En medio del espanto y del dolor que viven los franceses estos días quisiera destacar la sorpresa de la reacción solidaria del pueblo español y también de los medios de comunicación hacia nuestro vecino país. Con frecuencia siento una cierta tirantez en nuestras relaciones mutuas. Una segunda sorpresa de carácter tan íntimo como importante para mí: escuchar a mi hijo, ejerciendo su trabajo de periodista, ayer, viernes 9 de enero por la tarde, en la tertulia de Esradio , decir que su visión del mundo sería distinta si su madre no hubiera sido una profesora de francés impregnada de ese país y de sus valores. A decir verdad, no lo esperaba. Siempre, desde muy niño, tuvimos un litigio, medio en broma , medio en serio, sobre Francia y los franceses.
En estas circunstancias recordé el artículo que escribí para el cierre de las Jornadas Pedagógicas de la Asociación de Profesores de Francés de Galicia en febrero de 2007. Así se titulaba: Une vieille photo/ Una foto antigua. El título genérico de las Jornadas:"La France que nous aimons". Aunque algunos de los lectores, colegas míos , ya lo conocen, traer una parte de él, hoy aquí es mi modo de rendir homenaje al país de mi elección, el que configura mi doble yo/ mon double je.
"El título de las Jornadas es una declaración de mi amor por Francia. Amo a Francia, descubierta gracias al estudio de su lengua .Toda mi vida se ha ido construyendo por este encuentro. Estoy convencida de que sin Francia, sin su lengua, sería otra, también yo tengo un doble yo y una doble pertenencia. A Francia le debo no solo la mayor parte de mis conocimientos, de mis lecturas, sino también el sentido de la amistad, del respeto al otro, el gusto por el debate, por la palabra. Me siento en deuda con los que me han guiado en esta apropiación. En primer lugar mis profesores, hice mis estudios en la Universidad de Salamanca en donde viví la inmensa suerte de tener como profesora a Mme Paulette Cortés, una mujer prendada de la literatura francesa que marcó a varias generaciones de profesores de francés en España. Vino luego la acogida en Francia por los profesores franceses de español como assistante en Bordeaux, más tarde en las diferentes ciudades de Francia en las que acompañé a los alumnos en intercambio. Y también la belleza del país, su "art de vivre". Pero esta historia la conocéis la mayor parte de vosotros, porque también es la vuestra, nada de particular que explique mi inclinación por Francia. Me he preguntado con frecuencia de dónde venía este "élan" profundo, cúales podían ser los íntimos motivos . Y bien para despedirme de vosotros voy a haceros una confidencia, el secreto de mi "particularité " francesa. Nací en un pueblecito perdido en los Pirineos catalanes, Darnius, muy cerca de la frontera La Junquera-Port-Bou. Me arrancaron de allí cuando tenía cuatro años. ¿Una vuelta a las raíces? diréis. Tal vez. Más que eso. La respuesta creo haberla encontrado hace muy poco , mirando fotos antiguas. Me detuve en una, hecha en Darnius, poco antes de nuestro regreso a Galicia. Estoy al lado de mi hermano, los dos miramos felices a la cámara. El, seis años, un pie encima del balón, muestra una de sus pasiones , el fútbol. Yo, cuatro años, tengo una muñeca en los brazos. En realidad es un bebé de celuloide,"un baigneur". Le llamábamos "le petit français", el francesito. Encargado por mis padres, lo había traído un vecino que fué de compras a Port-Bou. Lo adoraba. El destino de la "petite fille", la niñita que era entonces, se decide en esta foto."
Carmen Glez Teixeira. Santiago de Compostela, febrero 2007
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