domingo, 26 de octubre de 2025

"Es un fracaso, hemos sido superados"

Comparecencia de Laurence des Cars en el Senado francés.
(Emma da Silva/AP)
Laurence des Cars, la presidenta del Museo del Louvre, compareció ayer por la tarde en el Senado francés para dar cuenta del robo sufrido el domingo. Seria, afectada, en tono grave, admitió el "fracaso" y calificó la sustracción de las joyas, valoradas en unos 88 millones de euros, como "una herida inmensa". De Cars detalló los planes de seguridad planificados en los últimos años, pero admitió que hay elementos "preocupantes de seguridad". 

"El asalto del domingo nos recuerda que la violencia criminal no se detendrá en nuestro muros. El Louvre al igual que otros muchos museos de nuestro territorio y del mundo, no está a salvo de la creciente brutalidad de la ", lamentó Des Cars. "A pesar de nuestros esfuerzos y de nuestro trabajo hemos sido superados", reconoció.

El domingo por la noche Des Cars apareció pálida en las salas del Louvre junto a la ministra de Cultura Fachida Dati. Según publicó ayer Le Figaro, presentó su dimisión  ese día al presidente Macron. El jefe del Estado, sin embargo, la rechazó. "Mantente firme; no se trata de romper la dinámica de renovación del museo", respondió.

La sensación durante la comparecencia, en la que la dureza de los senadores fue en aumento, fue de una derrota total. "Somos el hazmerreír", le reprocharon a Des Cars. La presidenta del Louvre que se mostró "mortificada" por las críticas personales recibidas, admitió que las cámaras de vigilancia perimetrales del museo "son uno de los puntos débiles" del centro. "Hay algunas pero son muy antiguas (...): el sistema  es muy insuficiente, del lado de la Galería de Apolo, la única cámara esta orientada hacia el oeste y por lo tanto no cubría el balcón  afectado por la intrusión", declaró Des Cars.

La presidenta vinculó el fracaso  en la protección del Louvre con el envejecimiento de las instalaciones que ella misma había denunciado hace algunos meses. Des Cars se refirió a la "situación preocupante de las instalaciones de seguridad del museo" y su política de modernización, iniciada tras asumir el cargo en 2021. "Este plan director de los equipos de seguridad  está valorado en unos 80 millones de euros", añadió. Además, la presidente del Louvre pidió en el Senado la instalación de una comisaría de policía especial en el interior del museo.

Daniel Verdú. El País, jueves 23 de octubre de 2025.

sábado, 25 de octubre de 2025

Símbolos del apogeo de un imperio muy difíciles de vender

Las joyas sustraídas del Louvre. EFE

Las piezas robadas el domingo en el insólito atraco al Museo del Louvre tienen un valor económico colosal si se tienen en cuenta las miles de piedras preciosas que las componen. Pero su valor es sobre todo intangible, pues son joyas únicas  que cuentan la historia de Francia  y evocan su época de máximo esplendor.

En la galería de Apolo de la pinacoteca, la que asaltó el comando de cuatro hombres después de conseguir  acceder a la sala por el balcón gracias a una escalera extensible de las que se usan en las mudanzas, se exponen un total de 23 piezas de antes de la Revolución Francesa, así como del Primer y Segundo Imperio. Los cuatro asaltantes seguían ayer en paradero desconocido y de las piezas robadas tampoco había ni rastro. Solo se pudo recuperar una, la que los asaltantes perdieron en la huida. Es la corona de diamantes de Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III.

Las ocho piezas que si lograron llevarse los ladrones son joyas del siglo XIX con miles de diamantes o zafiros  engarzados con técnicas  de gran complejidad que ilustran el savoir faire de los artesanos de la época. Es muy difícil que puedan venderse en el mercado negro, porque están identificadas y serían localizadas fácilmente, así que la única manera de hacerlo es desmontándolas para tratar de comercializar por separado  los diamantes o las perlas, tallar las piedras preciosas de nuevo o fundir los metales. De ser así, ya no quedaría ningún rastro de su procedencia pero perdería todo su valor patrimonial e histórico. La carrera contra reloj para encontrarlas antes de que se destruyan ya ha comenzado.

Los expertos advierten, sin embargo, de que el proceso de desmontaje no es fácil, podría llevar varios meses de trabajo y requiere de más cómplices. "Los ladrones han subestimado  quizá esta labor, que es muy compleja", explicaba Alexandre Giquello, comisario en la casa de subastas Drouot, a la cadena francesa BFM.

Entre las piezas sustraídas está la diadema que lucieron las cabezas de Hortensia, madre de Napoleón III, y posteriormente María Amelia, última reina de Francia. Hortensia era hija de Josefina, primera esposa de Napoleón Bonaparte, y llegó a ser reina de los Países Bajos, mientras que María Amelia de Borbón -Dos Sicilias fue esposa del rey Luis Felipe (1830-1848). La tiara se elaboró entre 1800 y 1825 y tiene 84 zafiros y 1.083 diamantes.

Los ladrones también se llevaron el collar y los pendientes de zafiro que llevaron estas dos reinas. Se trata de piezas con zafiros, diamantes y oro de Sri Lanka. Las adquirió el rey Felipe cuando aún era el duque de Orléans, para Hortensia de Beauharnais. Las dos lucen estas joyas desaparecidas en muchos retratos de la época. Es el caso de la reina María Amelia  en el que hizo el pintor Louis Hersent en 1836. Se desconoce quién encargó originariamente las piezas  y quién fue el joyero que las diseñó. El collar tiene ocho zafiros, rodeados de 631 diamantes engastados en oro. En 1985 fue adquirido  por el Gobierno francés a la casa de Orléans.

El collar y los pendientes de esmeraldas de la emperatriz María Luisa, también robados, son dos piezas que tienen en conjunto 38 esmeraldas y 1146 diamantes. Se los regaló Napoleón Bonaparte a su segunda esposa, María Luisa de Austria, tras separarse de Josefina. Tras la muerte de María Luisa en 1821, las piezas  acabaron en Italia. Los pendientes tienen seis esmeraldas y más de 100 diamantes y se engarzaron en 1821, las piezas acabaron en Italia. El conjunto original incluía también una diadema. El Estado francés recuperó el collar y los pendientes en 2004. 

Además de las piezas citadas, los asaltantes consiguieron  apropiarse  de otras joyas que lució Eugenia de Montijo , esposa de Napoleón III y la última emperatriz de Francia antes de la caída del Segundo Imperio en 1870. Es el caso del broche relicario. Datado en 1855, es obra de Alfred Bapst, joyero real, y tiene 18 diamentes en forma de corazón . El otro broche desaparecido es un gran lazo de corpiño con una cascada  de diamantes rosas engastados en plata y bañados en oro.

La diadema de la emperatriz Eugenia de Montijo también forma parte del botín. Es una joya que Napoleón III regaló a su prometida el mismo día de la boda, en 1853. Cuenta con 212 perlas  y 2000 diamantes y es obra de Alexandre-Gabriel Lemonnier, joyero del emperador.

La única obra recuperada después de que los cuatro atracadores la perdieran en su huida en dos potentes motocicletas es la corona que también perteneció a Eugenia. Se compone de 1.354 diamantes y 56 esmeraldas. En 1988, fue subastada y adquirida  por el mecenas Roberto Polo, quien la donó al Museo del Louvre.

Tras caerse durante la huida de los asaltantes, se están evaluando los daños que ha podido sufrir. El robo perpetrado por los cuatro encapuchados, en siete minutos, con una radial y una escalera de mudanzas, es una metáfora de la Francia actual, esa que, en plena crisis política y económica, ha perdido su esplendor.

R. V. El País, martes 21 de octubre de 2025.

viernes, 24 de octubre de 2025

Cuatro ladrones roban nueve joyas del Louvre

La policia junto a un montacargas utilizado por los ladrones de las joyas
 del Louvre. (Dimitar Dilkoff/AFP/dpa)

La escena parece de película. Son entre las 9,30 y 9,40. Cuatro individuos llegan al Museo del Louvre, dos en moto y dos en furgoneta. Acceden al interior por una escalera de mudanzas situada en el lado del Sena. Entran por un balcón de la galería de Apolo, situada en el primer piso. Rompen con una radial as vitrinas donde se exhiben las joyas de Napoleón Bonaparte, Napoleón III o la emperatriz Eugenia de Montijo. Se hacen con el botín. Y huyen. Todo sucede en siete minutos. Robaron nueve piezas que pertenecieron a las reinas María Amelia, esposa de Felipe I, y Hortensia, casada con Luis Bonaparte y madre de Napoleón II, asó como a la emperatriz Eugenia de Montijo. Una diadema de las reinas , otra de la emperatriz, la corona de esta, un collar de zafiros, dos pares de pendientes, un collar de esmeraldas y dos broches. Por el camino pierden parte del botín: la corona de la emperatriz. La única pieza recuperada.

