Para Mathilde Ravailler
“Allí dónde hay música, no hay lugar para el mal.”Miguel de Cervantes.
“La música es la lengua de las emociones.”Emmanuel Kant.
“Sin la música la vida sería una fatiga, un exilio, un error.”Friedrich Nietzsche.
“Cuando no me ve nadie, como ahora, gusto de imaginar a veces si no será la música la única respuesta posible para algunas preguntas.”Antonio Buero Vallejo.
Traigo aquí estos pensamientos para ilustrar el papel de la música en nuestras vidas. Es el arte que quizás más nos iguala, al que, en general, somos más sensibles. Hoy los jóvenes y algunos menos jóvenes han hecho de ella su religión.
Si hablo de mi experiencia reconozco que no siempre fue así. Cuando yo era niña se cantaba mucho, sí. Las madres cantaban coplas y boleros mientras hacían las labores de casa, y los chicos y chicas las melodías francesas e italianas en aquellos pic-ups de los primeros guateques hasta que llegaron los Beatles y todo cambió. En cuanto a la música culta, estarán de acuerdo conmigo que era entonces algo privativo de las élites. En los colegios no recibimos ninguna formación oficial. Llegué tarde a la música clásica, de mi infancia solo conservo el gusto por la música antigua y barroca, influencia sin duda de la que acompañaba a los oficios religiosos en el Monasterio de San Rosendo, a los que siempre era la primera en querer asistir . El año que pase en Burdeos de assistante de español conviví con otra assistante austríaca que me inició en ese mundo maravilloso hasta entonces desconocido para mí. De ella solo recuerdo su pelo rubio y su violín. En cambio conservo en sus fundas, azul y verde los primeros discos que compré, siguiendo su consejo, en un gran almacén, “Aux Dames de France” hoy “Galeries Lafayette”: “Las cuatro estaciones” de Vivaldi y “El Cascanuesces de Chaikovski”.
Y hablando de la importancia del lugar en algunas experiencias, confieso que en cuanto a la música tengo mis pequeñas manías. No me encuentro cómoda en las grandes salas de conciertos de los nuevos auditorios, no me concentro, todo me distrae y la música se me escapa. Prefiero sin ninguna duda los espacios pequeños. Les invito a hacer conmigo un recorrido, por nuestra ciudad, Santiago, por algunos lugares en los que he sentido ser parte de un todo sublime en comunión con los demás. Iglesia de Santo Domingo de Bonaval, jueves 15 de septiembre 2011, festival de Músicas da Itinerancia, música medieval y del renacimiento. El grupo danés “Via Artis Consort, bajo un foco de luz, al pie del ara desnuda, con su cítola, su arpa, su viola de gamba, rompe a tocar y suena la voz de mujer que entona el Gaude Maria. El mismo encantamiento que sentí hace unos años en la Iglesia de Santa Clara, en el curso de otro festival, Músicas Contemplativas, esta vez el conocido grupo de Cámara The English Concert con Haendel, cálido y vibrante, en una fría noche de primavera. Sin olvidar la Iglesia de la Universidad , San Pelayo, El Carmen, San Roque, lugares tan íntimos, como solemnes que acogen esos momentos robados en los que la música, todo lo transforma, llenándolo de luz.
Hay por supuesto otros espacios, no sacros, propicios a la magia de la música. Hoy para terminar, les invito a la última copa en otro lugar, otra música: el club de Jazz Dado-Dada, tan parisino, tan Saint-Germain- des- Près. Imagino así les caves existencialistas frecuentadas por Sartre, Camus y la Beauvoir. Estuve allí hace un par de noches con la assistante de francés del instituto, Mathilde Ravailler. El ambiente, la música, la compañía, anularon el tiempo, veía a Mathilde y me veía a mí, hace tantos años, cuando llegué a Burdeos. Otro circulo que se cierra: Mathilde viene de Burdeos....
C.G.T.
Lunes 5 de diciembre de 2011
C.G.T.
Lunes 5 de diciembre de 2011
Carmen, coincido contigo: me gusta escuchar la música en lugares pequeños,íntimos.¡No paras...de escribir! Me encanta.
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