Manifestación en contra del proyecto delante del ayuntamiento de Callac. ©Laurent LE FUR |
Callac era un punto anónimo en la península occidental de Bretaña, un municipio de 2.200 habitantes con la población envejecida y escaparates abandonados, viva imagen de las regiones rurales de la Francia vacía. Pero en primavera, el alcalde Jean-Yves Rolland, anunció un plan para acoger refugiados para revitalizar el pueblo. Y nada fue igual.
Los vecinos empezaron a desconfiar entre sí. "Hay personas a las que ahora miro distinto, y seguramente es recíproco", describe Marianne Motture, profesora jubilada de lenguas clásicas y voluntaria de la asociación solidaria Secours populaire, que ayuda a los cerca de 40 refugiados que residen en Callac desde hace unos años sin que hubiese ocasionado ninguna reacción. Describe Dominique, un agricultor de 62 años: "El ambiente es malsano". Han desembarcado políticos famososos y se han organizado manifestaciones a favor y en contra del plan, Han acudido periodistas del país y del extranjero. Callac se ha convertido en un símbolo.
Un día de septiembre, Motture abrió la ventana y se quedó estupefacta al ver autobuses de policías antidisturbios. En otra de las manifestaciones, los antidisturbios lanzaron gases lacrimógenos. Lo nunca visto en Callac. Rolland recibió amenazas y declaró al diario Le Monde que la gendarmería le había aconsejado tintar los cristales de su despacho en el Ayuntamiento. "No sea que un francotirador me dispare".
"Era un bello proyecto" suspira el alcalde. El proyecto impulsado por la ONG Merci!, consistía en acoger durante la próxima década a familias de refugiados. Hubo, al principio , una confusión,: se publicó que eran unos 70; después se dijo que en realidad eran 70 personas.
La idea la había resumido el presidente francés Emmanuel Macron, en un discurso en septiembre en el que defendió dirigir a inmigrantes hacia la Francia rural en vez de hacia las banlieues, los extrarradios de las grandes ciudades. "Si logramos ofrecer albergue e integración en estas regiones a mujeres y a hombres que llegan a nuestro territorio, las condiciones de acogida serán mucho mejores que si los metemos en zonas densamente pobladas con una concentración de problemas económicos y sociales", declaró el presidente...
El conflicto en Callac ha coincidido con el desembarco el 11 de noviembre en el sur de Francia del Ocean Viking, barco de la ONG SOS Mediterránée con 234 migrantes a bordo, y con los preparativos de una ley de inmigración.
En Callac los vecinos se dividieron ante la propuesta del alcalde. Para algunos tenía lógica: el pueblo, en la Bretaña interior y lejos de los principales ejes viajeros, pierde habitantes y la economía marcha a medio gas. Qué mejor, para su supervivencia, que acoger a personas con el ímpetu de quienes han cruzado medio mundo y se han jugado la piel para llegar aquí; qué mejor para llenar las escuelas y repoblar ese rincón de Francia con comercios con el cartel de "se vende" y edificios semirruinosos como el de la vieja escuela.
"Callac siempre fue tierra de acogida" recuerda Marianne Motture en el salon de su casa, casa que, según explica, perteneció a monsieur Reina, hijo de refugiados de la España de Franco. "¿Por qué ahora no ibamos a acoger a personas como hicimos después de la República?".
Otros vecinos recelaban del proyecto. "Por mi parte, no tengo ningún problema en acoger refugiados: la cuestión es cómo", dice, en el kebab de la plaza principal, Moulay Drissi,51 años, hijo de inmigrantes marroquíes en el sur de Francia, y militar de profesión...
Marc Bassets. El País, Domingo 20 de noviembre de 2022.
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