internet, declara: "Para mí, esos niños son víctimas de violencia intrafamiliar (...). Los padres aseguran que se trata de un hobby pero para mí es un trabajo encubierto. Un trabajo duro, extenuante y peligroso (...) que aísla a esos menores y los expone a lo peor".

Es una lúcida novela de una excelente escritora que en esta ocasión se apoya más en lo sociológico que en el estilo. Sin duda claridad, modernidad, intensidad, visibilidad de una arbitrariedad, pulso narrativo, son los valores que dan fuerza a esta obra. 

Lourdes Ventura. El Cultural, 18-11-2022.

miércoles, 25 de enero de 2023

Música de chelo para Chantal Akerman

¿Mi primer recuerdo de Chantal? El primero íntimo que me viene a la cabeza es...Yo estaba ensayando con el chelo, y ella dormía tumbada. Por no molestar, lo dejé, y de repente ella abrió los ojos y me dijo: ¿Por qué has parado?. Durante varios momentos de la conversación, el inglés melancólico y salpicado de palabras en francés que usa la chelista Sonia Wieder-Atherton, nacida en San Francisco hace 61 años, se hunde en las sombras. Wieder-Atherton  fue durante muchos años pareja y colaboradora de Chantal Akerman (Bruselas, 1950-París, 2015), una creadora que es objeto de una tormenta mediática: su Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975) ha sido elegida mejor película de la historia en la última lista de la revista Sight & Sound, por encima de títulos canónicos como Ciudadano Kane o Vértigo. Wieder-Atherton compuso la música de filmes como Desde el Este o Historias de América, y a su vez Akerman la filmó en, por ejemplo, Las tres últimas sonatas de Franz Schubert o Tres estrofas sobre el nombre de Sacher.

La chelista dio la noche del martes un concierto en el Auditorio del Museo Reina Sofía en homenaje a la obra de su, según su propia definición, "compañera de vida". "Qué hubiera opinado de ella de esta elección? Para ella esa película fue como un enorme banquete. Chantal sabía que con el tiempo Jeanne Dielman... significaría algo en la historia del cine. No que encabezaría un listado así, pero sí era consciente de la importancia de esa película", aseguraba la intérprete y compositora horas antes de su actuación.

Wieder-Atherton se muestra feliz por el reconocimiento que ha alcanzado Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975), escrita y dirigida por una Akerman de 25 años y protagonizada por Delphine Seyrig, que interpreta a una ama de casa casi muda durante tres horas y veinte minutos. "¡Es fantástico por muchísimas razones"!, estalla con felicidad la violon- chelista. "Es asombroso cómo una cineasta de 25 años es tan consciente, como he dicho antes, de estar revolucionando la vanguardia del lenguaje cinematográfico y transportar al espectador a otro sitio. Va más allá del feminismo o del cine hecho por mujeres". 

A su compañera de vida le indigna el encasillamiento de la obra de Akerman por parte de algunas corrientes  críticas como "cine hecho por mujeres". "Su obra iba más allá y me niego a etiquetarla  a encasillarla en ese sector..."Tampoco me gusta  la palabra genio para Chantal, porque siempre amó el cine colaborativo, nacido de lograr lo mejor de la gente que trabaja en una película"...

El concierto en Madrid forma parte del ciclo Desde el Este. Mujeres cineastas y el telón de acero (1943-1993), coorganizado por el Reina Sofía y la Filmoteca española, y ha servido para homenajear la música eslava que "tanto gusta" a Akerman y a Wieder-Atherton. La chelista dice expresamente "gusta" porque rehúsa hablar en pasado de la cineasta..."No me parece triste aceptar estas invitaciones, Chantal sigue aquí, y me gusta construir estas actuaciones como si las hubiéramos afrontado juntas. La vida ya no es la misma, cierto, me he reinventado en cierta manera...", se entrecorta. "La presencia de Chantal todavía es muy fuerte".

Gregorio Belichón. El País, miércoles 21 de diciembre de 2023

martes, 24 de enero de 2023

RCR, con los pies en la tierra

Museo Soulages de RCR arquitectos en Rodez.

"Cuanto más limitados son los medios, más fuerte es la expresión". La frase, y el rostro, del pintor Pierre Soulages anuncian su museo y su pintura en la fachada de acero. Pero serviría también para resumir la obra de Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta, autores del edificio. Los arquitectos del estudio RCR, ganadores del Pritzker en 2017, descubrieron lienzos de Soulages en el Reina Sofía. No expuestos, sino en un catálogo que compraron en la librería. "Aquel negro sobre negro hablaba de nosotros: de la profundidad en un plano bidimensional", explica Vilalta. Años más tarde, en 2008, se presentaron al concurso para levantar el museo que acogería la colección del pintor francés en Rodez, su ciudad natal. Lo ganaron a contrincantes como Kengo Kuma o Paul Andreu. Con el tiempo la relación entre Soulages, su mujer, Colette, y los arquitectos de Olot derivó en una amistad que los llevó a diseñar unas butacas confidentes a las que llamaron Toi-et-moi, cuando poco antes de morir a los 102 años, el pintor celebró su 80º aniversario de boda.

Es en ese museo, seco y lujoso a la vez, que se impone en la plaza de la ciudad occitana y se deja atravesar por la naturaleza y la luz, donde los arquitectos españoles han llevado lo que queda de su trayectoria: es decir, su futuro. La muestra RCR Arquitectes. Aquí y en otros sitios la materia y el tiempo homenajea a los autores del edificio. Muestra sus orígenes, anticipa du legado y desemboca en las grandes obras que construyen por el mundo: en el Empordá, las faraónicas cavas Perelada; en Boulogne-Billancourt, en las afueras de París, el centro cultural de la Île Seguin y, junto a este, un puente; en el Algarve, el reacondicionamiento de un campo de golf. En Gante levantaron una mediateca en 2017 y en Tichung (Taiwán) ultiman ahora una residencia de estudiantes. También, por supuesto, continúan centrados en construir en la Garrotxa. Allí trabajan en la Vila, la casa en un bosque de 140 hectáreas que, convertida en un lugar de investigación y diálogo con la naturaleza, será su testamento. Está muy cerca de donde siguen viviendo y trabajando los tres, en la misma gran mesa, 34 años después.

Ha habido modernidad rompedora y heroica, estilo internacional globalizante y galáctico, y posmodernidad pastiche y cívica. Frente a la hornada de arquitectos que sembraron el planeta con intervenciones rupturistas, la obra del estudio RCR muestra una arquitectura de la tierra, más centrada en el paisaje que en el edificio. Por eso tiene lógica que expongan aquí, en su museo, su origen, su momento actual y su propuesta para el porvenir. Lo curioso es que todos ellos -pasado, presente y futuro- se desdibujan con el tiempo. Como lo hace la tierra, como sucede con el paisaje, que está mucho más vivo que la arquitectura. Así, dos de sus proyectos, que se han visto alterados por el paso de los años y se han ido reconvirtiendo en otra cosa, resumen una trayectoria coherente y autoexigente que los ha transformado tanto como ellos han alterado su comarca de la Garrotxa...

