domingo, 22 de diciembre de 2024

Notre Dame, catedral de la música occidental

Órgano de la catedral de Notre Dame.

La primera misa solemne en la catedral de Notre Dame en más de cinco años se celebrará el domingo. Con ello reanudará el culto tra el fatídico incendio sufrido en 2019. Notre Dame de París es todo un símbolo cultural y religioso para Occidente. Su arquitectura, su leyenda y todo cuanto representa la convierten en un icono de nuestra historia. Pero lo que probablemente sea menos conocido es la trascendental importancia que tuvo para la música este lugar privilegiado a orillas del Sena. La Escuela de Notre Dame resulta fundamental para entender la historia de la música occidental. Allí, precisamente, en el siglo XII, nació lo que pasaría ser la principal característica de nuestra música: la polifonía, la composición a varias voces de una pieza musical. De hecho podríamos decir que los cuartetos de cuerda  de Shosthakóvich, la Novena sinfonía de Bethoven, el Réquiem de Mozart o las cantatas de Bach no existirían si antes no hubieran surgido en Notre Dame, en aquellos oscuros años de la Edad Media, maestros como Leonín o Perotín, que por primera vez en la historia concibieron música escrita a dos, tres y cuatro voces, dando lugar a la polifonía.

Durante siglos, la música, destinada principalmente al culto divino, había sido monódica. Pero en Notre Dame, Magister Perotinus Magnus compuso piezas como Viderunt omnes y Sederunt principes a cuatro voces. Esto debió causar auténtico estupor o admiración entre quienes lo escucharon  por primera vez, a finales del siglo XII. Y esta nueva música rápidamente se extendió por todas las iglesias, llegando a Escocia, Alemania o Castilla. De hecho en España hay muchos ejemplos de la música de la Escuela de Notre Dame, en el Códice de Las Huelgas en Burgos; el Códice de Madrid, de la Biblioteca Nacional, o en le monasterio de Silos.

También está en España el Códice Calixtino de Santiago de Compostela, la que es considerad como la primera obra polifónica de la historia. Se trata de Congaudeant catholici, a tres voces. Está datada en 1163, justo cuando Maurice de Sully colocaba la primera piedra de la catedral de Notre Dame, Se sabe que en aquella época en París había un cantor llamado Magister Albertus. Precisamente la rúbrica que firma ese Congaudeant catholici del Codex Calixtinus es Magister Albertus Parisiensis.

Las principales fuentes  musicales de Notre Dame, afortunadamente no se encontraban en la catedral cuando sufrió el aparatoso incendio de hace cinco años, sino que estaban custodiadas en Alemania, Italia y España: Wolfenbüttel, Florencia y Madrid. En bibliotecas de estas ciudades se encuentran las obras a dos, a tres y cuatro voces escritas por Magister Leoninus y Magister Perotinus Magnus de las que hablan las fuentes.

Todo lo que sabemos sobre Leonín y Perotín nos ha llegado por un documento conservado en la British Library, en el cual un monje inglés que había estudiado en Notre Dame hace balance de lo allí aprendido. Este manuscrito es conocido como Anónimo IV y ha sido estudiado, transcrito y traducido por el profesor Juan Carlos Asensio, una de las principales autoridades en la materia. Reza el documento: "Leonín era, según dicen, un excelente organista (compositor de organa), que hizo el gran libro de Organum para el gradual y el antifonario con el fin de realzar el oficio divino. Estuvo en uso hasta la época de Perotín (...) Este maestro Perotín hizo los mejores quadrupla (organa a cuatro voces) como Viderunt y Sederunt, con abundancia de colores de naturaleza musical (...) El libro o los libros del maestro Perotín estuvieron en uso hasta la época del maestro Roberto de Sabilon y en el coro de la catedral de París de la Bendita Virgen desde su época hasta hoy".

sábado, 21 de diciembre de 2024

Premio a tres quesos gallegos en Francia

Chelo López trabajando en su quesería  O Páramo. (Foto: Óscar Cela)

El queso gallego sigue conquistando premios fuera de la comunidad. El caso más reciente es el de tres queserías que han logrado medalla en el certamen internacional de Lyon, cuya edición de este año tuvo lugar en días pasados. El balance es de dos medallas de oro y una de plata por quesos de leche de vaca.

Quintián con sede no Páramo, y Galmesán, cuyas instalaciones están en Arzúa, se hicieron con sendas medallas de oro, en tanto que Feijoo, que sería montada en Celanova, consiguió la de plata. El oro de Quintián, que ya logró ese galardón en 2023, corresponde al queso Mourelo, elaborado con pasta prensada semicocida con una maduración que oscila entre tres y seis meses. El oro de Galmesán llegó por un queso de igual nombre que la factoría, fabricado con pasta prensada cocida y sometido a más de doce meses de maduración antes de salir al mercado.

Más breve entre 14 y 30 días, es la maduración de Longa Noite, nombre del producto presentado al certamen por la quesería ourensana. En este caso, se trata de un queso fabricado con pasta blanda y corteza florida. En el certamen participaron unos 2.500 quesos, elaborados en diferentes países, y unos 600 catadores.

Chelo López -que con su marido, Julio López, puso en marcha la quesería en O Páramo- admitió ayer el "motivo de orgullo" que suponía este segundo oro: "Xa gañei o óscar do queixo dúas veces", manifestó.

Xosé María Palacios. Lugo. La Voz de Galicia, jueves 5 de diciembre de 2024.

viernes, 20 de diciembre de 2024

Una vida adjudicando 'balenciagas' y 'gallianos'

El vestido de  Christian Dior que lució Liz Taylor para recoger su 
primer Oscar. (Daniel Leal/AFP)

Cada día a las siete de la mañana, Kerry Taylor abre su correo para leer los emails que le llegan de todos los rincones del mundo ofreciéndole ropa antigua. "La mayoría de las veces no tiene demasiado valor", explica esta británica de 62 años, propietaria de la casa de subastas que lleva su nombre. "Pero en ocasiones  me encuentro con algo muy especial y salto de la cama para responder enseguida". A lo largo  de sus 45 años como experta en subastas de moda, ha vendido piezas propiedad de Lady Di -como el vestido negro con el que bailó con John Travolta en la Casa Blanca en 1985-, Ava Gardner, Kate Middleton o Audrey Hepburn, además de prendas que fueron clave en la imagen de artistas como Madonna, Björk o Amy Winehouse. Medio historiadora, medio detective, tiene el don de descubrir tesoros  en los lugares más insospechados. Como muestra un vestido de Christian Dior que llevó Elizabeth Taylor para recoger su Oscar a la mejor actriz en 1961, que apareció en una vieja maleta en Londres y terminó vendiéndose por unos 300.000 euros; o unos diseños de Madeleine Vionnet sin etiqueta que encontró enrollados en plástico. (...)

Kerry Taylor en su casa de subastas especializada en moda vintage.
(Foto: Jonathan Player)

Taylor creció en la granja de su padre y su primer contacto con la moda vino gracias a las películas de Hollywood en blanco y negro. Empezó a trabajar en Sotheby´s, y con apenas 21 años se convirtió en la directora y rematadora más joven de la casa de subastas. Cuando en 2003 esta firma cerró su división de moda, se vio sin trabajo siendo madre soltera de dos hijos y con una hipoteca. "Primero entré en pánico, luego le pregunté a mis exjefes si me podía quedar con el negocio que ellos no querían. Accedieron y desde entonces no he mirado atrás", cuenta. Hoy, Kerry Taylor Auctions, con sede en el sur de Londres, organiza unas seis ventas al año (aunque durante 2024 ha montado 11 en Londres y 4 en París), gestionadas por un equipo de cuatro personas, entre las que se encuentra su hijo Alex. (...)

"Es muy interesante que la reina Letizia haya elegido un balenciaga vintage para su retrato  de Annie Leibovitz. Tenemos un maravilloso vestido de gala rosa de Balenciaga alta costura 1955, perfecto para quienes busquen algo digno de la realeza". Su buen ojo y la repercusión mediática de sus subastas han contribuido a la actual popularidad de la moda vintage.(...)

Taylor admite que la inestable situación económica mundial no afecta a sus ganancias, que siguen batiendo récords. "¿Puedo decir una cosa? Los ricos siempre son ricos, no importa el estado de la economía", sentencia. "A pesar de todo, seguimos representando una buena relación calidad-precio. Una chaqueta de Chanel aburrida comprada en tienda cuesta 10.000 euros, y yo vendo un traje de Chanel alta costura por 1.000. El prêt-à-porter es hoy muy aburrido y sus precios son una locura. ¡Hacen que mis ventas se vean baratas! Su espíritu comercial no le impide dar pistas para aquellos que empiezan: "Recomiendo invertir en Pierre Balmain, era muy buen diseñador y aún es asequible. También sugiero Givenchy, y las piezas menos barrocas de Saint-Laurent". ¿No le tienta construir su propia colección de moda? "Nunca pujo en contra de mis clientes, eso es tabú. Además, no hago más que trabajar  y nunca voy a ningún sitio. Alguna vez me hago con algún vestido de la década de los cincuenta de una tienda vintage para llevarlo en el trabajo, pero en general me paso el día en vaqueros y botas de agua en mi jardín".

