A medio camino entre la antropología y la poesía, Dahomey invoca el recuerdo del cortometraje documental Las estatuas también mueren (1953), en el que Chris Marker y Alain Resnais denunciaron el impacto que el colonialismo y las películas museísticas tuvieron sobre el arte africano. Sin embargo la infausta radiografía histórica de Marker y Resnais se transforma, bajo la óptica contemporánea de Diop en el retrato de un proyecto de restitución cultural. Este halo de esperanza llega encarnado por la estatua del rey Ghezo, una figura antropomorfa a la que Diop otorga, literalmente, una voz (en off ).
Así en un giro espectral que remite al imaginario de Yo anduve con un zombi (1943) de Jacques Tourneur, el fantasma del monarca conduce al espectador por un viaje de retorno a Benín. "¿Estoy en el lugar dónde debo estar?", se pregunta el rey Ghezo mientras un equipo de técnicos europeos y africanos lo acomoda en un nuevo trono, en su tierra natal.
En un tono entre meditativo y lírico, Dahomey dedica gran parte de su metraje al esbozo de un escenario próximo a la utopía. Pero, cuando todo parece ya dicho, Diop introduce un sorprendente giro didáctico protagonizado por un grupo de jóvenes benineses. En un encuentro de tintes asamblearios -que podría haber filmado Ken Loach-, se intercambian impresiones sobre las piezas de arte. Para algunos, su retorno certifica un proceso en marcha de emancipación nacional. Para otros, la decisión del gobierno francés de devolver solo 16 de las más de 700 obras expoliadas debe leerse como un gesto paternalista. En cualquier caso, más allá de la disparidad de pareceres, la mera existencia de esta cándida ágora juvenil pone de manifiesto la determinación de un pueblo que reclama autonomía y libertad.
Manu Yáñez. El Cultural 6-12-2024.
No hay comentarios:
Publicar un comentario