La Casa Velázquez, de azarosa historia, aloja a artistas desde 1928. Velázquez colocaba aquí su caballete para pintar los famosos cielos madrileños. "Eso cuenta al menos la leyenda" dice Jean Pierre Étienvre, director de la Casa Velázquez que mira, desde la Ciudad Universitaria, a la sierra de Guadarrama. En los jardines de esta mansión neoclásica viven hoy una docena de artistas alojados en elegantes "pabellones", chalés adosados de dos alturas, un taller de trabajo con un altísimo ventanal por donde entra la luz. Son en su mayoría jóvenes de diferentes nacionalidades, que comparten vistas a la sierra, las que inspiraron a nuestro maestro barroco. Los becados de esta residencia dependiente del Ministerio francés de Estudios Superiores e Investigación, son en total una treintena, entre artistas e investigadores de humanidades. "Esto es una isla", dice Étienvre, "un paréntesis del mundo real". La Casa Velázquez es además un secreto escondido. Para dar a conocer esta deliciosa isla francesa en Madrid, el viernes 17 de febrero se celebró una jornada de puertas abiertas. La idea de la Casa Velázquez surgió durante la I Guerra Mundial pero no se materializó hasta 1928, cuando Alfonso XIII, que había cedido el solar a los franceses, inaguró la obra: una mansión escoltada por dos torres herrerianas. El edificio, acabado en 1935, quedó en ruinas trás la Guerra Civil ya que se encontraba en primera línea del frente. A mediados de los cincuenta se decidió reconstruir el palacete."Las instalaciones estaban totalmente obsoletas, acabamos de salir de dos años de obras", explica Étienvre. "Después de dos años aquí a los artistas siempre les cuesta marcharse", dice el director. "Este es su paraíso perdido".
Patricia Gosálvez, El País, Madridsábado, sábado 18 de febreo de 2012
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