Brenda Otero. Londres. El País, lunes 9 de diciembre de 2024.

jueves, 19 de diciembre de 2024

"De la vida mía"

Miquel Barceló.

De la vida mía (Galaxia Gutenberg) es un libro lleno de vida y también lleno de obra: entre sus páginas se encuentran no solo fotos biográficas ("mi madre y yo"), sino también pinturas, garabatos, apuntes y muchos cuadernos de artista, ese lugar donde las ideas se van sedimentando hasta convertirse en arte, o donde ya son arte directamente. Una biografía que es como la vida misma, que no es prosa, sino retazos y explosiones. Es la vida, una parte de la vida, del artista Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca, 67 años), que ayer compareció en la Fundación Ortega-Marañón  acompañado de Joan Tarrida, director de Galaxia Gutenberg: "Es un encargo que tiene más de 20 años. Pero hace veinte años no me apetecí nada contar mi vida".

Ahora se ha decidido. En un viaje a Japón comenzó  a ordenar fotos y a escribir en francés: "Me da una impunidad absoluta. En catalán y en castellano, pronto me doy cuenta de que es una mierda. En francés me lo perdono", afirma. Y siguió escribiendo. Le salió un libro de una honestidad brutal, alimentado de las charlas con Colette Fellous, editora para Mercure de France. "Tiene más que ver con una fotonovela que con otra cosa. Bueno, también se parece a un cuadro, porque hay muchas capas de vida, de correcciones", asegura.

El periódico francés Le Monde ha dicho que no se leído nada así de un artista desde Delacroix. Otras biografías de artista también le influyeron, como la De Tapies, que Barceló leyó hace cuarenta años y de la que recordaba el retrato del padre. La madre de Barceló falleció hace unos meses, y las figuras paternas están muy presentes en la obra, como los peces y los perros de su vida. Desde los setenta se implica con los grupos  de defensa del medio ambiente. Vive rodeado de animales y de poetas por eso habla de Paul Verlaine, de Edison Simons, que fue su amigo en París,  y de muchos libros, porque vive rodeado de cuadros y libros: "Como los poetas tienen poco público y venden pocos libros, está bien promocionarlos. Los poetas han cambiado más mi vida que la gente famosa".

Entiende que admiremos a artistas que en su vida personal fueron seres deleznables. Nunca se ha sentido presionado por la cancelación. "Ya tengo suficientes problemas con mi trabajo: los pintores vivimos de la incorrección. Como dicen que la pintura ha muerto, ya puedes hacer lo que quieras", defiende. Ahora trabaja en el encargo de tres tapices de la catedral de Notre Dame, en París. Representará temas del Antiguo Testamento. Aunque Barceló ha viajado mucho, aunque dedique mucho de su libro a sus experiencias en África, en Malí, en el País de los Dogones, aún trabaja a 12 kilómetros de donde empezó a pintar, en Mallorca.

Reivindica el error, porque pintar es equivocarse, porque se pinta lo que se quiere, no lo que se puede. Y también el autorretrato y la autobiografía que presenta. Desde que empezó tendió a pintarse a sí mismo. "Pintarme sucio y confundido con un pincel me parecía pintable. Pintar a una señora desnuda en un sillón me parecía una impostura".

Sergio C. Fanjul. El País, viernes 15 de noviembre de 2024.

miércoles, 18 de diciembre de 2024

"Bérénice". Un instante extraordinario de Isabelle Huppert

Isabel Huppert en una escena de Bérénice. (Foto: Jean Michel Blasco)

Magnetismo, misterio, fascinación. Todo eso que desprende Isabelle Huppert en una pantalla de cine se amplifica cuando aparece sobre un escenario. La actriz francesa se materializó en carne y hueso el fin de semana en el teatro municipal de Girona para representar Bérénice, una versión libérrima del clásico del dramaturgo Jean Racine, maestro del clasicismo francés, concebida y dirigida por el italiano Romeo Castellucci, en dos funciones programadas por el festival Temporada Alta. Con el patio de butacas a reventar en la sesión del sábado y el público conteniendo la respiración cada vez que la diva pisaba las tablas, Huppert sirvió algunos instantes extraordinarios, de esos que quedan enmarcados en la memoria.

Sobre todo los diez últimos minutos del espectáculo, durante los cuales la intérprete entra en una afasia que apenas le permite tartamudear. Ahí es donde vemos la tragedia de su personaje. "Cuando se pierde el lenguaje emerge la conmoción en el cuerpo", explicaba en un encuentro previo por videollamada con la prensa española Castellucci, que en esta ocasión no pudo desplazarse a Girona.

Esta Bérénice, estrenada el pasado marzo en París y ahora en gira por Europa, dista mucho del texto que Racine escribió en 1670, basado en la trágica historia de amor entre la reina judía que da nombre a la obra y el romano Tito que tuvo que abandonarla cuando se convirtió en emperador  en el año 79  porque ella era extranjera. 

El director italiano ha convertido la obra en un monólogo a la medida de Huppert y ha prescindido de toda acción. En realidad, observa Castellucci, "los tres personajes principales (Bérénice, Tito y Antíoco, enamorado de la protagonista) hablan pero no se comunican. Son tres islas. No sucede nada. Y el antagonista no es Tito, sino Roma. Es el Estado el que impide el amor". Por eso en esta adaptación aparecen los tres, pero solo habla ella. Los otros dos entran a escena para representar de manera muda la coronación de Tito, acompañados de una decena de figurantes que hacen de senadores.

No podía esperarse otra cosa  de Castellucci, cuyos espectáculos nunca discurren  por los carriles tradicionales  de la representación escénica, sino que se colocan en un cruce donde confluyen la performance, la instalación visual o sonora y las artes plásticas. Su trabajo rompe las reglas de la lógica y nunca es previsible. Es lo que lo ha convertido en un director de culto en todo el mundo.

Tampoco se esperaba de Isabelle Huppert un trabajo convencional. A sus 71 años, la estrella francesa ya solo escoge proyectos teatrales que le supongan un reto artístico, generalmente dirigidos por popes de la escena internacional (Castellucci, Bob Wilson, Ivo van Hove) y casi siempre  con el objetivo de explorar personajes  situados  en el ímite de la razón y la locura. En Bérénice asistimos al relato de una mujer al borde del colapso. "Es como caminar sobre una fina capa de hielo bajo la cual hay un abismo", en palabras del director Castellucci.

Nadie mejor que Huppert para encarnar ese estado, Pero no se trata de la típica indagación psicológica: el abismo se expresa a través del cuerpo, la voz, la escenografía y los sonidos diseñados por el músico Scott Gibbons, que tienen tanto protagonismo como la propia Bérénice. Lo cierto es que el espacio escénico es una especie de ente orgánico. Casi se le siente respirar. Está poblado de objetos con vida propia, algunos tan extemporáneos como un radiador, una lavadora, un balón de baloncesto, unas barras metálicas móviles. No es fácil captar su simbología y por eso el espectáculo resulta por momentos frustrante. Es mejor dejarse arrastrar por la pura experiencia estética.

Durante casi toda la función, vemos a la protagonista difuminada tras un telón de gasa y envuelta en una neblina. También eso produce cierta frustración y frialdad.

Pero finalmente, cuando la tragedia se ha consumado, se produce el colapso. La neblina desparece, el telón se levanta y el rostro de la actriz se percibe por fin nítido. Es un golpe teatral maestro: es el instante en que el cuerpo sustituye ala lenguaje y ella empieza a tartamudear. Después, en silencio, fija los ojos en el público durante unos minutos. Sostener desde el patio de butacas esa mirada de Isabelle Huppert vale por cien horas de teatro.

Raquel Vidales. El País, lunes 25 de noviembre de 2024.

martes, 17 de diciembre de 2024

Miradas cruzadas

Chantal Akerma

Hay dos buenas exposiciones en el Jeu de Paume que estarán hasta enero: la dedicada a la cineasta Chantal Akerman y la dedicada a la fotógrafa americana Tina Barney.

