sábado, 2 de junio de 2018

El siglo XIX resiste en Montparnasse

Taller Idem
En una bocacalle del bulevar Montparnasse de París, situada a pocos metros de la casa en la que vivió el inventor del teatro del absurdo, el rumano Eugène Ionesco, y con un Burger King en la esquina, resiste ahora y siempre al invasor un pedazo del siglo XIX. Hay que meterse en un callejón, llamar a un timbre y atravesar una sólida puerta gris metal. Aunque se accede a un patio lleno de plantas, el olor a tinta nos advierte de que oculta algo más. Cuando se atraviesa una segunda puerta, esta vez de madera, se llega a una enorme nave llena de viejas máquinas de imprimir, que fueron utilizadas por algunos de los nombres más importantes de la historia del arte: Picasso, Chagall, Dalí, Miró, Braque, Cocteau, Matisse..."Esta imprenta se fundó en 1881, el año del nacimiento de Picasso", explica el actual propietario Patrice Forest, responsable de este taller llamado Idem que utilizan artistas de todo el mundo, y que además, justo en el portal de al lado, mantiene una galería y una editorial, Item.
Una mañana de abril, diferentes creadores trabajaban allí, entre ellos el autor de tebeos Emmanuel Guibert, que acaba de publicar en castellano Matha y Alan (Salamandra Graphic), la tercera parte de su maravillosa trilogía sobre el estadounidense Alan Ingram Cope. "Gracias a Forest se ha salvado este lugar, porque sin su labor ahora sería un gimnasio", cuenta Guibert mientras observa la impresión de una litografía en varias tintas...
El lugar se muestra caótico, viejo y lleno de encanto, con los restos de metal de un antiguo mecanismo de vapor recorriendo la nave en las alturas y una vieja escalera de madera al fondo, desde la que se accede a diferentes dependencias. El techo es acristalado. Sobre una caseta descansa una pantera negra de peluche de tamaño natural, mientra que en la pared lateral se alzan inmensas estanterías con algo que, de lejos, parecen unos libros extraños. Al acercarse el visitante descubre que se trata de piedras. Aquí se mantienen diferentes procesos de impresión: uno, el más antiguo, consiste en pintar sobre estas piedras (litografía significa etimológicamente "dibujar"- graphia en griego- sobre la piedra lithos ), que luego se utilizan com planchas para imprimir...
Cuando se fundó era una imprenta normal como muchas otras en aquel entonces - una de las grandes novelas de Balzac, Las ilusiones perdidas, arranca precisamente en un lugar así-. Luego durante vatia décadas se imprimieron unos preciosos mapas escolares. Uno de ellos todavía reposa en un rodillo. Y en los años setenta del siglo pasado se mudó allí con sus máquinas uno de los grandes impresores parisienses, Fernand Mourlot, con el que trabajaban los mejores artistas de su tiempo. Diferentes carteles de Picasso, de Miró, de Prévert repartidos por las laberínticas dependencias de la imprenta recuerdan que este espacio tiene una historia muy larga... Tanto los artistas que pasaron por allí aquella mañana como los operarios de las máquinas son jóvenes, pero ya dominan el oficio, un signo de que la litografía y sus piedras seguirán vivas en ese lugar. Al cruzar de nuevo la puerta gris se vuelve al siglo XXI con la sensación de haber visto un mundo perdido, pero completamente vivo. 
Guillermo Altares. El País Semanal, 20 de mayo de 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario