lunes, 18 de junio de 2018

La tristeza le sienta bien

Mélanie Thierry interpreta a la escritora Marguerite Duras en este filme.
De Hiroshima mon amour a India Song, las películas y novelas de la cineasta y escritora Marguerite Duras siempre giraron en torno al amour fou y al horror, la pasión y el desastre, unidas en simbiosis inseparable, abriéndose camino a través del olvido. Ahora Emmanuel Finkiel, devoto alumno, se vuelca en un solemne pero hermoso homenaje que recrea la juventud de la autora en el París ocupado, ciudad de luz cargada de sombras. Habitualmente las sombras ganan en los mundos de la creadora francesa y son otra obsesión durasiana. Todo esto lo encontramos en la película de Finkiel que adapta la pieza El dolor, un diario leído en off por la protagonista. Es fácil evocar Hiroshima, con la voz interior de Marguerite contando la detención de su marido por la Gestapo y sosteniendo una contradictoria relación, de atracción y desprecio con el policía que la detuvo. La posterior espera angustiante de noticias procedentes de los campos de Buchenwald o Dachau ocupa una ominosa segunda mitad, pero sobre todo sobresale la primera parte del filme, la del cruce de la víctima con el verdugo, que es de una ambigüedad perturbadora. "Tengo miedo a la muerte y vergüenza de vivir", le dice la heroína al inspector de Vichy, como confesaba  la niñera ante el viajante en El square. "Su cobardía me avergüenza de mi valor". 
El director intenta jugar, también visualmente, con los materiales de Duras: todo son desenfoques, espacios vacíos entre el primer plano  y los fondos inconexos. Y en la versión original, resulta perverso escuchar la extraña intimidad establecida entre el policía -enorme Benoît Magimel- y la sospechosa, con ese inquietante vous utilizado como arma de relación, jugueteando con la ambigüedad del usted y del tú. "Le gusta que le suplique ¿Quiere matarme o poseerme?", pregunta ella. Y la fácil presencia de Mélanie Thierry, fumando cientos de cigarrillos en primer plano, exhalando un humo que es alma, pellizcando las hebras del tabaco entre lengua y labios, deriva en pura impudicia, en entrega a corazón abierto. "La tristeza le sienta bien", concluye el fascinado policía, en una perversa atracción entre contrarios.
Eduardo Galán Blanco. La Voz de Galicia. Viernes, 15 de junio de 2018

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