En la encrucijada del cine. el arte y la escritura, la voz de Chantal Akerman (1950-2015) nunca ha resonado tanto como hoy. Su sensibilidad autodidacta la llevó a abordar directamente temas de intimidad, soledad, duelo e injusticia social, así como el patrimonio familiar y las huellas de la historia en el paisaje. Así lo reveló su primer cortometraje, Saute ma ville, (1968-1970), que la artista rodó en Bruselas, su ciudad natal, con solo 18 años. Pronto, en Nueva Yotk, a principios de los años 1970 se involucró el círculo de cineastas underground y experimentales, de quienes conservó el enfoque contemplativo, a través de la cámara, del espacio físico y temporal. De regreso a Europa, dirigió un primer largo metraje de resonancias muy personales, Je, tu, il, elle (1974). Al año siguiente dirigió a Delphine Seyrig-(una actriz que fue su amiga y colaboradora hasta su desaparición) e, n Jeanne Dielman , 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles, una película acogida hoy como una obra maestra de la causa feminista que encabeza la lista del British Cinema Institute de los últimos diez años de las mejores películas de todos los tiempos, cosa que para muchos críticos y periodistas, ha sido un acto poco menos que merecedor  del excomunión y el patíbulo, algo que es tan absurdo como el mismo concepto  de hacer listas de las mejores películas de todos los tiempos.

A la entrada de la exposición hay tosa una declaración de intenciones: un fragmento de la película L'enfant aimé (1971) donde una joven actriz desnuda ante el espejo, va enumerando todo lo que no le gusta de su cuerpo. Me gustó ver esta imagen un domingo, cuando la sala está llena de familias y madres con chicas adolescentes. Me gustó escuchar los comentarios de las madres y las chicas:"¿Por qué dice que tiene el culo gordo  si no lo tiene? ¿Y celulitis tampoco tiene? ¿Ni barriga?" Creo que Chantal Ackerman  hubiera estado contenta de ver que, más de cincuenta años  después de haber rodado estas imágenes, todavía resuenan en las miradas y en el espíritu  de espectadores de ahora mismo.

La otra expo del Jeu de Paume es la de Tina Barney. Nacida en 1945, comenzó a fotografiar a sus familiares y amigos a finales de los años setenta. Gran observadora de los rituales familiares, está particularmente  interesada en las relaciones entre generaciones en el contexto doméstico. Sus coloridos retratos, a menudo grupales y de gran formato, que a primera vista parecen instantáneas familiares, están en su mayor parte cuidadosamente escenificados por la artista con miembros de la alta sociedad norteamericana, a la que ella misma pertenecía: cenas en el club de polo, mecenas con sus obras de arte, casas paradisiacas con servicio doméstico uniformado... Una imagen destaca  entre todas: la de una adolescente con una serpiente en las manos, probablemente su mascota, rodeada de las miradas untosas de su familia. Esa serpiente aparentemente domesticada, que en cualquier momento puede rebelarse, es el vínculo secreto que une a las dos exposiciones. las dos miradas.

Isabel Coixet. XLSemanal,1 diciembre de 2024.

lunes, 16 de diciembre de 2024

"Dahomey". Las estatuas también hablan

Con su estimulante ópera prima, Atlantique (2019), la joven cineasta franco-senegalesa Mati Diop (París, 1982), dio cuenta de una habilidad singular  para imbricar el drama social con el relato fantástico. En aquel híbrido de documental observacional e historia de fantasmas, Diop  se adentró en la cruda realidad  de los trabajadores de la construcción en Dakar, convirtiendo a algunos de ellos en figuras espectrales que volvían de entre los muertos para reclamar una dignidad perdida a manos del capitalismo salvaje. Ahora en Dahomey -ganadora del Oso de Oro de la pasada Berlinale-, Diop vuelve a situarse  entre el documento y la ficción para ofrecer una crónica de la repatriación a Benín  de 26 tesoros  escultóricos  que fueron saqueados en 1892 por las tropas francesas. Como se señala en los intertítulos que abren la película, "se terminan 130 años de cautividad", aunque a Diop le preocupan menos  los detalles de la herida imperialista  que la idea de la reconstrucción nacional.

A medio camino entre la antropología y la poesía, Dahomey invoca el recuerdo del cortometraje documental Las estatuas también mueren (1953), en el que Chris Marker y Alain Resnais denunciaron el impacto que el colonialismo y las películas museísticas tuvieron sobre el arte africano. Sin embargo la infausta radiografía histórica de Marker y Resnais se transforma, bajo la óptica contemporánea  de Diop en el retrato de un proyecto de restitución cultural. Este halo de esperanza llega encarnado por la estatua del rey Ghezo, una figura antropomorfa a la que Diop otorga, literalmente, una voz (en off ).

Así en un giro espectral que remite  al imaginario de Yo anduve con un zombi (1943) de Jacques Tourneur, el fantasma del monarca conduce al espectador  por un viaje de retorno a Benín. "¿Estoy en el lugar dónde debo estar?", se pregunta el rey Ghezo mientras un equipo de técnicos europeos y africanos lo acomoda en un nuevo trono, en su tierra natal. 

En un tono entre meditativo y lírico, Dahomey dedica gran parte de su metraje al esbozo de un escenario próximo a la utopía. Pero, cuando todo parece ya dicho, Diop introduce un sorprendente giro didáctico protagonizado por un grupo de jóvenes benineses. En un encuentro de tintes asamblearios -que podría haber filmado Ken Loach-, se intercambian impresiones sobre las piezas de arte. Para algunos, su retorno certifica un proceso en marcha  de emancipación nacional. Para otros, la decisión del gobierno francés  de devolver solo 16 de las más de 700 obras expoliadas  debe leerse como un gesto paternalista. En cualquier caso, más allá de la disparidad  de pareceres, la mera existencia  de esta cándida ágora juvenil pone de manifiesto  la determinación de un pueblo que reclama  autonomía y libertad.

Manu Yáñez. El Cultural 6-12-2024.

domingo, 15 de diciembre de 2024

Campanas de Notre Dame

Oscurecía rápidamente, y la noche envuelta en bruma se anunciabaa algo siniestra. Una noche de Eugenio Sue y sus Misteros de París. Yo venía del Collège de France de escuchar una conferencia. Al llegar al Quai de la Tournelle oí el chapoteo del Sena, mientras las luces de la Cité se filtraban entre la bruma. En algunas circunstancias, París tenía el aire de un puerto de mar. Entonces las campanas empezaron a tocar el Ángelus, tan cerca que retumbaban en las entrañas. Al terminar, la catedral emergió fugazmente de entre la niebla como un trasatlántico y volvió a desaparecer. Nunca antes había oído así las campanas de Notre Dame y no creo que vuelva a oírlas nunca de la misma manera. Y eso que eran las antiguas, que los expertos decían que sonaban tan mal. La campana es un objeto mágico, un instrumento en el punto de intersección entre la religión y la guerra y el dinero. A lo largo de la historia, una alquimia la ha transubstanciado muchas veces en cañón, en monedas, luego otra vez en campana...Aquellas campanas eran las que se habían hecho a partir de los cañones capturados en la guerra de Crimea, y que tenían nombres más de duquesa o de demimonde que de santa: Angelique-Françoise, Antoinette-Charlotte... Es cierto que eran disonantes y que, cuando hablaban a la vez, con sus acentos que la gente  decía que eran un poco rusos todavía, parecía que discutían. Luego las cambiaron por otras en 2012 y la gente echaba  de menos las antiguas con su cacafonía  y todo, porque eran el sonido del siglo XX en París.

Las nuevas campanas tenían un voz antigua, redonda, perfecta. En su fabricación se había seguido un método rescatado de los viejos recetarios de los campaneros medievales. Se trataba de hacer un ejercicio de purismo, una arqueología del sonido. Tenían que repicar como las campanas que hubiese tocado Quasimodo en la novela de Victor Hugo, de haber existido. Sainte Geneviève, Saint Denis, Maurice... Se fundieron en Villedieu-les-Poêles, donde la tradición  de golpear el metal es tan antigua que a sus habitantes les llaman les sourdins,  "los sorditos". Y si las campanas de antes podían tener un ligero acento ruso, habrá que suponer que estas pronunciaban la a y la e nasales, como hacen en Normandía. Son estas las campanas que colgaban de las torres de Notre Dame el día del incendio. En un momento determinado, los bomberos llegaron a temer que se descolgasen, como ocurría en el Gargantúa de Rabelais, destruyendo lo que quedaba del edificio en medio de un rebato apocalíptico. Pero soportaron la prueba con estoicismo. Tres de ellas, ha bastado con limpiarlas de hollín. Otras dos, dañadas por el calor, ha habido que repararlas y afinarlas otra vez. Se han hecho tres nuevas: Chiara, Carlos y la llamada Olímpica, que sonó durante los juegos de París junto a la pista de atletismo, saludando a los vencedores con su tedeum del triunfo deportivo (una nueva forma de fe). Y luego está la campana Emmanuel, la más antigua. Antes de la mecanización, hacían falta una docena de campaneros para tañerla. Fue la única superviviente de Notre Dame cuando la Revolución francesa fundió 100.000 campanas en toda Francia para los cañones de Valmy. Luego tocó para aquella diosa Razón que se inventó Robespierre. Dobló en la coronación de Napoleón, en el fin de la Gran Guerra y por la Liberación en el 44. Superviviente una vez más, su voz de barítono volvió a sonar ayer en la reapertura  de Notre Dame de París.

