En cualquier caso, Sus hijos después de ellos -un proyecto que iba a dirigir Gilles Lellouche, quien figura como productor y coprotagonista del filme- aleja a los Boukherma del cine fantástico y los acerca a un realismo que, pese a su alto grado de estilización, apunta a la denuncia de un cierto determinismo social. En este sentido el interés de los directores por los entornos de aliento proletario encuentra un perfecto acomodo en esta adaptación de la novela homónima de Nicolas Mathieu, que obtuvo el Premio Goncourt en 2018 y que convertía la ciudad ficticia de Heillange (una banlieue de ambiente campestre) en una bomba de relojería habitada por adolescentes en celo y familias disfuncionales. Así, el eje romántico y el drama generacional de la película aparecen atravesados por un conjunto de conflictos de clase y tensiones interculturales que acaban perfilando una Francia marcada todavía marcada por su pasado colonial.
Sus hijos después de ellos arranca por todo lo alto gracias a la energía musical que los Boukherma imprimen al curso de la acción, tomando como referente esencial el cine de Martin Scorsese. Nada mejor que el Run to the Hills de Iron Maiden para encender las hormonas adolescentes de los protagonistas, quienes se entregan a la sensualidad de la mano del Under de brigde de Red Hot Chili Peppers. El filme se beneficia además del magnetismo de su troupe de estrellas juveniles, encabezada por Paul Kircher, quien ha heredado el espíritu de inocencia interrumpida de su madre, la eterna Irène Jacob. Sin embargo, este fulgor inicial se va disipando a medida que el relato avanza, a golpe de elipsis, de un verano al siguiente. Surge entonces la gravedad dramática-impulsada por el alcoholismo del padre del protagonista, interpretado por un Lellouche algo histriónico-, acompañada de una tendencia a la redundancia y la arritmia narrativa. A la postre, y pese a todo, Sus hijos después de ellos logra articular una melancólica meditación sobre el marchitamiento de las ilusiones de juventud, un réquiem por las oportunidades perdidas al ritmo del Nothing Else Matters de Metallica.
Manu Yáñez. El Cultural, 23 -5 -2025.
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