La conservadora de arquitectura del Centro Pompidou, Valentina Mimas, habla en el catálogo de esta muestra de la influencia de la cultura japonesa. Para ella, el vacío en la obra de los arquitectos de Olot es el instrumento que sirve para sublimar los materiales, fugas visuales o espacios. Por eso define la arquitectura de los Pritzker españoles como "indisociable del lugar". Y así, esta exposición en Rodez es más una inmersión en un bosque de acuarelas que una muestra al uso. Habla del respeto a la naturaleza y, sin embargo, ilustra que los lugares se pueden construir.

RCR, Arquitectes. Ici et ailleurs, la matière et le temps. Museo Soulages. Rodez (Francia). Hasta el 7 de mayo.

Anatxu Zabalbeascoa. El País, Babelia, sábado 7 de enero de 2023.

lunes, 23 de enero de 2023

"El suplente": El aula no es el problema

Fotograma de El suplente
Las películas de instituto son ya un subgénero dramático -hay un buen número de obras que van en serio-, pero el argentino Diego Lerman (implicado  a fondo en la historia y después en el guion) propone una vía poco explorada que eleva el interés de El suplente. Lucio es un especialista en literatura que decide irse a un centro de la periferia bonaerense, que, como era de esperar, no parece la octava maravilla en alumnado y se yergue en un contexto muy mejorable en cuanto a la calidad de vida y todo lo demás, Tampoco es que luzca Lucio madera de héroe, aunque a medida que la trama avanza parece sentirse cómodo como algo más que ese profe que llega para intentar inculcar amor por la escritura a sus desmotivados alumnos. Divorciado, mantiene con su hija preadolescente una relación complicada, su propio padre intenta a su manera hacer algo por el barrio pero la salud no le acompaña, y el mismo se ve como un don nadie o casi.

La propuesta es honesta. Lucio comienza a detectar que una parte de los chavales están tomados por un narco de medio pelo que se aprovecha de su desesperanza, y en eso que una redada en el propio centro hace que las autoridades policiales y académicas tomen el control. Esa circunstancia en la que los chavales vuelven a ser víctimas del sistema (como si no bastara con su día a día), derivará en una mayor implicación del docente, aún sabiendo que lo suyo es quijotesco, pero quizá algo haya conseguido finalmente para su aula y él mismo. La trama parece dispersarse  por momentos, pero su apelación al verismo en las atmósferas, su ritmo nada estridente, su rechazo a los tópicos del buenismo, incluido el "Oh, capitán, mi capitán" de Robin Williams en El club de los poetas muertos (Peter weir, 1989) y el retrato en crudo de algunos filmes ambientados en los multiétnicos banlieue parisinos la hacen apreciable. Real como la vida misma.

Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, viernes 13 de enero de 2023.

domingo, 22 de enero de 2023

Gérard Garouste: "Todo lo que he conseguido en la vida ha sido gracias a mi fragilidad"

El galerista Leo Castelli le dio fama mundial y multiplicó el precio de sus lienzos por 10.El Pompidou lo reconoció después, en 1988. Ahora expone en ese mismo museo parisiense los miedos, los demonios y los delirios que lo internaron durante 10 años en psiquiátricos, pero también las lecciones que lo han salvado. "Soy maníaco depresivo. Pero uno se va ajustando. Los problemas o te matan o te fortalecen", dice Gérad Garousse, uno de los pintores franceses contemporáneos más relevantes. 

Aunque pasa medio año en su estudio de Normandía, hemos quedado en su casa de París. La ideó su mujer, la decoradora Élizabeth Garouste. Allí se retrata. Pero prefiere que la entrevista sea entre sus lienzos expuestos en el Centro Pompidou hasta primeros de enero. Es martes, día de cierre. Las salas están vacías, y Garouste, sus miedos y sus obsesiones se multiplican por las paredes. Allí está pintada la pistola que sacó su padre para amenazar a su madre y luego dejó sobre una mesa. También la capacidad de Don quijote para ver belleza en la fealdad. Y también los talleres de La Source, una organización que inicia en el arte a los niños con problemas. "El objetivo no es formar artistas, sino descubrir el arte como cura", dice. Sabe de qué habla.

P.- L'intraquile (El intranquilo, que Errata Naturae traduce al castellano) es el título de sus memorias. ¿De dónde venía esa intranquilidad?

R.- Como título, de Pessoa. Pero resume mi carácter: dificultades psicológicas para vivir, delirios y, aunque he conseguido tener una vida , me ha quedado la necesidad de vivir pendiente del menor signo de que la cabeza se me va, intranquilo. Tengo que evitar el júbilo . Las crisis me han convertido en un hombre prudente. Mi vida sin los medicamentos sería imposible de soportar. A cambio, he conocido la calma.

P.- ¿Cuándo tuvo la última crisis?

R.- Hace cinco años. íbamos a salir de viaje. Le temo mucho al entusiasmo. Y mi mujer más. Empiezo a hablar mucho y veo en su cara lo que viene. Entonces actuamos. El psiquiátra le indicó que medicación darme y al día siguiente  estaba destrozado, pero el delirio se había ido.

P.- Su obra es la de un hombre apasionado, alguien que no deja de analizar y recordar. ¿Cómo conjuga esa búsqueda con la calma?

R.- Creo que la calma llega con la experiencia de la vida. Durante treinta años me psicoanalicé. Un psicoanálisis no es un diálogo, es un monólogo con uno mismo. Y al final perdí el miedo. Hoy no tengo miedo de nada. Tampoco tengo secretos. Creo que soy libre.

P.- ¿Lo ha sanado pintar, escribir, estudiar o psicoanalizarse?

R.- Todo es lo mismo: hablar. Uno se libera hablando. Quien sabe hablar no necesita gritar. Uno es consciente de lo que llega a decir. Hablar es ordenar la cabeza.

P.- Tuvo su primera gran crisis cuando su mujer estaba embarazada de su hijo Guillaume.

R.- Pinte ese delirio. Me obsesioné con el libro L'herbe du diable et la petite fumée, de Carlos Castaneda. Tomé a Élizabeth como el diablo.

P.- En su autobiografía se pregunta cómo ella ha podido permanecer con usted tantos años. ¿Ha encontrado respuesta?