Miguel-Anxo Murado. La Voz de Galicia, domingo 8 de diciembre de 2024.

sábado, 14 de diciembre de 2024

Un espacio para la belleza, el desagravio y la reflexión

Saladearte figurativo en el FAMM.
(Jerome Kelagopian. FAMM)

El primer museo en Europa consagrado a mujeres artistas ha sido inaugurado este año en la localidad francesa de Mougins.

Durante gran parte de su vida, Frida Kalo llevó corses de escayola que la ayudaban a mantenerse erguida. Esos corpiños realzaban a una mujer dolida con el mundo que a menudo se sentía invisible, desnuda en su deseo. Quizás por ello los fue cubriendo de retazos de telas y pintando de colores. Hoy resisten como collages con corazones de yeso tallados, pájaros y tigres que parece que emitan mensajes ocultos. No es extraño, pues, que uno de ellos esté simbólicamente  colocado en una vitrina  en mitad el pasillo  de la segunda planta del Museo FAMM, iluminando la propia idea fundacional de un espacio inaugurado en Mougins (Francia) el pasado 24 de junio.

Inspirado en el National Museum of Women in the Arts de Washington, primer museo del mundo enteramente dedicado a las mujeres artistas, el FAMM (Mujeres del Museo de Mougins, nótese el juego de palabras: Mujer en francés es femme y se pronuncia famm) pretende ser su homólogo europeo. Los cuatro pisos abarcan los grandes movimientos del arte moderno desde finales del XIX hasta el arte contemporáneo y las nuevas tendencias del siglo XXI, ofreciendo ejemplos de impresionismo, cubismo, surrealismo o expresionismo abstracto. Si Berthe Morissot fue la gran relegada del impresionismo y María Blanchard del cubismo, qué decir de Elaine de Kooning, injustamente colocada en eun segundo plano a la sombra de su marido, uno de los popes del expresionismo abstracto, Willem de Kooning. La selección es asombrosa: Dora Maar, Niki de Saint Phalle, Sonia Delaunay, Lee Krasner, Louise Bourgeois, Leonora Carrington, Françoise Gilot, Marina Abramovic, Tracey Emin, Jenny Saville o Tatiana Trouvé.

El coleccionista Christian Levett es el ideólogo de un proyecto nacido de la conciencia  y del deseo de frenar la infrarepresentación e infravaloración de las mujeres artistas. "Mi viaje por el mundo del arte comenzó con el coleccionismo de obras clásicas, antigüedades y viejos maestros. Sin embargo, con el tiempo mi interés se desplazó hacia el arte moderno y contemporáneo. Durante esta transición me di cuenta de una sorprendente disparidad en el valor del mercado y en la disponibilidad  de obras femeninas de calidad museística  por una fracción  de la dificultad  y el coste de adquirir obras comparables de sus homólogos masculinos", explica Levett.

Así, la misión de FAMM es doble: destacar las extraordinarias  contribuciones de las mujeres artistas a través  de diversos periodos y estilos y educar al público en la rica pero a menudo olvidada historia de las mujeres en el arte. "El museo pretende corregir omisiones históricas, proporcionando una plataforma  en la que las obras  y las historias de las mujeres artistas sean celebradas y estudiadas en profundidad", explica el coleccionista en Mougins, pueblo de la Provenza vinculado a la historia del arte que encandiló a Man Ray, Cocteau, Chagall o Picasso, que pasó por aquí  sus últimos años. "Nuestro museo se posiciona en la escena artística  como una institución pionera. Forma parte de un movimiento mundial para rectificar los desequilibrios históricos de género en el mundo del arte, colaborando con otras instituciones en exposiciones, publicando libros sobre mujeres artistas y contribuyendo  a una comprensión  más integradora de la historia". FAMM no solo enriquece el tapiz cultural de Francia, sino que sienta un precedente para la valoración de las mujeres artistas  a escala mundial. Los corsés de Frida se curtieron con el tiempo sin que ella lo viera. Los cuadros de Blanche Hoschedé Monet, hijastra y nuera de Claude Monet, apenas tuvieron visibilidad en los libros. Para Levet es determinante  prestar atención a los contextos (algunos hostiles) en los que trabajaron las artistas y considera por ello crucial "explicar en cada cuadro los obstáculos  que han tenido en el mundo del arte"

Use Lahoz. El País Semanal, 2 de diciembre de 2024.

viernes, 13 de diciembre de 2024

Amor desde el primer vistazo

Cuando era pequeña, Suzanne Dalton soñaba  con  Cenicienta cada vez que su madre le enseñaba los vestidos  de Elsa Sachiaparelli de su armario. Había sido modelo para la italiana antes de asentarse con su familia en los valles ingleses de Derbyshire, donde creció Dalton. "Yo no estaba destinada a trabajar en los ambientes de la moda o la belleza. Iba a un colegio en el pueblo y pasaba tiempo libre en el huerto, era una chica de campo", cuenta desde su estudio parisino. En cuanto tuvo la edad suficiente  compró un billete de ida para cruzar el Canal de la Mancha: "Era atrevida y estaba convencida de que todo el mundo era bueno, era lo que había visto. Tuve suerte con la gente que me crucé, pero también sigo creyendo que el mundo está lleno de personas maravillosas".

Aprendió francés y comenzó a trabajar en el vibrante París de los ochenta en el que cualquier mente creativa era bien venida al clan, "con Peter  Lindberg, Romeo Gigli, Paolo Roversi..."Suplió la falta de educación formal con curiosidad  y fue enlazando producción con estilismo o fotografía. La llegada al diseño fue por casualidad  cuando le pidieron  ideas para el frasco de la primera fragancia de Stella McCartney. Desde entonces ha colaborado con firmas como Gucci o Yves Saint-Laurent y ahora se atreve a rehacer un clásico del neceser: la botella del superventas La vie est belle de Lancôme que se intensifica con L'Elixir.  "No podemos ignorar  que este frasco es un tremendo icono de la perfumería. Un diseño en torno a la sonrisa, que supuso una innovación al insertarla en el cristal. Pensé en lo bellas que son las mujeres cuando sonríen, porque desprenden alegría, y quise añadir algo aún más lujoso y contemporáneo. Fortalecer los valores  que ya estaban presentes, como hace una joya. Fue  como ponerle  un traje de corte impecabe. Y creo que eso es parte del lujo, sentir que tienes en las manos algo fuera de lo común.

Patricia Rodríguez. El País.com, noviembre 2024.

jueves, 12 de diciembre de 2024

20.000 leguas de viaje literario en un Nautilus botado en Galicia

Imagen de la sala Nautilus.

Gastón es un tiburón toro mal encarado que vive dando vueltas a la sala Nautilus de la Casa de los Peces de A Coruña. Una sala que ayer fue escenario de entrega de una reliquia verniana, principal y lustrosa. 

Cuando la Asociación de Amigos de la Casa de las Ciencias recibió, de manos anónimas, una primera edición de la legendaria gesta prosística 20.000 leguas de viaje submarino, editada en 1869, se llegó de inmediato a la conclusión de que aquel tesoro no podía ser disfrutado solo por unos pocos. "En vez de quedárnosla para nosotros, hemos preferido que la pueda ver todo el mundo", corrobora Julio Casal, presidente de la institución.

El lugar era óptimo. Los intestinos del submarino del Capitán Nemo. Ese espacio del acuario al que se accede descendiendo unas escaleras rodeadas de pósteres e ilustraciones. Como los carteles de la más extraordinaria versión cinematográfica que de la novela se ha hecho. La de Richard Fleischer, que en 1954 enfrentó los rostros de James Mason y Kirk Douhlas.

Se encargó de poner las palabras Moncho Núñez, padre y padrino de la Casa de las Ciencias, la Domus  y, claro, el Aquarium Finisterrae. Podría contaros mil historias sobre este libro de mi niñez y sobre esta edición en concreto", perfiló emocionado. Por cuestiones de horario mil no contó. Pero sí contó una que vale por un millar. Resulta que este libro, que ayer recibía la alcaldesa Inés Rey en nombre de toda la villa coruñesa y del que solo hay catalogadas 12 copias en el mundo, fue la primera encuadernación completa e ilustrada que existió de la obra.

"20.000 leguas de un viaje submarino es el trabajo más emblemático de Julio Verne, que a su vez, es el mejor escritor de ciencia ficción de todos los tiempos. Y esta edición que tenemos aquí es la más importante del mundo, porque fue la primera", proseguía Núñez...

La de Verne es, sin duda una novela casi mitológica. Con una fuerza que supera las nociones del estilo o de la forma. La clase de literatura que se infiltra en los departamentos divinos de la creación de mundos. La que hace a un niño como Moncho Núñez crecer en la determinación  de diseñar  un acuario para su ciudad y de bautizar Nautilus a su espacio principal. Gastón, por cierto, pasaba de vez en cuando. Como queriendo enterarse de lo que allí se hablaba.

Carlos Portolés. La Voz de Galicia, jueves 7 de noviembre del 2024.

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Simone Fattal: El viaje de su vida.

Simone Fattal

Los muebles de Simone Fattal (Damasco, 82 años) no son solo muebles, son vestigios de su paraíso perdido. Proceden de la casa de sus padres en Damasco, y acumulan una pátina de años. Ella tiene singular apego a un magnífico sillón amarillo mostaza. "Originalmente era rojo y en él se sentaba mi padre", rememora. Estamos en su piso parisiense, cerca de los jardines de Luxemburgo. El suelo esta cubierto de exquisitas alfombras persas y turcas , algunas procedentes también de la casa familiar, otras compradas en los años setenta. Sentada en el sillón con su atuendo de seda azul y un tobillo vendado (fue atropellada la semana pasada por una bici), la artista irradia cierta autoridad serena. A ello contribuyen una voz algo ronca y un acento al hablar inglés que evoca su multiculturalidad. "No me creo a la gente que dice: '. "Soy de un país, esta es mi identidad' "Yo soy muchas cosas".

Aquí vivió junto a quien durante medio siglo fue su pareja, la también artista y poeta Etel Adnan, hasta el fallecimiento de esta en 2021, a los 96 años. En las paredes cuelgan muebles de ambas. "¿Qu si la echo de menos? Qué pregunta, no pienso responderla", objeta. Pero sonríe al decirlo.
Poco antes, hemos visto en su estudio algunas de sus pequeñas esculturas de barro cocido y vidriado que evocan humanoides  erguidos y restos arqueológicos de antiguas civilizaciones. Varias viajarán hasta Valencia -si las consecuencias del desastre natural no lo impiden-como parte de la exposición del IVAM Suspensión de la incredulidad (desde el 12 de diciembre), comisariada por Nuria Enguita  y Rafael Barber. Allí recibirá también el Premio Julio González, que en otras ediciones ha recaído en Anish Kapoor, Eduardo Chillida o Georg Baselitz.
Su viaje vital con su nacimiento en Damasco, en Siria, a la que llama su paraíso. Forzosamente perdido, porque la actual capital de casi dos milones de habitantes nunca volvió a ser como su infancia. "Entonces vivían allí unas 300.000 personas, y era un lugar bellísimo, rodeado de huertos con árboles frutales por donde paseaban  caballos y burros". Aquella existencia edénica se interrumpió cuando, a los 11 años fue enviada con su hermana a un internado de monjas francesas, símbolo de estatus para una familia burguesa como la suya, Guarda de esa época recuerdos amargos pero también le sacó provecho: "Era como una prisión y las monjas francesas eran horribles, pero la educación era muy buena. Me ha ayudado mucho después".
Ya adulta , se trasladó a París para estudiar Filosofía en la Sorbona. Allí se hizo más consciente  de su identidad árabe como consecuencia de la guerra árabe-israelí que estalló en 1967: "Había empezado a interesarme por mi cultura de origen nada más llegar a Francia, al verme diferente a los demás. Pero la guerra fue un trauma. Además en aquel momento , en Francia la gente estaba  más del lado  israelí . Después de eso  volví a Líbano, así que me perdí el Mayo del 68".
Quizá por eso, ella misma se encargó de montar una pequeña revolución. En Beirut, que era una ciudad cosmopolita y con una floreciente escena cultural, empezó a pintar. También se fue a vivir sola, cosa insólita para una mujer de la época. En 1972 conoció a Etel Adnam, que además de pintora y escultora era la responsable de Cultura del diario libanés As-Saf, y rápidamente decidieron compartir su vida: algo aún más inaudito. "Pero yo no sufrí por ello. con mi familia sí fue difícil, pero lo acabaron aceptando. Tampoco tuvimos problemas para viajar por el mundo árabe. Etel tenía una posición prominente  como editora del periódico, así que la gente quería estar a buenas con ella".
Entonces estalló la guerra civil libanesa, que duraría hasta 1990, y que provocó la salida del país de más de un millón de personas . Y ellas dos formaron parte de ese éxodo.. "Tardamos cinco años en darnos cuenta de que la guerra no iba a terminar, que quedarnos más sería un pérdida de tiempo", explica. Su destino fue California, donde abrieron una editorial. Y Simone retomó el arte, esta vez centrada en la escultura.
La primera escultura que realizó a partir de una pieza de alabastro fue un torso masculino: "Me dio la idea la propia piedra que ya era como un torso. Era como una estatua que hubiera sido hallada en un yacimiento arqueológico. Mi vínculo con la arqueología apareció desde el inicio". Ha trabajado con otras piedras, y con metal o cera, pero es el barro el material que ha utilizado más a menudo: "Es el más directo porque lo modelas con tus propias manos". Su segunda obra , ya en arcilla, era una figura de Adán, el primer hombre, que según las religiones abrahámicas fue modelado en barro por Dios. "Aunque en mi caso más bien sería Diosa", matiza sonriendo. Una versión en bronce de Adán con su correspondiente Eva, se ha expuesto en la Bienal de Venecia de 2022 y en la bienal nómada Manifiesta celebrada en Barcelona este año.
Etel Adnan y ella se trasladaron a París en 1990. Vivían juntas, pero trabajaban en estudios separados, sin influirse mutuamente y obsesionadas por informarse acerca de la situación en Oriente Próximo....
-¿Qué le ha aportado el arte?
-Un modo de vida y un ámbito  de investigación, porque quiero aprender. Par mucha gente , el arte ha reemplazado a la religión. En lugar de ir a misa van a los museos. 
-¿Qué cree que buscan?
-Los grandes descubrimientos de los matemáticos son cosas que normalmente, los demás no podemos entender. Pero el arte conecta con todo el mundo. Hasta los niños de dos años hacen dibujos preciosos que desean compartir con todo el mundo. Igual que un artista. 

Ianco López. El País Semanal, 5-12-2024.

martes, 10 de diciembre de 2024

Max Ernst, una bisagra creadora entre el arte y el cine surrealistas

Max Ernst en el Círculo de Bellas Artes.

De Max Ernst (Brühl, Alemania, 1891-París, 1976), una de las estrellas más populares del movimiento surrealista, se conoce la mayor parte  de su impactante y llamativa obra. Filósofo de formación, sus raíces creativas crecieron lejos de los ámbitos académicos y optó por aprender en lo que a comienzos del siglo pasado se llamaban manicomios. Su participación como soldado en la Primera Guerra Mundial le proporcionó elementos para crear las visiones entre fantásticas y terroríficas de una obra que ha sido reconocida en los principales museos del mundo. 

Lo que no se conoce tanto es su vinculación con el mundo del cine, un medio en el que participó como actor, como guionista, como jurado e incluso como creador de estatuillas para premios cinematográficos. La celebración este año del movimiento liderado por André Breton se ha convertido en una oportunidad para profundizar  en la relación de Ernst con el séptimo arte a través de la exposición Max Ernst. Surrealismo, arte y cine, que se puede visitar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta el 4 de mayo. Es una iniciativa concebida para interesar a todos los públicos, con alredeor de 400 objetos con los que se narra la obra y la vida del artista. Las piezas proceden de toda Europa, tanto de colecciones públicas como privadas. Comisariada por Martina Mazzota y Jürgen Pech, la exposición es una coproducción del Círculo de Bellas Artes con Sold Out y Madeinart, empresas de entretenimiento cultural.

La muestra está armada sobre originales  reproducciones  de las muchas facetas artísticas que Max Ernst tocó a lo largo de su vida. Experimentador nato, tenía una gran facilidad  para utilizar  su talento en nuevos proyectos. La historiadora Martina Mazzota afirma que Max Ernst era el Leonardo de Vici del siglo XX. Todo le intersba y todo se le daba bien. Desde las pinturas al óleo hasata las esculturas, los collages, las fotografías, los libros iustrados, los frottages, un invento propio que consistía  en frotar sobre un papel bajo el que se había colocado un objeto con textura. La experta contó ayer, durante la presentación, que se han utilizado fragmentos de películas y proyecciones inmersivas que interactúan de manera constante con sus objetos, creando una experiencia dinámica y emocionante. "Este diseño expositivo, permite al visitante adentrarse en la singular vida de Ernst, que abarca gran parte del siglo XX y trata temas  como el exilio , la ransculturalidad y los problemas de la Edad Media, reflejando la visión progresista del artista", contó...

Valerio Rocco, director del Circulo de Bellas Artes, aprovechó la presntación de la exposición para contar que diciembre será un mes dedicado a festejar el centenario del Manifiesto del surrealismo con otros actos, como la presentación, a partir del día 19, de los telones originales  del ballet Bacchanale, diseñados y pintados por Salvador Dalí. Ballets Russes de Montecarlo estrenó esta obra en 1939 en el Metropolitan Opera House de Nueva York. Además Rocco anunció que, "siguiendo el ejemplo del refugio climático del pasado verano, se ha diseñado un lugar pensado para todos, alejado del consumo que envuelve estas fechas: una enorme plaza en la que disfrutar de un gran número de acitividades gratuitas".

