La exposición que se puede visitar hasta el 22 de marzo, examina cómo una reina sin poder político logró imponerse mediante un uso estratégico de la moda y de la escenificación de un papel de cara al público, en un gesto de modernidad poco común. En las salas domina su vestuario, epítome del lujo de su siglo.. Por ejemplo el vestido de la boda de la reina de Suecia de 1744, réplica de un atuendo de María Antonieta hoy perdido y quizá la pieza más imponente, con un corsé rígido e hilos de plata que le dan un aire de armadura. Se exhiben también sus zapatillas de seda, joyas y accesorios, una butaca con su monograma y la jatte-téton de porcelana de Sèvres, una taza en forma de seno que alimentó la leyenda de que se había moldeado sobre el pecho de la reina. Como tantas cosas en torno a María Antoinette, era falsa..
Del brilo a la oscuridad, el recorrido se cierra con su linchamiento público en los años previos a su ejecución en 1793, a los 37 años. Caricaturas pornográficas la dibujaron como lesbiana depravada, mientras que algunos panfletos la rebautizaron con el apodo d Madame Déficit, munición de la propaganda revolucionaria. En el tramo final se expone el camisón blanco que llevó en la prisión de la Conciergerie, la hoja de guillotina a la que se atribuye su ejecución -procedente de la colección histórica de Madame Tussauds-, un medallón con sus cabellos entrelazados con los de su hijo, y la nota final en su libro de oraciones: "Dios mío, ten piedad de mí. Mis ojos ya no tiene lágrimas para lloraros, mis pobres vástagos. Adieu, adieu".
Antes de ese final, la decimoquinta hija de María Teresa de Austria supo conquistar su época gracias a su deslumbrante imagen: Lo hizo con método. Trabajó con Rose Bertin y Léonard Autié, arquitectos de su silueta y precursores dieciochistas de los actuales estilistas, y contó con la complicidad mediática del Journal des Dames, la revista Vogue la época. Desde adolescente entendió el teatro de Versalles y supo explotarlo: en la coronación de su marido, con apenas 18 años, lució un vestido bordado y guarnecido con zafiros que acaparó todas las miradas.
Su chemise à la reine, una túnica de muselina blanca sin corsé ni miriñaque, marcó un punto de inflexion frente a la rígida etiqueta cortesana. Se atrevió con estampados animales y popularizó la toile de Jouy, algodón estampado en un solo color con escenas pastorales, que pasó del tapizado y las cortinas al vestido. "Era muy inteligente y su relación con la moda fue estratégica, no superficial. Como reina joven y pendiente de su imagen, entendió la ropa como poder blando y como motor de la naciente industria francesa del lujo", explica la comisaria de la muestra, Sarah Grant.
La reina nunca desapareció, pero hoy está en todas partes. En 2026, el Castillo de Fontainebleau, en la periferia sur de parís, dedicará la programación de todo el año a María Antonieta, restaurará los Grandes Apartamentos para devolverles su aspecto dieciochesco e inaugurará una muestra sobre el paso de la reina por el château, el único de Francia habitado por todos sus soberanos...
Álex Vicente. Londres. El Pais, domingo 9 de noviembre de 2025.



















