Buena novela, historia errónea. El camino de los difuntos es una novela de 40 páginas exactas, lo que permite recomendarla sin mucho riesgo de disgustar: el lector encontrará en ella un relato tenso y narrativamente vigoroso. François Sureau consigue crear un extraño clima de desasosiego que invita a pensar en todo momento que una bomba va a estallar entre las páginas. Hay algo infectado en las palabras, algo en ese pasado que el narrador evoca desde el principio que se sabe podrido y que arrastra en la lectura. Resulta de algún modo asombroso que el autor pueda apuntar tantos temas sugerentes en una novela de frasco tan pequeño, pero al mismo tiempo resulta decepcionante que solo tire -y tampoco mucho- de uno de los hilos. Sureau habla de la mentalidad de la izquierda (francesa, pero quizás europea) en los años ochenta, del carácter universal o relativo de los derechos humanos, de la arbitrariedad inevitable en la administración de justicia o de los abusos de los pícaros en la adjudicación del estatus de refugiado. El camino de los difuntos plantea un dilema moral de fuste, sobre todo en estos tiempos de migraciones forzosas en todo el planeta y de conflictos políticos, étnicos, territoriales e identitarios que expulsan a miles de personas de sus hogares. Un juez francés petit bourgeois de izquierdas tiene que decidir sobre la renovación del estatus de refugiado de un individuo que lleva muchos años en Francia en ese régimen. El individuo asegura que si se le niega la renovación tendrá que volver a su país y será tal vez asesinado. Los jueces después de examinar todas las variables, toman su decisión. No quiero hacer un spoiler, aunque la intriga no es lo fundamental del libro....
Luisgé Martín. El País, Babelia 14-11-15
Luisgé Martín. El País, Babelia 14-11-15
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