domingo, 15 de diciembre de 2024

Campanas de Notre Dame

Oscurecía rápidamente, y la noche envuelta en bruma se anunciabaa algo siniestra. Una noche de Eugenio Sue y sus Misteros de París. Yo venía del Collège de France de escuchar una conferencia. Al llegar al Quai de la Tournelle oí el chapoteo del Sena, mientras las luces de la Cité se filtraban entre la bruma. En algunas circunstancias, París tenía el aire de un puerto de mar. Entonces las campanas empezaron a tocar el Ángelus, tan cerca que retumbaban en las entrañas. Al terminar, la catedral emergió fugazmente de entre la niebla como un trasatlántico y volvió a desaparecer. Nunca antes había oído así las campanas de Notre Dame y no creo que vuelva a oírlas nunca de la misma manera. Y eso que eran las antiguas, que los expertos decían que sonaban tan mal. La campana es un objeto mágico, un instrumento en el punto de intersección entre la religión y la guerra y el dinero. A lo largo de la historia, una alquimia la ha transubstanciado muchas veces en cañón, en monedas, luego otra vez en campana...Aquellas campanas eran las que se habían hecho a partir de los cañones capturados en la guerra de Crimea, y que tenían nombres más de duquesa o de demimonde que de santa: Angelique-Françoise, Antoinette-Charlotte... Es cierto que eran disonantes y que, cuando hablaban a la vez, con sus acentos que la gente  decía que eran un poco rusos todavía, parecía que discutían. Luego las cambiaron por otras en 2012 y la gente echaba  de menos las antiguas con su cacafonía  y todo, porque eran el sonido del siglo XX en París.

Las nuevas campanas tenían un voz antigua, redonda, perfecta. En su fabricación se había seguido un método rescatado de los viejos recetarios de los campaneros medievales. Se trataba de hacer un ejercicio de purismo, una arqueología del sonido. Tenían que repicar como las campanas que hubiese tocado Quasimodo en la novela de Victor Hugo, de haber existido. Sainte Geneviève, Saint Denis, Maurice... Se fundieron en Villedieu-les-Poêles, donde la tradición  de golpear el metal es tan antigua que a sus habitantes les llaman les sourdins,  "los sorditos". Y si las campanas de antes podían tener un ligero acento ruso, habrá que suponer que estas pronunciaban la a y la e nasales, como hacen en Normandía. Son estas las campanas que colgaban de las torres de Notre Dame el día del incendio. En un momento determinado, los bomberos llegaron a temer que se descolgasen, como ocurría en el Gargantúa de Rabelais, destruyendo lo que quedaba del edificio en medio de un rebato apocalíptico. Pero soportaron la prueba con estoicismo. Tres de ellas, ha bastado con limpiarlas de hollín. Otras dos, dañadas por el calor, ha habido que repararlas y afinarlas otra vez. Se han hecho tres nuevas: Chiara, Carlos y la llamada Olímpica, que sonó durante los juegos de París junto a la pista de atletismo, saludando a los vencedores con su tedeum del triunfo deportivo (una nueva forma de fe). Y luego está la campana Emmanuel, la más antigua. Antes de la mecanización, hacían falta una docena de campaneros para tañerla. Fue la única superviviente de Notre Dame cuando la Revolución francesa fundió 100.000 campanas en toda Francia para los cañones de Valmy. Luego tocó para aquella diosa Razón que se inventó Robespierre. Dobló en la coronación de Napoleón, en el fin de la Gran Guerra y por la Liberación en el 44. Superviviente una vez más, su voz de barítono volvió a sonar ayer en la reapertura  de Notre Dame de París.

Miguel-Anxo Murado. La Voz de Galicia, domingo 8 de diciembre de 2024.

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