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La soprano Anita Hartg ('Mimi') y el tenor Stephen Costello |
La ópera de Puccini, con su verismo diluído y su realismo poético, ocupa el cartellone del Teatro Real desde el lunes 11. El personaje de Mimi lo encarna la exquisita Anita Hartig. En el foso, gobierna Paolo Carignani. La escena lleva la firma de Richard Jones. Rara es la temporada en la que no hablamos de La Bohème, ese cálido, equilibrado, bien estructurado y melodioso fruto de Puccini. En esta ocasión es el Teatro Real quien cumple con la costumbre ofreciendo una producción muy lustrosa que viene de la Royal Opera House de Londres y de la Lyric Opera de Chicago, avalada por la firma de Richard Jones, un regista que suele mostrar lúcida imaginación y que en este caso nos enseña, de forma elegante y sugerente, no estrictamente realista, todo el ambiente y la atmósfera de un París pobre y encantador, con el dramático contraste representado por la muerte de Mimi. Pese a ciertos toques blandos, herencia del operismo de Massanet, y determinadas faltas de rigor escénico -como en toda la secuencia a la intemperie, en una fría noche invernal, del Café Momus-, Puccini supo crear, a través de ese característico verismo diluido, en lo que lo realista queda subsumido por lo poético y por lo cordial de las situaciones, una serie de personajes entrañables, salidos en origen de la paleta costumbrista de Murger y dotados de especial vida gracias a la pluma del compositor. El literato unió simplemente una serie de historias, cuya suma no componía una novela en sentido estricto. El libro no tenia otra pretensión que la indicada por su título; porque "las Escenas de la vida bohemia no son, en efecto, sino estudios de costumbres cuyos héroes pertenecen a una clase mal juzgada hasta aquí y cuyo mayor defecto es el desorden; y aún pueden dar por excusa que este desorden mismo es una necesidad que les da la vida"...
Arturo Reverter. El Cultural, 8-12-2017
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