Se llama Hennessy 8 y es el cognac más preciado del planeta. Su contenido cargado de historia reposa en una botella de cristal de Baccarat. En la escuela de Bellas Artes de París, enclavada en la ribera izquierda del Sena, una caja de madera se ha convertido en el objeto de deseo entre los invitados a una exclusiva velada. Tras una cena de postín, los comensales descubren el secreto oculto en el interior del misterioso recipiente: una espectacular botella de Hennessy 8, el coñac más caro del mundo. Hasta un litro del elixir supremo reposa dentro de una escultura de cristal de Baccarat. Su valor asciende a 35.000 euros. Un tesoro líquido que simboliza la historia de la firma del coñac francés más vendida de todos los tiempos. Hennessy sorprende ahora a su público con esta espectacular pieza de museo. Ochos anillos rodean la botella y reflejan el tono cobrizo del preciado licor. Cada uno de esos círculos representa una generación de maestros mezcladores pertenecientes ala dinastía Fillioux, una familia vinculada a la casa desde sus comienzos. De padres a hijos, de tíos a sobrinos. Los magos de esta saga han transmitido durante 200 años el savoir faire del mejor coñac. Ahora Yann Fillioux, séptimo en la línea de sucesión, les dedica a todos ellos su última creación. Hennessy 8 surge de la mezcla de ocho tipos de lso mejores aguardientes que se conservan en la bodega de la maison desde hace décadas. Incluso siglos. Ahí radica su astronómico precio. Seis de los añejos elegidos por este artesano fueron utilizados en su día por sus antepasados. El séptimo por el mimo a lo largo de su carrera. Y el octavo fue seleccionado por su sobrino y sucesor, Renaud de Gironde. "Ha sido un proyecto nostálgico. Quería demostrar que los que me precedieron estaban tan obsesionados con la calidad como yo. Solo así garantizamos la calidad del coñac del futuro", dice Fillioux, de 69 años. Esa es la lección que ha inculcado a De Gironde y que esa noche repite a todo aquel que le pregunta por el éxito de Hennessy, la empresa en la que ha trabajado durante 50 años.....
María Hervás. El País, 27 de abril de 2016
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