domingo, 13 de noviembre de 2016

Francia conmemora el horror de Bataclan


Hay que recordar la atrocidad de aquella noche. Hay que recordar a las víctimas. Pero también hay que seguir viviendo, y no siempre es fácil conciliar la memoria con el presente. El patrón del Carillón emite una súplica hastiada: "Por favor...". Está harto de los turistas del morbo que entran en su bar y buscan con  la mirada algún orificio de bala, alguna mancha, algún resto de la matanza. No hay nada de eso. Nada permite adivinar que el 13 de noviembre de 2015, a las 21,25 horas, un ametrallamiento que duró siete segundos dejó nueve cadáveres. "Esto es un bar, no un santuario", dice. Tiene razón. También la tiene Joseph Antisevic, que esa noche estaba en el Bataclán  y vio morir a su esposa. Para él, los escenarios de aquel horror si son santuarios. No puedo soportar la idea  de que haya personas que se diviertan donde ella fue asesinada", declara a Libération, que ha tratado de recoger el máximo número de testimonios de las víctimas. Hay víctimas que quieren hablar. El historiador Denis Peschanski ha recogido 920 testimonios de heridos y familiares de los muertos. Otro historiador, Christian Delage, ha grabado sus voces para un programa radiofónico. El periodista Antoine Leiris, que perdió a su mujer esa noche y conmovió a los franceses con su carta a los terroristas -No tendréis mi odio- también ha realizado decenas de entrevistas. Charles Nadaud, superviviente, ha publicado el libro Salir del Bataclan. Otro superviviente, el dibujante Fred Dwilde, ha contado su experiencia en viñetas. Otras víctimas, sin embargo, han preferido desaparecer. El periodista de Le Monde Daniel Psenny, que reside junto al Bataclan y aquella noche salvó la vida de una persona, a cambio de recibir un balazo del que aún sufre secuelas, recuerda a una joven que colgaba de una ventana, aferrada al alféizar. La joven gritaba:"Por favor, ayudadme, estoy embarazada, no resisto más". Un hombre llamado Sebastián la socorrió. La joven sobrevivió y dio a luz. Esto se sabe porque poco tiempo después llamó a Sébastien para darle las gracias. No ha querido que se difunda su nombre, ni explicar sus recuerdos. La conmemoración, el homenaje colectivo a quienes sufrieron, debe por lo tanto realizarse de forma cautelosa. El presidente de la República, François Hollande, y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, dedicarán la mañana de hoy a descubrir placas en cada uno de los escenarios. En ellas no figura el nombre completo de los muertos, solo sus iniciales. Se intentará que el momento revista solemnidad.....París, la ciudad más turística del mundo ha perdido un 15% de visitantes. Francia sigue en ese peculiar estado de guerra declarado por el presidente, hay patrullas de soldados por al calle y las medidas de seguridad se han convertido en algo cotidiano. La vida sigue. Y sigue el debate académico, un rasgo característico de la cultura parisina, encallado en frentes inamovibles y furiosamente enemigos: desde una trinchera se proclama "la radicalización del islamismo"; desde la otra trinchera, "la islamización del radicalismo". De un lado los seguidores de Gilles Kepel, que ven a Occidente enfrentado a una ideología planetaria agresiva y basada en el islam. Del otro, los seguidores del profesor Olivier Roy, quienes perciben tras el terror un fenómeno nihilista y generacional, teñido de matices culturales y socioeconómicos, que usa el islam como simple coartada para su ansia de muerte.
Enric González. París. El Mundo, domingo 13 de noviembre de 2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario