Hace cinco años juró que lo dejaba para siempre. Mauricio Cattelan, una de las personalidades más cotizadas del arte actual, acababa de cumplir 51 años y de vivir su mayor consagración: una retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York en la que decidió colgar todas sus obras hasta la fecha del majestuoso patio de luces del edificio de Frank Lloyd Wright, "igual que si fueran salamis". Se dijo cansado de un mundo, del arte contemporáneo, cada vez más dominado por el poder del capital. El mismo que convirtió a este hijo de modestísimos paduanos en un hombre rico tras vivir con tres euros al dí hasta 1997, según su confesión. Su retiro no habrá durado más de media década. Acaba de interrumpir su jubilación anticipada para escenificar su regreso por la puerta grande con una exposición en La Monnaie de París. La muestra titulada Not Afraid of Love ("Sin miedo al amor"), abierta hasta el 8 de enero, recoge 17 de sus piezas seleccionadas por el mismo a modo de retrospectiva parcial. Allí esta su papa de Roma aplastado por un meteorito (La Nona Ora ), sus nueve cadáveres recubiertos por sábanas de mármol (All ) y su polémico Hitler arrodillado ( Him ), vendido el año pasado por 15 millones de euros. La muestra parece concebido como un disco de grandes éxitos. "Yo la veo más bien como un reboot de mi obra, en el que cada trabajo establece una nueva relación con los demás, en un contexto diferente", responde Cattelan, alérgico a las entrevistas, por correo electrónico a El País. El artista reconoce que el museo le invitó a exponer obra nueva. "Pero no se me ocurrió ninguna opción válida", admite. "Puede parecer menos generoso que crear algo nuevo, pero créame cuando le digo que es totalmente sincero y meditado", asegura. Poco importa el contenido: la exposición parece estar pensada como un happening ideado para poner en escena su regreso al mundo del arte..... Alex Vicente. El País, miércoles 30 de noviembre de 2016
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