martes, 3 de febrero de 2015

Dibujar la locura en una piedra

Dotada de un talento excepcional para la escultura, Camille Claudel (1864-1943 ) se convirtió en una de las revelaciones del arte de finales del siglo XIX en París, pero su amor desbocado por Auguste Rodin terminó devastándola y paralizando su obra. Murió tras pasar 30 años aislada en un manicomio de Francia. Claudel inicia esta serie que repasa la vida y hazañas de 10 mujeres singulares que, por su biografía, su obra y sus aventuras son un referente cultural de valentía, lucha y libertad. Escritoras, filósofas, actrices o editoras que dejaron su huella en algunos de los momentos más destacados del siglo XX. Lo que convierte en fascinante la existencia torcida de Camille Claudel es su invencible voluntad para ir siempre un poco más allá. En el arte, en el amor, en el daño. Salió de la infancia con los nervios sin malear. Pasó la niñez en un pueblo del norte de Francia, Fère-en Tardenois, donde una matrona tiró de ella y al verle el rostro aventuró que aquella niña que nació de cráneo traía un misterio que contar. Era el 8 de diciembre de 1864, el mismo día en que el Papa Pío IX arrojó al mundo la encíclica Quanta Cura, en la que criticaba la libertad de culto, el liberalismo ideo lógico y la cultura moderna. Los primeros años de Camille tenían abrigo de lumbre de cocina, donde la madre no cesaba de contar historias que se iban adhiriendo al sistema límbico de la niña y de su hermano Paul, distribuyendo en cada uno la correspondiente cuota de curiosidad: para ella el milagro de extraer figuras de barro; para él, el don de traficar con versos en las noches de insomnio.....
Antonio Lucas. Heterodoxas. El Mundo, domingo 25 d enero de 2015.

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