lunes, 11 de junio de 2018

Que venga la noche

Emmanuelle Seigner y Eva Green e
Con la adaptación de una novela de Delphine de Vigan, Roman Polanski ha regresado a algunas de sus obsesiones de siempre: al asunto del doble, a la paranoia del subrogatorio en cuerpo ajeno y a la fobia al espacio podrido que nos rodea. D'après une histoire vraie/Basada en hechos reales, es la historia de una madura escritora en crisis, atenazada por el miedo a la página en blanco, por los sedantes y por las alucinaciones, un corpus que conecta con Repulsión o El quimérico inquilino, pero también evoca íntimamente otras películas no polanaskianas como Misery o Mujer blanca soltera. Esas referencias que a cualquier otro cineasta le pesarían como una losa, en realidad no condicionan al autor polaco, pues la película parece que va a transcurrir por los caminos trillados habituales del cine de intriga de hoy, acostumbrado a abusar de la transigencia del espectador actual y, sin embargo, finalmente nada en la narración toma la dirección esperada. Y lo más tenebroso lo encontraremos detrás de los pequeños detalles del luminoso piso parisino o de la aislada casita del Valle del Loire.
Que venga la noche es el título del último libro de la protagonista, reflejo de su inconsciente abisal. Y entonce la que llega es una joven admiradora fanática que, supuestamente va a ordenar un mundo que ya es ingobernable. La noche oscura del alma se refleja en esos ojos fatigados y depresivos de una sensacional Emmanuelle Seigner, mórbida señora agotada que se sale de los papeles de diablesa a los que la acostumbró Polanski. Y se lee en su cara todo lo que en la narración está escondido admirablemente entre líneas y secuencias. Además el director habrá escogido a la otra, a Eva Green, por sus ojos de criatura de Cocteau, ventanales desorbitados de arpía, de esfinge de oráculo, ojos que nunca descansan, agujeros que no se cierran, que miran fijamente hasta clavarse como un estilete en el fondo de las entrañas. Los ojos de Eva son el espejo que no tiene fondo. 
Pues aunque se trate del peor filme de Polanski de los últimos años, carente de la fuerza expresiva de La venus de las pieles, también es verdad que, aún así, estamos ante una formidable y sólida película-laberinto.
Eduardo Galán Blanco. La Voz de Galicia, jueves 7 de junio de 2018



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