Ángeles García. Madrid. El País, viernes 6 de diciembre de 2024.

lunes, 9 de diciembre de 2024

Emilia Pérez. Un delirio con momentos de talento

Imagino al constatar la insistencia en las series y en el cine de temáticas agotadoras alrededor de violaciones, sexualidades diversas, pederastias, transexuales, violencia emocional, que cualquier productor con sentido del negocio, incluso los que no militan fervorosamente en la cultura woke, y también las asociaciones para proyectos artísticos, son todo oídos y donan su bendición a proyectos  que se muevan en esa reconocible onda. Bueno, ocurre con todas las modas, aunque algunas sean duraderas y otras efímeras. Pero que disfruten de su época de gloria. Y que los especializados en argumentos tan requeridos sean más listos que los tontos.

Emilia Pérez navega sin pudor en el delirio, aunque como siempre en el cine de Jacques Audiard existe un punto muy sofisticado y su eterno afán por sorprender o desasosegar al espectador. Tampoco ha perdido el talento que a mí me ha deslumbrado en algunas ocasiones, como en la carcelaria Un profeta y en ese wéstern tan extraño como fascinante titulado Los hermanos Sisters.

En esta ocasión me quedo pasmado desde el arranque. O sea, que no continúo destripando el argumento, a pesar de mi enfermiza afición a ello. ¿Y cómo se desarrolla guion tan insólito? Pues con los personajes cantando y bailando. Y me pregunto estupefacto cuáles han sido las imaginativas y excesivas sustancias que ha ingerido el creador para que se le ocurra este argumento. Y sobre todo, que gran parte de su lenguaje sea cantarín y danzante.

Partiendo de la base de que no me creo nada por tener un espíritu tan prosaico y lineal, reconozco que está rodada con audacia y afán de originalidad, sino también que me mantiene entretenido, que en algunos momentos posee cierto encanto. Audiard, como siempre se lo quiere montar de transgresor, y parece que no ha tenido suerte en México. Cuentan que allí se han mosqueado cantidad por la imagen que un francés ofrece de este país: que si el narcotráfico, que si la violencia, que si lo de siempre. Parece ser que no han valorado el muy revolucionario cambio se sexo en un personaje que encarnaba el machismo supremo.

Nominarán al Oscar de interpretación femenina a la premiada en Cannes Karla Sofía Gascón. No es lo que más me impresiona  en esta exótica película. Sí me gusta y mucho, Zoe Saldaña, a la que desconocía por no frecuentar el universo de Marvel ni el de Avatar, en los cuales ella reina. Y me enamoró la entonces muy joven Selena Gómez  cuando la descubrí en Dia de lluvia en Nueva York, aquella película tan bonita de Woody Allen. Y me pregunto cuál será la próxima ocurrencia de Jacques Audiard. Es difícil que supere este delirio.

Carlos Boyero. El País, jueves 6 de diciembre de 2024.

domingo, 8 de diciembre de 2024

Notre Dame, la sagrada madre de la Edad Media

Interior de la catedral tras la restauración. (Stephan de Sakutin/Reuters)

El legado cultural más perdurable de Victor Hugo, el gran escritor francés del siglo XIX y uno de los más populares de la historia de este país, no es Los miserables y la lucha de Valjean por encontrar algo parecido a la justicia en un mundo que no tiene piedad con los pobres. La marca más profunda que ha dejado Hugo en Francia, y en el mundo, es una monumental catedral gótica, cuyas dos torres y su rosetón son tan recomendables como la Torre Eiffel. En gran medida, Notre Dame de París, que será reinaugurada mañana  después del incendio que la arrasó en la Semana Santa de 2019, es un producto de Victor Hugo.

Nuestra señora de París, la novela que publicó en 1831, empieza con la presentación de los principales personajes: la bella gitana Esmeralda, el jorobado Quasimodo, el archidiácono Claude Frollo, el enamorado Pierre Gringoire o el capitán Febo de Châteaupers... Pero, de repente, el novelista detiene la narración para denunciar el lamentable estado en que se encontraba entonces desvencijada y con aspecto de caerse en cualquier momento. Ni el gótico ni la Edad Media habían sido redescubiertos entonces, ni tampoco existía todavía la idea de que los monumentos del pasado debían ser conservados sino que muchas veces eran considerados molestos mamotretos de los que que deshacerse cuanto antes (en algunos lugares esa visión del pasado no ha cambiado mucho). "La iglesia de Notre Dame de París sigue siendo, sin duda, un edificio majestuoso y sublime", escribe el autor de Los miserables. Pero por muy bella que que se haya conservado a lo largo de los años, es difícil no suspirar, no sentirse indignado ante la innumerables  degradaciones y mutilaciones que el tiempo y el hombre han infligido simultáneamente a este venerable monumento".

El novelista se lanza a una reivindicación del arte medieval y del gótico, acusando a las autoridades  de ser responsables  de su degradación, no solo por falta de conservación, sino también por intentar imponer los gustos de un tiempo al pasado. "Las modas han hecho más daño que las revoluciones", señala en una frase  que podría aplicarse a algunas de las barrabasadas que han intentado hacer a Notre Dame. No fue la única vez que se levantó contra la ruina de un templo que simbolizaba la capital: no era la iglesia de los reyes de Francia, coronados en Reims y enterrados en Saint-Denis, era la iglesia de París.

Gracias al impulso de Hugo, Eugène-Emmanuel Viollet-le-duc , un arquitecto también fascinado por la Edad Media, pudo acometer la gran reforma del templo. De hecho, cuando el mundo contemplaba atónito el incendio en directo, el punto de no retorno del desastre, la sensación de que Notre Dame se iba a perder, fue la caída de la flecha, obra de Viollet-le Duc, que se inspiró en una decoración similar  que se había perdido dos siglos antes. La catedral que se quemó era, en gran medida, un edificio del siglo XIX.

Algunos otros lugares de la Francia medieval, desde Carcasona hasta el Monte Saint-Michel -de los que resulta difícil decir si son tremendamente kitsch o bellísimos-, también fueron restaurados por Viollet-le-Duc, un pionero en la reinvención del Medievo como la época que forja nuestro presente. 

La fascinación por Notre Dame, y el impacto global que produjo el incendio, reflejan sin duda el poder del turismo masivo -la catedral recibió 12 millones de visitantes el año anterior a la catástrofe- y el irresistible encanto de París; pero también el interminable interés por la Edad Media. Se trata de un movimiento que nació en el siglo XIX, con Nuestra Señora de París; pero también con Ivanhoe, de Walter Scott. Su impronta en fenómenos culturales masivos es indudable, desde el éxito de El nombre de la rosa de Umberto Eco -al que se pueden aplicar los versos de Georges Brassens, "perdóname príncipe  si soy jodidamente medieval"-o El señor de los anillos, hasta series como Juego de tronos y Vikingos. También está su indudable peso político en la actualidad...

sábado, 7 de diciembre de 2024

La joya medieval del sur de Francia

Eus.

Uno de los pueblos más bonitos del país: fue español hasta el siglo XVII... Entre los años 1618 y 1648 tuvo lugar uno de los conflictos más importantes de la era contemporánea, la conocida como Guerra de los Treinta Años. Esta contienda prolongada y compleja tuvo lugar primordialmente  en Europa Central, con el Sacro Imperio Romano Germánico como epicentro. Inicialmente la guerra surgió como una confrontación religiosa entre católicos y protestantes en el contexto de la Reforma y la Contrarreforma. Sin embargo, evolucionó para incluir rivalidades políticas y territoriales entre las principales potencias europeas, como Francia, España, Suecia y Dinamarca. 

La paz de Westfalia (1648) puso fin al conflicto redefiniendo las fronteras y marcando el declive del poder  de los Habsburgo en Europa. Sin embargo, la contienda entre España y Francia fue mucho más allá. La paz entre ambos países llegaría una década después cuando en 1659 se firmó el Tratado de los Pirineos. A través de este acuerdo, España tuvo que ceder 33 pueblos conocidos como Catalunya Nord. Esta región se sitúa en el sur de Francia y actualmente corresponde al departamento conocido como Pirineos Orientales.

Perpiñán es su capital, pero la zona está inundada de pequeños pueblos, uno de ellos Eus, una joya medieval que se alza sobre una colina ofreciendo vistas espectaculares y una inmersión en la historia y cultura catalanas. Pero Eus es más que un pueblo pintoresco, es un reflejo de la historia y la cultura que une a Francia y Cataluña. Su belleza, autenticidad y compromiso con la tradición lo convierten en un rincón imprescindible para quienes buscan la esencia de los Pirineos Orientales.

A los pies de Canigó y suspendido sobre una roca, Eus se alza como uno de los pueblos más singulares del sur de Francia. La localidad destaca por su peculiar disposición en forma de anfiteatro con calles empedradas que serpentean entre casas de piedra y tejados de teja roja. Este diseño no solo es un testimonio de la arquitectura medieval sino que también refleja su función defensiva, al estar estratégicamente ubicado para controlar los alrededores. 