Parece un relato de ficción, pero la escena tuvo lugar la mañana de ayer  en el museo más visitado del mundo. En 2024 recibió 8,9 millones de personas. La ministra de Cultura, Rachida Dati, anunció a primera hora que el Louvre  permanecería cerrado durante toda la jornada para facilitar la labor de los investigadores, la búsqueda de pistas y la valoración del botín sustraído. "Es de un valor inalculable", confirmó Laurent Nuñez, ministro del Interior. El presidente francés, Emmanuel Macron, reaccionó pasadas las ocho de la tarde con un mensaje en X. para decir que el robo en el Louvre "es un ataque al patrimonio que forma parte de la historia" del país.

Las primeras informaciones fueron confusas en cuanto al número de ladrones y el número de piezas robadas, con contradicciones entre ministerios. Los asaltantes "llegaron en moto de gran cilindrada", según Nuñez. La fiscal de la República, Laure Beccuau, confirmó a última hora que dos lo hicieron en moto y otros dos en un vehículo, donde iba la escalera. Las alarmas funcionaban pero "o no sonaron en la sala o no las oyeron ". En el interior , los asaltantes amenazaron a los agentes con las mismas radiales con las que rompieron las vitrinas  para acceder al botín. 

La Fiscalía de París encargó una investigación por robo en banda organizada y asociación ilícita a la Brigada de Represión de la Delincuencia de la Policía Judicial (BRB, por sus siglas en francés), encargada de los robos de gran calado. A las pesquisas se unió la Oficina Central de Lucha contra el Tráfico de bienes culturales. "El perjuicio está en curso de evaluación y una investigación está en marcha", aseguró la Fiscalía.

Raquel Villaécija. París. El País, lunes 20 de octubre de2025.

jueves, 23 de octubre de 2025

"El nombre del padre"

La autora de El consentimiento se reafirma como una de las grandes escritoras europeas de no ficción con El nombre del padre, donde cuenta cómo descubrió el pasado nazi de su abuelo, supuesto refugiado checo y la homosexualidad reprimida de su padre.

A finales de los setenta, en un piso de la banlieue de París, una niña de seis años ve la televisión con su abuelo. El hombre, de origen checo insulta al televisor  y repite con desprecio los apellidos que ve en la pantalla: "Gainsbourg es Ginsburg, es judío", exclama. Y Michel Berger es judío también". La niña ha oído la palabra "judío" otras veces, es la misma con la que su padre se refiere a unos vecinos, los Angélard, que son muy cariñosos con ella:"¡Angélard! ¡Sí, hombre! Se apellidan Engelhardt. ¡Es un apellido judío!" Hay cosas que la niña no entiende, como las burlas de su padre cuando ella le habla de un amigo del colegio, David, hijo de unos peleteros. La misma niña, ya adulta, relaciona esos recuerdos con un día en que el dueño de una taberna  les pidió a ella y a su padre que se fueran después de que él soltara una diatriba antisemita que se oyó en todo el local. Se había quedado en el paro y decía que, como toda la prensa estaba en manos de judíos no volvería a encontrar trabajo.

Tras investigar durante años el pasado de su familia paterna, Vanessa Springora (París, 1972) ve ahora estos recuerdos bajo una luz distinta. En poco tiempo se enteró de la turbia historia de la rama familiar de su padre, cuya escisión con la Springer de Zábreh, en Moravia, se produjo tras la guerra, cuando su abuelo modificó su apellido por unas razones hasta entonces poco claras. Gracias a sucesivos hallazgos obtenidos en archivos de Francia, Alemania y República Checa, La autora de El consentimiento, cuyo éxito literario coincidió con sus primeras pesquisas para este libro, supo que su abuelo checo era en realidad un alemán de los Sudetes que perteneció a la maquinaria nazi, que fue policía en Berlín, donde se casó con una alemana a la que abandonó, y que en 1940 -es decir cuando los planes de Hitler ya no eran ningún secreto- se afilió al NSDAP. Y en medio de todas estas revelaciones  supo también que su padre, un padre que difícilmente habría podido ser peor padre, que la abandonó y que arruinó la vida de las tres mujeres con las que estuvo casado, era en realidad un homosexual reprimido, obsesionado con el inexistente prestigio de su apellido paterno, que terminó sus días rodeado de basura en casa de su madre, prácticamente la única persona  que al final de su vida le dirigía la palabra...

La historia oficial de la familia era que el ejército alemán había reclutado al abuelo por la fuerza y que más tarde, ya en Francia , él había desertado. Pero Springora descubre una versión distinta. Su abuelo, en realidad, era "policía del orden en Berlín y es muy probable que lo enviaran a Francia para dar porrazos durante la Ocupación. Josef no perteneció a la Gestapo, ni a ninguna otra de las temibles agencias de la Oficina Central de Seguridad del Reich pero Springora sabe que eso no lo exime de la culpa. La pregunta que queda en el aire es hasta qué punto  aquel hombre era un fanático o un oportunista. La autora es lo bastante astuta como para dejar la cuestión abierta y asumir el pasado familiar sin sobreactuaciones...

Alberto Gordo. El Cultural 19,9, 2025.

miércoles, 22 de octubre de 2025

Beatriz de Orléans, embajadora del lujo español en el mundo

Beatriz de Orleans. (GTRES)

Cuando llegó a España, a mediados de los setenta, Beatriz de Orleans (Neully-sur-Seine, Francia, 83 años) se alojó durante un tiempo en el palacio de la Zarzuela. Su entonces marido , el príncipe  Miguel de Orleans, era hijo del conde de París y pariente lejano de Juan Carlos de Borbón, que en ese momento estaba a punto de convertirse en rey. Medio siglo después, la princesa de Orleans comparte piso con un profesor de Religión y otro de Música en un apartamento señorial  en el barrio de Salamanca (Madrid). "Estaba buscando y nunca encontraba nada que me gustara. Un amigo me dijo  que me alquilaba una habitación  y  me pareció bien. Más de 10 años después ahí sigo. Estoy encantada", explica en el restaurante Amós, en el Rosewood de Villa Magna. El director del hotel, Friedrich von Schönburg, lo ha abierto antes de la hora habitual solo para ella. 

"Mi titulo me abre un 4% de las puertas y me cierra el otro 96%"apunta. En ese 4% están los mejores restaurantes, los mejores hoteles y las mejores tiendas del mundo. Empezó su carrerea como periodista para la revista Women's Wear Daily. "Conocí a Yves Saint Laurent, a Coco Chanel... Me encantaba mi trabajo pero tuve que dejarlo cuando me casé con Miguel. Entonces las princesas no trabajaban", dice. La boda se celebró  en 1967. 

Beatriz y Miguel de Orleans vivieron en Casablanca y Londres. En 1974, poco antes de la muerte de Franco, aterrizaron en Madrid. "España ha tenido dos épocas nefastas: la Inquisición y el franquismo. Cuando llegué,  no había escritores ni pintores, ni pensadores ni filósofos. Los teníamos a todos en Francia", recuerda. Le sorprendió el nivel intelectual de muchas mujeres de la clase alta madrileña: "Hablaban únicamente  de los niños y del servicio. Yo era como un objeto singular . Pero me daba igual. Toda la vida me han criticado mucho.

Al príncipe le costaba encontrar trabajo en esa España. "Ya teníamos tres hijos y había que mantener a la familia. Christian Dior me ofreció abrir la firma en España y me dije. "¿Por qué no". Beatriz de Orleans se convirtió en la primera  consejera delegada de la maison y en la única princesa en nómina. "También era la única mujer de mi círculo que trabajaba" añade.

Estuvo al frente de Dior en España  durante más de 30 años . Cuando se jubiló, creó la Asociación  Española del Lujo, una entidad sin ánimo de lucro que promociona los productos y servicios  artesanales de pequeñas empresas españolas en el extranjero. Empezó con tres compañías y hoy hay más de 170 asociadas. Ella, presidenta de honor de la Asociación , viaja por el mundo en misiones comerciales. "Hay muchas pequeñas empresas en España que son excelentes. Yo les abro las puertas en el mundo", dice. "El lujo es sinónimo de excelencia. Puede ser un Rolls-Royce o un bolso de Dior, pero también un buen queso", explica. "Yo, por ejemplo, nací en la guerra y fui educada  en un castillo del XVIII sin agua caliente y sin calefacción. A mi padre lo mataron los alemanes cuando yo era pequeña. Había muy poca cosa material, pero mucha intelectual. A los ocho años ya teníamos que leer a Voltaire", recuerda. "El lujo era moral e intelectual. No tuve lujos materiales, pero sí el lujo de una cabeza bien hecha".

El negocio del lujo ha cambiado desde que empezó a trabajar en esta industria. Ahora hay tiendas de Dior o Louis Vuitton hasta en los aeropuertos. "Es la globalización. Todo es igual", reflexiona. Madrid también ha cambiado mucho. Orleans ve muchas caras nuevas en el barrio de Salamanca. "Hay millonarios latinoamericanos por todos lados. Las marcas de lujo viven de ellos. Yo odio llevar algo en lo que se vea una marca o un logo. A ellos, en cambio, les encanta", dice.

Hace unas semanas, su sobrino, Juan de Orleans, actual conde de París y jefe de esta ex familia real, abogó por recuperar la monarquía para salir de la crisis política que atraviesa Francia. "Eso es imposible. Francia es una república democrática y, pese a lo que digan, va bien". "Somos una república, pero respetamos nuestra historia y nuestra monarquía más que España. Es parte de nuestra historia y nuestra cultura", apunta. 

Siempre que le preguntan por Juan Carlos de Borbón, lo defiende. "A los franceses nos interesa su figura  porque es un Borbón. Adora a las mujeres como cualquier Borbón. ¿Y? En Francia estamos orgullosos de las amantes de nuestros reyes. Nunca un rey de Francia tapó a sus amantes. Los presidentes de la República tampoco. Al funeral de François Mitterrand fueron sus dos amantes y estábamos todos encantados".

Martín Bianchi. Madrid. El País, domingo 19 de octubre de 2025.

martes, 21 de octubre de 2025

Afredo Alcain: de lo cotidiano un milagro

En la exposición Una retrospectiva de Alfredo Alcain. (Fotografía: Jonás Bel)

Llena de ternura y rigor, de una inteligente relectura de los clásicos y con un acertado montaje que deja brillar a las casi 150 piezas que componen la exposición, Una retrospectiva de Alfredo Alcain (Madrid, 1936) en Alcalá 31, es, sin duda una de las mejores propuestas de la temporada.

No solo reinterpreta el bodegón o el paisaje en clave impresionista, cubista, pop, geométrica o minimal, sino que los declina desde un modo de hacer propio, que depura hasta convertirlos en geometrías naturales, sin impostar nada. Alcain llega al arte abstracto por sí mismo, como una evolución natural de su grafía reinterpreta una y otra vez -de ahí sus homenajes de Giorgio Morandi en el primer piso de la sala-. Su insistencia durante décadas diluye el motivo pictórico hasta convertirlo en redes o tramas sobre el lienzo.

Esta exposición llega tarde, pero a tiempo. La discreta trayectoria de este pintor castizo -a pesar de haber recibido el Premio Nacional  de Artes Plásticas (2003) y el Premio Tomás Francisco Prieto (2020) ha contribuido a que pase injustamente desapercibido. Su maravilloso uso del color, radiante-, su ironía escondida entre lo doméstico y su aproximación a la historia de España desde lo biográfico han forjado un estilo inequívoco. Así lo ilustran Autorretrato despiezado, 1975-2016, o el icónico Autorretrato en el curso del tiempo, 2014, en el que compartimenta objetos y fotografías de sí mismo, pintando su fecha de nacimiento como si fuera la de su muerte (Don AlfredoAlcain Partearroyo falleció en Madrid el día 24 de agosto de 1936. D. E.P.

Como lo describió brillantemente el famoso crítico Simón Marchán Fiz en 1966, Alcain es "un detective de realidades residuales", también un mago de las pequeñas cosas. Sus pinturas de negocios antiguos -peluquerías, lecherías o mercerías -nos transportan a esa España de las tiendas de barrio, done los escaparates amateurs reflejaban un orden sencillo, de calcetines y bragas , de saldo y esquina, por los que el artista pasea como un flâneur (Escaparate azul de los jerseys y los calcetines,1974).

También en la fascinante pieza El escaparate de lanas, 1968, donde el color y la geometría del orden de, precisamente eso, un escaparate de lanas se convierte  en un exquisito alarde de geometría y lirismo.

A sus 89 años, Alcain entra en Alcalá 31 con solvencia irrefutable. El comisario Mariano Navarro, con el montaje de Andrés Mengs, hace respirar a una estupenda selección de piezas que se abre con A la pintura, 1977, una pieza que sintetiza la tensión  entre figuración y abstracción. A partir de este primer lienzo se arma un relato cuyo centro de gravedad curatorial está en la serie Cézanne petit-point (1979-1983), situada al comienzo del recorrido. La anécdota de este conjunto es significativa: Acain no copió un Cézanne, sino un cañamazo de petit-point comprado en la mercería Pontejos que reproducía un bodegón del maestro (Frutero, mantel, copa, manzanas, 1879-1880). Convierte en pintura una versión doméstica de Cézanne. En esa traducción emerge una clave para toda su obra: la alta cultura filtrada por la economía de lo común. No es un homenaje servil al canon sino una reeducación del modernismo desde la puerta de la mercería... De Cézanne a Giacometti, Morandi, Vermeer y Klee, Alcain conversa con la historia de la pintura desde una voz radicalmente personal. No se lo pierdan.

María Marco. El Cultural, 26, 9, 2025.

lunes, 20 de octubre de 2025

El cine francés, frente a la mafia y el terrorismo corsos

-¿Tienes miedo?

-Todos tenemos miedo. Los que llevamos esta vida respiramos el miedo. Nos alimenta. Y eso nos mantiene vivos.  

Este diálogo entre un padre y su hija adolescente , miembro el primero de uno de los clanes de la temible mafia corsa, e inserto en una de las secuencias de la película francesa  El reino de la mafia, refleja tanto el aliento interior  como la furia del exterior  de unos seres humanos  al margen. Hombres solitarios, amables,  tranquilos, nobles, cariñosos y sacrificados con sus familias. Hombres que matan.

-Las capuchas, las armas, ¡vuestra mitología de mierda! Ahora este país alaba a los asesinos.

- Este otro diálogo nada tiene que ver con la mafia, sino con el terrorismo, pero está ambientado en el mismo lugar. Y pertenece a otra película, La fotógrafa corsa, historia de agitación política en torno al Frente de Liberación de Córcega  (FLNC), la organización política independentista en la isla, en proceso de desarme desde 2014. El reino de la mafia, dirigida por Julien Colonna, está ambientada en los años noventa. La fotógrafa corsa, dirigida  por Thierry de Peretti, transita por los ochenta y los noventa, y llega hasta los primeros años del siglo XXI. Ambas coinciden ahora en plataformas  (las dos, en Filmin; la primera, también  en Prime Video). Una moneda con dos caras, ambas de una violencia atroz, que además  confluyen  en uno de los hechos reales que recorren la ficción de La fotógrafa corsa: el juicio en Lyon del comando FLNC que en junio de 1984 se había infiltrado en la cárcel de Ajaccio, la capital de Córcega, para matar a Jean-Marc Leccia y a Salvatore Contini por haber secuestrado y asesinado  a un joven militante llamado Guy Orsoni. De Contini se decía que daba a comer a sus cercos  los restos de sus víctimas. El terrorismo independentista y la mafia, unidos,  hasta enfrentados. La criminal historia reciente de la isla.

El reino de la mafia y La fotógrafa corsa hablan ambas del posible contagio del crimen  a través de la familia y del amor, ya sea consanguíneo  o sentimental. Colonna, forjado en sus ambientes, tiró de recuerdos y sensaciones y apuntó no con un rifle sino con su cámara de cine, conformando, según afirmó en una entrevista con France 3,  "una película de guión, y no de memoria" .

Siempre hay al menos dos posibilidades: dejar pasar o afrontar la realidad. Constantes habituales de la mafia y el terrorismo. También el fanatismo. Cuando la mujer le pregunta a su novio cómo le gustaría ser reconocido al morir, el terrorista responde: "Quiero que digan que fui recto". El fanatismo que nunca se desvía.

Javier Ocaña. El País, jueves 2 de octubre de 2025

domingo, 19 de octubre de 2025

Florence Aubenas, "El desconocido de correos"

Sucedió en uno de esos lugares donde nunca pasa nada. El caso empezó con el cuerpo acuchillado de la encargada de una oficina de correos en un punto remoto de la Francia profunda. La mañana del 19 de diciembre de 2008, en Montréal-la-Cluse, pequeño municipio al noroeste de Lyon, dos vecinos empujaron la puerta de la estafeta y encontraron a la funcionaria, Catherine Burgod, tendida en el suelo y cubierta de sangre, con 28 puñaladas por todo el cuerpo. Dejó una taza de café frío y un autodefinido a medio hacer. A su alrededor todo estaba en orden como si la víctima hubiera dejado que su verdugo se le acercase, como si lo conociera de antes. El botín apenas alcanzaba los 3.000 euros: demasiada violencia para tan poco dinero. En una cuenca industrial encajada entre montañas y encerrada en sí misma, el pueblo se encogió de miedo mientras  arrancaba una busca obstinada del culpable, que duraría muchos años.

A partir de este material, Florence Aubenas (Bruselas,1961) construye su nuevo libro, El desconocido de correos (Anagrama) que ha llegado esta semana a las librerías, crónica sobre ese crimen que tmbién es el retrato coral de toda una comunidad. "En Francia hay muchos sucesos pero pocos como este: aquí conviven personas que no hablan el mismo lenguaje social. A cada paso, esos universos se dan de bruces. Eso es lo que quería mostrar ", resume la autora, una de las grandes firmas del periodismo europeo. Durante años, el sospechoso perfecto será Gérald Thomassin, actor descubierto por Jacques Doillon  y premiado con un César en los noventa, pero caído en desgracia y convertido en vagabundo. Terminará en la cárcel durante 4 años , pese a la falta de pruebas. Hasta que la investigación llevará el caso por otros derroteros, todos ellos equivocados.

