domingo, 19 de abril de 2015

En casa de Pau Casals

He vuelto a Cataluña, acompañando a un grupo de alumnos. Contra todos los presagios, ha sido la vez que más me ha gustado. Estuve en Cataluña en varias ocasiones desde que,  con sólo cuatro años, me arrancaron del pueblo donde nací, Darnius en la provincia de Gerona, donde, siempre me contaron, crecía muy feliz. Mi primer reencuentro con mis raíces se produce gracias a Francia. En 1971 era assistante de español en el Lycée Camille Julien de Bordeaux cuando me propusieron que me uniese al grupo de profesores y alumnos que preparaban un viaje de una semana en Cataluña. De todo lo que vi en ese viaje guardo un recuerdo imborrable de Rosas-Ampurias, el lugar me deslumbró. Tardé casi 20 años en volver. En octubre del 88 inicié un curso de formación de dos meses y medio de duración, un curso de formadores de formadores. La nueva Ley de Educación socialista, la Logse, acababa de aprobarse y se hizo urgente el reclutamiento de algunos especialistas que serían los encargados de informar, dinamizar, impulsar aquella ley  ante  los demás profesores y así me ví enrolada en el grupo de francés con destino a la Universidad Autónoma de Barcelona, en Bellaterra. Viví una experiencia dura y desagradable, no me sentía cómoda entre el perfil mayoritario del grupo de jóvenes talentos con aspiración de líderes. Probablemente aprendí mucho más sobre lo que no quería ser  que sobre lo que me gustaría ser. Aunque agradezco las pistas que me dieron para ello así como la convicción de que la formación de un profesor depende sobre todo de uno mismo, el aula es nuestra escuela, la reflexión sobre la práctica diaria nuestra mejor ayuda. Mi malestar era mayor por la mala conciencia que tenía de haber dejado a cargo de mi marido  a nuestros hijos de 6 y 10 años, algo no muy habitual por entonces. Cuando miro hacia atrás, como ahora,  je réalise (me doy cuenta de) el cambio gigantesco de nuestro país y más aún del cambio en la vida de las mujeres. En dos o tres ocasiones más pasé por Cataluña, por Barcelona pero las circunstancias familiares me impidieron disfrutarla como lo hice estos días. Un cúmulo de factores favorables hicieron que viviese este viaje como un regalo: la primavera en todo su esplendor, el tiempo luminoso sin calor, el lugar base de todas las visitas del programa, Coma-ruga, una pequeña villa de veraneo antigua y señorial, mi reconciliación con Barcelona a la que sentí por primera vez cordial, espléndida, bellísima...Tarragona dorada, la suave noche de Salou (sin los ingleses). La sorpresa al encontrar al final del paseo marítimo de Coma-ruga, en San Salvador, ya casi en El Vendrell, la Vil-La Casals hoy Museo Pau Casals coronó  el primer día. Un encuentro que sonó para mí, en la tarde soleada con el rumor del mar al fondo, como la overtura de una de las piezas de  este músico genial, cuando un sonriente empleado  nos informó de que la visita terminaba ya pero que nos esperaba otro día. Pensé entonces que no habría tiempo para hacerlo, consolándome con la visión de la parte trasera, la que da al mar, algo del jardín que se escapaba por une pequeña verja, feliz al saber que la sombra de la música amparaba nuestro viaje. Por eso casi volé por el paseo marítimo la tarde del viernes, mientras nuestros chicos y chicas jugaban en el playa  baja la atenta mirada de mis colegas, para llegar, 40 minutos antes del cierre al Museo Pau Casals. El tiempo de mi visita, tan escaso, insuficiente para saborear con detenimiento un lugar  como éste,  me permitió sin embargo impregnarme de la magia, del recogimiento, de la intimidad del artista, de sus muebles exquisitos, de la atmósfera de sensibilidad que se percibe desde el jardín de la entrada.  Gracias a la tecnología la visita puede hacerse en silencio, si hay suerte, como en mi caso, sólo dos visitantes más, casi en soledad. Cada habitación se activa cuando entramos, las palabras del músico aparecen sobre una de las paredes componiendo. después de una declaración de principios, un relato sobre lo esencial de su vida:
"Mi violonchelo es mi amigo. ¿Quién es más apto que el artista, para defender la libertad? Las únicas armas de las que dispongo son la batuta y el violonchelo. La música, ese maravilloso lenguaje universal, debería de ser fuente de comunicación entre los hombres."..."  
"Mi padre .. el fue quien me inculcó el amor por la música. Mientras tocaba, yo me sentaba en el suelo, reclinando la cabeza en el piano." " Mi padre no creía que pudiera ganarme la vida como músico." " Jamás he conocido a alguien como mi madre... ella domina el recuerdo de mi infancia y de mi juventud..." "De no ser por la convicción de mi madre, me habría hecho carpintero". " El sentido de la luz del sol y el sonido del mar." " La música fue como un mar en el que nadé como un pez pequeño". "Una calabaza como caja de resonancia fue mi primer violonchelo". "Anhelaba tocar el órgano. Tenía nueve años cuando llegó el gran día." " Poco después de llegar a Barcelona, fui a recoger el pequeño violonchelo que padre había encargado para mí... jamás había tenido un violonchelo entre las manos..." " Me fui de El Vendrell lleno de sentimientos contradictorios. Era el lugar nativo, el escenario de mi infancia. Las calles, la casita ...la iglesia... los compañeros del colegio... tenía once años y medio."
"Aquella tarde me fijé en un pliego de papeles. Eran unas suites de J. S. Bach. Empecé a tocarlas con una excitación indescriptible, hasta que llegaron a ser mi música más querida. A lo largo de los siguientes ochenta años, la maravilla de aquel descubrimiento no ha dejado de crecer dentro de mí"...
 La visita sigue, hay más, hasta una sala de conciertos.... Como siempre lo que pretendo al contarle mis "pequeños momentos" es animarlos a que continúen, a que prolonguen el descubrimiento y mi manera de vivirlo.
Carmen Glez Teixeira.

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