La profesora de parvulario es una afortunada parábola, que recuerda a El niño de los cabellos verdes de Joseph Losey, una película que hablaba sobre los efectos de la violencia de los adultos en el mundo infantil. El filme de Losey fue incomprendido en su época, pero, con más de sesenta años encima, es aún un vigoroso alegato contra la falsa normalidad de las sociedades de posguerra. Algún sabio dijo que si quieres hablar de una cosa debes hacerlo pareciendo que hablas de otra. De eso va La profesora de parvulario, contándonos la historia de una maestra que descubre las alucinantes dotes para la poesía de uno de sus pupilos de cinco años. Los textos que el niño, como un médium, en trance, dicta a su niñera y a su profesora, son de una belleza, complejidad y misterio que obligan a la protagonista a comparar a su alumno con el Mozart niño. Y cada nuevo poema es un enigma. Con los silencios de Antonioni y el realismo de Ken Loach, el cineasta israleí Naday Lapid maneja las metáforas que pueden residir, larvadas, en los gestos ocultos de la educación y del comportamiento en sociedad. En un Tel Aviv en el que, precisamente, la ausencia de síntomas de guerra sugiere la violencia latente. Malos tiempos para la lírica en Israel. Y en el mundo, en general. esa es la idea. "Es difícil ser poeta en esta sociedad. Es ir contra la naturaleza del mundo."dice el tío del niño. Con su marido hipnotizado por la tele, y su hijo mayor haciendo carrera en el ejército, la profesora hastiada, mirando el vacío que la rodea, encuentra en el niño "mágico" la cruzada que le faltaba. pero debe cuidarlo y estimularlo contra la uniformidad....
Eduardo Galán Blanco. La Voz de Galicia. Lunes, 6 de julio de 2015.
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