Logramos coincidir  con Aubenas en París casi por milagro -no suele permanecer mucho tiempo en el mismo sitio-, esta semana en el barrio literario de Saint-Germain, a pocos día de que vuelva a perderse por la geografía francesa para empezar un nuevo libro. Hace sol, por lo que prefiere sentarse en la calle, "Tal vez será la última terraza de este año", sonríe enfundada en una cazadora de cuero  y con el teléfono colgado al cuello como un estetoscopio, por si saltare un scoop en cualquier momento. Aubenas que habla con la misma generosidad que espera de sus entrevistados, tiene una chispa infantil en la mirada , pese a acercarse a la edad de la jubilación. Elige el tuteo, rareza en territorio francés, y dialoga con una naturalidad  que invita a la confidencia : entenderemos al terminar , que sus víctimas  siempre terminen hablando un poco más de la cuenta.

Su biografía habla por sí sola. Reportera de guerra por "accidente", en 1994 voló a Kigali para cubrir el genocidio  de Ruanda sin experiencia previa y, desde entonces, encadenó coberturas en el Congo, Burundi, Kosovo, Argelia, Afganistán e Irak, donde fue secuestrada en 2005 durante 157 días. En Francia cubrió el proceso de Outreau, un caso de supuestos abusos infantiles que acabó con inocentes encarcelados. Tres años después de volver  de Irak, se tiñó de rubio platino , se inventó un curriculo y se inscribió en el Inem para trabajar como mujer de limpieza y relatar la vidad de las trabajadoras precarias. De esa inmersión salió El muelle de Ouistreham, libro que Emmanuel Carrère llevo al cine con Juliette Binoche  en su papel. Tras dos décadas en el diario Libération, en 2012 fichó por Le Monde. Cubrió la guerra de Siria  como enviada especial junto a la oposición armada y, desde 2022, también recorre el frente ucraniano. 

Con El desconocido de correos, Aubenas vuelve a los sucesos, el terreno donde se curtió como periodista. La acción transcurre en el Valle del Plástico, cuenca industrial que prosperó gracias a los polímeros. Hoy quedan algunos rastros de aquel esplendor -palacetes de estilo belle époque convertidos en pisos modestos, bogavantes grabados en los cristales  de un restaurante que no sirve marisco-, peo sobre todo signos de decadencia, como las fábricas cerradas , deslocalizadas a economías con mano de obra más barata. En ese lugar,  donde los servicios públicos servían de embajadores  locales de un Estado protector , la oficina de correos cerró después del crimen : un símbolo del final  definitivo  de las Treinta Gloriosas, como se conoce a las tres décadas de prosperidad y empleo que aún moldean el imaginario francés.

Así este caso funciona como una radiografía de la Francia contemporánea: una comunidad atravesada por la desconfianza, los prejuicios a flor de piel y un desgaste del tejido social , donde instituciones intocables  como la escuela y el hospital se hunden en la miseria . La parábola perfecta  de un país en duelo por su edad de oro. Mientras los franceses no acepten que esa época terminó , seguirán atrapados en un callejón sin salida. Es como si siguieramos paralizados en el siglo XX, en ese momento mágico en el que se podía comprar un piso sin tener mucho dinero", afirma Aubenas...

En el libro, Aubenas retrata la justicia como una máquina de fabricar relatos, sean o no sean verdaderos. "El sistema busca una verdad judicial , una versión que se sostenga en el sumario, pero no la verdad absoluta " ...

Álex Vicente. Babelia. El País, sábado 11 de octubre de 2025.

sábado, 18 de octubre de 2025

París en movimiento, Santiago de Compostela inquieta

Torre de Santiago en barrio parisino del Marais.
(Wikipedia)

París es la ciudad más jacobea de Europa. El Camino Francés arranca al pie de la torre de Santiago, en el límite  del barrio del Marais, que se salvó de sucumbir  a las contundentes reformas  haussmannianas gracias al escritor y ministro de de Cultura André Malraux. París capital es una ciudad bien compuesta, serena, con ese ritmo horizontal y vertical de cornisas, balcones y ventanas, un eclecticismo conformista que da la impresión de que siempre sigue igual.

Anne Hidalgo la emprendedora alcaldesa, lleva un lustro  moviendo el teme  de la movilidad  con más de cien proyectos de peatonalización y ecologización, lo que prefiero llamar rehabilitación urbana. Hace cinco años se tomó la decisión  de ordenar el tráfico en la Rue de Rivoli, segregando un carril para automóviles, otro para autobuses y dos para bicicletas, mediante señalización horizontal, sin intervenciones arquitectónicas. Aún está a prueba. Sin duda se logró disuadir una parte de la circulación de un lado del Louvre, pero tengo la sensación  de que la densidad del tráfico  se traslado a los quais de la rive gauche del Sena. Hay que decir que el transporte "bípedo" está apoderado: ciclistas que van a trabajar, de paseo o de compras con esas bicis de VeLib con cestita verde, patinetes, skaters, repartidores que sustituyeron  a las mochilas isotérmicas por remolques... Muchos creen tener prioridad sobre los peatones  que deberían ser los primeros.

Mientras ingresando a diario miles de coches individuales en los centros urbanos, la solución es difícil, porque la ciudad no es capaz de digerir ese flujo, el transporte público siempre será insuficiente. La alternativa llegará poco a poco, cuando la tecnología  y el mercado proporcionen recursos como esos autobuses pequeños, frecuentes, eléctricos y sin conductor que se están ensayando, y cuando los ciudadanos interioricemos  y nos responsabilicemos  del desgaste de las ciudades.

En las urbes contemporáneas, la relación entre lo público y lo privado, tanto en la circulación como en las concesiones  de ocupación  de las calles y de las plazas, sigue siendo un desafío , un asunto político que la arquitectura no puede resolver a priori. En relación con la ciudad histórica de Compostela, Alfonso Salgado y yo venimos manteniendo públicamente, desde hace años, que es necesario disponer de una visión  que capte tanto el espíritu  de la ciudad como lo que ocurre en el contorno del eje viario, sino se pierde el contexto. Esperemos que el concurso de ideas para transformar el llamado conector central nos lleve a un pensamiento urbano profundo, sosegado y en común entre los concejales, las otras Administraciones y la ciudadanía. 

Gerardo Estévez. La Voz de Galicia, sábado 11 de octubre de 2025

viernes, 17 de octubre de 2025

Jonathan Anderson. Su debut en Dior

Muestra de la colección para Dior e Jonathan Anderson.
(Launchmetrics)

No hay mucho más que contar del New Look que Christian Dior lanzó en 1947, aunque quizá sea pertinente señalar  que aquel traje de cintura estrecha y metros de tela devolvió a París su posición como garante de la elegancia y el buen gusto. Desde entonces por la firma han pasado creativos muy dispares en lo que a identidad creativa se refiere (Marc Bohan, Gianfraco Ferré, John Galliano, Raf Simons...) y aún así su nombre se mantiene como el gran emblema francés. Dior dicta de alguna forma lo que es el buen gusto, al menos en lo sociológico: el gusto legítimo, el institucional, el el que la élite consagra como universal.

En los últimos nueve años, la diseñadora Maria Chiuri quiso que esa gran maquinaria del buen gusto tuviera un lugar para las prendas básicas, cotidianas, y para el mensaje feminista. Las ventas de la enseña , pero estos tiempos raros  que exigen un cambio en las dinámicas del sector para que este siga creciendo, demandaban una visión más creativa (en el sentido tradicional del término) que la suya. La apuesta del grupo LVMH fue Jonathan Anderson, el gran talento de esta generación, el que supo hacer de Loewe una marca innovadora y deseable a nivel global. Ayer debutó donde Dior muestra siempre presenta sus colecciones femeninas, el Jardín de las Tullerías, peo con un escenario mucho más reducido al habitual. Recortar asientos y filas es la forma de crear todavía más expectación ante uno de los debuts más importantes de la temporada. 

Hay algo que distingue al diseñador norirlandés del resto de grandes creativos de su tiempo. Mientras Demna (Gucci) o Michele (Valentino) tienen una visión única del diseño y la llevan allí donde van. Anderson es capaz de adaptarse a la marca en que trabaja. Él es una especie de gran comisario cultural con un enorme talento para mezclar  referencias dispares y crear con ellas algo nuevo. 

Por eso, en un ejercicio de honestidad , Anderson comenzaba su desfile repasando los hitos de los creadores que le precedieron en la casa. Ha estado prácticamente un año rebuscando en el archivo y haciéndolo suyo, y al final se decantó por los cuellos de encaje  del breve paso de Yves Saint-Laurent por la casa, por tocados y piezas que emulan la papiroflexia de una de las colecciones de Galliano, por versiones escultóricas  del New Look de la era Raf Simons y hasta por el toque realista y callejero  de Maria Grazia , que él traslada a minifaldas y camisas en denim. 

Todos estos elementos, entre otros, han pasado por su peculiar  filtro, esa mirada que ya tenía el Loewe y que consistía en redimensionar procesos de confección  como drapeados, dobladillos o cancanes de faldas, o en borrar  las barreras entre el objeto y el accesorio, de ahí, por ejemplo, esos zapatos-flor que homenajean  a una casa  que tiene las flores como uno de sus símbolos...