Igualmente, en la cima de la colina, la iglesia barroca de Saint-Vincent se alza como guardiana  del pueblo. Se trata de un templo barroco construido en el siglo XVIII que reemplazó a la antigua fortaleza del siglo X que protegía al pueblo. Así, desde lo alto de esta iglesia, las vistas panorámicas abarcan el macizo del Canigó montaña sagrada para los catalanes y los valles circundantes, ofreciendo un paisaje que combina historia y naturaleza. Además, en la zona todavía  se pueden contemplar algunos restos del castillo. 

Pero más allá de sus monumentos Eus es un pueblo para perderse. Así sus calles sorprenden al viajero gracias a una arquitectura medieval única y a una distribución de lo más encantadora...

Para llegar, desde Perpiñán  el viaje es de alrededor unos 40 minutos por la D66. Por su parte, desde Puigcerdá en Girona  el trayecto tiene  una duración de una hora y veinte minutos por la misma vía.

Daniel Borrego. Infobae.com, 28 de noviembre de 2024. 

viernes, 6 de diciembre de 2024

La ropa que habitamos

Olivier Saillard. (Studio Nonamphoto)

Comisario de exposiciones, favorito de la moda, el historiador francés Olivier Saillard quiere demostrar que no hay mejor museo de indumentaria que el que hacemos cada día al vestirnos.

"Los pantalones mantenían su forma, aunque no había piernas que los llenaran". En Fin de viaje (1915), Virginia Woolf permite a su protagonista femenina evocar al hombre que ama a través de la ropa. De la ropa que ha ido dejando tirada en el suelo. Esa idea del "hombre desaparecido  de sus pantalones" que la escritora británica lanzaba en su primera novela cobra en estos días un significado que a Olivier Saillard no se le va de la cabeza. "Es la perfecta metáfora de la pérdida de la hegemonía masculina en la sociedad actual", dice. Sobre una silla, fantasmales, vacíos de contenido con la camisa azul y la corbata estampada con los que combina en precario equilibrio, unos viejos vaqueros del historiador francés (Portalier, Borgoña, 57 años) señalan la propia vulnerabilidad de su dueño. Aun exhibidos con la protección  de una vitrina, encapsulados para el tiempo, es un vestuario condenado a desaparecer como quien lo ha usado. Quizá por eso se empeña en aferrarse a su memoria. "Después de trabajar durante más de dos década en museos, ahora mi pasión es coleccionar sentimientos y recuerdos", confiesa. "La relación entre la indumentaria y sus propietarios, la historia íntima de un hombre y una mujer con la que se ha puesto una y otra vez, no es sin embargo una historia que el sistema de la moda quiera proteger, porque es lo opuesto a sus intereses económicos", añade de seguido, sentencioso.

Observador del devenir de lo que vestimos desde que tiene uso de razón (a los 12 años creó su propia revista, Le Grand Couturier, fortificado en el ático de la casa familiar), Saillard no tiene ya interés alguno por la novedad. Y asegura que la ropa es más importante, "más fuerte" que la moda. "La moda me aburre y me agota, posiblemente porque hoy resulta difícil apreciarla, todo va tan rápido... Pero un traje sastre es un traje sastre, sobre todo si es negro, un tipo de atuendo que no ha cambiado en décadas ¿No es maravilloso? En este sentido el sportwear ha envejecido mucho peor, vamos a necesitar mucho más tiempo para poder valorarlo con propiedad, mientras que un traje  de Savile Road es como una silla de Charles Eames, eterno", reflexiona. Su formación como historiador de arte explica por qué el comisario de exposiciones favorito de la moda no siente simpatía alguna por marcas, logos o estrellas del diseño. 

Como al arqueólogo, lo que le interesa es el objeto hallado ("el fenómeno de la encarnación", lo llama): antes que la firma o la mano de quien lo ha creado, una prenda se significa  por la experiencia vital de la personalidad  que la ha usado. Por eso sostiene que el guardarropa es , ante todo, "un museo a pequeña escala. Un museo insospechado que asegura que, del espacio íntimo al público, nuestros cuerpos son la base para la visualización diaria de nuestra apariencia. En ese sentido nosotros mismos nos convertimos en museos".

"El hombre desaparecido de los pantalones" en la última muestra  de la
ITS Arcademy de Trieste

The Many Lives of a Garment (las múltiples vidas de una prenda), su último proyecto expositivo que puede verse hasta finales de  enero de 2025 en la ITS Arcademy de Trieste, la más austrohungara de las ciudades italianas, parte precisamente de esa idea: una exploración de l psicología del vestir en la que el espectador , sin siquiera saberlo, es el sujeto de la muestra. "Aquí los maniquíes son los visitantes", dice , aludiendo lo mismo a una respuesta emocional que pueden provocar los objetos, las prendas exhibidas, que a las indumentarias que despliegan quienes deambulan  por las fantasmagóricas estancias, concebidas junto al filósofo Emanuele Coccia. La vitrina de la moda, se llama la que abre el recorrido. El probador, han bautizado a la siguiente. El inventario, dice otra. Objetos perdidos, concluye la última... Una de las exposiciones más aclamadas de los últimos veinte años, primero en el Museo de Artes Decorativas parisiense, después en el Museo de la Moda de Marsella 8que dirigió  entre 1995 y 2000) y, por fin , al frente del Palais Galliera, en el que dio un vuelco en la forma de mostrar la moda hasta 2017. "En cuanto cumples los cincuenta, de repente te entran ganas de cambiarlo todo. Me siento muy afortunado de haber crecido y formado con todos estos grandes diseñadores, Alaïa, Margiela, Lacroix, Yamamoto, y creo que ya no queda uno al que que me gastaría dedicarle la muestra", admite...

Desde su posición actual de comisario residente  de la ITS Arcademy, el Museo del Arte de la Moda de Triestre, Saillard trata ahora de corregir errores y educar  a las nuevas generaciones en la importancia de la historia y la memoria...

Rafa Rodríguez. El País Semanal, 13 de octubre de 2024.

jueves, 5 de diciembre de 2024

Le Clézio. "Identidad nómada"

Le Clézio: "No podemos permitir que la literatura sea solo un lujo burgués, como ocurre en Occidente". El Nobel francés publica Identidad nómada, una vuelta a su infancia y a los orígenes de su escritura con mucho de manifiesto que recorre todos sus grandes temas: el ecologismo, el poder transformador  de la literatura y la peligrosa deriva de la política de Europa en temas como la inmigración.

El primer recuerdo que es capaz de conjurar Jean Marie Gustave Le Clézio (Niza, 1940) es el de una bomba. "Tendría unos tres años pero es una memoria física que puedo identificar con mucha precisión. Pese a ser tan pequeño puedo recrear perfectamente la explosión de una bomba en el jardín de la casa de mi abuela en Niza, recuerdo muy bien el susto, el pequeño terremoto. Es algo que todavía está en la memoria de mis piernas", comparte con La Lectura el escritor francés, Premio Nobel  de la Literatura de 2008 en un bullicioso café del parisino barrio de Saint-Germain -des-Prés cercano a su casa en la capital, donde lleva un tiempo viviendo  presa de algunos achaques, como una rotura de menisco en una de esas rodillas  que todavía sienten las explosiones de hace 80 años.

"Otro recuerdo nítido es la memoria del hambre. Y recuerdo el sabor a tierra de la comida, del pan, de las verduras. Todo esaba preñado del sabor de la tierra porque había que enterrar la comida para esconderla y también nos alimentábamos de muchas raíces. Ese sabor a tierra, a muerte, ha seguido siempre en mi paladar". 

No es casualidad que su nuevo libro, un libro de 2024 empiece con la memoria de la guerra, del hambre, de los muertos y con la imagen  de esas "murallas pintadas de verde, marrón y amarillo" que los alemanes levantaron en Niza sobre el Mediterráneo para  impedir  a la población  el acceso al mar y despistar a los aviones aliados. "Esa sensación de estar encarcelado a cielo abierto, temiendo los bombardeos y las minas antipersonas  sembradas por los alemanes tampoco la he olvidado", insiste. A esta memoria se remite Le Clézio en Identidad nómada (Lumen), un conjunto de reflexiones  sobre la sociedad contemporánea y sus errores, su particular  y heterodoxa visión del mundo y la literatura  y su papel catalizador de cambio que el escritor trenza alrededor del relato de muchos episodios de su vida, como ya hizo en obras como El Africano o Canción de infancia. 

"Siempre que pienso en la literatura vuelvo a los años de la Segunda Guerra Mundial, porque creo que ahí nació mi vocación. Vivir en Niza era peligroso por los disparos y las minas, así que mi hermano y yo nos quedábamos encerrados leyendo libros, dibujando y escribiendo, lo que era para mí un modo de huir de esa vida enclaustrada", recuerda el autor que comenzó a escribir en las cartillas de razonamiento y con un lápiz de carpintero, pequeños relatos que su madre -a quien dedicó la novela La música del hambre, centrada justo en esos años- cosía en forma de libros. "Tenía necesidad de comunicarme y esa erala forma. Supongo que si eso ocurriera en esta época haría películas o fotografías con el móvil, pero entonces era lo que teneíamos".