R.- Se llama amor. Pero es increíble, claro. Pero ella se quedó. Su actitud me deja sin palabras. Incluso hoy. ¡Quién se queda al lado de un loco? Cuando he estado mal, yo he sido incapaz de asumir mi amor por ella. Ella, en cambio, siempre ha sido capaz de todo. Cuando no teníamos dinero, trabajaba en la zapatería se sus padres. Y no me dejaba caer.

P.- El cuadro favorito de Élizabeth es el de un hombre que camina con un bastón por u campo calcinado. ¿Le ha preguntado por qué?

R.- No. Porque lo sé. Ella solo quería que volviera a pintar. Y yo me pasaba el día durmiendo. Los que duermen durante el día tienen una vida horrible. Es duro no poder ser persona. Lo pinté después de pasar una década viviendo como un vegetal. Intentaba pintar, pero me tumbaba al pie del caballete y me ponía a dormir, como un gato.

P.- ¿Por qué?

R.- Era un sitio incómodo y pensaba que allí no me quedaría dormido. Luego comprendí que la medicación era demasiado fuerte. Mi psiquíatra actual dijo que me habían curado anulándome para que no no molestara. Corrigieron la medicación  y pinté esa travesía por el campo calcinado. 

P.- ¿El delirio es una huida?

R.- Claro, uno se convierte en desertor cuando la vida resulta muy dura. Tras el primero grave, me internaron. Había arriesgado, no ya mi vida: la de los demás. Amenacé a todo el mundo: a mi mujer, a unos curas...

P.- ¿Se ha beneficiado del delirio?

R.- Es paradójico, pero encontré una profesión  que podía convivir con mis delirios. Es como cuando uno se rompe el brazo y aprende a escribir con el otro. Un pintor un poco loco es admisible. ¿Se imagina si hubiera sido médico? Nadie hubiera confiado en mí. Estar loco permite jugar. La cuestión es conqué se juega...

Anatxu Zabalbeascoa. El País Semanal, 24 de diciembre de 2022.

sábado, 21 de enero de 2023

El guardián de las tumbas de los inmortales

Lo cuenta sin darle  mayor importancia. Vive con su mujer  y sus cuatro hijos en medio de uno de los cementerios más conocidos del mundo: el del Père Lachaise de París; a donde acuden cada año millones de turistas en busca de las sepulturas de famosos como Jim Morrison, Édith Piaf o Marcel Proust. Para Benoît Gallot (Montereau-Fault-Yonne, 41 años), el mundo de los fallecidos no tiene tanto misterio. Convive con 70.000 sepulcros, pero reivindica un lugar lleno de vida en su libro La vie secrète d'un cimetière (La vida secreta de un cementerio. Les Arènes).

La trayectoria de Gallot parece sacada de una novela. Creció en una familia que vendía lápidas funerarias que exponían en su jardín. Cada mañana escuchaba a su padre preguntar quién había muerto, y durante las comidas era común hablar de la profundidad de las bóvedas o de las flores elegidas para la siguiente inhumación.

"La proximidad de la muerte nunca me pareció algo anormal", dice Gallot, mientras se dirige a su zona favorita del cementerio, en la ladera de una colina. En esa parte del Père Lachaise, llamado así en homenaje a un jesuita, las tumbas están colocadas de manera aleatoria entre caminos sinuosos. Algunas son verdaderos monumentos y sobresalen de la vegetación que se ha adueñado del espacio, favorecida por la prohibición en 2015 de usar productos químicos en los cementerios-

En esa época Gallot trabajaba en otro camposanto a las afueras de París, pero recuerda cómo su mirada empezó a cambiar a medida que crecía la naturaleza. Pájaros, comadrejas e incluso zorros son ahora los protagonistas de sus fotos que comparte en Instagram, donde tiene casi 60.000 seguidores. "Un cementerio es un lugar dedicado a la muerte, pero en realidad está lleno de vida", recalca.

Cuando fue nombrado director del Père Lachaise, en 2018, recorrió el recinto acompañado de un mapa. No es raro perderse dentro y más de una vez acudieron a él personas incapaces de encontrar la salida, aterradas con la idea de tener que pasar allí la noche. También hay quienes no encuentran donde están enterrados a sus familiares. El trabajo de Gallot consiste en acompañarlas, pero también en gestionar esas 43 hectáreas, un espacio equivalente a la superficie del Vaticano.

Durante sus paseos, Gallot ha aprendido a leer los símbolos que coronan algunas tumbas. Destacan coronas de flores que destacan el ciclo eterno, o relojes de arena, que simbolizan el paso del tiempo. A él le atraen especialmente las lápidas que hablan, aquellas que liberan poesía y no solo nombres y fechas. "Pueden contar algo más. Me gusta  la idea de que una tumba interpele y te hable", dice. Al igual que los epitafios , último guiño de los muertos.

"Uno entra en el sector funerario un poco de casualidad, pero se queda por vocación", escribe Gallot en su libro. Es consciente del tabú que rodea al sector y de que los "empleos de la muerte" como él los llama, son poco atractivos. Su equipo cuenta con 80 agentes encargados de la administración, la jardinería el patrimonio, las sepulturas o la seguridad. Esto último ocupa un lugar importante en un camposanto que reúne a grandes nombres de la literatura, la música, el cine, la pintura o la política. La tumba del cantante Jim Morrison, por ejemplo, sigue siendo la más visitada y ha sido un verdadero dolor de cabeza para sus predecesores. Las autoridades tuvieron que colocar barreras de seguridad  a sus alrededores para protegerla de profanaciones, grafitis y borrachos inconscientes. Lo mismo pasó con la de Víctor Noir, un icono republicano que se convirtió en símbolo de fertilidad. Los turistas hacían fila para poder frotar el sexo de la escultura grabada sobre su tumba.

A Gallot no le da miedo poder vivir en el lugar donde reposan más de 1,3 millones de personas, según los registros. De hecho, su temor es otro, y la profanación en 2021 de la tumba del cantante kurdo-turco exiliado Ahmat Kaya se lo recordó. "No me gustaría levantarme un día y ver esvásticas en los monumentos", admite. La necrópolis está protegida por concertinas en algunas zonas especialmente sensibles.

viernes, 20 de enero de 2023

Ionesco, si tiene que ser, que sea absurdo

La sumisión y el porvenir está en los huevos se estrenó en París hace casi 70 años, una comedia de Eugène Ionesco que se compone de dos piezas teatrales. Sin embargo, no siguieron caminos iguales. La primera vio las tablas en 1955, en el Théâtre de la Huchette, y la segunda dos años después, pero no fue hasta 1977 cuando se representaron los dos textos unidos en el Théâtre de la Ville.

El periplo de la versión de Morfeo Teatro (adaptada ahora por su director Francisco Negro) ha sido ahora más corto. Prácticamente inédita en España, arranco en el Teatro Principal de Burgos en febrero de 2020 y ahora llega a las Naves del Español, el 23 de diciembre, propiciada por el propio Negro, Felipe Santiago, Mayte Bona, Santiago Nogués, Mamen Godoy y Carolina Bona.

