Improvisación III, En el gris, Acento en rosa, Trama negra, Una fiesta privada... Son algunas de las obras maestras de Kandinsky presentes en la exposición que abre al público CentroCentro Cibeles de Madrid. Esos cinco cuadros mayores y el centenar restante pertenecen al Fondo Kandinsky, propiedad del Centro Pompidou de París tras las sucesivas donaciones que - primero de la viuda del artista, Nina Kandinsky, a mediados de los sesenta y más tarde, en 1982, con el desembarco del legado Kandinsky- convirtieron el museo parisiense en el principal depositario mundial de la obra del autor. Solo el Guggenheim de Nueva York y el Lenbachhaus de Múnich pueden competir en volumen e importancia de los lienzos. La muestra viaja a lo largo del trabajo del autor por Múnich, Moscú, Weimar y París, y simboliza en cierto modo la condición de víctima política de un genio que, a la postre, habitó una constante huida hacia adelante por la fuerza de las cosas. Kandinsky acabó harto de los burócratas comunistas, para los que trabajó con ahínco tras la revolución de 1917, y posteriormente tuvo que huir de la bestia nazi, cuando esta desmanteló en 1933 el experimento de la Bauhaus en Weimar y Dessau. La frialdad del geometrismo puesto en marcha por el artista a su paso por la Bauhaus acabó dejando paso, en París, a una pintura luminosa, poblada de elementos orgánicos y zoomórficos, con un toque surrealista. Cerca de los Arp, Miró y Picasso vivió Kandinsky, casi recluido con Nina en su casa de Neuilly, donde estaban casi todas las piezas de esta exposición: su colección personal. El padre de El Jinete Azul murió allí en 1944 tras un ataque cerebral.
Borja Hermoso. Madrid. El País, martes 20 de octubre de 2015
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