miércoles, 17 de diciembre de 2025

La infanta rebelde, feminista, divorciada y algo republicana

Retrato de Eulalia de Borbón por Giovanni Boldini.

Eulalia de Borbón y Borbón fue una presencia incómoda para su familia desde el mismo día de su nacimiento. El 12 de febrero de 1864, los españoles esperaban que Isabel II diera a luz un varón para garantizar la continuidad de la dinastía, pero, en cambio, llegó ella. Su madre, la reina, escuchaba llorando las manifestaciones de descontento de los madrileños porque el infante era infanta. El sexo de la recién nacida, séptima hija de los reyes, incluso fue utilizado  como munición política por el general Prim y el duque de Montpensier, grandes conspiradores durante el reinado isabelino. 

La revolución de 1868 empujó a la Familia Real a exiliarse en la Francia imperial de Napoleón III. Sin trono, Isabel II y Francisco de Asís de Borbón se separaron. La reina y sus hijos se instalaron en el palacio de Castilla, en la avenida parisina Kléber, mientras que Francisco optó por una vida más discreta  y sencilla bajo el título de conde de Moratalla.

El destierro brindó a Eulalia  la oportunidad de tener  una infancia alegre  y despreocupada, lejos de las intrigas palaciegas de Madrid. Pero la restauración de la Monarquía, en 1874, la condenó a volver a España. Su hermano, Alfonso XII, tenía planes para ella: iba a tener que casarse con su primo, Antonio de Orleáns, hijo  del duque de Montpensier, para garantizar la estabilidad de la Monarquía, reinstaurada. El matrimonio de conveniencia no tardó en hacer aguas. Con 22 años, recién casada, descubrió que su  marido  tenía varias amantes: "Mi marido en solo seis años, había derrochado la fabulosa suma de casi 50 millones de francos en francachelas, amoríos y aventuras", confesaría la infanta en sus memorias.

En el año 1900, con dos hijos, pidió el divorcio y abandonó el domicilio conyugal. "Una hora después de mi conversación con Antonio, estaba instalada en la casa de mi madre, dispuesta a arrostrarlo todo: opinión pública española, iracundia de mi familia, calumnias, pleitos ..." Lo consideraba necesario para "salvar de la ruina" a su hijos. 

Eulalia de Borbón quiso ir más allá. Pidió una separación legal, algo a lo que Antonio d'Orléans se negó. Ella amenazó con ir a un juzgado: "Para reclamar  como española lo que me negaba como infante", escribió. El contencioso se convirtió en la comidilla del pueblo y en un dolor de cabeza para los Borbones.

La familia Orleans se puso del lado de Eulalia y los Borbones, irritados por su desobediencia, trataron de dominarla por el temor. La infanta rebelde rompió con España. Durante un lustro casi no pisó Madrid y se dedicó a viajar por las cortes europeas. Tras varios años de litigio, consiguió que su marido firmará un acta de separación. Recuperó su dinero, su soltería y se convirtió en la primera mujer de la Familia Real española divorciada, un siglo antes que la Infanta Elena.

Em 1910 se reunió con su sobrino en Madrid y le aconsejo que hiciera reformas. "No cegarse, no tener en los ojos una venda ni en la boca una mordaza, era ser republicana. ¡Republicana! Lo éramos todos los que no estábamos empeñados en no ver", señaló entonces la infanta Eulalia. En 1911 publicó Au fil de la vie, unas observaciones sin pretensiones literarias en las que vaticinaba el fin de muchas monarquías europeas, lamentaba el atraso cultural de España y pedía la emancipación de la mujer y la igualdad  entre hombres y mujeres. La corte lo calificó de inmoral y escandaloso, de atentatorio a la religión a la monarquía, a las buenas costumbres y al orden establecido. Nadie lo había leído todavía, pero no hacía falta.

En el verano de 1921, tras 11 años de exilio, se reencontró con su sobrino en Deuville. "¿Cuándo vuelves a España? Ya sabes que nos alegrará tenerte de nuevo con nosotros. Todo esto ha sido una tontería de la que ni tú ni yo tenemos la culpa", le dijo el Rey. "¿Sabes? He perdido un poco la costumbre de ir a España, y hasta el deseo, no creas. Nada tengo que buscar en Madrid", respondió ella. José quiñones de León, embajador de España en París, tuvo que intervenir para convencerla de volver.

Su regreso fue amargo. Quedó impresionada con la situación en que estaba el país en 1922, en medio de la guerra con Marruecos y al borde de la dictadura de Primo de Rivera. Eulalia de Borbón salió de España en 1930 con la corazonada  de que la monarquía tenía los días contados. La proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, la sorprendió en París. Tiempo después empezó a escribir Memorias de Doña Eulalia de Borbón, que se publicaron en abril de 1935. En las últimas páginas elogia el civismo con el que el pueblo español destronó a los Borbones. "Al contrario de lo que ha ocurrido en otros países, ni un disparo se escuchó, ni un noble fue agredido, ni una injuria o un grito soez escuchó la Familia Real, que cruzó toda la península para ganar la frontera francesa... 

Martín Bianchi. Madrid. El País, martes 25 de noviembre de 2025.

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