sábado, 1 de agosto de 2015

Sur le pont d'Avignon

Difícil la selección para escribir un texto sobre mi reciente viaje a la Provence occidental, les Bouches du Rhône  y una ligera entrada en Vaucluse. He dejado pasar casi  dos semanas para distanciarme de esa primeras impresiones aunque  casi siempre son las que terminan siendo las que condensan el viaje: sol desde el amanecer, un cielo azul inmutable, cigarras en concierto permanente, solo acalladas  por el mistral que, en director de orquesta, impone  el rumor de los olivos. La luz, intensa, rebota en los crudos y rosados de las casas con sus contras de azul "delavé". ¡Qué contraste para tres viajeras de Galicia, de veranos frescos, grises, y tan variables! ( una excepción este año). Un contraste que ayuda al extrañamiento inicial.
Y dentro de ese marco un pueblo en pleno festín cultural: Festival Internacional de Fotografía en Arlés, de Arte Lírico en Aix, Coreografias en Orange y Teatro en Avignon. Un programa muy apetecible para potenciales consumidoras de estas manifestaciones de la "gran cultura". Y sin embargo el nuestro fue un viaje en off, fuera de  estos circuitos. En la oficina de turismo de Nîmes nos entregaron una publicación minuciosa con todas las actividades fuera del programa oficial, obras de teatro, coloquios conferencias, debates. Demasiado para nosotras que ya habíamos asumido nuestra condición de viajeras en offde simples paseantes/flâneuses, sin  más aspiraciones que deambular por las ciudades y sus espacios memorables; eso sí, siempre rozando lo sublime: el viernes 10 de julio, El sueño de una noche de verano en Aix, el 11 , Carmen, en Orange, el 13, Ricardo III en Aviñon. 
En siete días intensos visitamos la parte occidental de la Provence, les Bouches-du Rhône y una ligera entrada en Vaucluse. Nìmes, la de la Maison Carrée, nos recibe. Romana y  taurina, José Tomás mira desde un grafitti a las Arenas. La campiña provenzal se abre en ruta hacia Arlés, el agua incorporándose al paisaje en estanques y lagunas. El gran Ródano está cerca. La ciudad parece vivir una gran excitación mientras esperamos un taxi, sin que sepamos la causa; difícil operación la de conseguir un taxi; en las tres noches que nos alojamos en el centro de vacaciones, le village camargais, a unos seis kms., solo conocimos a tres taxistas que nos atendieron, dos veces cada uno, por lo que nos preguntamos si sólo habría tres en la ciudad..."Les Rencontres d'Arlès, le Festival de Photo le plus important dEurope" nos informa el taxista, cuando aparece media hora después,"ça commence aujourd'hui"/ "empieza hoy". En el paseo obligado por el Vieux Arlès, sus Arènes, las ruinas del Teatro, las Termas, pasamos delante de una estatua de Frédéric Mistral, el poeta del siglo XIX artífice del renacimiento de la lengua occitana al que saludaremos de nuevo en Aix nuestra siguiente visita. Y es en Aix donde vemos que las placas con los nombres de calles y plazas están escritas en francés y en provenzal. Esta ciudad nos sorprende por su rico patrimonio que vamos descubriendo sin prisas, su catedral, sus calles,  sus elegantes palacetes. Nîmes, Arlès, Aix tienen una configuración similar, amplios paseos, bulevares arbolados se ensanchan fuera de las murallas o de sus ruinas, que , a su vez, encierran el casco antiguo/les vieux quartier con sus jardines semi-secretos, sus fuentes, sus plazas donde siempre uno o varios plátanos extienden su sombra acogiendo una terraza. En una de esas terrazas, al caer al tarde, las viajeras se acomodan para cenar. Suena un eco de trompeta o de saxo. Un Rosé Côtes de Rhône o un Château des Papes alientan momentos inolvidables de confidencias entre amigas.

De vuelta en Arlés  uno de nuestros amigos taxistas nos lleva, bien de mañana, a "le plus beau marché de France/ "el mas bello mercado de Francia". Le daremos al razón al final del día. Bajo los plátanos del boulevard y hasta el borde de la muralla se extiende la exposición de productos más colorista y ordenada : frutas, aceites, quesos, charcutería, lozas, telas, ropa..especias, perfumes. Un río de gente se desplaza entre los puestos, solo hay que dejarse llevar, lo más probable es  que usted salga con un lazo en la cabeza, nouvelle vague, con un lote de saquitos de lavanda, o de bouquet garnis para aromar sus comidas, o un vestido provenzal o un sombrero.... 
Revolotean las campanas celebrando nuestra llegada a  Orange. Es domingo, los fieles acuden a los oficios. Dos horas más tarde la ciudad duerme bajo un sol abrasador que se impone sobre los grandes monumentos romanos:  El Arco de Triunfo y el Teatro Antiguo, los dos de los tiempos de César Augusto. El muro acústico del Teatro Antiguo es la clave que permite, desde 1.869, seguir desarrollando óperas y conciertos con un sonido impecable. Admirarlo desde lo alto de la colina que corona la ciudad, rodeadas de silencio, borra el paso del tiempo. Avignon, punto final e inicio del regreso, se nos muestra en bellísima estampa a la salida del estación. Con sus murallas, más leves que las romanas, su puerta de l'Horloge que invita a entrar, el Rodáno a la izquierda, las torres del Château, todo llamando a entrar. Entrar a la fiesta, la fiesta del teatro que ha tomado la Rue de la République como escenario permanente. Un escenario donde se suceden pequeños grupos de actores presentando sus espectáculos. La calle desemboca en la gran plaza del Château des Papes. Empezamos la visita en la Cour d'Honneur, reservada para las representaciones de las estrellas del teatro. El lugar sobrecoge por su grandeza, por el inmenso poder de la Iglesia de entonces que transmiten sus estancias, sus patios,  hasta sus torres. Desde una de ellas, el puente de la canción popular parece un juguete infantil. En ese puente, donde el pueblo baila, inacabado por orden del otro poder, el del Rey Sol, impotente ante las crecidas del Ródano, cierro estos apuntes de un viaje, que son una promesa de volver.

Carmen Glez Teixeira































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