lunes, 16 de diciembre de 2024

"Dahomey". Las estatuas también hablan

Con su estimulante ópera prima, Atlantique (2019), la joven cineasta franco-senegalesa Mati Diop (París, 1982), dio cuenta de una habilidad singular  para imbricar el drama social con el relato fantástico. En aquel híbrido de documental observacional e historia de fantasmas, Diop  se adentró en la cruda realidad  de los trabajadores de la construcción en Dakar, convirtiendo a algunos de ellos en figuras espectrales que volvían de entre los muertos para reclamar una dignidad perdida a manos del capitalismo salvaje. Ahora en Dahomey -ganadora del Oso de Oro de la pasada Berlinale-, Diop vuelve a situarse  entre el documento y la ficción para ofrecer una crónica de la repatriación a Benín  de 26 tesoros  escultóricos  que fueron saqueados en 1892 por las tropas francesas. Como se señala en los intertítulos que abren la película, "se terminan 130 años de cautividad", aunque a Diop le preocupan menos  los detalles de la herida imperialista  que la idea de la reconstrucción nacional.

A medio camino entre la antropología y la poesía, Dahomey invoca el recuerdo del cortometraje documental Las estatuas también mueren (1953), en el que Chris Marker y Alain Resnais denunciaron el impacto que el colonialismo y las películas museísticas tuvieron sobre el arte africano. Sin embargo la infausta radiografía histórica de Marker y Resnais se transforma, bajo la óptica contemporánea  de Diop en el retrato de un proyecto de restitución cultural. Este halo de esperanza llega encarnado por la estatua del rey Ghezo, una figura antropomorfa a la que Diop otorga, literalmente, una voz (en off ).

Así en un giro espectral que remite  al imaginario de Yo anduve con un zombi (1943) de Jacques Tourneur, el fantasma del monarca conduce al espectador  por un viaje de retorno a Benín. "¿Estoy en el lugar dónde debo estar?", se pregunta el rey Ghezo mientras un equipo de técnicos europeos y africanos lo acomoda en un nuevo trono, en su tierra natal. 

En un tono entre meditativo y lírico, Dahomey dedica gran parte de su metraje al esbozo de un escenario próximo a la utopía. Pero, cuando todo parece ya dicho, Diop introduce un sorprendente giro didáctico protagonizado por un grupo de jóvenes benineses. En un encuentro de tintes asamblearios -que podría haber filmado Ken Loach-, se intercambian impresiones sobre las piezas de arte. Para algunos, su retorno certifica un proceso en marcha  de emancipación nacional. Para otros, la decisión del gobierno francés  de devolver solo 16 de las más de 700 obras expoliadas  debe leerse como un gesto paternalista. En cualquier caso, más allá de la disparidad  de pareceres, la mera existencia  de esta cándida ágora juvenil pone de manifiesto  la determinación de un pueblo que reclama  autonomía y libertad.

Manu Yáñez. El Cultural 6-12-2024.

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