Los jardines del palacio de Versalles acogen un delirante desfile de Chanel que mezcla hip-hop y estética del siglo XVIII. La tarde antes de que un socialista asumiera la presidencia de la República Francesa, en una europa asolada por la tragedia económica, Chanel reivindicó el legado estético de las cortes de Luis XIV a Luis XVI. Difícil saber si se podría elegir un momento más inapropiado. O más apropiado, ya que el diseñador Lagerfeld peleea por convertirse en el monarca absoluto de la incorreción política. Desde luego, estaba encantado de tomar Versalles la víspera de que el socialismo volviera al Elíseo. El lunes, único día que no aceptan visitantes, los jardines del palacio se abrieron para él; las obstinadas lluvias de primavera cedieron paso a un sol abrasador, y los titutlares clamaron por ser invocados. Se trataba de escenificar el retorno del Rey Sol a Versalles. Es fácil aplaudir la promoción de la excelencia artesanal y la legitimidad histórica de Europa en la indusria del ujo para mantener los puestos de trabajo que genera. Pero hay que tener cuidado. Con la evocación acrítica de una monarquía absoluta que se entrgaba al hedonismo mientras oprimía a su pueblo, la industria de la moda corre el riesgo de despertar oy la misma simpatía que aquella corte que la Revolución Francesa mandó a la guillotina.
Eugenia de la Torriente. Versalles. El País, miércoles 16 de mayo de 2012.
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