"Ya en su estreno parisino fue una obra polémica -explica Negro a El Cultural-. Nosotros la elegimos preocupados por vivir en este tiempo en el que la ética de nuestra sociedad se ve vapuleada por los populismos  de una sociedad acicalada en el vano consumismo, en la que se valora sobremanera el ser productivo. El estreno se produjo apenas un mes antes del confinamiento, y lo que parecía que iba a ser una oportunidad `para la concordia mundial ha resultado ser un escaparate de los horrores. Por eso, la comedia recobra actualidad  en cada disparate que ocurre en el mundo".

El montaje, siempre según el director,  es una tormenta de provocaciones, un torbellino que va de la risa al estupor: "Su argumento es disparatado y sorprendente. Lleva a los personajes a estados tan hilarantes que provoca  una carcajada rotunda y cruel". Lo difícil, precisa Negro, es salir indiferente: "Escuchar a Ionesco resulta a veces insoportable pero siempre se le entiende. Sus metáforas son nítidas y valientes. Nunca se muerde la lengua. Ionesco se reivindicaba en su obra y, como persona, era un agitador de conciencias. Si algo falta hoy, es esa provocación inteligente".

La obra trata de un joven llamado Jacobo que, desencantado del mundo, languidece tirado en su sofá, negándose a formar una familia; sus padres intentarán dominar la desobediencia del joven animándole  a casarse y a tener muchos hijos. En un arrebato de rebeldía, Jacobo se niega a hacerlo a no ser que sea con la mujer más fea del mundo... Negro, que también ha estrenado Strip-tease, del polaco Slamowir Mrozec, considera que el teatro del absurdo es el único que ha sobrevivido como filosofía del inconformismo: "Si Ionesco es el padre y Beckett el hijo, por ensalzar el talento patrio Miguel Mihura fue y Fernando Arrabal es el Espíritu Santo del absurdo. Aunque a Ionesco se le llame padre del absurdo, resulta indiscutible que es familia intelectual de Beckett. Son unos genios sin parangón".

Javier López Rejas. El Cultural 23-12-2022.

jueves, 19 de enero de 2023

El desengaño de Simone Weil en la Guerra Civil

La influyente filósofa francesa, una comprometida activista alienada con los más débiles, se enroló en la Columna Durruti durante las primeras semanas de la contienda. Fue herida y, como su compatriota Georges Bernanos, conocería hechos que acabaron cuestionando sus ideales. Católico y monárquico son las dos etiquetas que suelen acompañar al escritor francés Georges Bernanos. Por eso sorprende, y a la vez resulta admirable, encontrar entre su obra un relato tan escalofriante como Los grandes cementerios bajo la luna, donde denunció la sangrienta represión de los rebeldes y las tropas italianas en Mallorca en los primeros compases de la Guerra civil. Fue el resultado de un desengaño -había en un primer momento apoyado el golpe y celebrado incluso el alistamiento de su hijo de dieciséis años en las filas falangistas-, un alegato contra la sangre que se vertía por puro sadismo.

La lectura del ensayo causó un profundo efecto en la heterodoxa filósofa Simone Weil, que llenó de notas los márgenes de páginas enteras. Era una historia que le resultaba similar, la había experimentado. En 1938 le escribió una carta a su compatriota para compartir sus sentimientos sobre "una guerra que parece de mercenarios, en la que sobra la crueldad y la falta la consideración al enemigo": "Yo estuve en España, oigo y leo toda clase de reflexiones sobre este país, pero, aparte de usted, no sé de nadie que se haya bañado en la atmósfera de la guerra española y haya resistido".

Judía de nacimiento, profesora y sindicalista, Weil cruzó los Pirineos a principios de agosto de 1936. Se definía como pacifista, aunque también como una niña que desde siempre se sintió unida al sufrimiento de los colectivos más despreciados. No había dudado en trabajar en las fábricas sacudiéndose sus orígenes burgueses. "La guerra no me gusta, pero lo que más me indigna de ella es la actitud de los que se cruzan de brazos", justificó. Tenía 27 años y les dijo a sus padres que podían estar tranquilos, que iba a cubrir la contienda como periodista. Sin embargo, la misión que se autoasignó tenía visos de utopía: rescatar a Joaquín Maurín, el fundador del POUM.

El caos del conflicto acabaría empujando a la que está considerada una de las más grandes filósofas modernas a las trincheras del frente de Aragón, combatiendo con otros voluntarios extranjeros en el Grupo Internacional de la Columna Durruti, que murieron en su mayor parte.. Le dieron por uniforme un mono de mecánico, un par de alpargatas, un pañuelo rojo y negro y un gorro de los mismos colores, y le enseñaron a manejar un fusil. Sin embargo, lo que al principio divisaba como una guerra de campesinos hambrientos contra terratenientes y un clero cómplice de los terratenientes", se tornó, para su decepción, en un escenario completamente diferente, "una guerra entre Rusia, Alemania e Italia".

Los 45 días que Simone Weil pasó en España, de los que se conocen escasos datos gracias a un puñado de documentos, como los apuntes de un diario que llevó en una cuaderno Moleskine, constituyen la trama narrativa de La Columna, una mezcla de crónica novelada de una aventura bélica y de reportaje literario sobre la experiencia española de Weil y Bernanos, de cómo sus convicciones políticas no les cegaron a la hora de discernir entre el bien y el mal. La carta de la pensadora, descubierta en la billetera del viejo escritor el día de su muerte, el 5 de julio de 1948 -no se sabe si llegó a contestarla-, bebe de esa misma literatura ecuánime del reducido vagón encabezado por Chaves Nogales.

El autor del libro, el novelista galo Adrien Bose (Aviñón, 1986), en esa búsqueda por equiparar las vivencias, las decepciones y las transformaciones padecidas por ambos intelectuales, también aprovecha para desarrollar microhistorias que impactaron especialmente a la filósofa, como la de Ángel Caro, un joven de Quinto, un pueblo de Aragón , que se alistó en las tropas falangistas para borrar las sospechas que tildaban de rojo a su padre, un maestro católico cuyo crimen había sido no oponerse a la retirada del crucifijo de su aula. Sus restos descansan en la actualidad en el Valle de los Caídos.

miércoles, 18 de enero de 2023

La "femme fatale" nunca existió

La femme fatale tiene el don de arruinar la existencia de quien se atreve a amarla. De la Helena de Troya homérica y la Eva bíblica a la Lolita de Nabokov y las múltiples reencarnaciones de este mito en el cine, la historia de la literatura y la del arte están llenas de mujeres que provocaron la perdición de los hombres que cometieron la imprudencia de desearlas, condenados a perder la cordura, la fortuna y, algunas veces, la vida. Aunque un análisis  de esta inoxidable figura despierta ciertas dudas sobre su realismo. ¿ Y si, más que una fatalidad propia de las mujeres, este estereotipo revelase una concepción funesta del deseo por parte de los hombres, un deseo de controlar a aquellas que no lograron someter a sus voluntades, un reflejo del pavor histórico que muchos han sentido ante la posibilidad de que se liberasen?