Leticia García. París. El País, jueves, 2 de octubre de 2025.

jueves, 16 de octubre de 2025

La confusa identidad pied-noir

Resulta esclarecedor  que Esta extraña y azarosa vida , la ficción de Claire Messud (Greenwich, Connecticut,1966), esté basada en la memoria familiar de la propia escritora. Esta novela de quinientas páginas es un trabajo titánico de reconstrucción, tanto histórica como emocional. Con un padre pied-noir  de la Argelia francesa y una madre canadiense, Claire Messud creció  entre Australia, Estados Unidos  y Canadá, consciente de la epopeya familiar de una estirpe siempre desarraigada. Su abuelo francés recordaba un paraíso perdido en el Mediterráneo. El libro respira la atmósfera de verosimilitud de unos escritos reales de ese abuelo franco-argelino.

No es la primera vez que Messud, profesora de Escritura Creativa en Harvard, aborda el tema de la identidad de una estirpe franco-argelina con el éxodo del patriarca de la familia. Lo hizo en su segunda novela, The last life (1999), mejor libro del año para Publishers Weekly. Su primera obra When  the World was steady, ya había sido finalista del Premio Pen/Faulkner, iniciando una carrera literaria  de considerable interés.

Claire Messud aborda esta saga multigeneracional como la gran epopeya de la familia Cassar, y la divid en siete partes, con un epílogo sorpresa. El primer tramo se inicia en 1940, en Larbad, Argelia, y la última parte se cerrará en 2010, en Nueva York, Tolón y Connecticut. Los caminos de Gaston Cassar, su esposa Lucienne y sus dos hijos, François y Denise, se cruzarán con grandes acontecimientos históricos: La II Guerra Mundial; los alemanes entrando en París; la guerra de la Independencia de Argelia, con el éxodo de los argelinos de origen europeo en 1962 ; la transformación de la empresa de aluminio francesa, Péchiney, con expansión internacional , en la que trabaja con éxito François Cassar; los avance modernos en Estados Unidos. Australia y Canadá. El hijo de la saga, François, un brillante estudiante en universidades norteamericanas, casado con Bárbara, hija  de canadienses, contemplará cómo sus dos hijas, Loulou y Chloe, no acaban tampoco de asumir una identidad clara.

El público lector recorrerá con los Cassar ubicaciones casi siempre temporales en Argelia, Canadá, Argentina, Australia, Estados Unidos y Francia, y cada secuencia narrativa estará imbricada  con el recorrido  de cada uno de los personajes. Se entreverá la escritura clásica  de los capítulos en tercera persona,  y la más íntima y subjetiva, en la voz de la nieta más joven, Chloe...

La virtud más poderosa de Messud es la profundidad psicológica con que retrata a los personajes. El patriarca Gaston Cassar y su esposa, fervientes católicos, representan una historia de amor duradera y una resiliencia  a prueba  de catástrofes. De sus dos hijos, la desubicación real de François, se convertirá en una impresionante representación de espíritu roto; Denis, la hija soltera, vivirá entre la fantasía de ser otra  y el patetismo de una vida a medio vivir. La autora puede parecer cruel  en algunos retratos, pero en el rastreo de la evolución de los personajes hay una piedad soterrada, una comprensión del desarraigo inicial y su estigma en los herederos, quizá la esperanza de la saga.

Lourdes Ventura. El Cultural, 19-9-2025.

miércoles, 15 de octubre de 2025

Valérie Perrin, top-ventas en Francia

Valérie Perrin regresa con Tatá, una novela sobre desapariciones, memoria y secretos familiares que enlaza pasado y presente. El inicio de la historia es potente: Agnès recibe la noticia del fallecimiento de de su tía Colette, cuando supuestamente esta ya llevaba enterrada tres años. Valérie Perrin (Remiremont,1967) viaja de nuevo a su pueblo natal Guegnon, al que ahora cita expresamente , para trasladarnos al universo de Tatá (Duomo), la historia con la vuelve a convertirse en un fenómeno de ventas en Francia. 

"Es una novela que gesté durante varios años antes de escribirla. Me interesaba mucho el tema de la desaparición. Es algo que me fascina. Y también quería imaginar quién descansa, quién está enterrado en lugar de Colette. Quería que la novela empezara con estos dos temas  y que la narradora, Agnès, descubriera, al igual que el lector respuestas a sus preguntas", cuenta la autora, que ha viajado a España para presentar su libro.

- Dice que con "Tatá" ha ido un paso de más allá en la escritura. ¿Por qué?

- No escribes una cuarta novela igual que escribes la primera. Han pasado diez años desde entonces. No me censuro, es verdad que con esta me he atrevido con todo en la narración. Es la primera vez que escribo un libro que me ha requerido años de trabajo.

-Sus personajes femeninos se rebelan, deciden. actúan. ¿Cómo se enfrenta el retrato de las mujeres resilientes? 

-Lo primero hay que situarlas en su contexto. Colette nació después de la guerra, mientras que Agnès nació en los años setenta. Así que yo visualizó en qué momento nacieron, cómo eran sus padres, cómo va a afrontarse su vida sentimental, su vida amistosa y cómo se van asentir respecto a su trabajo, a su profesión. Eso es algo propio de todos mis personajes femeninos.

-También el humor. ¿Es la otra cara de la tragedia?

-En mi narración y en mi vida, el humor es fundamental. Si no te ríes un poco cada día, la vida es algo terrible. La risa salva. Me gusta mucho la gente que tiene sentido del humor. Me parece que es gente atractiva. Y muchas veces ocultan algo oscuro...

-¿Saltar del pasado al presente, de la realidad al territorio de la ficción, es su rasgo creativo?

-Es verdad que en mi proceso creativo, muchas veces el pasado se une con el presente. Intento insuflarles mucha vida a los personajes para que los lectores puedan sentirse cercanos a ellos e identificarse. Generalmente, cuando abordo una novela, ya tengo los grandes ejes , los grandes temas , los personajes principales y conozco el final, pero cuando empiezo con el trabajo de escritura, todavía no sé qué camino voy a coger para llegar a ese desenlace. es como si improvisara en base a algo muy estructurado. Y dejo que la vida se una a la novela. Por ejemplo, voy conociendo a personas que me hablan de su vida, de su trabajo y a veces los convierto en personajes. En reumen, mezclo la vida diaria, la vida de la gente con la ficción...

Mila Méndez. Fugas, La Voz de Galicia, viernes 12 de septiembre de 2025.

martes, 14 de octubre de 2025

Raimundo de Madrazo, el pintor predilecto de la burguesía

Retrato de Aline Masson con tocado de gasa 
de Raimundo Madrazo, 1880.

Los Genovés y los Canogar en la actualidad. Los Coullaut-Valera en el siglo XX. Los Fortuny y los Madrazo en el cambio del siglo XIX al XX. Son todas ellas familias de artistas, pero la de los Madrazo es indiscutiblemente la más amplia e influyente. En su frondosa genealogía  encontraremos media docena de pintores, un escrito, un arquitecto y un coleccionista. José, Federico y Raimundo destacan entre los primeros. José de Madrazo y Agudo  (1781-1859) fue el fundador de la dinastía. Pintor de cámara de Carlos IV, fue director adjunto  de la Academia de Bellas Artes y director del Museo del Prado. En el París de 1801 fue alumno de Jacques-Louis David y amigo de Ingres. Su pintura es un ejemplo perfecto de envaramiento neoclásico. Su hijo, Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894)), terminó siendo también director  de la Academia y del Prado. También fue pintor de cámara de Isabel II y senador. Pero sobre todo fue el retratista romántico español por excelencia. Quien contemple su efigie  de la condesa de Viches en el Prado , sabrá porque su hija Cecilia se casó con Mariano Fortuny, que llegó a ser uno de los pintores más cotizados de Europa (cuyo hijo , Mariano Fortuny  y Madrazo fue el célebre diseñador y escenógrafo). Otro vástago de Federico fue Raimundo de Madrazo (1841-1920), a quien está dedicada esta exposición.

Disculpen los lectores este tumulto de nombres, pero era necesario para entender por qué el destino del joven Raimundo  parecía estar trazado  desde que mostro aptitudes artísticas. Tuvo por maestros a su padre y a su abuelo -y a Carlos de Haes-, que dieron por hecho que se convertiría  en otro pintor oficial. Sin embargo, no fue así. Raimundo, como ellos, con apenas 20 años se trasladó a París para completar su formación. En cambio, no llegó a tomar  un maestro ni asistió a muchas clases  de la prestigiosa École des Beaux-Arts. Copió en el Louvre y viajó a Londres para ver la Exposición Universal de 1862, donde conoció la pintura de Gainsbourg y Reynolds, que influirían en su retratística posterior, así como las telas y las cerámicas japonesas que tantas veces figurarían como attrezo en sus cuadros de género. Pero lo más destacable es que, a pesar de la insistencia de su padre en teledirigir su carrera, el joven Raimundo se plantó y le dijo que, en lugar de concursar en los certámenes oficiales con los consabidos cuadros de historia, su intención era dedicarse a ala pintura de género de temática amable, lo que denominaba tableautins. Asimismo, con más ambición, en los años siguientes realizará también retratos de medio y gran formato, con éxito indiscutible  en este y en el otro lado Atlántico. Todo ello, sin embargo, practicando una pintura preciosista y detallista de escenas idealizadas, completamente indiferente al surgimiento  del arte moderno. Esto le sitúa, como señala la comisaria de la muestra, entre los pintores del Juste milieu, término acuñado para referirse  a quienes no practicaban  una pintura académica, pero tampoco de vanguardia.

