domingo, 9 de abril de 2017

Elogio de la holganza

Hace unas semanas se publicó en España el libro de David Wagner De qué color es Berlín (Errata Naturae). Se trata del enésimo título que recupera la figura del flâneur, ese viajero a pie sin destino que guía sus pasos al ritmo de los latidos de la ciudad y que en su versión actualizada ha decidido prescindir del móvil y de tecnologías como el GPS en sus expediciones urbanas. Si en esta ocasión el terreno de las caminatas lo propiciaba la capital alemana, en los últimos años se han editado volúmenes sobre Londres (La ciudad de las desapariciones), de Iain Sinclair), París (El peatón de París, de Léon -Paul Fargue) o, en general, sobre las  bondades de deambular para el cuerpo y para la mente (Wanderlust, de Rebecca Solnit, o Elogio del caminar, de Frédéric Gros)... Aunque el planteamiento se puede rastrear hasta el París del siglo XVIII, en cuyas noches ya se aventuró el escritor Rétif de la Bretonne, la idea del flâneur como algo más que un mero zascandil fue caracterizada por Baudelaire en el XIX. Posteriormente Walter Benjamin revisó su significado para izarlo como clave de la moderna cosmovisión capitalista. Hace 100 años se vagaba sin mayor pretensión que la de pasar el tiempo, pero este esparcimiento daba frutos en forma de vivencias y experiencias entre la multitud... En el presente, como señala la escritora y crítica María Virginia Jaua, la urbe como espacio social se ha transformado hasta el punto de que "ya no hay ciudadanos sino consumidores". Antes los barrios tenían su personalidad, se daban otro tipo de relaciones". Siendo así, ¿cómo explicar este boom literario?. ¿Qué relevancia tienen hoy -cuando Internet se ha elevado a la categoría de territorio -esas historias sobre azarosos itinerarios? El fotógrafo Manuel Laguillo aporta una respuesta: "Porque estamos hartos de una ética del trabajo que impulsa a planificar todo". Como artista (amén de estudioso de Benjamín y traductor de Franz Hessel, el autor de Paseos por Berlín), él lleva décadas volcado en la flânerie, con un enfoque estético y moral sobre la periferia. Inclán, escritor y editor de la revista Bostezo, intuye también que este retorno al vagabundeo plantea una reacción ante la digitalización de todo: un impulso por "recuperar lo físico y dejarse llevar por las sensaciones"." Quizá sea una cuestión melancólica", barrunta Jaua, "un mecanismo inconsciente para renovar la manera de transmitir la experiencia de la ciudad desde un punto de vista contemporáneo".
Silvia Hernando. El País Semanal. 2-4-2017

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