domingo, 8 de enero de 2023

Bruno Latour o la seducción de la ecología

Bruno Latour
Casi todos aprendemos a las malas, tras sufrir pérdidas o vivir alguna catástrofe general o personal. Algo así fue el fuerte oleaje en el que nos situó a todos la covid, aunque al final aprendiésemos más bien poco. Pero también existen espíritus libres, seres audaces y valientes que se atreven a anticiparse a las catástrofes, pensando en un mundo futuro precisamente para salvarnos a todos. Bruno Latour (1947-2022) fue uno de ellos. El erudito pensador francés que nos dejó el pasado octubre se esforzó en anticipar los retos y problemas del clima, posando su aguda inteligencia ve las dobleces y aristas del que es, tal vez, el reto de nuestro tiempo y también del tiempo futuro. Fieramente, sin apartar la mirada, comprendió que uno de los problemas de la ecología es que siempre aburre o predica. "Imbuida de moralismo, no moviliza", sentenció, advirtiéndonos contra la trampa semántica que implicaba asumir la jerga de la economía y hablar siempre de "recuperación", mientras no exista un proyecto movilizador pensado para mantener las condiciones de habitabilidad de nuestro planeta.

Latour, quien fuera el director científico del Instituto de Estudios Políticos de París, uno de los filósofos más escuchados, traducidos y leídos del mundo, el original inventor de conceptos y fundador de escuelas donde todas las disciplinas se daban la mano, abordó la crisis climática buscando sus posibilidades de transformación, su potencial capacidad de abrir futuros plausibles para la humanidad, libres de cualquier tiranía del miedo. Frente a los "colapsólogos", fue capaz de atisbar que la idea de la apocalipsis implicaba en realidad un emocionante comienzo: ¿puede haber acaso algo más estimulante que vivir un tiempo en el que sea preciso repensarlo todo para seguir existiendo? Su audacia iba acompañada de una feroz lucidez, pues reconocía los peligros de la transición hacia una sociedad libre de carbono, sus nuevas e inevitables formas de conflicto. Desde su mirada, las batallas de la covid serán apenas un juego frente a todo lo que está por venir, cuando de veras se requieran de nosotros cambios reales y duraderos en nuestros estilos de vida. "¡En París, ni siquiera se puede evitar que los cafés calienten el aire circundante sin que los dueños de bistrós y los fumadores se rebelen", decía asombrado. La nueva clase ecológica deberá dar la batalla de las ideas, dijo emulando al Manifiesto Comunista en su provocador Mémo sur la nouvelle classe écologiste (Memorando sobre la nueva clase ecológica; La Découverte, 2022, sin edición española).

La diferencia entre los multimillonarios a lo Elon Musk, que pretenden salir de esta situación huyendo a Marte, y aquellos que se ponen realmente manos a la obra, trabajando por una nueva cultura climática, está en la capacidad de movilización que Latour encontró siempre en la más grande de sus pasiones: la filosofía. La amaba tanto que se aproximó a ella de todas las formas posibles de conocimiento, haciéndola dialogar con la sociología, la antropología, la religión, la teoría política, el ecologismo, la tecnología, las artes visuales, el teatro... Latour entendió que la transformación que nos espera es de tal envergadura que solo podremos abordarla  "trabajando colectivamente en disciplinas completamente diferentes y mirando siempre al público, algo absolutamente esencial". Cuando le preguntaron por qué pensaba que la filosofía era tan hermosa, dijo: "Solo podría contestar a esa pregunta llorando", y añadió: "La filosofía  es esa forma completamente asombrosa  que se interesa por la totalidad y que nunca la alcanza, porque la meta no es alcanzarla, sino amarla. El amor es la palabra de la filosofía" . Para Latour, el filósofo trabajaba para "restaurar la capacidad de actuar" ...

Marián Martínez Bascuña. Ideas. El País, sábado 31 de diciembre de 2022.

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