Es uno de los novelistas más leídos en el mundo. Joël Dicker (Ginebra, 1985) cuenta ya con nueve millones de lectores. Tras sufrir el rechazo de los editores a publicar sus priemeras novelas, triunfó internacionalmente en el 2012 con La verdad sobre el caso de Harry Quebert, traducida a cuarenta idiomas y que se ha convertido en un fenómeno literario global. Llega ahora El enigma de la habitación 622, cuyo título es un guiño a El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, que hace referencia al número de conquistas femeninas del protagonista. "No he hecho casi nada durante la pandemia, debido a la tensión que me ha generado el confinamiento, la inquietud por la que estaba pasando y lo que podía ocurrir, afirma Dicker desde Ginebra. "Las noticias me han absorbido y no he tenido tiempo para escribir o leer. Es como si estuviera anestesiado o noqueado", explica.
P.- ¿Podría imaginarse algo como lo que ha sucedido?
R.- Si alguien hubiera imaginado una situación como ésta, nadie le habría creído. Los ciudadanos tenemos que sacar una gran lección, que las cosas más insospechadas, inimaginables e increíbles pueden suceder. Pienso en las consecuencias del cambio climático, en las advertencias que llevan haciendo los climatólogos sobre lo que va a ocurrir con casi total seguridad.
P.- ¿En la novela aparece un trasunto suyo, Joël, como personaje. ¿Es usted o una creación de ficción?
R.- Es un Joël de ficción. Aunque en la novela hay fragmentos dedicados a mi editor Bernard de Fallois, en los que cuento la relación real de amistad que teníamos. Pero es una novela, el personaje no soy yo. Me divertía utilizar el nombre Joël para jugar con dos elementos, verdad y ficción. En La verdad sobre el caso de Harry Quebert aparecía un personaje, Marcus Goldman, y la gente me decía que era yo. Yo lo negaba pero el lector ya lo había decidido.
P.- ¿Qué es para usted la literatura?
R.- Es un juego en el que participan el autor y el lector, en el que ambos se necesitan. El autor presenta los personajes, urde la trama y luego el lector se imagina cómo son esos personajes, el ambiente lo que sucede. Si el lector no entra en el juego, no le interesa o se distrae mirando el móvil, la intensidad no es igual que sí está muy concentrado, es sagaz y lo vive de forma apasionada...
Enrique Clemente. La Voz de Galicia, domingo 7 de junio de 2020
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