lunes, 6 de abril de 2015

Adiós a un poeta del cine

Manoel de Oliveira. 106 de vida y más de 80 de carrera. Portugal se despide del director más longevo y a quien puso su cinematografía en el escaparate internacional. Venerado en Cannes, rodó su última película hace un año. Intimista y minoritario. Era el éltimo romántico. Pionero, sordo, mujeriego, piloto de carreras, modesto, Manoel de Oliveira era el carbono 14, del cine portugés, europeo y mundial. El único cineasta en ejercicio que había trabajado en los tiempos del cine mudo. Casi nada. "Era un señor", sentenció ayer en su cuenta de Twitter el expresidente del Festival de Cannes Gilles Jacob. Premiado en Venecia y Berlín, en Cannes Oliveira era venerado. Se marchó ayer a paso lento, Jueves Santo, como si hubiera querido rodar en un plano largo La última cena en homenaje a su admirado Buñuel, otro creyente descreído como él. Cada año, al igual que Woody Allen, Oliveira estrenaba película. Una carrera de más de 80 años: intimista, difícil, valorada exclusivamente en círculos intelectuales. Debía ser duro que su obra fuese continuamente asociada  a la senectud, ala milagro biológico. Por ello se paseaba por los grandes festivales como un dandy, con ese despite calculado de los que no oyen. Fascinaba a los periodistas con su lucidez y esa coquetería que provoca la sonrisa cuando todo el mundo cree que uno es mucho más joven de lo que su carnet de identidad testifica. Quizá le incomodara ser le líder -en esta época dada ala culto a las listas- de los directores más longevos. Era un Dorian Grey que borraba sus 106 años con su buen aspecto mientras esperaba un tren entre los azulejos de la estación de San Bento. Un artista que influido por Nanuk, el esquimal, -el legendario documental de Flaubert- y por los autores rusos, se inició en el cine mudo con Douro, Faina Fluvial (1931) y que concluyó su legado artístico hace apenas un año con El viejo de Belen/ O velho do Restelo.....
Jorge Benítez. EM2, El Mundo, viernes 3 de abril de 2015

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