A París le falta una gran novela: la de los portugueses. Loa amantes del orden tienden a pensar que es la policía quien sabe qué pasa aquí, y por qué pasa. Los partidarios de las teorías conspirativas creen que no, que son los masones quienes manejan los resortes de la capital francesa. Pero a una mente empirista no deberían caberle dudas: el conocimiento profundo está en manos de los portugueses. En otra época los inmigrantes ibéricos ocupaban los dos extremos de los edificios, Arriba, en la chambre de bonne, es decir la habitación de la criada, había una española. Abajo, en la portería, un portugués. Lo del servicio español apenas existe ya. Abajo, sin embargo, seguimos encontrando un portugués o una portuguesa. El asunto no guarda relación con las penurias del país de procedencia porque Portugal se las arregla bastante bien; se trata más bien de una tradición que se perpetúa y, tal vez, de una necesidad. Los portugueses son en general gente fiable, sensata y trabajadora. Poseen además algo comparable al tesoro acumulado por los taxistas londinenses: la sabiduría humana. ¿Seguiría funcionando París sin la red portuguesa? Quizá sí. Peor, con total seguridad. Cuando alguien quiere averiguar que ocurre en un punto determinado de París, lo mejor que puede hacer es preguntar a su portero (portugués). Que conocerá a otro portero (portugués) de la calle en cuestión, tan versado en la historia local como bien informado sobre los últimos acontecimientos. ¿Un escándalo político? Existe un portero que ha visto al principal implicado cargando una maleta y largándose. ¿Un atentado? Algún portero ha hablado ya con un agente antiterrorista. ¿Un famoso de incógnito? La red portuguesa lleva días al corriente. No hay misterio parisino que no puedan desvelar los porteros portugueses. Alguien debería escribir una novela sobre esto.
Enric González. París. El Mundo, viernes 11 de mayo de 2018
Enric González. París. El Mundo, viernes 11 de mayo de 2018
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