viernes, 8 de diciembre de 2017

Los auténticos se van

Johnnny Hallyday y Silvie Vartan
Johnny era nosotros. Era el chaval de barrio al que le gustaba Elvis Presley. Era el prototipo del rocker. No era un músico de rock, era un rocker que hacía música. Ni Buddy Holly ni Gene Vincent eran rockers comparados con él. Participaba de una cultura que tenía asimilada y te la transmitía de una forma que te hacía sentir que pertenecías . Para mí, cuando tenía 15 años, ya era un espejo. Es un tipo que sustituyó a Jimi Hendrix en Ibiza, que grabó antes que los Beatles y los Rolling Stones, que vendió más entradas que los Rolling y los Who y que cantó en español y convirtió su canción en un hit. Era un personaje arrasador. Era mi ADN. Sin él no habrían sido posibles canciones mías como Rock and roll actitud o Johnny et Sylvie. Tuve la suerte de conocerle en Francia. Era exactamente como yo creía que iba a ser: un tipo de verdad. Paseé  con él por París, grabé canciones y nos hicimos regalos. Me regaló sus gafas para que se las diera a mi hijo. Yo le regalé un anillo de platino con el dibujo del Pájaro Loco. Me enseñó algo muy importante: a cambiar el chip y a madurar. Cuando le ví en 2003, en un concierto en el Parque de los Príncipes, había cuatro generaciones de fans. Eso fue una lección de cómo gestionar una carrera. Francia está ahora en estado de shock porque se ha quedado huérfana. Johnny era más importante que un presidente de la República. Es muy fuerte decir esto, pero es así. Llevaba con él toda una actitud de vida. Su forma de cantar, de actuar, de sufrir por sus fracasos amorosos, de vivir... Era puro romanticismo de fin de siglo. Le dieron dos veces por muerto pero no murió. Una de las veces, acabó llamando al presidente para decirle que no se moría aún, que qué mierda iba a morirse con todos los conciertos que quería dar. Eso es grandeza. También lo era verle escoltado en las calles por agentes de la policía a quienes quería dar esquinazo solo por diversión. O dejar su coche aparcado frente al restaurante Maxim's, cuando estaba prohibido, porque él podía hacerlo. Eso es ser una leyenda. Lo más triste de su muerte es que el rock and roll como cultura se acaba. Fue muy duro el fallecimiento de Bowie, pero aún más el de Johnny. Era uno de los originales. Pongo al mismo nivel a Johnny que a Springsteen. Es demoledor. Ahora se pueden ver muchas bandas que reproducen lo que se hizo antes, pero los auténticos se van. Representaba una etapa importantísima de la cultura pop en Europa. Siempre me decía: "Loco, solo quedamos Mick Jagger y yo". Y era verdad.
Loquillo. El País, lunes 7 de diciembre de 2017

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