La exposición, presentada por la Fundación Mapfre, presenta más de cien obras de Raimundo Madrazo,  varias de ellas inéditas, procedentes de más de sesenta colecciones. Muchas son norteamericanas, resultado de las estancias en ese país entre 1897 y 910. La exposición sigue un curso cronológico. Después de una cumplida muestra de sus tanteos más o menos obligados con la pintura histórica -destacan unas Hijas del Cid cuya ostentosa desnudez  extraña a una mirada actual- nos encontramos  con una sucesión  de cuadros dedicados  a personajes femeninos. Es con ellos con los que en la década  de 1870  se ganó  al mercado parisino a cuya burguesía le encantaban  esas representaciones , ya se trate del tópico de la mujer andaluza o de la pícara francesa vestida anacrónicamente  como en el Versalles de Luis XIV, son siempre figuras de belleza ideal y estrepitosamente indolentes. Los cuadro evolucionarán  hasta concentrarse  en el rostro. Y toda una sección está dedicada  precisamente  a quien fuera su versátil modelo, Aline Masson. A partir  de la década de 1880 Madrazo abandonó la pintura de género para dedicarse de manera casi exclusiva al retrato. Entre su selecta clientela  encontramos a la duquesa de Alba, el marqués de Casa Riera o la reina María Cristina (a la que el retrato le gustó tan poco, que mandó devolverlo.

José María Parreño. El Cultural , 26-9-2025.

lunes, 13 de octubre de 2025

"La divina Sarah Bernhardt"

No estamos ante un biopic convencional. La trayectoria de la francesa Sarah Bernhardt (París 1844,), la primera gran estrella  del teatro y del cine XX, generaría una serie larga . Los guionistas (el director Guillaume Nicloux y Nathalie Leuthreau) decidieron centrar el grueso de la trama entre los años 1896 (su consolidación como actriz) y 1915 (la amputación de una de sus piernas), añadiendo algunos saltos temporales para centrarse en sus amoríos, su familia y sobre todo, en su desprejuiciada visión del mundo. Su idea de mujer liberada y adelantada a su tiempo, del feminismo sin pancarta, de la fina intuición de la creación artística, de su visión y de las relaciones con grandes escritores y dramaturgos de la época abarcan la película. 

Es remarcable la secuencia en que se cita con el escritor Émile Zola para pedirle que apoye al "inocente" oficial Alfred Dreyfus, que daría paso a la famosa carta "J'Acusse" de 1898, dirigida al Presidente de la República.También recrea momentos célebres de su carrera, como su interpretación de La dama de las camelias en el Théâtre de la Renaissance, donde ella indagó su faceta de empresaria exitosa. No faltan referencia s a su hijo y al accidentado amor de su vida, donde el guión se reserva un cierre imaginario con ambos en el cementerio parisino del Père Lachaise. 

Lo primero que destaca en La divina Sarah Bernhardt es el cuidado del diseño de producción que logra transmitir en la pantalla el lujo que la rodeaba. También el trabajo  de Sandrine Kiberlain, que se mete en su piel aunque no buscara  un parecido físico más allá de su pelo, sino un despliegue variado de matices con los que la actriz veterana dota al personaje. El recurso puntual de imágenes de archivo en los créditos iniciales y finales redondea  el tono historicista e, incluso , didáctico  de una película que devuelve un mito a la realidad. 

Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, domingo 5 de octubre de 2025.

domingo, 12 de octubre de 2025

Hélène Cixous:"Los israleís no quieren exterminar a los palestinos"

Hélène Cixous. (Creative Commons)
Considerada una de las grandes figuras del feminismo europeo, y siempre libre y audaz, la filósofa y poeta Hélène Cixous recibe el 1 de octubre el Premio Formentor por "una obra literaria que ha expandido la más ilustre herencia de la cultura europea". Al tiempo, publica en España La risa de la Medusa. Lo primero que mueve al asombro al conversar  con Hélène Cixous es su implacable lucidez, su simpatía y vitalidad. Autora de más de un centenar de obras  entre las que destacan La risa de la Medusa (1975) y El libro de Prometeo (1983), nació en Orán en 1937 y sufrió desde muy niña el racismo, ya que sus padres eran acosados por su origen judío. Además cuando Cixous tenía tres años el gobierno colaboracionista de Pétain promulgó leyes antijudías que les arrebataron la nacionalidad. De ahí que se sienta  "apenas francesa; y argelina no lo he sido nunca". Antinacionalista feroz, asegura a El Cultural que prefiere  "ser un ser humano, o animal como mi gata" y subraya que "Europa hoy es un fantasma en la escena mundial".

P.-Es filósofa, poeta, dramaturga, retórica, maestra. ¿Con cuál de todas estas definiciones se identifica más?

R.- A ver, ¿cuál te digo? Soñadora, porque es en los sueños donde nacen las experiencias más revolucionarias.

P.- Se ha definido como "un amasijo de contradicciones", ¿Es ese el mejor retrato del hombre contemporáneo?

R.- Sí, pero el ser humano  ha sido siempre así, no es un invento actual. El mundo ha avanzado siempre en las contradicciones.

P.-También ha recordado que la historia a mediados del siglo XX estuvo marcada por la violencia y la desesperación. ¿Hemos mejorado o seguimos sin aprender nada del pasado?

R.- Bueno, creo que no ha habido una mejora universal, pero sí mejoras pequeñas, por ejemplo en el mundo de las ciencias, de la medicina o de la legislación. Creo que el pasado siempre ha sido más tenebroso. Pero la pregunta es sí en el siglo XXI somos más felices, si somos más libres, debo responder que no, seguro que no y que la libertad que reclamamos siempre es muy difícil de proteger. También creo que cuando decimos siglo XXI a veces olvidamos que empezó a fines del XIX , porque  es ahí donde dimos un gran giro hacia la globalización con dos guerras mundiales, y aumentamos la violencia en el mundo.

P.- Hablando de violencia, se dice que estos son momentos similares a los que usted vivió en su infancia. ¿De verdad están volviendo los fascismos?

R.-Sí, creo que hay ciertos climas sociales, morales e intelectuales que se parecen mucho a lo que conocí siendo muy joven, antes de la Segunda Guerra Mundial. Es como si hubiese una repetición, así que debemos estar atentos y reconocer las señales porque la democracia está siendo amenazada a diario. Sin embargo, quienes están en el poder no tienen mi edad sino 40 0 50 años, y lo que yo he atravesado ni lo conocen ni les interesa. Pero ya lo hemos vivido: podemos llamarlo masacre, violación de la humanidad , destrucción del universo.

P.- Hablando de masacres ¿qué siente cuando llaman genocidio a lo que ocurre en Gaza?

R.- Por una parte diría que el genocidio nazi no es lo que está pasando en Gaza. No es idéntico ni creo que los israelíes piensen que hace falta encerrar a los palestinos en campos de concentración ni exterminarlos en cámaras de gas. Lo que quieren los israelíes es expulsarlos. 

P.- ¿Como está haciendo Trump con los hispanos?

R.- Exacto. En realidad  es el mismo rechazo, es la misma voluntad de expulsar a otras poblaciones. Pero por otro lado cuando los medios y la población  dicen que es un genocidio, también tienen razón, porque si continuamos así puede llegar el genocidio. La destrucción y el odio  aumentan todos los días porque durante todo el siglo XXI hemos cultivado  como una especie de planta venenosa  el odio entre los judíos y los palestinos. Y cada vez es peor. Yo he vivido el principio de esta historia, que comenzó en 1948  con la creación del Estado de Israel y que es trágica, injusta y peligrosa. No es que se quiera eliminar una raza, es un sistema político repetido a día de hoy  en muchos países que actúan llevados por el odio hacia otros...

Nuria Azancot. El Cultural, 28 -9-2025.

sábado, 11 de octubre de 2025

Por las pequeñas bodegas de la Provenza que inventaron el rosé de lujo

El Château d'Esclans y el Château de Minuty son los dos protagonistas  de un viaje  para conocer una vendimia pequeña y peculiar. Toca madrugar pero la recompensa lo merece. Las bodegas  de la alta Provenza  inventaron el rosé de lujo.. La vida mediterránea y la cercanía de la península de Saint Tropez clamaban por un un vino más ligero que un tinto  y menos recio que un blanco para acompañar bouillabaise, mariscos, comidas especiadas con ajo, albahaca y salsa de tomate.  