Esa es la tesis en la que se fundamenta el ensayo Hombres fatales (Acantilado), estreno de la filósofa Elisanda Julibert (Barcelona, 48 años) tras una larga trayectoria como editora en varios sellos. "A lo largo de muchos años de lecturas, me di cuenta que la femme fatale no tenía rasgos fijos, más allá de su carácter aciago. Era rubia o morena, fría o cálida, tímida o decidida, fogosa o frígida. En realidad es tan diversa y cambiante como el deseo de quienes imaginaron esos personajes", afirma la autora en una terraza del Eixample barcelonés. Es decir, que su carácter era ilusorio, producto de las fantasías y las frustraciones de los escritores que las describieron. Tras una ruptura sentimental en la que no se sintió tratada con justicia Julibert decidió invertir aquella máxima de Alejandro Dumas: "Cherchez la femme". Es decir "busquen a la mujer": la clave para entender cualquier dificultad en la que se vea envuelto un hombre siempre es la intervención de una mujer pérfida. La autora, en cambio, sospecha que para entender esta proliferación de amores fatales en la literatura de los últimos dos siglos había que buscar más bien al varón.

Esta historia cultural de la mujer fatal como chivo expiatorio empieza con Susana y los viejos (160) el cuadro de Artemisa Gentileschi que reinterpretaba el relato bíblico sobre dos ancianos fascinados por una joven desnuda. Representado hasta la saciedad e interpretado como un parábola sobre el poder arrollador de la belleza, cobraba un cariz distinto en el lienzo de Gentileschi. "Había visto decenas de cuadros sobre esta historia, pero con su versión entendí que describía un abuso de poder  y un intento de violación", afirma Julibert, que asegura que la artista fuerza la identificación del espectador con su protagonista, como sucedía en la pintura religiosa en torno a la figura de Jesucristo.

 Su ensayo aspira a imponer un cambio parecido de perspectiva a través de dos pares de ejemplos que dialogan entre sí. El primero es una comparación  entre Carmen, "la madre de todas las mujeres fatales modernas", y la Lolita de Nabokov. La historia de la gitana española imaginada por Merimée -y luego adaptada a la ópera por Bizet en 1875- estaba narrada, en realidad, por Don José, que intentaba convencer al auditorio para que lo absolviera. "Su punto de vista sobre esa parasitaria vampiresa de lubricidad insaciable está un poco sesgado", ironiza Julibert. Por su parte, Lolita puede entenderse como un espejo deformante de Carmen al ser "un homenaje y una crítica", según la autora. De nuevo, el narrador es un hombre acusado que intenta convencer al lector de su inocencia y acusa a una mujer que lo ha seducido con malas artes. Solo que, esta vez, en versión pasada de vueltas: él es un ser enloquecido y ella, una niña de 12 años.

martes, 17 de enero de 2023

Un joven bohemio llamado Pablo Picasso

Una imagen del joven Pablo Ruiz Picasso

La geografía básica de Picasso en España habla de su niñez en Málaga, una breve estancia en Coruña y, siendo ya adolescente, un salto hasta Barcelona, donde permanecerá con su familia hasta que en 1900, con 19 años,  se instala en París. Su residencia en la capital catalana se rompe durante dos paréntesis en  los que, apetición del padre, intenta estudiar dibujo en Madrid. Son años durante los que Pablo Ruíz Picasso no para de dibujar y pintar. Es un tiempo también durante el que su apabullante personalidad empieza a manifestarse.

 Un congreso internacional celebrado en el Museo Reina Sofía se ha detenido ahora por primera vez en la investigación de sus años de formación. Titulado Picasso desde los estudios culturales. Sueño y mentira de España (1898-1922), su coordinador , Chema González, aclara que la denominación del congreso aluda a la célebre obra gráfica del artista Sueño y mentira de Franco (1937).

Pablo Picasso fue un hombre singularmente curioso y atento que se aproxima a todos eses cambios que ocurren en su entorno. Pese a su importancia, el llamado "Picasso antes de Picasso" no se ha estudiado en profundidad. Los investigadores anglosajones  han estado mucho más atentos al estudio de su vida y obra a partir de su residencia en Francia y de su primera gran obra maestra: Las señoritas de Avignon (1907). La cita en Madrid viene a remediar esto.

Durante el congreso se ha investigado la relación de Picasso con los desafíos, crisis y transformaciones que sacuden España tras el desastre de 1898 hasta el fin de la guerra con Marruecos en la década de 1920. Empezando por Madrid, se sabe que llegó en 1897, con 16 años para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí consta que matriculó en Paisaje y Ropaje. Consta también que iba muy poco y no sobrevive ningún registro de sus posibles trabajos para la institución. El sueldo de maestro del padre no daba para mucho y la familia hizo una colecta entre sus amistades para financiar el viaje del chico, lo que ahora se llamaría micromecenazgo o crowdfunding.

El escritor Servando Rocha ha investigado como era aquel Madrid por el que a Pablo Ruíz le gustaba perderse. Se movió siempre por el centro de la ciudad. Se sabe que se alojó en una pensión de la calle San Pedro Mártir, cerca de Tirso de Molina y de la plaza de Cascorro, el comienzo del rastro, lo más parecido al barrio chino barcelonés. En agosto de ese mismo año había sido asesinado el presidente Antonio Cánovas del Castillo por el anarquista italiano Michele Angiolillo.

La represión y las revueltas fueron brutales. Madrid, detalla Servando Rocha, es una ciudad asustada y deprimida en la que los suicidios y los asesinatos están a la orden del día. Recuerda el escritor que uno de los lugares favoritos para estamparse era ya el viaducto de Segovia construido en 1874. Picasso pasaba sus días entre las salas del Museo del Prado, los jardines del Botánico y el parque del Retiro. Por las noches se le veía por las calles del Codo y el Biombo ataviado con su capa, su chambergo y la pipa, como un joven bohemio más.