Andrés Seoane. elmundo.es 12-11-2024.

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Una española en la élite de Burdeos

Diana Berrouet. D.R

La pequeña denominación vitivinícola francesa de Pomerol, situada en la orilla derecha  del Dordoña, no goza de la solemnidad  arquitectónica  ni del pedigrí de los châteaux de Médoc , la zona con dominio de cabernet sauvignon que se asoma al estuario de la Gironda, al norte de la ciudad de Burdeos y que cuenta con su propia jerarquía de calidad desde 1855 . Pese a no tener una calificación propia, el paisaje más modesto y campesino de Pomerol rivaliza desde mediados del siglo XX con las grandes marcas de Médoc gracias al carácter envolvente  y sensual de sus tintos apoyados  en la uva merlot. La región es el campo de juego de familias como los Moueix, que controlan, entre otras propiedades, la legendaria Pétrus, o de los Thienpont de origen belga, que se asentaron en la zona en la década de 1920 para labrarse un prestigio  alrededor del Vieux Château Certan.

Hace unas semanas, en un restaurante de Madrid y de la mano de la importadora Primeras Marcas, la enóloga española Diana Berrouet García, explicaba a un grupo de clientes, sumilleres y comunicadores las particularidades del vino del pino, como se traduciría al español Le Pin, en alusión al árbol que domina la propiedad. Y en especial, la singularidad de la grava arcillosa que alimenta su viñedo en la apacible meseta de Pomerol. Le Pin -un fijo en el ranking de los vinos más caros del mundo- nace de una parcela  que Vieux Château Cerdan rechazó en su momento, pero que Jacques Thienpont, uno de sus accionistas y heredero del negocio del comercio de vino de la familia en Bélgica, adquirió a finales de los años setenta. Aunque posteriormente se añadió algo de viñedo, la producción en torno a 4.000 o 6.000 botellas es muy baja  incluso para los estándares  de Pomerol. Los inicios fueron muy modestos, pero en el momento en que se disparó la demanda de un producto escaso los precios subieron como la espuma.

Es prácticamente imposible conseguir en España una botella por debajo de los 3.000 euros, mientras que añadas bien valoradas se acercan a los 6.000. A Diana Berrouet García le gusta decir  que Le Pin es el viñedo más borgoñón de Burdeos. Su trabajo al frente del Domaine Jacques Thienpont no se limita a Le Pin. El grupo incluye L'If (el tejo), propiedad que adquirieron en 2010 en la vecina Sait-Emilion, y L'Hêtre  (el haya), el proyecto más grande, donde según ella misma explica "está todo por hacer".

La mayor dificultad radica en orquestar la sucesión, que es la razón por la que el propietario  creó  el holding Domaines Jacques Thienpont. A sus 78 años, Thienpont  tiene una gran diferencia de edad con sus hijos, de 24 y 25 años, y ha tejido una red familiar confiando a primos y sobrinos la gestión de la viticultura  en cada una de las bodegas.

A Diana Berrout García, la primera persona ajena  al clan que pone el pie en la casa y la primera mujer que interviene  en la toma de decisiones  de una familia  que se ha regido por un estricto heteropatriarcado durante tres generaciones, se le pide una visión global y tansversal, que genere unidad y sobre todo, transparencia. "Hemos necesitado tiempo. Yo para hacerme a ellos  y ellos para hacerse a mí. Me dí tres años, que es lo que llevo trabajando y creo que lo hemos conseguido, no sin dificultad. Burdeos siempre ha sido muy cerrado. El objetivo era que se abrieran  y que la información fluyera", explica la enóloga.

¿Cómo llega una española a desempeñar semejante rol en Burdeos? Diana se crio en Requena en un ambiente de vino que le llevó de forma natural a estudiar Ingeniería Agrícola y a diplomarse en Enología. Burdeos se cruzó en su camino con una fuerza inusitada. La primera sacudida  fue una botella de Château Magdelaine 1976, de Saint-Émilion, propiedad de la familia Moueix."Ese vino despertó todos mis instintos. Su destino cambió cuando consiguió sus prácticas soñadas en Château Magdelaine y conoció a Jean-Claude Berrouet, uno de los enólogos más respetados de Burdeos, que se convierte en su mentor y unos años después, tras presentar a Diana a su hijo Jean-François en su suegro. "Jean-Claude es una persona de una generosidad y una humildad increíbles, capaz de transmitir con mucha simplicidad lo que es un gran vino. Comparto plenamente su visión del mundo del vino y su honestidad  frente a lo que la naturaleza nos da", explica...

Amaya Cervera. El País Semanal, sábado 16 de noviembre de 2004.

martes, 3 de diciembre de 2024

El arte pobre que gusta a los ricos

Venus de los trapos de Michelangelo Pistoletto.
en la Bolsa del Comercio de Paris, Colección
Pinault.

El arte povera quedará inscrito en la historia como uno de los episodios más insólitos de arte del siglo XX. El movimiento, integrado por artistas como Michelangelo Pistoletto, Giuseppe Penone, Giovanni Anselmo y Jannis Kounellis, se rebeló contra el sistema de producción y consumo capitalista en un contexto  de rápida industrialización en la Italia de los sesenta, en un país en ruinas que buscaba el norte. Todos ellos utilizaron materiales efímeros y modestos, como cartón, madera, cemento, neones, ropa vieja y hojas  de periódico, y se distanciaron de las normas del mercado del arte a la vez que se separaban de las tendencias dominantes, como el expresionismo abstracto, el arte pop o el minimalismo incipiente.

El resultado fue un conjunto de obras de arte modestas y eclécticas. Lo demuestra la vasta y extraña mezcla de 250 piezas que forman parte de la exposición dedicada al arte povera en la Bolsa de Comercio de París, sede de la fundación del mecenas y millonario François Pinault. Hasta el 20 de enero, este edificio de planta circular, remodelado durante la pandemia por el japonés Tadao Ando, exhibe colchones cubiertos de escarcha, un saco de patatas, una columna dórica con una manguera en su base, una motocicleta con cuernos de ganado en el lugar del manillar y una larga suma de humildes estructuras en foma de iglú, obras de Mario Merz, entre las que paseaba Pinault, saludando  a los forasteros con escuetos "bonjours", en la recta final del montaje de la exposición.

Una instalación de Pistoletto combina una Venus desnuda con un montón de trapos, como si quisiera simbolizar la rica herencia artística del Renacimiento y el despilfarro de la sociedad de consumo. En el exterior, un árbol de piedras  como frutos, una idea del mítico Penone, mientras una escultura de hielo se derrite con el paso de las horas. "Quisimos hacer algo que antes no existia", afrimaba el artista Gliberto Zorio, de 80 años, durante la inauguración, junto a una obra participativa  que usa micrófenos  para replicar las voces de los visitantes con un eco resonante. L exposición relata la historia de un grupo de vanguardia que nunca se percibió a sí mismo como tal. "No fue un movimiento como el surrealismo o el cubismo, no tuvo manifiesto ni líderes. Fue más bien una corriente o una constelación", afirma la comisaria de la exposición, Carolyn Christov-Bakargiev, historiadora del arte conocida por haber orquestado la Documenta de 2012.

La expresión arte povera, o arte pobre, surgió de la mente del crítico Germano Celan, que en 1967 acudió a ver la muestra fundacional del grupo en Génova, seguida de otra en Amalfi unos meses después. "Lo insignificante comienza a existir, se impone", definió Celant al decubrir las obras  de estos provocadores artistas treintañeros. Sus primeras obras, de espíritu sencillo pero provocador, se carcterizaban por el uso de materiales impropios del arte en mayúsculas, aunque sus responsables también utilizaron otros más nobles, como el brone, el marmolllll, el cristal de Murano o incluso el oro. El arte povera es más "una actitud o una intención que un estilo", afirma Christov-Bakargiev. Sus obras, consideradas precursoras  de la instalación artística, buscaban transformar el espacio y alterar el ambiente. "La obra se convierte en una escena teatral donde se refleja la energía de la vida y la realidad", añade la comisaria.

La muestra vincula el movimiento a la altissima povertà (o suprema pobreza) teorizada por San Francisco de Asís, que abogó por una renuncia a lo material y una existencia entregada a lo espíritual y a la comunión con la nnaturaleza. Lo curios es que este homenaje a una corriente austera y contestaria tenga lugar  en la fundación  privada  de Pinault, el tercer hombre más rico de Francia, que cuenta con 150 obras  de arte povera en su colección, de las que ha cedido 50 para la muestra...

Álex Vicente. París. El País, viernes 8 de noviembre de 2024.