domingo, 8 de junio de 2025

Pierre Nora. "Los lugares de la memoria"

Pierre Nora. (Sophie Bassouls/Sygma Via Getty Images)

El lunes falleció en París, a los 93 años, Pierre Nora. Historiador y maestro de historiadores, era la figura académica clave en la compleja relación entre pasado y presente. Centrada en Francia su extensa obra fue determinante para construir una historia fuera de los parámetros dictatoriales, en lugares como España, el Cono Sur o los países excomunistas del este de Europa.. Todo comenzó en 1984 con la coordinación de su gran apuesta, Los lugares de la memoria, una obra colectiva  de siete volúmenes, prolongada hasta 1993 y en la que trabajaron más de cien autores.

Los lugares de la memoria, su gran hallazgo, su gran idea, fue el motor de renovación  y de impulso de nuevos estudios. Aquel estudio original sobre la simbología de la Francia republicana fijaría la denominada historia pública, un campo que no ha parado de crecer y que sitúa  el pasado en el centro de los debates sobre el papel de la ciudadanía en el espacio público. La clave pasa por comprender que, lejos de ser sinónimos, memoria e historia son completamente opuestos. La memoria está presente y está en constante evolución, mira hacia el futuro. La historia, en cambio, mira hacia atrás, "borra la memoria", decía Nora pensando en el papel del historiador como portavoz de un mundo, de un tiempo en plena transformación.

En su primer trabajo sobre Argelia mostró esta doble problemática  en el colonialismo, alejándose de la memoria traumática de posguerra, de la memoria del nazismo, del colaboracionismo y del Holocausto. A partir  de ahí comenzó a comprender los significados cambiantes del pasado en el presente. Un trabajo continuo que ha permitido un giro sustancial en la propia Historia Contemporánea, desplazada, cada vez más hacia el presente.

Firme defensor del oficio de historiador, no puso solo el énfasis en la observancia de la regla y el  método, sino en el papel en la sociedad, en el espíritu cívico que debe demostrar toda historiografía. En pleno auge de la era digital, volvió a esa doble dimensión entre historia y memoria que estaba en el origen de todo como portavoz de un mundo y un tiempo y que se complementaba de una forma muy similar a las redes sociales. La historia se elabora con documentos o materiales de archivo que permiten reconstruir un hecho, pero es siempre posterior. 

En cambio la memoria es afectiva, psicológica, emotiva, y por encima de todo es individual. Tiene muchos perfiles y no tiene tiempo, es un pasado siempre presente. Nora nos demostró de este modo por qué confundimos historia y memoria colectiva. Estaba orgulloso de ello, le gustaba que se refirieran a él así, como el historiador de la memoria colectiva.

Por lo demás lo fue todo en el mundo intelectual francés. Director de varias colecciones de humanidades en la editorial Gallimard, fundador de la revista Le Débat y miembro de la Academia Francesa, vivió uno de sus momentos profesionales más controvertidos en 1997, cuando rechazó traducir la obra fundamental de Eric Hobsbawm La Edad de los extremos. Más adelante cuando comprendió  que este libro en realidad no implicaba  serias contradicciones con sus tesis, volvió a su preocupación  por las conmemoraciones y los cambios en los símbolos nacionales. Así lo demostró en la última Olimpiada de París  que coincidió con el aniversario del Dia D, el desembarco de Normandía, en 2024.

Nora compartió hasta el final la investigación y la docencia. Profesor en la Escuela de Altos Estudios desde los años ochenta, enseñó a varias generaciones a amar la historia. Alejada del relato nacional grandilocuente pero atenta a los riesgos de la politización y los peligros de la manipulación del pasado en el presente.

Gutmaro Gómez Bravo. El País, miércoles 4 de junio de 2025.

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