Nunca antes una escasa estancia de seis días de un hombre célebre había reportado tanto a un lugar. Aix, o cómo hacer del paso de Napoleón por allí un negocio de siglos. Es la única de las tres que no da la mano a la costa, que continúa siendo una isla a la que se accede exclusivamente en barcos que parten de un pequeño embarcadero en el pueblo de Fouras. Durante el trayecto aparece el imponente Fort Boyard, una mole de hormigón del siglo XVII que también mandó construir Luis XIV para defender este litoral. Hoy su servicio al país es mucho más exótico y sus huéspedes menos glamurosos: sus paredes se alquilan para la realización de algún reality show de supervivencia. La construcción corrió a cargo nuevamente de Vauban, que tras espetarle al rey "su majestad, sería más fácil apoderarse de la Luna con sus dientes que intentar semejante construcción en aquel lugar", terminó la obra aunque no sirviera para nada. Ya en Aix, y nuevamente con la bici, al final de un recorrido por un bosque tan frondoso como fácil de transitar, asoma otra fortaleza, Fort Liédor, también de Vauban. Esta ha corrido mejor suerte que su hermana mayor, los dueños han decidido cederla para exposiciones y conciertos, unas actividades que concuerdan más con el espíritu bohemio y meláncolico de los habitantes de estas tres islas que alguien definió como "lugares especiales para gente especial."
Carmen G. Benavides. El Mundo, marts, 28 de julio de 2015
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