martes, 5 de diciembre de 2017

Rodin revive en el centenario de su muerte

El pensador de Rodin y  el  de Georg Baselitz en el Grand Palais de Paris
El invierno de 1917 fue de los peores que se recuerdan. En lo más crudo de la Primera Guerra Mundial, el carbón y la leña no abundaban. En Meudon, pueblo pegado a la frontera oeste de París, una pareja de ancianos fallecía a pocos meses de intervalo. La primera en caer fue Rosa Beuret, la esposa del mayor escultor de su tiempo. Nueve meses después, un 17 de noviembre de 1917, Auguste Rodin también sucumbía, en el palacete deciochesco en el que llevaba 10 años retirado, reconvertido hoy en el segundo museo dedicado a su memoria en Francia, tras el que existe en el centro de París. El féretro de Rodin reposa en el jardín de esta propiedad, bajo una reproducción de El pensador. En los dos edificios contiguos se pueden descubrir los yesos que Rodin acumuló en los años previos a su muerte. Decenas de visitantes, entre los que había políticos, historiadores del arte, fanáticos de su obra y lugareños, se concentraron el viernes frente a su tumba para conmemorar este primer siglo de Rodin. Todos parecen coincidir en que su relevancia nunca ha sido mayor. Ya sea a favor o en contra, todo escultor contemporáneo debe decidir cómo quiere posicionarse respecto a su obra cuando se pone a crear. La ceremonia supuso el final de las celebraciones del centenario en Francia, marcado por numerosas exposiciones que han aportado nuevos ángulos de lectura sobre su obra. La mayor se celebró en el Grand Palais de París: pasaba revista a sus hallazgos formales y reflejaba su influencia en artistas posteriores, desde Picasso o Giacometti hasta nombres recientes como Tracey Emin o Annette Messager. 
En la entrada, la escultura original de El pensador competía con un doble de madera que firmó Georg Baselitz en 2009. Algo más allá, obras de De Kooning parecían la extensión lógica de la deformación del cuerpo humano que inició Rodin. Una cita de Antony Gormley daba fe de su poder en la escultura: "Rodin sigue siendo un árbol monumental de sombra muy alargada. Es difícil encontrar un fragmento del mundo que no esté conectado a su sombra"...
Álex Vicente. París. El País, domingo 19 de noviembre de 2017

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