jueves, 15 de octubre de 2015

Y tú no regresaste

Marceline Loridan-Ivens, cineasta y escritora, se unió a la resistencia siendo una niña, llevada por un indescifrable deseo de ser valiente cuando muchos de sus compatriotas se conformaban con agachar la cabeza. Capturada por la Gestapo junto a su padre, ambos fueron enviados al campo de concentración de Auschwitz donde fueron separados. Allí, Loridan-Ivens, descubrió el peor de los muchos infiernos que contenía la topografía nazi de la Europa ocupada:Bergen-Belsen, Treblinka o Theresiendstadt palidecían al lado del  monstruo que se levantaba en Polonia. Auschwitz, también conocido como Auschwitz-Birkenau, era el lugar donde se alojaban los peores monstruos del Tercer Reich: desde el Dr. Mengele a Rudolf Hoss (comandante del campo), pasando por algunos de los guardianes más crueles de un régimen que había convertido la muerte en una simple ecuación. ....Morir en Auschwitz era la cotidianidad, sobrevivir algo extraordinario. En su primer mes allí, Loridan-Ivens recibió -a través de otro prisionero- una nota de su padre. La niña que era entonces no logra recordar lo que decía, solo el encabezado y el final "papá". Imagina que su padre la anima a luchar, a seguir viva, a no rendirse; eso y una conversación en el tren que les conducía al campo ("tú volverás porque eres joven, pero yo no") son el hilo conductor de Y tú no regresaste (Editorial Salamandra), un relato durísimo pero esclarecedor sobre el miedo y la determinación. El miedo a vivir y el miedo a morir, el miedo a soñar y a perder la esperanza: la chica que a los 14 años se unió a la resistencia recuerda a la gente que vio perecer ante sus ojos, a las personas que plantaron cara, a los resignados y a los rebeldes, pero sobre todo recuerda el instante en que volvió a ver a su padre, un día, a las afueras del campo, mientras ambos se dirigían a realizar trabajos forzados. La útima vez que vio su rostro y logró abrazarle mientras un SS la golpeaba hasta dejarla inconsciente.... El gran mérito de esta novela, casi una confesión en voz baja, llena de dolor pero tremendamente vital, es seguir llenando huecos en esa narrativa que parecía agotada con Primo Levi, Imre Kertész o Victor Frankl. La narrativa de los campos de concentración, de los recovecos de esa Europa medieval que surgió en pleno siglo XX, el intento siempre fallido, por inabarcable , de explicar lo inexplicable....
Toni García. El Cultural, 9-10-2015.

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