El mundo descubrió que de la uva provenzal salían los mejores vinos del mundo en los comienzos del nuevo siglo. En 2006 el empresario francés Sacha Lichine A quien se le adjudica la creación del concepto rosé de lujo compró el Château de Esclans a un fondo sueco. En 2008, Angelina Jolie y Brad Pitt, después de un periplo por el sur de Francia buscando una propiedad a su altura adquirieron el Château Miraval y sus 30 hectáreas de viñedos; estas bodegas fueron por cierto el centro de una de las disputas más amargas durante el divorcio de Brangelina. Otros famosos como Kylie Minogue  y Jon Bon Jovi también compraron viñedos  de rosados. Entonces se consideraba  una excelente inversión. La prueba definitiva  fue cuando en 2019, LVMH, el gran conglomerado de lujo compró el 55% del Château de Esclans.

Nuestra primera parada es en la vendimia del Château Minuty. Desde 1936  la bodega y los viñedos están en las manos  de la familia Matton, que también se ha aliado con LVMH para la expansión internacional. Ahora la cuarta generación de los Matton está al frente del negocio. Desde Madrid se puede volar a Niza y luego por carretera se tarda más de una hora para llegar a estas viñas que están en el corazón de la Provenza.

El castillo pequeño, de piedra y cubierto una densa hiedra, se construyó bajo el reinado de Napoleón III. Tiene una pequeña capilla de la misma época que dio nombre a su botella más emblemática L'Oratoire. En 1955 este castillo ya era  una de las 23 propiedades distinguidas como cultivo  clasificado Côtes  de la Provence.

Cuando se viaja para ver una vendimia pequeña y peculiar  como la que se hace en estos viñedos que se cultivan  sin herbicidas ni pesticidas, los horarios los marca el trabajo en los viñedos . En Châtesu Minuty la vendimia es manual como se hacía en la era preindustrial. y empieza temprano antes de las 8,30. Es un proceso minucioso  donde lo primordial es el respeto por la tierra  y la calidad del vino. "En Minuty siempre se ha vendimiado manualmente y se mantiene fiel a esta tradición  para evitar la oxidación de los mostos, preservar los aromas varietales de las uvas  y prolongar la vida de las cepas", cuenta Stéphanie Mongeot, directora  del viñedo.

Este año se cosechan  167 hectáreas, unas cuatro semanas de vendimia ."La mitad del viñedo está plantado con garnacha  negra. Por lo tanto hay que recolectar  esa uva en un lapso  de dos semanas  porque todas las parcelas  alcanzan la madurez al mismo tiempo", explica la experta. Con ese propósito se han traído a los mejores: 120 vendimiadores de Granada. "Hace 90 años Minuty  que emplea vendimiadores andaluces, la mayoría pertenecen a familias  que llevan varias generaciones haciendo esta labor aquí, ya conocen nuestro nivel de exigencia y cómo  hay que cuidar los racimos.

Esta tarde noche visitamos le Château de Esclans  y sus bodegas que presumen de fabricar el rosé más caro del mundo, el Garrus a unos 150 euros la botella. Si no es el más caro es sin duda el icono  del vino rosado de la región. Esta fue la residencia de los condes de Provence. Es un castillo de inspiración toscana como puede deducirse de sus contraventanas de madera. Se dice que sus magníficas bodegas abovedadas so las más antiguas de la Provenza, y que existen de 1201. El castillo construido en medio del valle de Esclans está a 25 kms. de Fréjus y tiene un terreno de 260 hectáreas, de las que 74 son viñedos. Se pueden reservar experiencias privadas para visitar las bodegas o para cenar en la mesa enorme de su salón la comida provenzal más auténtica de la zona, incluyendo las tartas y los postres.

Karelia Vázquez, El viajero, El país, 1 de octubre de 2025.

viernes, 10 de octubre de 2025

El nuevo desfile de Loewe en París

Desfile de Loewe en Paris. (Foto:Launchmetrics)

Ayer Proenza Schouler, Lazaro Hernández y Jack McCollough, decidieron tomar su propio camino en Loewe sin romper del todo con su predecesor, al fin y al cabo fue Anderson quién convirtió una marca de lujo menor en un éxito global durante los 11 años que estuvo trabajando en la enseña , siempre entre España , París y Londres. El desfile lo abría un estilismo de cuero (Loewe es eminentemente marroquinero) y un vestido mostaza, quizá el color  que más y mejor evoca el trabajo del dúo neoyorkino. Pero ahí estaban también los volúmenes de Anderson , su tratamiento técnico de los tejidos  y esa estética de polo de rayas  rediseñado en cada detalle, entre lo vanguardista y lo anacrónico.

Los estadounidenses podían haber aliñado ese legado con dos pinceladas y echarse a dormir, pero en su curriculum destaca también su faceta empresarial. Han fundado, dirigido y mantenido una marca 23 años, saben bien que si no hay creatividad no hay negocio. Su firma Proenza Schouler , nació casi por aclamación popular  en su reducido nicho de amigos, profesionales de la moda. Ahor, dos décadas más tarde y más de una treintena de tiendas propias después, no han querido dejarla morir ante la oportunidad de diseñar Loewe. Han nombrado a Shira Suveke Snyder como consejera delegada y a la diseñadora Rachel Scott para encargarse de ella. No es muy común que los diseñadores de éxito aparquen su ego para dejar desarrollar de forma plena  el que fuera  su proyecto de vida.

A la entrada del cubo erigido en los jardines  de la ciudad universitaria de París para albergar el desfile, una pieza del artista Ellsworth. Eran dos formas geométricas, una roja, otra amarilla. Lo que podía parecer un comienzo demasiado fácil, España igual a rojo y amarillo, se transformó en una mirada muy particular. No hubo ni volantes ni claveles. El país que imaginan McCoullough y Hernandez es más lluvioso que de secano y es más cantábrico que mediterráneo. Las alusiones directas a la pesca y el mar en parkas, cortavientos, zapatos de plástico con calcetines de neopreno  se sumaban a los pantalones de rejilla, gorros de pescador y un bolso  compuesto por mejillones de piel como si fuera una batea portátil. Su gama cromática aludía a esa España colorista y un poco almodovariana (el director se encontraba entre el público), a la imagen de país alocado  y exótico que tienen los guiris. Pero los clichés existen por algo y la conclusión de este homenaje a España, cuna de la casa Loewe aunque ahora los diseñadores vayan a trasladar la oficina a París, era una mirada halagadora. En este homenaje a España no podía faltar el Amazona. El bolso insignia  que Loewe lanzó en 1975 y que fue durante  muchísimos años el bolso  de las mujeres bien. Ahora parece  en su versión más grande , en colores más vivos  y porteado con descuido...

Leticia García. París . El País, sábado 4 de octubre  de 2025.

jueves, 9 de octubre de 2025

"Me llevaré el fuego". El desarraigo marroquí

La última novela de Leila Slimani (Rabat,1981) Me llevaré el fuego , es la tercera y más poderosa entrega de El País de los otros, una trilogía de corte autobiográfico cuya columna vertebral reside en el nexo entre la historia colectiva y la existencia de unos personajes bien perfilados. El núcleo argumental transcurre en el Marruecos de los últimos ochenta años, se centra en la evolución, las ambiciones, triunfos y caídas de la saga Belhach. La ganadora del Premio Goncourt 2016 por Canción dulce  confirma aquí una admirable madurez creadora.

En el primer volumen, El País de los otros, el patriarca Amin Belhach, militar del ejército francés durante la II Guerra Mundial y su esposa, la francesa alsaciana  Mathilde, luchan para cultivar unas tierras áridas en tiempos de los levantamientos anticoloniales marroquíes que culminaron en la independencia del protectorado francés. Con esfuerzo logran fortuna y reconocimiento y sus hijos, Aicha y Selim, en los años 60 y 70 representaran la metamorfosis de un Marruecos cambiante y cosmopolita  cuyas miserias y durezas eran ignoradas  por las clases acomodadas. En Miradnos bailar, los dos jóvenes Belhach, una futura ginecóloga y un bohemio internacional , son el rostro  de la nueva sociedad marroquí. Aicha Belhach se casará con Mehdi Daoud, economista de izquierdas que acabará triunfando entre los burócratas de Hasán II. Slimani presenta las contradicciones entre los avances sociales de Marruecos y la represión política de los "años de plomo", tras el intento de asesinato del rey en 1971.

 Mia e Inés, las hijas de Aicha y Mehdi, nacieron en los años 80 .Educadas en colegios franceses, apenas entienden el árabe clásico. Son los personajes centrales de Me llevaré el fuego, aunque los demás protagonistas de la trilogía siguen presentes, como la hermana del patriarca, la extravagante tía Selma, conformando la polifonía de voces que la escritora marroquí crea con matices y verdad. Las dos hermanas buscan su identidad en la nueva era de la globalización, viajando a París y a Londres, como su descentrado tío Selim hizo al instalarse en Nueva York. Desarraigadas de sus orígenes, Mía con una brillante carrera en las finanzas, reivindica fuera de Marruecos su homosexualidad e Inés estudia medicina  pero trata de aclarar su vida sexual. Sienten el vértigo de estar entre dos mundos. Les marca a ambas la huida de un Marruecos que no avanza lo suficiente  con la amenaza fundamentalista, y la necesidad de la pertinencia. Slimani dibuja  sin paños calientes el panorama sociopolítico del Marruecos de las últimas décadas, los silencios y sobreentendidos  en las familias, el camuflaje de la verdad.