Ángeles García. Madrid. El País, sábado de diciembre de 2022.

lunes, 16 de enero de 2023

Destilando a Balzac: Eugénie Grandet

Si se adapta al cine y fielmente a un narrador consagrado del siglo XIX, lo más probable es que el realizador necesite sobrepasar el minutado estándar de un largometraje para que se ajuste a un producto seriado para la televisión. Honoré de Balzac, claro, estaría entre estos autores. Su novela Eugénie Grandet, publicada como tal en 1834, después de aparecer por entregas en un semanario, representa la mentalidad de la Restauración francesa (1814-1830). Y lo que hace el guionista de origen senegalés Marc Dugain es subrayar el texto en lo que tiene de relato de mujer  que busca independencia y desprenderse del asfixiante yugo al que en parte de su vida la somete su avaricioso padre, el tonelero Fálix Grandet. La sinopsis de la obra es bien conocida y de poco vale recordar sus pormenores, porque lo importante es seguir a la infeliz Eugénie, educada en los estrictos valores de la época, con la cuestión emocional y sentimental relegada a un segundo plano, en particular (y en general, entonces) para las mujeres.

Dugain trae el relato a una lectura del siglo XXI a la luz del feminismo y la igualdad.. Incluso se permite poner en boca de ella reflexiones claramente anacrónicas para la época -con una representación muy cuidada en lo formal-. Cuesta imaginarse a esta hija única con sus argumentos cuando un abogado le comunica la fortuna que hereda o cuando un pretendiente le expone su interés matrimonial. Ella solo busca romper las cadenas, desprenderse de la mochila que su padre y su tiempo llenaron de losas y simplemente viajar y conocer otros mundos. Ese aspecto hace que la película ni caiga en el pastiche ni en ese formato inclasificable que algunos llaman grandes relatos. La fotografía se suma al esfuerzo, en un trabajo con interesantes matices: se amolda a las circunstancias emocionales progresando hasta una luminosidad coincidente con el vuelo de Eugénie dejando atrás su pasado. Un Balzac destilado con atinada inteligencia coyuntural.

M. A. Fernández. La Voz de Galicia, viernes 23 de diciembre de 2023.

domingo, 15 de enero de 2023

El nuevo "caso Houellebecq"

No hay ninguna novedad de Michel Houellebecq en las librerías francesas en este inicio de año, fecha por la que suele publicar sus novelas, que diseccionan con crudeza y lirismo los malestares profundos de nuestras sociedades. Pero todo los sucedido en las últimas semanas desde que el autor de Aniquilación publicó una larga conversación con el filósofo Michel Onfray en la revista Front Populaire, perfectamente podría ser la trama de uno de estos libros. Contiene los ingredientes: declaraciones explosivas, denuncias de odio a los musulmanes, polémica intelectual y, finalmente, una escena en la que el escritor acusado y el líder musulmán que le ha denunciado fuman la pipa de la paz. Un final abierto a interpretaciones.

El nuevo caso de Houellebecq estalla a finales de noviembre, cuando la revista soberanista Front Populaire, codirigda por Onfray, publica la entrevista entre el propio Onfray y Houellebecq. Es un encuentro entre el filósofo mas popular de Francia, antiguamente identificado con la izquierda libertaria y ahora acusado de haber derivado hacia el nacional-populismo, y el novelista quizás de más talento, y sin duda impacto, de su generación, además de un polemista feroz, con posiciones calificadas a menudo como reaccionarias. El título que aparece en la portada de la revista lo dice todo: ¿El fin de Occidente?

Desde las primeras líneas, Houellebecq demuestra su talento para provocar. Ataca al general Charles de Gaulle, auténtico tótem en su país, excepto para la extrema derecha, por haber abandonado, tras la independencia de Argelia de 1962, a los harkis, soldados argelinos que lucharon con Francia. "Por su comportamiento con los harkis, De Gaulle merecería ser fusilado", dice el novelista. Defiende la pena de muerte. "¿Acaso el Estado no debe vengarnos un poco?", sugiere. Y cuando el filósofo le objeta que ejecutar a un asesino no devuelve el asesinado a la vida, él replica: "No, no devuelve a nadie, pero sé que el culpable ha muerto. Esto restablece un equilibrio".

Cuando aborda con Onfray la posibilidad de una guerra civil en Francia, Houellebecq pronuncia las palabras que han estado a punto de llevarle a los tribunales. Hay dos declaracione en disputa. La primera: "Cuando la Reconquista empezó, España estaba bajo el dominio musulmán. Todavía no estamos en esa situación. Lo que ya podemos constatar  es que la gente se arma. Se hacen con fusiles, toman clases en centros de tiro. Y no son zumbados.  Cuando territorios enteros estén bajo control islamista, pienso que habra actos de resistencia, un Bataclán a la inversa. Y los musulmanes no se limitarán a poner velas y ramos de flores. Entonces, sí, las cosas pueden ir  bastante rápido.

Houellebecq dice en la segunda declaración: "Creo que el deseo de la población francesa de pura cepa, como se dice, no es que los musulmanes se asimilen, sino que dejen de robar y agredir, en resumen, que su violencia disminuya, que respeten la ley y a la gente. O bien, otra buena solución, que se vayan". No era el novelista el que habalaba, era el ciudadano. Y había poca ambigüedad. La entrevista provocó debates en las redes sociales y en círculos intelectuales.

"La virulencia de las palabras marca una etapa suplementaria en la radicalización hacia la extrema derecha de un autor de éxito, escribió Le Monde. Sin referirse a la entrevista, la Nobel de literatura, la escritora de izquierdas Annie Ernaux, había opinado sobre su colega en Le Parisien: "Tiene ideas totalmente reaccionarias, antifeministas". Y, a la pregunta sobre la candidatura de Houellebecq al Nobel, respondió: "Francamente, mejor que haya sido yo".

sábado, 14 de enero de 2023

Callac, en el torbellino de la batalla por la inmigración

Manifestación en contra del proyecto delante del ayuntamiento de Callac.
©Laurent LE FUR

Nadie ha entendido todavía cómo pudo suceder, pero todo fue rápido y sin previo aviso: Callac, uno de esos pueblos franceses que languidecen y donde nunca pasa nada, se ha transformado en el escenario de las batallas por la inmigración en el país donde la extrema derecha, en las últimas elecciones presidenciales, superó los 13 millones de votos.

Callac era un punto anónimo en la península occidental de Bretaña, un municipio de 2.200 habitantes con la población envejecida y escaparates abandonados, viva imagen de las regiones rurales de la Francia vacía. Pero en primavera, el alcalde Jean-Yves Rolland, anunció un plan para acoger refugiados para revitalizar el pueblo. Y nada fue igual.

Los vecinos empezaron a desconfiar entre sí. "Hay personas a las que ahora miro distinto, y seguramente es recíproco", describe Marianne Motture, profesora jubilada de lenguas clásicas y voluntaria de la asociación solidaria Secours populaire, que ayuda a los cerca de 40 refugiados que residen en Callac desde hace unos años sin que hubiese ocasionado ninguna reacción. Describe Dominique, un agricultor de 62 años: "El ambiente es malsano". Han desembarcado políticos famososos y se han organizado manifestaciones a favor y en contra del plan, Han acudido periodistas del país y del extranjero. Callac se ha convertido en un símbolo.

