Riccardo Muti |
P.- En 2011 dirigió al público de la Opera de Roma por las páginas del Va, pensiero verdiano para mandarle un mensaje a Berlusconi:"La cultura no se toca". ¿Debería preocuparle a Franceschini lo que pudiera pasar durante el concierto?
R,- (Risas). El poder de la música reside en ella misma, no en quien sostiene la batuta. Jamás he dirigido un concierto político, pero al mismo tiempo pienso que todos nuestros actos son necesariamente políticos, al margen de campañas partidistas o consignas de militancia. La presencia de Franceschini nos ayudará a recordar que Italia sigue siendo una fortaleza cultural . Europa alberga los cimientos de la civilización occidental, pero se ha vuelto débil porque ha olvidado su historia, su pasado cultural.
P.- ¿Cree, como se ha dicho, que el coronavirus es otra forma de guerra?
R,- En las últimas semanas hemos vivido bajo la amenaza de unas balas invisibles que han puesto en jaque no sólo a unos cuantos países, sino al mundo entero. No creo que estemos viviendo una guerra, pero me preocupa mucho que esta pandemia pueda servir de ensayo general para algo mucho peor. Esas imágenes de apocalipsis químico que hemos visto tantas veces en el cine ya son, por desgracia, más ciencia que ficción.
P.- ¿Por qué ha optado por Mozart en el año de Beethoven?
R.-Mozart es Mozart y no merece mayor justificación, salvo el hecho de que su música se adapta mejor que ninguna otra a las espificidades de una orquesta pequeña, de no más de 65 músicos, de acuerdo a las normas de distanciamiento social. Las obras del programa , incluído el bellísimo "ensueño" de Scrabin, nos permiten proyectar la mirada en un futuro esperanzador y buscar en nuestras propias almas el coraje para recuperar parte de lo que hemos perdido...
Benjamín G, Rosado. El Mundo, jueves 11 de junio de 2020
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