El historiador Anthony Pagden ofrece una visión actual de los objetivos ilustrados. (La Ilustración, Alianza, 2015). Quizá algunos de los lectores más veteranos recuerden la entonces famosa boutade sesentayochista atribuida a diversos profesores franceses (yo la leí en una pared de Nanterre pero algo después): "Platón ha muerto, Hegel ha muerto, Nietzsche ha muerto....y yo no me encuentro nada bien". Quizá hoy podríamos parafrasearla diciendo: "Montesquieu ha muerto, Voltaire ha muerto, Kant ha muerto.... y quienes quisimos ser ilustrados no nos encontramos nada bien." Pero ¿en qué consiste la Ilustración? En todas las épocas en que podemos sin exageración o manipulación detectarla (sea la Grecia clásica, Roma que inventó y justificó el Derecho, la Edad Media de Abelardo y Guillermo de Occam, Erasmo, el Renacimiento, la era barroca en que aparece la ciencia moderna...), es el esfuerzo por establecer el alcance y el límite de lo humano a partir del rasgo humano por excelencia, la razón que deduce, experimenta y concluye, en lugar de aceptar lo que sobre ella establecen las leyendas y costumbres tradicionales...En una palabra, frente a los creyentes que aceptan, tiemblan y confían, los ilustrados son pensantes que ponen en cuestión, discuten, concluyen... y también confían. Alcanzar una frágil balsa de confianza para flotar sobre tormentas y tormentos, en ese objetivo definitoriamente humano coinciden por caminos opuestos la fe de los sencillos y la razón de los ilustrados... Pero la Ilustración no fue solamente una apología del racionalismo sin cortapisas religiosas o consetudinarias. Después de todo, la razón ha sido utilizada por todas las culturas en todas las épocas, y las concesiones a la superstición ni antes ni ahora fueron suprimidas. La razón ilustrada estaba al servicio de ideales valorativos, destacadamente la semejanza esencial de todos los seres humanos y su autonomía para planear la vida en común. Como señala Anthony Pagden, "se suele ver en ella el origen intelectual de esa convicción que aún emerge tímidamente entre nosotros de que todos los seres humanos comparten los mismos derechos básicos, de que las mujeres piensan y sienten igual que los hombres o de que los africanos lo hacen igual que los asiáticos".... No cabe duda de que los objetivos ilustrados aún no se han alcanzado del todo ni de que a veces ideas regeneradoras tuvieron contrapartidas imprevistas y dañinas. Esa es la agonía actual en que se debate la Ilustración, entendiendo agonía en el sentido unanimiano del término, no como los estertores que llevan inexorablemente a la muerte, sino como la lucha por no dejarse abrumar por el pesimismo transcendentalista y no sacrificar la visión universalista a indescifrables y postizos particularismos tribales. Anthony Pagden realiza en su libro un repaso suficiente de lo que la corriente mayoritaria de la revolución ilustrada propuso, de lo que en parte logró y de cuáles fueron algunas de sus patentes deficiencias... Quizá el mejor resumen de la Ilustración, irónico y desfanatizado como le corresponde, lo hizo Voltaire: "Cuando la naturaleza creó nuestra especie, la dotó de ciertos instintos: el amor propio para nuestra conservación, la benevolencia para la conservación de los otros, el amor que es común a todas las especies y el inexplicable don de combinar más ideas que los restantes animales. Después de asignarnos nuestra cuota dijo: Ahora, haced lo que podáis".
Fernando Savater. El País Babelia, 17-10-2015
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