Cyrano, fragilidad con espada
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Lluís Homar |
El estreno en el Teatro Municipal de Girona del esperado Cyrano con Lluís Homar de protagonista (enarbolando una nariz de antología) es una de las grandes atracciones del cierre del festival Temporada Alta, que en su último tramo incluye otras citas a no perderse como Blasted, de Sarah Kane, dirigido por Alicia Gorina o la versión de Oskaras Korsunovas de Diario de un loco de Gogol. El Cyrano de Homar -que es mucho más que de él porque lo dirige Pau Miró, cuenta con una traducción al catalán de Albert Arribas, música de Silvia Pérez Cruz, y un elenco de otros cuatro actores, entre ellos el veteranísimo Joan Anguera- es un proyecto de largos alientos y recorridos que continúa la forma de hacer y el equipo artístico de la exitosisima versión teatral de Terra Baixa de Guimerá. Con la idea de hacer algo parecido, revisar un clásico extrayéndole toda la savia de su vitalidad y enfatizando lo que pueda tener de contemporáneo para conectar, desde la calidad, con un público muy amplio, Homar y su equipo proponen un Cyrano que, sin dejar de lado, ni mucho menos, la esgrima y los alejandrinos, bucee con una cierta radicalidad en otros aspectos menos obvios de Rostand. "Hemos partido de la fragilidad, la vulnerabilidad de Cyrano", decía ayer en la presentación del espectáculo Pau Miró. Esas debilidades, dice el director, Cyrano las compensa poniéndose una máscara, una coraza de orgullo y coraje, ante los demás. Y empuñando la espada. La obra se centra en la dualidad entre la fuerza exterior y la fragilidad interior, la lucha con los demás y con uno mismo, en la consideración de que el personaje "tiene una herida que es su nariz". Bien entendido que "todos llevamos la nuestra", que, simbólicamente, es lo que impide alcanzar la totalidad como ser humano y la felicidad. Este Cyrano que ofrecen, recalca Miró, "invita a todo el mundo a verse su propia nariz..."Cyrano es un personaje inmenso", subrayó Homar que dice aún no haber acabado de ver todo el arco que recorre la obra. Le gusta del personaje, especialmente, la forma en que se desarma y acaba aceptando su nariz, "venciendo la resistencia a aceptarse como es"...
Jacinto Antón. El País, martes 5 de diciembre de 2017
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