Un día de septiembre, Motture abrió la ventana y se quedó estupefacta al ver autobuses de  policías antidisturbios. En otra de las manifestaciones, los antidisturbios lanzaron gases lacrimógenos. Lo nunca visto en Callac. Rolland recibió amenazas y declaró al diario Le Monde que la gendarmería le había aconsejado tintar los cristales de su despacho en el Ayuntamiento. "No sea que un francotirador me dispare".

"Era un bello proyecto" suspira el alcalde. El proyecto impulsado por la ONG Merci!, consistía en acoger durante la próxima década a familias de refugiados. Hubo, al principio , una confusión,: se publicó que eran unos 70; después se dijo que en realidad eran 70 personas.

La idea la había resumido el presidente francés Emmanuel Macron, en un discurso en septiembre en el que defendió dirigir a inmigrantes hacia la Francia rural en vez de hacia las banlieues, los extrarradios de las grandes ciudades. "Si logramos ofrecer albergue e integración en estas regiones a mujeres y a hombres que llegan a nuestro territorio, las condiciones de acogida serán mucho mejores que si los metemos en zonas densamente pobladas con una concentración de problemas económicos y sociales", declaró el presidente...

El conflicto en Callac ha coincidido con el desembarco el 11 de noviembre en el sur de Francia del Ocean Viking, barco de la ONG SOS Mediterránée con 234 migrantes a bordo, y con los preparativos de una ley de inmigración.

En Callac los vecinos se dividieron ante la propuesta del alcalde. Para algunos tenía lógica: el pueblo, en la Bretaña interior y lejos de los principales ejes viajeros, pierde habitantes y la economía marcha a medio gas. Qué mejor, para su supervivencia, que acoger a personas con el ímpetu de quienes han cruzado medio mundo y se han jugado la piel para llegar aquí;  qué mejor para llenar las escuelas y repoblar ese rincón de Francia con comercios con el cartel de "se vende" y edificios semirruinosos como el de la vieja escuela.

"Callac siempre fue tierra de acogida" recuerda Marianne Motture en el salon de su casa, casa que, según explica, perteneció a monsieur Reina, hijo de refugiados de la España de Franco. "¿Por qué ahora no ibamos a acoger a personas como hicimos después de la República?".

Otros vecinos recelaban del proyecto. "Por mi parte, no tengo ningún problema en acoger refugiados: la cuestión es cómo", dice, en el kebab de la plaza principal, Moulay Drissi,51 años, hijo de inmigrantes marroquíes en el sur de Francia, y militar de profesión... 

Marc Bassets. El País, Domingo 20 de noviembre de 2022.

viernes, 13 de enero de 2023

La Unesco reaviva las brasas del rai

En 1989, Javier Valenzuela, por aquel entonces corresponsal de El País en Rabat, daba noticia del estallido de una "bomba atómica musical en el gran Magreb entre los jóvenes". Era el rai, la versión moderna de un estilo de canción popular argelina visto como una especie de blues árabe subversivo. Esa música con letras provocativas que invitaba irresistiblemente al baile -mezcla de rock, funk y reggae- llegó a lo más alto de las listas de éxitos occidentales en la década siguiente. "Artistas como Cheb Khaled o Cheb Mami", destaca la declaración de la Unesco que acaba de reconocer al rai como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, contribuyeron a difundir "un mensaje transgresor y de libertad entre los jóvenes argelinos y del resto del mundo". Su consagración por el órgano cultural de la ONU, precisamente reunido en Rabat, viene a restituir de alguna forma el renombre a una música popular de origen humilde, que triunfó en el mundo pese a ser tachada de vulgar e irreverente. 

El rai (mi opinión, lo que pienso, en árabe dialectal magrebí), combina melodías festivas de bodas y celebraciones con textos de descarnada crudeza sobre el alcohol y el sexo, dos tabues en la cultura islámica conservadora. Su ritmo ha marcado el paso como elemento de cohesión frente a las adversidades de generaciones enteras de magrebíes hartos de frustraciones, de la miseria y la emigración, y de todo tipo de represiones.

A finales del siglo XIX empezó a escucharse en el medio rural argelino una nueva tonada popular, recapitula la Unesco en su declaración del 1 de diciembre del Comité de Salvaguarda del Patrimonio Inmaterial reunido en Marruecos. Al principio las personas mayores cantaban textos poéticos acompañados por una orquesta. Pero en las primeras décadas del siglo XX comenzó a adoptar un perfil que vulneraba los prejuicios sociales, en un canto a la libertad de amar, de gozar y de desear.

El rai no faltaba en ninguna fiesta. Los cantantes eludían la censura y dejaban correr libremente su pensamiento. Llegó a estar prohibido en la radio y la televisión. Fue el Gobierno de Argel quien presentó la candidatura ante la Unesco de un música considerada como una gloria nacional. Pero antes había dado un vuelco radical en los año ochenta..

La metamorfosis hacia la modernidad se obró en la ciudad de Orán, en la costa occidental argelina, célebre por sus noches licenciosas. Crisol de culturas, miles de colonos franceses y de exiliados republicanos españoles se asentaron en sus calles portuarias junto a beréberes y beduinos hasta la independencia del país, en 1962. Instrumentos como guitarras eléctricas, baterías y sintetizadores se incorporaron a las orquestas tradicionales de la mano de una generación de cantantes que se hacían llamar cheb (chaval, muchacho) y no chej (jeque, veterano), como sus predecesores en el rai. La Unesco avala ahora su dimensión cultural como "canal de expresión de sentimientos y de ruptura de las opresiones sociales".

Fue una música árabe de dimensión mundial y con mayor proyección que la era dorada representada por la legendaria cantante egipcia Um Kulthum entre los años cincuenta y setenta del siglo pasado. El primer festival de rai se celebró en Orán, en 1985. Al año siguiente se organizó otro en  las afueras de París. Y a comienzos de los años noventa, las canciones de Khaled, Mami y otros artistas irrumpieron en las listas de éxitos occidentales, donde escalaron hacia la cima en Francia, país que concentra la mayor comunidad de la diáspora argelina...

Juan Carlos Sanz. Rabat. El País, lunes 12 de diciembre de 2022.

jueves, 12 de enero de 2023

Proust y el anhelo de fundirse con la vida

Un 18 de noviembre, hace  un siglo, murió entre las cinco y las siete de la tarde Marcel Proust. En la segunda parte de En busca del tiempo perdido hay un momento en que el narrador ve por la otra punta del paseo del dique de Balbec, donde se ha instalado con su abuela para llevar un poco mejor sus problemas de asma, una especie de "mancha singular y movible". Se trata de cinco o seis muchachas que avanzan entretenidas , "las que se quedaban atrás alcanzaban a las otras de un vuelo", observa. Una de ellas empuja una bicicleta, todas visten de manera particular (en trajes deportivos, como si no fueran de allí), caminan con determinación, sin ninguna "tiesura" (la traducción de las citas de Proust es de Pedro Salinas), exhibiendo unos cuerpos muy flexibles, pero que transmiten "esa inmovilidad tan curiosa propia de las buenas bailarinas de vals".

El narador comenta que las personas que están en el dique detenidas tienen que apartarse ante el avance de la cuadrilla de las muchachas, como si les viniera encima "una máquina sin gobierno". "No necesitaban afectar ningún desprecio por todo lo que no fuese su grupo, porque bastaba con su sincero desprecio", escribe el narrador de A la sombra de las muchachas en flor, y observa enseguida que "estaban henchidas, rebosantes de esa juventud que es menester gastar en algo". Es tan convincente la voz del narrador de Proust, te envuelve y te arrastra de tal manera que, en realidad, es como si fuera el mismo Proust el que observara  a esas muchachas y se viera profundamente tocado, embriagado por semejante visión, inquieto cuando se cruzan sus miradas y que percibe que proceden de "ese mundo inhumano en que se desarrollaba la vida de la pequeña tribu, inaccesible tierra incógnita a la que no llegaría yo nunca", dice, "y en donde jamás tendría acogida la idea de mi existencia". 

En su trabajo sobre Proust, Edmund White cuenta que en Cabourg (el Balbec de la novela) tenía el ojo puesto en "un grupito de jóvenes guapos a los que enviaba miradas tiernas" y recoge una información de Henri Bonnet, que explicó en un ensayo sobre el escritor que "fue esa banda de muchachos, conocidos casualmente en la playa y obsrevados con febril fascinación, la que inspiró directamente la descripción  proustiana del grupo indistinto de muchachas en flor". Lo que esa secuencia atrapa es la irrupción de un intenso deseo por fundirse con la belleza que esas muchachas -o muchachos- derrochan, con su vida. Es un "deseo doloroso", confiesa Proust, por lo que tiene de irrealizable, pero dice también que lo que hasta entonces había sido su vida dejó bruscamente de serlo, que ya solo quería recorrer el espacio que conformaba aquel grupo porque era ahí donde iba a encontrar "esa prolongación  y multiplicación de sí mismo que constituye la felicidad".

Cien años después de su muerte, Proust sigue expresando lo que entre tantos pliegues nos define como personas. Yo nunca vi "nada tan bello", escribe, "tan hondamente empapado de vida desconocida, tan inestablemente precioso, tan verosímilmente inaccesible". Aquellas muchachas eran "un ejemplar delicioso y en perfecto estado de la felicidad desconocida y posible de la vida". Por esos encuentros fulgurantes  vivimos, y seguimos aguantando gracias a esos momentos de extraña y fugaz felicidad. Proust consiguió darles forma, bendito sea.

José Andrés Rojo. El País, viernes 18 de noviembre 

miércoles, 11 de enero de 2023

Isabelle Lonvins-Rome, Ministra de Igualdad de Francia

Isabelle Lonvis-Rome

Isabelle Lonvis-Rome fue la jueza más joven de Francia, en 1986, con 23 años. Y nunca más se separó de la justicia: 36 años pegada a la prevención de los delitos, al ámbito penal y a la protección de las víctimas, sobre todo, de la violencia machista. De los juzgados de Lyon en los años noventa, a presidenta de los tribunales de lo Penal de Nanterre, Versailles, Pontoise y Chartres en la década de 2010; de ahí a ser nombrada en 2018 alta funcionaria para la igualdad en el Ministerio de Justicia y desde julio ministra de Igualdad. Lonvins-Rome sustituyó a su predecesora , Élisabeth Moreno, en una cartera que no le es ajena. Lleva años en asociaciones que ayudan a mujeres maltratadas, refugiadas, solicitantes de asilo, personas detenidas, y es autora de varios libros como Control y violencia en la pareja y Libertad, igualdad, supervivencia. 

A finales de octubre se sentó en el salón de la Casa de Francia, en Madrid, para hablar de cómo están avanzando en su país en protocolos oficiales, en políticas feministas y en medidas para paliar unas cifras de violencia que dejaron el año pasado al menos 121 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas. No es la primera vez que viaja a España, ya lo hizo cuando trabajaba  para el Ministerio de Justicia para conocer el funcionamiento de los protocolos españoles en torno a la violencia machista. 

En octubre asistió a la sexta conferencia regional Mujeres por el Mediterráneo. Y es hacia España donde la ministra asegura que miran desde hace años para tomar y desarrollar sus decisiones, Ahora, ya en la recta final de noviembre, la ley del solo sí es sí, en vigor desde el 7 de octubre, ha desatado un terremoto político, jurídico y social por el impacto que ha tenido la primera consecuencia visible de la norma: las rebajas en las penas como consecuencia de la reforma del Código Penal que conllevó la legislación, ya que los reos tienen derecho a que sus penas se revisen  cuando una nueva ley las rebaja si resulta favorable para su caso. Lonvis-Rome no hace declaraciones al respecto, pero su idea general sobre la política española "en la lucha contra la violencia sexual de género" es que se trata de "una política inspiradora y protectora para las víctimas".

En esa línea, Francia trabaja como lo hizo España hace casi dos décadas, con la entrada en vigor de la ley contra la violencia de género en 2004, hacia una mayor especialización: "Es necesario que todos los actores que intervienen en todos los escalones de la cadena (policial, judicial) estén bien capacitados. Para tratar bien la violencia de género hay que repetir que no es como las demás, y eso o hizo muy bien España". Una concepción del maltrato que ha llevado cierto retraso en su país, donde todavía de vez en cuando los feminicidios se denominan crímenes pasionales en algunos medios de comunicación  y en la sociedad, y el término violencia doméstica o conyugal sigue siendo más usado que el de la violencia machista. Ahora, dice, "hay una conciencia masiva de la gravedad de la violencia sexual y de género, y de la especificidad de ambas", en particular de la cometida  dentro de la pareja.

Esa conciencia empezó a extenderse de forma más homogénea y a nivel político en 2019, cuando ante la elevada tasa de asesinatos en los últimos años el Gobierno francés abrió un periodo de diálogo que duró casi tres meses en los que debatió con policías, jueces, médicos, trabajadores sociales, autoridades locales y asociaciones de mujeres cuáles debían ser las líneas a seguir en esta materia. Y anunciaron también una batería de medidas de "urgencia" en materia de protección de víctimas y acompañamiento judicial: entre ellas, nuevas plazas en casas de acogida para víctimas de violencia machista o fiscalías especializadas.