Producto del siglo, fue marxista, antifascista, maoísta, estructuralista, pacifista y finalmente liberal. Recorrió todos los caminos para terminar en ninguna parte. Pocos filósofos como André Glcksmann ilustran mejor el espíritu errático de nuestro tiempo, en el que las certezas duran poco más de cinco minutos. Glucksmann ha entrado ya en el panteón de los nuevos filósofos que tan de moda estaban en el París de los años setenta, la década en la que Jean-Paul Sastre vendía Libération subido a un bidón y defendía a los obreros de la Renault contra el capitalismo mientras Gluckmasnn, Bernard-Henri Lévy, Alain Finkielkraut y Pascal Bruckner, herederos de Mayo del 68, demostraban que el dandysmo no está reñido con las ideas. Hijo de austriacos judíos refugiados en Francia desde la II Guerra Mundial, se hizo ardiente partidario de la Revolución China hasta que se topó con Raymond Aron en las aulas de la Sorbona, donde se convierte en profesor auxiliar y comienza a interesarse por la guerra y los problemas geopolíticos. Participó activamente en los acontecimientos de Mayo del 68, que marcan su ruptura con el marxismo y con la filosofía alemana, a la que culpa de ser el origen de los totalitarismos en el siglo XX. Fue Glucksmann quien probablemente llegó más lejos contra los maître penseurs y la herencia de Marx, Hegel y Nietzsche, en la que veía los gérmenes del pensamiento totalitario porque los nuevos filósofos detestaban la idea de sistema con la misma pasión que Walter Benjamin denunciaba la degeneración de la Razón Ilustrada. El libro más influyente del intelectual francés, del que vendió centenares de miles de ejemplares en toda Europa, fue La cocinera y el devorador de hombres , publicado en 1975. Sabía de lo que hablaba puesto que su padre, sionista de izquierda radical, había sido dirigente del Komintern. El texto es una reflexión sobre el mal como una vibrante denuncia del totalitarismo soviético a partir de la famosa frase de Lenin que decía que se podía dejar gobernar a una cocinera si esta seguía los principios del comunismo..... No eludió ninguna polémica, discutió con tirios y troyanos y tomó posición cuando se le preguntaba. Fiel discípulo de Voltaire, siempre enarboló la cusa de la tolerancia y tal vez sea ese el legado por el que le deberíamos recordar.
Pedro G. Cuartango. El Mundo, miércoles 11 de septiembre.
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