Sera Mia quien encuentre su lugar en el mundo mediante la escritura. Es ella quien nos cuenta la historia y retrata con piedad a su padre, caído en desgracia y encarcelado por falsas acusaciones. Finalmente, la muerte del abuelo en su hacienda, con todas las mujeres de la casa -la abuela Mathilde, Aicha, Selma, Inés y Mia- siguiendo el tradicional luto marroquí, entrelazará el hilo entre todas ellas, mujeres fuertes que van a llevar el peso del futuro, cada una con sus luchas y desconciertos. La autora posee  precisión y verosimilitud, y acierta a dar vida a estas mujeres que se han ido construyendo  a sí mismas, conociendo el dolor de los otros.

Con este magistral final de su trilogía, Leila Slimani, más fluida y arriesgada en la forma, ratifica la vivacidad de su potencia narrativa y la sutileza y verdad de sus construcciones psicológicas.

Lourdes Ventura. El Cultural, 12-9-2025.

miércoles, 8 de octubre de 2025

Leila Slimani: "Desde los atentados de 2015 en Bataclán Francia es un país a la deriva"

Leila Slimani en Paris. EFE

"Siento una mezcla extraña de tristeza, alivio y un poco de melancolía. Cuando al fin terminé la novela me sentí aliviada, porque fue un trabajo enorme, necesitaba cerrarlo, tantos años conviviendo con estos personajes...Además los lectores me preguntaban siempre cuando iban a poder leer el último", explica entre risas la escritora Leila Slimani (Rabat, 1981) desde su casa en Lisboa...Me llevaré el fuego (Cabaret Voltaire) pone el punto final a casi una década volcada en la trilogía El país de los otros, un recorrido por medio siglo de historia  inspirado en su familia -desde los años cuarenta  en que su abuela Alsaciana se mudó  a Marruecos hasta los 90 en que ella , más bien su alter ego hace el camino inverso a Francia- en el que desgrana la historia de su país al tiempo que explora sus grandes temas literarios: el cuerpo y el deseo femeninos, el peso del patriarcado y la libertad y la mirada condescendiente  de Occidente sobre el mundo.

Ganadora del Premio Goncourt en 2016 con Canción dulce, Slimani es ácrata y libérrima como escritora y como persona: reivindica el egoísmo en la familia, la indiferencia en política y la rebeldía en la sociedad... Por eso insiste: "No puedes basar tu identidad solo en la memoria, pues ésta también esta hecha  de imaginación, de ficción, de sueños... que construimos  con todas las cosas que nos rodean. Yo soy marroquí y francesa, pero a través de las cosas que leo, a veces me siento colombiana o americana o egipcia. Podemos ser lo que queramos. Somos lo que amamos y lo que deseamos", sostiene.

 Y es que para la escritora la literatura es una patria . "Es mi hogar, los diferentes personajes son mis amigos y Tolstoi, Chéjov y García Márquez hermanos mayores que admiro mucho. La identidad no es un pasaporte, sino quién eres y qué haces, y la literatura te lleva a preguntarte qué es ser buena persona, qué es el amor o cómo es ser otro. Por eso creo que es el mejor lugar donde puedes vivir".

Más allá de la identidad, Me llevaré el fuego traza un mosaico de la realidad social del Marruecos de los años 80 y 90. Un país que mientras se occidentalizaba convivía con una represiva monarquía dictatorial y una integración religiosa. Cada generación tiene un sueño y para la de mis padres  que tenían 20 años  a finales de los años 60 era la de igualdad. Un mundo  con más igualdad con más libertad individual y menos presión social", rememora la escritora. "Sin embargo, poco a poco vieron la vuelta de la presión islámica, algo que nunca hubieran imaginado y el triunfo de una especie de obsesión por el dinero que convirtió a Marruecos en un país como cualquier otro que es muy capitalista y a veces muy violento".

"En los últimos 10 años desde los ataques de Bataclan, algo ha pasado. Francia es un país traumatizado y a la deriva que no ha superado todo esto. Hay más agresividad, más intolerancia, menos debate". "Para ser honesta estoy muy triste  y preocupada por la situación de Francia, y es algo que afecta a todo el mundo, a los de origen magrebí o africano. a los ciudadanos de origen francés... El país está muy divido y es complicado saber que pasará", reconoce. Lo que si sabe es de qué tratará su próxima obra. Será algo muy diferente y nada autobiográfico. Quiero escribir ahora algo más similar a Canción dulce, algo muy oscuro y corto. Pero veremos, veremos", concluye.

Andrés Seoane. El Mundo, lunes 22 de septiembre de 2025.

martes, 7 de octubre de 2025

El pintor que escandalizó al siglo XIX regresa a París

El Jaleo, John Singer Sargent. 1882

Deslumbró al París decimonónico donde retrató la vida moderna en la nueva capital del arte, antes de ser olvidado por quienes lo habían celebrado años atrás. El estadounidense John Singer Sargent (1856-1925) regresa convertido en protagonista de una gran exposición en el Museo de Orsay, la primera retrospectiva que se le dedica en Francia, su país de adopción entre 1874 y 1884. La exposición que se podrá visitar hasta el 11 de enero, recorre esa década, en la que se formó con Carolus-Duran, pintor realista célebre entre aprendices británicos y estadounidenses, hasta consolidarse como el retratista más brillante de la Belle Époque, antes de abandonar París al borde de la treintena.

La muestra organizada junto al Metropolitan de Nueva York, reúne cerca de un centenar de obras, 66 de las cuales son pinturas de primera división prestadas por museos de todo el mundo. El resultado es un concierto de virtuosismo, sensualidad y extrañeza. La pregunta que planea sobre la exposición es evidente: ¿fue Sergent un pintor francés? Barriendo para casa, el Museo de Orsay lo sugiere al destacar su formación en París y su simpatía por los impresionistas, aunque tal vez fuera más decisivo un cosmopolitismo poco habitual entre sus colegas de oficio. Nacido en Florida, educado en varias ciudades europeas, acuarelista desde los 12 años, políglota precoz y dotado de una sociabilidad deslumbrante, fue hijo de una aristócrata excéntrica y artista aficionada  que convirtió la vida familiar  en un viaje nómada por Europa.

En París, Sargent encarnó "el pintor de la vida moderna", según la definición de Baudelaire. Fue un cronista de una ciudad en plena ebullición artística, llena de galerías, academias, teatros y cabarets, donde el naturalismo y el impresionismo desplazaban a la vieja pintura de historia y la antigua aristocracia se cruzaba con los nuevos ricos llegados de América. Allí trató a Monet y a Rodin, al músico Gabriel Fauré o a escritores como Robert Louis Stevenson.

La muestra subraya su atracción por las pinturas del sur de Europa, reflejada  en los viajes que hizo a Madrid, Sevilla o Granada. En la Alhambra pintó el patio de los Arrayanes y poco después el cuadro La danza española, una composición vibrante donde figuras iluminadas bailan en la penumbra. En 1879 viajó a Tánger ampliando aún más sus horizontes e influencias. Ese carácter viajero y abierto le permitió emanciparse de los moldes académicos y aportar a su pintura una dosis no desdeñable de extrañeza y libertad, un toque de sensualidad y de misterio.

Su pintura se sostiene sobre dos pilares: el respeto absoluto a la tradición y la voluntad de acercarse a las vanguardias. En sus años de formación admiró a Frans Hals y copió a Velázquez en el Prado, como demuestra su dominio del claroscuro, el uso expresivo del vacío o la armonía cromática en lienzos sin estridencias, capaces de girar en torno a un leitmotiv cromático sin una sola falsa nota. Mientras en París absorbía la influencia de los impresionistas, perceptible en sus pinceladas y en esos constantes experimentos con la luz.

Su propuesta resultaba más conciliadora que la de aquellos parias de la pintura y tal vez más acomodada al mercado. Sargent quiso acompañar al público, más que desconcertarlo. "Fue valiente en sus composiciones aunque su estilo fuera más bien consensual. Allá donde Monet defendía hacer tabula rasa del pasado, Sargent construye una síntesis entre el arte del pasado y el moderno", confirma la comisaria Caroline Corbeau-Parsons, responsable de la exposición junto a Paul Perrin. Sus retratos de mujeres, de gran densidad psicológica, dan prueba de ello: lejos de retratar a mujeres florero, transmiten una fuerza  una subjetividad  que dialoga con el tiempo de Madame Bovary, publicado un par de décadas antes, o con las heroínas de su amigo Henry James, aunque con un acabado más amable, ajustado al gusto de una clientela acaudalada y deseosa de afirmarse socialmente. "Además fue un pintor de la sombra, a diferencia de los impresionistas, para los que el color negro no existía", apunta la comisaria.

Álex Vicente. París. El País, jueves 25 de septiembre de 2025.