viernes, 13 de enero de 2023

La Unesco reaviva las brasas del rai

En 1989, Javier Valenzuela, por aquel entonces corresponsal de El País en Rabat, daba noticia del estallido de una "bomba atómica musical en el gran Magreb entre los jóvenes". Era el rai, la versión moderna de un estilo de canción popular argelina visto como una especie de blues árabe subversivo. Esa música con letras provocativas que invitaba irresistiblemente al baile -mezcla de rock, funk y reggae- llegó a lo más alto de las listas de éxitos occidentales en la década siguiente. "Artistas como Cheb Khaled o Cheb Mami", destaca la declaración de la Unesco que acaba de reconocer al rai como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, contribuyeron a difundir "un mensaje transgresor y de libertad entre los jóvenes argelinos y del resto del mundo". Su consagración por el órgano cultural de la ONU, precisamente reunido en Rabat, viene a restituir de alguna forma el renombre a una música popular de origen humilde, que triunfó en el mundo pese a ser tachada de vulgar e irreverente. 

El rai (mi opinión, lo que pienso, en árabe dialectal magrebí), combina melodías festivas de bodas y celebraciones con textos de descarnada crudeza sobre el alcohol y el sexo, dos tabues en la cultura islámica conservadora. Su ritmo ha marcado el paso como elemento de cohesión frente a las adversidades de generaciones enteras de magrebíes hartos de frustraciones, de la miseria y la emigración, y de todo tipo de represiones.

A finales del siglo XIX empezó a escucharse en el medio rural argelino una nueva tonada popular, recapitula la Unesco en su declaración del 1 de diciembre del Comité de Salvaguarda del Patrimonio Inmaterial reunido en Marruecos. Al principio las personas mayores cantaban textos poéticos acompañados por una orquesta. Pero en las primeras décadas del siglo XX comenzó a adoptar un perfil que vulneraba los prejuicios sociales, en un canto a la libertad de amar, de gozar y de desear.

El rai no faltaba en ninguna fiesta. Los cantantes eludían la censura y dejaban correr libremente su pensamiento. Llegó a estar prohibido en la radio y la televisión. Fue el Gobierno de Argel quien presentó la candidatura ante la Unesco de un música considerada como una gloria nacional. Pero antes había dado un vuelco radical en los año ochenta..

La metamorfosis hacia la modernidad se obró en la ciudad de Orán, en la costa occidental argelina, célebre por sus noches licenciosas. Crisol de culturas, miles de colonos franceses y de exiliados republicanos españoles se asentaron en sus calles portuarias junto a beréberes y beduinos hasta la independencia del país, en 1962. Instrumentos como guitarras eléctricas, baterías y sintetizadores se incorporaron a las orquestas tradicionales de la mano de una generación de cantantes que se hacían llamar cheb (chaval, muchacho) y no chej (jeque, veterano), como sus predecesores en el rai. La Unesco avala ahora su dimensión cultural como "canal de expresión de sentimientos y de ruptura de las opresiones sociales".

Fue una música árabe de dimensión mundial y con mayor proyección que la era dorada representada por la legendaria cantante egipcia Um Kulthum entre los años cincuenta y setenta del siglo pasado. El primer festival de rai se celebró en Orán, en 1985. Al año siguiente se organizó otro en  las afueras de París. Y a comienzos de los años noventa, las canciones de Khaled, Mami y otros artistas irrumpieron en las listas de éxitos occidentales, donde escalaron hacia la cima en Francia, país que concentra la mayor comunidad de la diáspora argelina...

Juan Carlos Sanz. Rabat. El País, lunes 12 de diciembre de 2022.

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