martes, 15 de noviembre de 2016

Oscar Wilde renace en París

Desde esta semana, Oscar Wilde revive en París. Una exposición en el Petit Palais de la capital reevalúa, hasta el 15 de enero, la figura del escritor irlandés a través de cuadros y fotografías, documentos históricos y objetos personales que permiten trazar un retrato distinto al habitual de este esteta decimonónico, hasta el punto de reivindicarlo como figura precursora de la modernidad. Salpicada de sus citas más ingeniosas, la muestra inspecciona todas las aristas de un personaje más complejo de lo que reza la leyenda. "El objetivo era demostrar que es un autor de una obra literaria y filosófica considerable, más allá de su imagen de hombre mundano con talento para los juegos de palabras", sostiene el comisario Dominque Morel. Nacido en Dublín en 1854, hijo de un prestigioso oftalmólogo y de una poetisa feminista y nacionalista, Wilde se formó en Oxford junto al gran historiador del arte John Ruskin. Convertido en crítico de arte, emprendió una vida dedicada a ejercer un culto a la belleza, que lo llevará a pronunciar 140 conferencias sobre la estética en Estados Unidos, donde se presentó ante mineros del Colorado y mineros de Salt Lake City vestido con pantalones de seda y chaquetas de terciopelo. Las caricaturas homófobas, recogidas en esta exposición, no tardaron en multiplicarse. "Inglaterra nos ha hecho llegar muchas cosas raras, pero esta les gana a todas. "¡Que se lo lleven!" , exclama un cowboy en una viñeta de 1882. Al regresar a casa Wilde se vengará con su siempre afilada lengua: "Nada nos separa ya de América. A excepción, claro está, de la lengua". Seducido por el decadentismo de sus cenáculos literarios, Wilde desembarca en París en 1883. "Colocaba el francés por encima del resto de lenguas, junto la griego clásico", sostiene su biógrafo Pascal Aquien, profesor de Literatura Inglesa en la Sorbona. "Era muy famoso en Francia y había visitado con frecuencia París, con el objetivo de estrechar lazos con escritores de renombre". Entre otros, con Victor Hugo, André Gide o Stéphane Mallarmé. "En París, la tolerancia respecto a las llamadas faltas de conducta era mayor que en Londres", apunta el comisario. La muestra se detiene en el tramo final de su vida, a partir de su relación con Lord Alfred Douglas....La muestra recalifica a Wilde como una figura casi vanguardista: homosexual casado y padre de familia, predicador del individualismo y la sensualidad en un tiempo que defendía el puritanismo y la conformidad a la regla ....El Petit Palais lo recalifica ahora como "el impertinente absoluto". Y también como símbolo de un tiempo lejano aunque extrañamente familiar. Como incide el comisario, "fue un momento de puesta en duda, en el que acaba un mundo y empieza otro, donde un siglo que termina se extingue y el siguiente empieza a balbucear"
Alex Vicente. París. El País, domingo 2 de octubre de 2016

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