miércoles, 29 de abril de 2015

Simone Weil. El ángel de los pobres

Es la más singular de las filósofas europeas del siglo XX. Su vida es una combinación de horror y entrega. Su obsesión fue la lucha en favor de  los parias y los trabajadores. Dotada de una gran inteligencia, jamás se permitió el lujo de ser feliz. Enamoró a Albert Camus y murió a los 34 años por inanición voluntaria en solidaridad con sus colegas presos en la Francia ocupada. Simone Weil fue una pensadora que se aupó sobre las tapias de su tiempo a medio camino entre el pájaro y el milagro. Había en ella algo de víctima abatida de su propio misticismo. Asumió la vida como un compromiso con los otros y como un recurso desesperado. Entendía las relaciones de poder como las del lobo que se abate sobre el ganado lanar, degüella todas las ovejas y después se da el lujo de no zamparse ninguna. Contra eso luchaba Simone Weil, recadera de la justicia  poética convencida de que los hombres no tienen más línea de flotación que la igualdad y los derechos. Con este pasaporte intelectual cruzó las aduanas nerviosas de la primera mitad del siglo XX. Simone Weil es uno de los animales más delicados, audaces y extraños que ha dado la filosofía contemporánea. De familia judía agnóstica, nace en 1909 en París . El padre, médico; el hermano matemático. Ella desarrolla desde la adolescencia una propensión a la literatura  y el pensamiento clásico. Pero hay algo más: esta muchacha entre la fragilidad y el desaliño, miope, con los pelos disparados como un erizo loco, flaca y quebradiza, albergaba una molécula de humildad extraordinaria y un fuerte ramalazo de compasión que le llevaban a sufrir hasta lo blando del hueso por las situaciones adversas de los jodidos mundos. Estudió en los más modernos liceos y sobresalió por el manejo de un talento profundo capaz de recibirlo todo sin pedir nada. A los 19 años ingresa en la Escuela Normal Superior de París con la mejor calificación. En segundo lugar estaba Simone de Beauvoir. Fue un año extraordinario. ... Una vez licenciada, Simone Weil se alimenta de un contrabando de lecturas poderosas que van de Platón y Descartes a Paul Valéry. Viste con un gusto casi por la indigencia, siempre de negro con vestidos mal cortados. George Bataille la recuerda en la indumentaria, como en todo lo demás, ajena a lo superficial. Rechaza las diversiones de la fe y comienza a dar clases en institutos de barrio, en liceos de pueblo, procurando mantener rigurosamente una lejanía de cualquier comodidad, como si la vida debiera igualarse fieramente al pensamiento con una ceguera en favor del prójimo abatido....
Hetrodoxas, una seride Antonio Lucas. EM2, El, Mundo, 29 de marzo de 2015. 

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